Apenas podía verse la cabellera negra de Thomas de Anchorena por sobre la pila de expedientes que se acumulaban en su escritorio. Había pasado todo el día hasta que bajó el sol revisando las ganancias del mes de la nueva sucursal automotriz que había inaugurado en Argentina de su empresa “AM” y que sus padres le habían confiado al 100 por ciento para que él se hiciera cargo y demostrara que era un líder nato. Por ello, todo tenía que cerrar perfecto.
Escuchar los golpecitos en su puerta sólo incrementó su nerviosismo y sus ganas de mandar todo a la m****a.
Ignoró el llamado, quizás la persona que estaba del otro lado entendería la indirecta y se marcharía sin insistir.
La puerta se abrió de golpe arruinando su paz.
-¡Lo siento señor de Anchorena! ¡Trate de detenerlo!- gritó su secretaria.
Thomas no tuvo que asomarse por sobre los papeles para saber que Bruno había sido el descarado que había entrado a su oficina sin permiso.
-Está bien Nancy, no te preocupes, pero la próxima llama a seguridad- dijo con tranquilidad y sin sacar los ojos de los papeles.
-Sí señor- exclamó mirando con furia a Bruno, quien levantó sus manos con inocencia.
-Amigo querido…- exclamó acercándose a Thomas rodeando con cuidado la pila de papeles.
-Te dije mil veces que no soy tu amigo, Señor De Anchorena para tí- dijo sin levantar la vista-
-Perdón jefecito- Bruno frunció el ceño con fastidio- ¿Vas a dejar de mirar esos aburridos papeles y prestarme un poco de atención?
-Apuesto mi empresa a que lo que vas a decir no es tan relevante como para que deje de leer estos papeles.
-Eres tan cruel.
-Gracias…
-Thomas…
-¿No terminó el horario laboral?- exclamó con fastidio, finalmente levantando sus ojos verdosos hacia su empleado y según Bruno, su amigo.- ¿Por qué no vas a hacer lo que sea que haces después del trabajo?
-¡A eso vine!- chilló exasperado, sentándose sobre unos papeles sin cuidado.
-¡Cuidado con eso! es importante- gruñó quitando los papeles del trasero de Bruno.
-¿No vas a preguntar a qué vine?- dijo haciendo un puchero.
-¿Si te pregunto te vas a ir?
-No sin tí, cariño.
Thomás puso los ojos en blanco, a veces se preguntaba cuando había estado tan demente como para contratar a alguien tan descarado como Bruno y porque aún no lo había echado a la calle.
-Tu, yo, alcohol, gente desesperada por nuestra atención ¿Qué tal?
-Vete de una vez.
-¡Thomas!- Chilló como un niño pequeño, solo le faltaba tirarse al suelo y patalear.
-Tengo que terminar el cierre del mes para asegurarme de que las ganancias sean más altas que las de CC Motors.
-Otra vez con eso, ¿Porque no se miden los penes y ya? Estoy harto de escuchar CC Motors esto… CC motors lo otro.
-Son la competencia- Gruñó.
-Bueno, ya basta- exclamó Bruno, cerrando la Notebook de su jefe sobre sus dedos.
-¡Ey!
-¡O vienes conmigo o le entrego tus archivos a la competencia!
-No serías capaz. ..
-Cariño, no tienes ni idea- dijo guiñando un ojo descaradamente.
Thomas estuvo a punto de darle un buen golpe en su rostro burlón, pero respiró por la nariz tres veces y finalmente se levantó de su asiento. Tal vez beber un rato y descansar la vista no le vendría mal, luego retomaría con los asuntos por la mañana.
—-
-No puedo creer que me hayas traido a un antro de strippers- se quejó Thomas por enésima vez en la noche.
-Por favor ¡Es lo que está de moda! Se nota que no sales hace años. Además es un lugar muy exclusivo, deberías estar agradecido que consegui una mesa disponible un sábado a la noche.
Thomas puso los ojos en blanco con fastidio. Le zumbaban los oídos, el ruido de la música era insoportable y todos gritaban más fuerte para hacerse escuchar sobre la música. Había dejado de escuchar a Bruno hacía media hora, a él tampoco parecía importarle, solo hablaba y hablaba de él como si nada más importara y fuera el centro del mundo.
Estaba a punto de levantarse e irse de allí cuando las luces se apagaron, la música cesó y todos mantuvieron un silencio espectante.
-¿Qué está pasando?- susurró con curiosidad.
-Empieza el show- Sonrió Bruno con entusiasmo.
Thomas se acomodó en su asiento, no quería irse sin saber a qué se refería con “el show”, aunque podía imaginar que podría ser. Algun espectáculo grotesco, mujeres desnudas o cosas así. No es que no le gustaran las mujeres, pero en su mente solo había lugar para números, estadísticas y ganarle al maldito de César Cáceres dueño de CC Motors. Cada segundo que pasaba dentro de ese bar de mala muerte y con muy mal gusto en decoración era ventaja para su enemigo.
La penumbra del bar fue reemplazada por una ténue luz azulada que iluminó un pequeño escenario que atravesaba el bar. En medio había un caño plateado que esperaba con ansias ser usado y que no había notado hasta ese momento.
Los oídos de Thomas se llenaron de una suave música que podría describirse como clasica, dulce y estilo fantástico. Las cortinas oscuras que estaban al final del largo escenario llamaron su atención cuando se movieron como si danzaran y de entre los pliegues de la tela una pierna blanca como la luna vestida con una media suave, transparente y con incrustaciones como diamantes danzaba con delicadeza.
El azabache nunca sintió tantas ganas de conocer la identidad de una mujer como en ese momento. Deseaba ver el cuerpo completo de la dueña de esa delicada y delgada pierna. Miró con atención ese carnoso y jugoso muslo, sin darse cuenta de que Bruno lo miraba con una expresión divertida, se moría por sacarle una foto a su jefe para guardar para siempre su expresión desencajada, pero sabía que lo asesinaría si lo hiciera.
La música aumentó su ritmo invadiendo e imnotizando sus sentidos, pero ni la música, ni el alcohol en sangre fueron tan afrodizíacos como la mujer dueña de esas piernas. Desde detrás del telón salió un ángel caído del cielo.
No se sorprendió cuando desde los parlantes pidieron que le dieran un aplauso a “Ángel” la joven de cabellos rubios como el oro, sonrisa amplia de dientes perlados y ojos celestes como el mismísimo cielo que caminó hacia el caño como si se deslizara por suaves nubes esponjosas.
Tomó entre sus delicadas y pequeñas manos el grueso caño y Thomás sintió su cuerpo tensarse, no pudo evitar preguntarse cómo se sentirían esos suaves dedos en su cuerpo y sintió envidia por ese caño.
Jamás había visto bailar a alguien de esa forma, era como si volara y las alas blancas que se abrían detrás de su espalda se movían con gracia mientras giraba alrededor del caño en posiciones complicadas pero delicadas y provocadoras.
Escuchó suspiros masculinos alrededor suyo, aunque creyó sentir que su boca también liberó una exclamación hambrienta y deseosa.
“Mirame” dijo hacia sus adentros, clavando sus ojos negros de pupilas dilatadas en el pequeño rostro del ángel. Suplicó una y otra vez que lo mirara, y como si la joven bailarina hubiese sentido su hambrienta mirada, sus zafiros se cruzaron con sus onix en un encuentro explosivo.
Fue tan solo un milisegundo, pero para Thomas fue suficiente para que su corazón latiera con fuerza, volviendo a la vida luego de años de estar dormido, apagado y frío como un cubo de hielo. Ahora en su pecho había calor y hasta miedo por lo que ese ángel pudiera hacerle a su perfecta y controlada vida.
De repente la música cesó ¿Tan rápido? necesitaba más, no podía ser solo eso el show, había sido muy corto y no se sentía satisfecho.
Vio por el rabillo del ojo que su compañero de bebidas saludaba a algunos amigos a los que no tenía interés en conocer y vio en eso su oportunidad de huir.
-Thomas, te molesta si…
-Ve con ellos- exclamó con desinterés mientras se levantaba sin dejar de fijar sus ojos verdes en el Ángel que se inclinaba agradecida por los aplaudos de los hombres que la observaban igual que él. Sintió celos, ese Ángel tenía que ser de él y de nadie más.
Thomas avanzó por entre las mesas sin dejar de observarla como un animal hambriento, ella aún no lo había notado, pero él haría que lo hiciera y que esos ojos no miraran a nadie más.
Bruno observó con curiosidad la escena, jamás había visto a su jefe tan enfocado en algo que no fuera su trabajo.
“No puedo perderme de esto” Pensó sin dejar de observarlo desde lejos.
El Ángel saludó desde lejos a su público, tirando besos y guiños, muchos de ellos eran caras conocidas, hombres solteros o con problemas en el paraíso que asistían sin falta cada sábado a contemplar su baile con sus ojos llenos de deseos o perversiones. ¡Pero no lo suficiente como para elegirla para un baile privado!
Estaba a punto de dar media vuelta y dejar el escenario para la siguiente bailarina cuando sus ojos se movieron por sí solos con un magnetismo incontrolable hacia el frente, encontrándose con un hombre que nunca antes había visto en el bar y que parecía decidido en ir hasta donde estaba ella.
Celeste se quedó congelada en su lugar, sin poder esquivar esos ojos jade almendraros que le hicieron temblar de pies a cabeza como si fuera una colegiala a punto de tener su primer encuentro sexual.
Ese hombre no era como los que solían concurrir al bar, usualmente eran hombres con mucho dinero pero no muy agraciados, además de que la mayoría eran mayores de 60 años. Celeste estaba segura de que ese hombre no tenía más de cuarenta años y no entendía qué hacía allí, podía hacer que cualquier mujer le bailara y gratis.
Cuando el misterioso y apuesto joven se acercó al borde del escenario como si el ángel fuera lo más hermoso que admirar en la habitación, la joven se agachó con delicadeza, levantando sus alas artificiales a los cortados de su cuerpo con la luz azulada brillando alrededor suyo como un aura mística e idílica.
Para Thomas esa imagen fue de ensueño, no podía ser real, esa mujer no podía ser de este mundo.
-Ángel… ¿Cuánto por un privado contigo?
El aliento de la joven se cortó y sus ojos celeste temblaron. Por fin había llegado lo que tanto había deseado.
“¿Cuanto por un privado?”“Realmente no lo había pensado, en realidad jamás creí que llegaría tan lejos.” Pensó la rubia. -¿Qué tal unos 500 dólares muñeca?- preguntó suavemente aquel misterioso hombre, quien no había alejado sus ojos jade del ángel. La joven no pudo evitar que su rostro se contorsionara en una expresión de incredulidad al escuchar ese monto, estaba segura que sus compañeras no cobraban tanto la hora de baile privado.Sentía que lo estaba estafando si aceptaba esa oferta, quizás era un sujeto ingenuo o hasta desesperado, pero el rostro del hombre demostraba seguridad, como si para él solo fuera un vuelto y quizás la ingenua era ella. -¿Qué dices?- insistió Thomas extendiendo su mano hacia la rubia, deseando agarrarla y no soltarla más, temiendo recibir un “no” por respuesta. Celeste observó la palma extendida hacia ella y solo pudo pensar en Tati y en sus medicamentos, acercó lentamente su pequeña mano hacia la de quien sería su primer cliente, pero sus dedos no l
Celeste y su jefe se quedaron por un segundo mirando la puerta abierta por donde había salido aquel hombre que había irrumpido en sus vidas como un tsunami que arrastró con toda su tranquilidad. -¿Porque hiciste eso?- finalmente habló la rubia, con el rostro rojo de la vergüenza y la impotencia. Su jefe se giró hacia ella aun con el ceño fruncido, pero lo aflojó a una mirada pasiva cuando vio aquellos ojos celestes que jamás habían sido suyos porque siempre había sido un cobarde. -No tienes porque hacer esto, Celeste…- dijo mucho más tranquilo, volviendo en sí. -Necesito el dinero…-Sabes que yo…-Dany…- lo interrumpió- No quiero escuchar más que tu puedes ayudarme- exclamó furiosa, luego miró como su jefe bajaba la mirada y suspiró agotada- Sabes que jamás voy a poder compensar todo lo que tú y tu padre me han ayudado todos estos años, han sido mis ángeles de la guarda junto con Kristal, pero ya no soy una niña sin hogar- dijo con un tono dulce, acercándose más a su viejo amigo-
La semana pasó como si el tiempo se hubiera estirado más de la cuenta, fue eterno. Aunque cuanto más se acercaba el sábado, más nerviosa se ponía por lo inminente del encuentro con su primer cliente. Ese día había llegado más temprano que de costumbre, no solo porque no había visitado a su padre, sino porque necesitaba estar perfecta para Thomas, para que no se arrepíntiera de su segunda oportunidad. -Tati… sé que estás ahí, si quieres asustarme vas a tener que buscar otra menera- exclamó mientras se risaba las puntas de su largo cabello. Escuchó un bufido detrás suyo y vio a través del espejo cómo su querido sobrino salía de entre sus disfraces en el perchero móvil. -¿Cómo te fue en la universidad esta semana?- preguntó Celeste. -Bien, no he quitado la vista de los libros, cuando Kristal se enteró de mis bajas notas, casi me mata- brufó sentándose en uno de los taburetes. La joven rió y se volteó hacia el muchacho, pudo ver las ojeras oscuras debajo de sus ojos negros y sintió
-¿Que debo hacer para poder tocarte?- No quiso sonar desesperado, pero no pudo evitarlo- Puedo pagarte lo que desees por una noche en mi apartamento, solos tu y yo. ¿Que dices?- preguntó deslizándose hasta el suelo por el caño, sintiéndose ofendida por la propuesta. -Ya sabes... no quiero que el idiota de tu jefe nos interrumpa- susurró el joven apuesto a su oído. Celeste retrocedió con el ceño fruncido. -Escucha... yo no soy una prostituta, soy una bailarina, no te confundas- dijo intentando sonar firme, pero no pudo evitar que su voz temblara al final. El ángel ajó del pequeño escenario y dio media vuelta, dispuesta a irse, sintiendo las lágrimas amargas correr por su rostro que podía sentir que venían directamente de su corazón roto. "¿Realmente creí que este hombre rico quería algo serio conmigo?" -Espera ángel…Thomas se abalanzó hacia adelante y la tomó del brazo, temiendo perderla para siempre. Una sensación de pánico lo abrumó al sentir que la perdería por ser un idiot
Celeste ya no sabía que era peor, sus fines de semanas caóticos o sus días de semana solitarios que daban mucho a que pensar. Ya había limpiado la casa unas 100 veces para distraer su mente y ya nada había que hacer. Frustrada, se acostó boca arriba en su viejo sillón con las piernas contra la pared y su largo cabello rubio cayendo como una cascada hacia el suelo. “¿Y si adopto un cachorro?” Pensó a sus adentros. “No no, eso no va a solucionar tu mal de amor” Le dijo la vocecita de su cabeza. La rubia tomó uno de los almohadones y cubrió su cara con fuerza mientras gritaba con ganas, muchas ganas contenidas. Primero la salud de Tati, luego el dinero, después aquel joven apuesto que solo quería jugar con ella ¡Y ahora la confesión abrupta de su jefe! Había pedido tantas veces algo de emoción en su vida sin saber los peligros de pedir algo de manera tan frívola. -¿Que voy a hacer ahora?-Sollozó. Luego de varios días después del accidente en el vip del bar y con la mente m
Celeste tenía que dejar de preguntarle al universo que más le deparaba en su destino, porque con el beso de Danny había marcado el cartón lleno. -Ten, toma este nuevo trago que está de moda, te da un golpe que se te va lo triste- exclamó Kristal, deslizándole un vaso de vidrio hacia las manos de la rubia, quien, sin chistar, tomó el trago de una sola zancada. La bebida le quemó la garganta y le calentó el pecho, pero su angustia seguía ahí, arraigada en lo más profundo de su ser. -Nena… ya deja esa cara larga, sos joven, tenes el mundo por delante ¡Ponele un poco de onda! Celeste estuvo a punto de decir con su lengua afilada que las palabras de aliento que le estaba dando eran vacías y parecían sacadas de una revista barata, cuando una presencia se asomó al costado de la barra. -Buenas noches, el mejor whisky que tengas ¿y para la señorita…?Kristel miró divertida a su amiga y levantó sus cejas animándola a que aceptar un trago del desconocido que a decir verdad estaba muy guapo.
-Krys… ¿Sabes dónde está Cele? La mujer ya estaba cansada de estos interrogatorios inesperados que la tomaban desprevenida, lo bueno es que estaba aprendiendo a ocultar su nerviosismo y mentir sin que su ojo comenzara a titilar o sus manos sudaran. -No se sentía bien y se fue a casa antes- dijo mientras limpiaba el borde de un vaso de cristral, alejando su mirada de la de su jefe. Sin decir más nada, Danny se dio media vuelta hacia la salida. -¿A dónde vas?- preguntó en pánico. -A ver si necesita algo…-Me dijo que no la mlestaran, que no quería visitas. Danny se volteó hacia ella con molestia y preocupación en su rostro, haciendo suspirar a Kristal. -Danny… Déjala respirar un poco, dale su espacio ¿Está bien?- casi que suplicó. El hombre estuvo a punto de discutirle, pero por primera vez recapacitó, recordando lo que había ocurrido en casa de Celeste. -Si sabes algo de ella me avisas- le ordenó volviendo a su oficina. Apenas se fue, Kristal pudo volver a respirar. —Celeste
-¿Quieres pasar?- preguntó con sus ojos de cordero, que parecían temblar en la ténue luz del pasillo. -Yo…- dijo Thomas, sintiendo su corazón golpear con dolor su pecho- No me malinterpretes ángel… pero no pagué por esto, no quiero que creas que…-No pensé en eso…-No quiero aprovecharme de tí- susurró cercándose lentamente a la rubia, quien se movió hacia dentro del apartamento que los recibió con su oscuridad. -No lo haces… es lo que quiero- ronroneó más cerca del rostro de Thomas, pudiendo sentir el calor excitante que emanaba ese cuerpo fornido- Es lo que en verdad quiero… está fuera del dinero- susurró dulcemente apoyando sus manos en el pecho del hombre- ¿Tú también quieres? Celeste pudo ver los ojos negros del joven que se ponían aún más oscuros, con sus pupilas dilatadas y una mirada llena de deseo. Avanzó más, y sin dejar de mirar a su hermoso ángel cerró la puerta detrás de sí. Dejando la habitación en penumbras.- Claro que quiero… lo he deseado desde la primera vez que te