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Un Ángel en Alquiler
Un Ángel en Alquiler
Por: Luly Rose
Capítulo 1 - Ángel

Celeste atravesó las rejas del gran edificio gris y triste. Los guardias de la entrada la saludaron con un asentimiento en la cabeza, no necesitaron pedirle su identificación, todos los empleados de la cárcel estaban acostumbrados a ver a la jovencita a veces más de una vez al mes. 

-¡Hola linda!- saludó una de las empleadas más antiguas del lugar. 

-Mari...- sonrió resplandeciente la joven, acercando al mostrador un gran tupper de plástico- Esta vez son de limón, sé que las de chocolate de la última vez no te cayeron muy bien. 

-Eres un ángel querida, dale pasá, tu papá ya está esperando ansioso en la sala de visitas. 

La joven pasó a través de la segunda reja, se dejó revisar como protocoloco por los guardias que le sonrieron y entró a la sala de visitas. Allí había muchas mesas pequeñas con una silla de cada lado. Había muchas familias visitando a los presos. Esposas, madres, familias enteras con sus hijos. 

Celeste buscó con sus grandes ojos pintados como el cielo a su padre, sonrió aún más al verlo sentado cerca de la ventana, con su cabellera canosa peinada pulcramente hacia atrás y su camisa bien planchada. 

-¡Papá!- gritó corriendo hacia él y lo abrazó con fuerza. Los guardias no impidieron el contacto físico que estaba prohibido. Todos sabían que solo se tenían el uno para el otro y le habían tomado cariño a la joven, la habían visto crecer hasta convertirse en una mujer. 

-Mi pequeña. ¿Cómo has estado?. 

Aunque dolía, ambos soltaron el abrazo y se sentaron enfrentados. 

-¡Bien! Mira te traje de tus favoritas- exclamó deslizando por la mesa un envoltorio de papel madera con masas de vainilla con chocolate. 

El hombre sonrió con cariño al sentir el exquisito aroma. Tomó entre sus viejas manos las masas que su hija siempre le traía en cada visita. La observó en silencio, su niña había crecido tanto y él se había perdido todo, su sonrisa se borró de golpe. 

-¿Qué pasó papá? ¿Ya no te gustan? 

-Me encanta todo lo que cocinas, pequeña- sonrió con melancolía- ¿Sabes que no tienes que venir cada mes a visitarme, verdad?

-Pero yo quiero hacerlo- protestó- Ya hablamos de esto papá. 

-No quiero que uses tu dinero en mí, ¿Está bien? prométeme eso. 

Celeste se cruzó de brazos enojada. 

"Ahí está otra vez" pensó con fastidio. 

-¡Un buen abogado puede sacarte de aquí! ¡Déjame pagarlo! 

-Quiero que uses ese dinero para tí, para lo que tú quieras, no sé, estudiar algo, tener un mejor departamento, una mejor vida que tu padre. 

Celeste se levantó de golpe del asiento, tragándose sus lágrimas de impotencia. 

-Vas a salir de aquí cueste lo que me cueste, no fue tu culpa ¡Estás encerrado por el crimen que alguien más cometió!- protestó sin poder contener más las lágrimas. 

Su padre quiso seguir discutiendo, pero siempre era lo mismo y esta vez no quería que la visita terminara con ambos enojados. Su amada hija era igual que su difunta esposa, cuando una idea se le metía en la cabeza, luchaba hasta conseguirlo, no importa qué. El hombre tan solo quería que esa misma energía la usara para ella y no estuviera estancada con él en algo que no era su culpa. 

El hombre suspiró pesadamente- Prométeme que vas a cuidarte más, pequeña, que vas a estudiar o quizás hasta encontrar a alguien con quien compartir tu vida. ¡Sueño con que algún día aparescas con un hombre a visitarme!

Celeste rió más relajada. -Todos son iguales, pa, cuando les hablo de noviazgo o vivir juntos, siempre salen corriendo asustados- hizo un puchero. 

-Ya va a llegar cariño, debes tener paciencia- exclamó acariciando su mejilla- ahora vete- ¿No debes ir a trabajar?

La joven besó la mejilla de su padre como siempre hacía antes de irse- Te amo pa, cuidate ¿Si?

-Tú también, saludos a tus amigos y diles que gracias por cuidarte-

-Siempre se los digo- exclamó guiñando el ojo.  

---

Celeste caminó apresurada por el estrecho pasillo de los vestidores, observó con una amplia sonrisa la puerta vieja y gastada que tenía un cartel color cielo y con brillos plateados que decía en letras doradas "Ángel". 

Entró a su pequeño vestidor, aquel que había sido suyo desde sus 18 años, cada esquina gritaba su nombre, el espejo lleno de fotografías junto a sus amigos y su padre, y una sola con su mamá cuando ella era tan solo una bebé. Sus plantas de interior, su perchero con cientos de vestuarios blancos con brillos y plumas y su pequeña mesita con sus cientos de maquillajes que había acumulado en los últimos 10 años. Muchos estaban vencidos, rotos o viejos, pero no era capaz de tirarlos, todos le recordaban a algo. 

-¿Cómo estaba tu papá?

-¡Tati!- chilló la joven agarrándose la remera a la altura del corazón- Me asustaste. Te dije que no te escondas en mi vestuario. 

Un jovencito de 19 años salió de entre sus ropas con una boa blanca alrededor de su cuello y una galera del mismo color, haciendo un acting teatresco que hizo reír a su tía postiza. 

-Perdón- dijo apenado quitándose el disfráz.- Me estaba escondiendo de mi hermana, hoy se levantó con el pie izquierdo. 

Celeste comenzó a quitarse su ropa sin avergonzarse del chico. Él simplemente le dio la espalda para darle privacidad. 

-Es que son fechas de exámenes finales y Kristal quiere que le muestres las notas. Ella solo quiere ver que su dinero haya valido la pena- dijo divertida. 

El chico bufó- Me trata como a su hijo. Ella es…- No pudo terminar de hablar porque una tos ronca y dolorosa lo invadió. 

Celeste se volteó alarmada tomando a su sobrino postizo de los hombros y lo sentó en su banqueta, masajeando en círculos su espalda. La tos no paró y los ojos del chico comenzaron a lagrimear y su piel se volvió roja. 

Celeste comenzó a revisar los bolsillos del buzo del menor- ¿Y el inhalador? -preguntó cuando no lo encontró. El joven negó con la cabeza sin dejar de toser. 

Celeste tomó una botella de agua de su pequeña heladerita y se la acercó. Poco a poco tomó todo el contenido hasta que pudo calmarse y respirar produnfamente llenando sus pulmones de aire otra vez. 

-¿Estás bien Tati? - Preguntó preocupada, hacía meses que no tosía así y había llegado a creer que la enfermedad no iba a regresar jamás. 

-Si, mejor- dijo con la voz ronca. 

-¿Y tu medicamento? ¿Por qué no lo tienes encima? Sabes que por cualquier emergencia…

-No pude comprar uno nuevo- exclamó avergonzado, mordiéndose el labio inferior. 

-Pero ¿Y el dinero que te dí de mi última paga?

-No le digas a mi hermana, pero me aumentaron la cuota de la universidad y además tuve que comprar unos nuevos apuntes. 

Celeste peinó su cabello oscuro con cariño- ¿Porque no me dijiste? Sabes que podría habértelo comprado, si te hubiese pasado algo yo…

-No quería que gastes más en mi, ya demasiado me ayudas con los demás medicamentos. 

-Sabes que daría hasta un riñon por ti, tonto. - dijo golpeando su nariz con cariño- No te preocupes, voy a conseguir el dinero para tu medicina ¿Está bien?- El joven asintió avergonzado- Tan solo no le digas a Kristal, sabes que no le gusta que te pague las cosas. Es nuestro secreto ¿Está bien?- dijo extendiendo su dedo meñique en complot. 

El chico entrelazó su dedo meñique con el de su tía postiza sellando la promesa. 

-Nuestro secreto- 

Celeste sonrió ampliamente. Para ella el muchacho era como un hermanito menor. Le había cambiado los pañales, había escuchado sus primera palabras y había estado presente el día de su graduación. Si algo le pasaba jamás se lo perdonaría. 

-Bien ahora ve con tu hermana y muestrale las notas. 

-Pero…

-Es parte del trato- exclamó empujándolo hacia la puerta y dándole un golpe en la nalga. 

El chico puso los ojos en blanco y salió de allí cabizbajo, sabiendo que su hermana no iba a tomar a gracia su exámen desaprobado que había estado tratando de ocultar.

Celeste rio de los pucheros del joven, pero cuando la puerta se cerró su sonrisa se borró y cayó pesadamente en la banqueta cubriendo su rostro entre sus manos. 

¿Cómo iba a conseguir ese dinero?

Su sueldo no era malo, pero con el alquiler de su pequeño departamento, los gatos de su vida, la ayuda mensual a Tati y el ahorro para el abogado de su padre, casi no le quedaba nada para emergencias. A veces las propinas que ganaba en la noche de trabajo eran las que la salvaban de tener que pedir prestado a su jefe o a su amiga si necesitaba dinero extra. 

Se terminó de vestir sin mucho entusiasmo y salió hacia el pasillo. Saludó a las demás bailarinas que ya habían terminado sus shows y atravesó la sección de privados que en sus 10 años jamás había pisado del otro lado de las puertas.

Esa zona exclusiva donde los hombres más adineradores se podían dar el gusto de recibir un baile privado de las mujeres más hermosas del bar o más bien de toda la ciudad. 

Claro que ella no era una de las suertudas. Cada sábado por la noche tenía la esperanza de que esa vez sí sería su noche de suerte, un hombre la vería y la señalaría. Pero eso jamás pasó. Los ojos dibujados con signos de dólares de aquellos viejos empresarios siempre se posaban en los hermosos cuerpos de sus compañeras. Celeste se sentía como la sombra sin gracia que envejecía cada vez más y la oportunidad de ser seleccionada se sentía más y más imposible. 

Una risita tonta y empalagosa la sacó de sus pensamientos. La joven vio cómo la nueva bailarina se reía de algún chiste sin gracia del hombre que estaba junto a ella y del que estaba colgada como un koala. 

¿Scarlet? ¿Rubí? ¿Diamante? No recordaba su apodo, pero sí su belleza juvenil, sus pómulos altos, su mirada felina y su larga cabellera rojiza hasta la cintura que hacían que su cabello rubio sin gracia y apagado fuera un chiste. La pelirroja abrió la puerta de uno de los privados y dejó pasar al hombre de traje que no había que ser muy lista para saber que estaba forrado en dinero. 

La pelirroja le envió a Celeste una sonrisa de victoria y cerró la puerta detrás de sí. 

La rubia sintió cómo la envidia y los celos enrojecían su rostro blanquecino.  

-Es una…- 

No pudo terminar de insultarla cuando la voz de su jefe a su espalda la hizo saltar del susto. 

-¿Ya estás lista?

-Por Dios Dany, si alguien más me asusta hoy…

-¿Estás bien?- preguntó preocupado al notar su rostro tenso. Él siempre se preocupaba por ella y la conocía a la perfección. 

-Ya sabes, problemas de dinero- exclamó mientras caminaba junto a su jefe por el pasillo. 

-Sabes que si necesitas dinero puedo darte sin que tengas que devolverlo. 

-Lo sé Dany, ¿Pero y si me consigues un baile privado? Ya sabes… de algún nuevo cliente, podrías convencerlo de que yo….

-No- la interrumpió sécamente. 

-Pero Dany….

-Si necesitas el dinero, mi oferta está disponible- dijo con fastidio, dando por concluída la charla. 

Antes de que Celeste pudiera protestar dio media vuelta y desapareció por el pasillo. La joven suspiró pesadamente, discutir con Dany era como hablar con una pared, era tan cerrado que era dificil hacerle cambiar de opinión y convenverlo de que estaba equivocado. 

-Si tan solo alguien me viera…- Susurró para sí, sabiendo que sus problemas se acabarían si pudiera ganar unos cientos de dólares por una noche con algún viejo necesitado. 

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