“¿Cuanto por un privado?”
“Realmente no lo había pensado, en realidad jamás creí que llegaría tan lejos.” Pensó la rubia.
-¿Qué tal unos 500 dólares muñeca?- preguntó suavemente aquel misterioso hombre, quien no había alejado sus ojos jade del ángel.
La joven no pudo evitar que su rostro se contorsionara en una expresión de incredulidad al escuchar ese monto, estaba segura que sus compañeras no cobraban tanto la hora de baile privado.
Sentía que lo estaba estafando si aceptaba esa oferta, quizás era un sujeto ingenuo o hasta desesperado, pero el rostro del hombre demostraba seguridad, como si para él solo fuera un vuelto y quizás la ingenua era ella.
-¿Qué dices?- insistió Thomas extendiendo su mano hacia la rubia, deseando agarrarla y no soltarla más, temiendo recibir un “no” por respuesta.
Celeste observó la palma extendida hacia ella y solo pudo pensar en Tati y en sus medicamentos, acercó lentamente su pequeña mano hacia la de quien sería su primer cliente, pero sus dedos no llegaron a tocarlo, porque un agarre inesperado en su muñeca se lo impidió.
-No lo harás-
Ambos jóvenes se giraron hacia la voz ronca y llena de ira del intruso.
-Dany…- exclamó Celeste al ver a su jefe mirando al hombre como si quisiera comérselo vivo.
-Ella no irá contigo- sentenció colocándola detrás de él pero sin soltar su muñeca.
Thomas sentía que iba a perder todo control de sus emociones en ese mismo momento. Siempre había sido un hombre sensato, que elegía la diplomacia antes que la violencia, pero en ese momento sentía que había perdido las palabras y que la única manera de ganar era aplastando a aquella alimaña que lo separaba de su Ángel.
Estuvo a punto de darle un puntapié y huir de allí con la joven, pero al ver su rostro lleno de sorpresa y sus ojos celestes tan suaves y cariñosos, se contuvo y se tragó la ira. Ella conocía al idiota, lo había llamado por su nombre, por lo que ponerse en su contra solo sería peor.
Solo rogaba que no fuera su novio, no podría soportar que esa mujer ya fuera de alguien más.
-Disculpe…- comenzó a decir escondiendo su ira- Pero la señorita puede decidir por sí misma.
-Yo soy su jefe y el dueño de este lugar y puedo echarte con un chasquido de mis dedos, así que ¿Porqué no te vas por tí mismo? Antes de que lo hagan mis hombres. Ellos no son muy cariñosos.
Thomas estuvo a punto de contestar con su lengua afilada, cuando Celeste salió de detrás de su jefe y se soltó de su agarre en un rápido tirón.
-Vámonos- exclamó tomando al hombre desconocido de la muñeca y arrastrándolo a través de una cortina dorada que llevaba hacia los privados.
Dany se quedó atónito y congelado por lo que acababa de pasar, pero no era el único, Bruno había presenciado desde lo lejos toda la escena con curiosidad, el remate lo dejó con la quijada contra el suelo, no reconocía a su jefe, estaba fuera de sí. Sin perder más tiempo tomó su celular y marcó un número.
-Hola…- susurró mirándo hacia todos lados- ¿Qué crees? Tengo novedades de tu querido rival. Si, voy para allá.
—
Thomas estaba aturdido y aún más cuando el ángel lo metió dentro de un privado y trastabillo hacia uno de los mullidos sillones quedando con las piernas abiertas y mirando hacia la rubia que se cernía delante de él como si fuera su dueña y señora. En ese momento sintió que sería capaz de decir “Si” a todo lo que ella le pidiera.
La joven extendió su mano abierta y él la miró con confusión.
-El dinero que prometiste- exclamó con seriedad- Sino, no hay baile.
Celeste podía ser ingenua en muchas cosas, pero cuando se trataba de negocios era todo lo contrario, hasta que no viera los 500 dólares en su mano y pudiera olerlos para saber que fueran reales no podía confiar en él. Quizás simplemente era un estafador que estaba jugando con su desesperación.
Thomás palpó su pantalones con desesperación hasta que sacó su billetera y le entregó varios billetes de 100 que Celeste revisó con sospecha. Si, eran genuinos, había conseguido 500 dólares en tan solo una hora.
¡No lo podía creer!
Los guardó dentro de su vestido y se alejó del hombre sin dejar de mirarlo.
Por un momento Thomás pensó que se iría y lo dejaría como un estúpido necesitado, pero la joven se deslizó con gracia hacia el caño que estaba en medio de una tarima que atravesaba la habitación y comenzó a hacer su gracia al ritmo de la canción que salía de un parlante en una esquina del techo.
Thomás se acomodó en el sillón, reconstando su hancha espalda contra el respaldo, pero no se sentía cómodo, el picor en sus manos era insoportable, todo su cuerpo quería estar cerca de esa rubia que parecía volar como un gorrión que escapaba de sus ataduras.Su danzar era mágino, exótico y no podía creer que se desperdiciara en ese horrible lugar. Ella merecía más que eso.
Sin poder resistirlo más el azabache se levantó de su asiento sin dejar de mirarla fijamente.
Los ojos celestes de la joven no le quitaron la vista en ningún momento ni siquiera cuando giraba alrededor del caño. No le dijo que se alejara, lo dejó acercarse como un carnívoro que se deslizaba con cuidado hacia su presa, pero a diferencia de un animal asustado por la muerte, ella quería ser devorada, como si su cuerpo hubiera tomado dominio de su mente.
“A la m****a todo” pensó a sus adentros.
…
Kristel se encontraba limpiando la barra por culpa de un torpe cliente que había derramado su cerveza cuando vio a su jefe atravesar la cortina dorada echando humo y eso no era nada bueno.
-¿Me cubres un momento? Debo ir al baño- le dijo a su compañera de barra y siguió apresurada a su jefe.
-Ey Dany- exclamó atravesando la cortina- ¿Qué ocurre?
El nombrado se frenó de golpe y se volteó hacia Kristel, su rostro estaba rojo y su mandíbula apretada. La mujer no tenía que preguntar más nada para deducir que era algo que tenía que ver con Celeste, siempre se ponía de esa manera cuando algo ocurría con la rubia.
-Un idiota se la llevo al privado- exclamó entre dientes.
Kristel enarcó una ceja y puso sus brazos en su cintura.
-¿Y qué hay con eso Dany? Eso es bueno para Celeste, ha estado necesitando el dinero y….
-¡Sabe muy bien que yo podría dárselo!
-Pero ella quiere ganárselo por su propia cuenta y lo sabes bien- dijo como si fuera lo más obvio del mundo, pero sabía que su jefe no le daría la razón- Dany… déjala.- Suplicó.
Por un momento el hombre pareció entrar en razón, pero aún así se volteó y caminó hacia el privado donde aquel idiota que había salido de la nada se había llevado a su Ángel.
Kristel suspiró agotada y dio media vuelta, sabiendo que meterse no sería una buena idea. Además de ser su jefe, con Dany eran grandes amigos desde hacía años, pero siempre había sido como una tercera rueda en la relación, por más que fueran una gran familia ensamblada junto con su hermanito menor, Celeste siempre había sido la prioridad para Dany, lo que menos quería era terminar sin trabajo por una estúpida discusión con el dueño del bar, aunque fingía que todo estaba bien en su vida y tenía todo resuelto, la verdad es que hacía meses que las deudas la estaban aplastando. Si se quedaba sin trabajo estaba segura de que Tati insistiría en buscar un empleo para ayudarla. Kristel jamás se perdonaría si su hermano tuviera la misma mísera vida que ella, él estaba para más.
-A seguir trabajando- murmuró mientras volvía a la barra.
—
Celeste giró con gracia alrededor del caño, rodeándolo con una de sus piernas y una de sus manos mientras extendía todo su cuerpo con gracia. Una tímida pero pecaminosa sonrisa se dibujó en su rostro al ver que Thomas se acercaba más y más. Giró y se frotó con clase pero erostismo como nunca antes lo había hecho y cuando quiso darse cuenta, el cuerpo de aquel hombre se pegó contra el suyó cuando terminó de dar la vuelta.
Thomas la sostuvo de su cintura como si temiera que se cayera, pero cuando la rubia puso ambos pies en el firme suelo, no la soltó, en cambio comenzó a retroceder llevándose consigo a su ángel hacia el sillón mullido y al ver que su ángel no hizo nada para evitarlo, de un rápido giro la dejó de espaldas al mueble, con él arriba.
No hizo más nada, su agarre firme aún estaba en la estrecha cintura del Ángel, como si se hubiese congelado, podía sentir el pecho de la joven subir y bajar contra el suyo y sus piernas rozar los costados de las suyas con pudor pero deseo. Estuvo a punto de comerle la boca allí mismo, probar esos labios carnosos que de seguro sabían a cereza, cuando una fuerza maligna lo alejó con brusquedad del ángel como si le arrancaran de raíz el corazón.
Desde el suelo vio a su Ángel levantarse del sillón con una expresión entre indignación y terror.
-¡No se permiten tocamientos!- gruñó aquel hombre que comenzaba a ser una piedra en su zapato.
-¡Dany!- protestó la joven tratando de acercarse a su cliente. Si llegaba a ofenderse perdería su dinero y aun peor, nunca más volvería a elegirla.-¡¿Te volviste loco?!
-Sabes muy bien las reglas- exclamó furioso, vigilando los movimientos de Thomas, esperando su oportunidad para golpearlo si intentaba siquiera acercarse a la joven. -Vete de una m*****a vez antes de que te saque yo mismo.
Celeste estuvo por decir algo, pero Thomás se le adelantó, levantándose del suelo sacudiendo su ropa con calma, luego sacó su billetera y la rubia temió que le pidiera devuelta sus 500 dólares, pero al contrario sacó una tarjeta blanca de la cartera.
Con cuidado, el azabache caminó hacia Celeste pero no tanto como para que el jefe lo atacara a la yugular y extendió su mano.
Antes de que Dany le quitara el papel de entre sus dedos, Celeste lo tomó y lo resguardó contra su pecho.
-Voy a volver para terminar lo que empezamos- exclamó con una media sonrisa y salió de la habitación con la frente en alto, no sin antes chocar su hombro contra el del otro hombre.
Celeste y su jefe se quedaron por un segundo mirando la puerta abierta por donde había salido aquel hombre que había irrumpido en sus vidas como un tsunami que arrastró con toda su tranquilidad. -¿Porque hiciste eso?- finalmente habló la rubia, con el rostro rojo de la vergüenza y la impotencia. Su jefe se giró hacia ella aun con el ceño fruncido, pero lo aflojó a una mirada pasiva cuando vio aquellos ojos celestes que jamás habían sido suyos porque siempre había sido un cobarde. -No tienes porque hacer esto, Celeste…- dijo mucho más tranquilo, volviendo en sí. -Necesito el dinero…-Sabes que yo…-Dany…- lo interrumpió- No quiero escuchar más que tu puedes ayudarme- exclamó furiosa, luego miró como su jefe bajaba la mirada y suspiró agotada- Sabes que jamás voy a poder compensar todo lo que tú y tu padre me han ayudado todos estos años, han sido mis ángeles de la guarda junto con Kristal, pero ya no soy una niña sin hogar- dijo con un tono dulce, acercándose más a su viejo amigo-
La semana pasó como si el tiempo se hubiera estirado más de la cuenta, fue eterno. Aunque cuanto más se acercaba el sábado, más nerviosa se ponía por lo inminente del encuentro con su primer cliente. Ese día había llegado más temprano que de costumbre, no solo porque no había visitado a su padre, sino porque necesitaba estar perfecta para Thomas, para que no se arrepíntiera de su segunda oportunidad. -Tati… sé que estás ahí, si quieres asustarme vas a tener que buscar otra menera- exclamó mientras se risaba las puntas de su largo cabello. Escuchó un bufido detrás suyo y vio a través del espejo cómo su querido sobrino salía de entre sus disfraces en el perchero móvil. -¿Cómo te fue en la universidad esta semana?- preguntó Celeste. -Bien, no he quitado la vista de los libros, cuando Kristal se enteró de mis bajas notas, casi me mata- brufó sentándose en uno de los taburetes. La joven rió y se volteó hacia el muchacho, pudo ver las ojeras oscuras debajo de sus ojos negros y sintió
-¿Que debo hacer para poder tocarte?- No quiso sonar desesperado, pero no pudo evitarlo- Puedo pagarte lo que desees por una noche en mi apartamento, solos tu y yo. ¿Que dices?- preguntó deslizándose hasta el suelo por el caño, sintiéndose ofendida por la propuesta. -Ya sabes... no quiero que el idiota de tu jefe nos interrumpa- susurró el joven apuesto a su oído. Celeste retrocedió con el ceño fruncido. -Escucha... yo no soy una prostituta, soy una bailarina, no te confundas- dijo intentando sonar firme, pero no pudo evitar que su voz temblara al final. El ángel ajó del pequeño escenario y dio media vuelta, dispuesta a irse, sintiendo las lágrimas amargas correr por su rostro que podía sentir que venían directamente de su corazón roto. "¿Realmente creí que este hombre rico quería algo serio conmigo?" -Espera ángel…Thomas se abalanzó hacia adelante y la tomó del brazo, temiendo perderla para siempre. Una sensación de pánico lo abrumó al sentir que la perdería por ser un idiot
Celeste ya no sabía que era peor, sus fines de semanas caóticos o sus días de semana solitarios que daban mucho a que pensar. Ya había limpiado la casa unas 100 veces para distraer su mente y ya nada había que hacer. Frustrada, se acostó boca arriba en su viejo sillón con las piernas contra la pared y su largo cabello rubio cayendo como una cascada hacia el suelo. “¿Y si adopto un cachorro?” Pensó a sus adentros. “No no, eso no va a solucionar tu mal de amor” Le dijo la vocecita de su cabeza. La rubia tomó uno de los almohadones y cubrió su cara con fuerza mientras gritaba con ganas, muchas ganas contenidas. Primero la salud de Tati, luego el dinero, después aquel joven apuesto que solo quería jugar con ella ¡Y ahora la confesión abrupta de su jefe! Había pedido tantas veces algo de emoción en su vida sin saber los peligros de pedir algo de manera tan frívola. -¿Que voy a hacer ahora?-Sollozó. Luego de varios días después del accidente en el vip del bar y con la mente m
Celeste tenía que dejar de preguntarle al universo que más le deparaba en su destino, porque con el beso de Danny había marcado el cartón lleno. -Ten, toma este nuevo trago que está de moda, te da un golpe que se te va lo triste- exclamó Kristal, deslizándole un vaso de vidrio hacia las manos de la rubia, quien, sin chistar, tomó el trago de una sola zancada. La bebida le quemó la garganta y le calentó el pecho, pero su angustia seguía ahí, arraigada en lo más profundo de su ser. -Nena… ya deja esa cara larga, sos joven, tenes el mundo por delante ¡Ponele un poco de onda! Celeste estuvo a punto de decir con su lengua afilada que las palabras de aliento que le estaba dando eran vacías y parecían sacadas de una revista barata, cuando una presencia se asomó al costado de la barra. -Buenas noches, el mejor whisky que tengas ¿y para la señorita…?Kristel miró divertida a su amiga y levantó sus cejas animándola a que aceptar un trago del desconocido que a decir verdad estaba muy guapo.
-Krys… ¿Sabes dónde está Cele? La mujer ya estaba cansada de estos interrogatorios inesperados que la tomaban desprevenida, lo bueno es que estaba aprendiendo a ocultar su nerviosismo y mentir sin que su ojo comenzara a titilar o sus manos sudaran. -No se sentía bien y se fue a casa antes- dijo mientras limpiaba el borde de un vaso de cristral, alejando su mirada de la de su jefe. Sin decir más nada, Danny se dio media vuelta hacia la salida. -¿A dónde vas?- preguntó en pánico. -A ver si necesita algo…-Me dijo que no la mlestaran, que no quería visitas. Danny se volteó hacia ella con molestia y preocupación en su rostro, haciendo suspirar a Kristal. -Danny… Déjala respirar un poco, dale su espacio ¿Está bien?- casi que suplicó. El hombre estuvo a punto de discutirle, pero por primera vez recapacitó, recordando lo que había ocurrido en casa de Celeste. -Si sabes algo de ella me avisas- le ordenó volviendo a su oficina. Apenas se fue, Kristal pudo volver a respirar. —Celeste
-¿Quieres pasar?- preguntó con sus ojos de cordero, que parecían temblar en la ténue luz del pasillo. -Yo…- dijo Thomas, sintiendo su corazón golpear con dolor su pecho- No me malinterpretes ángel… pero no pagué por esto, no quiero que creas que…-No pensé en eso…-No quiero aprovecharme de tí- susurró cercándose lentamente a la rubia, quien se movió hacia dentro del apartamento que los recibió con su oscuridad. -No lo haces… es lo que quiero- ronroneó más cerca del rostro de Thomas, pudiendo sentir el calor excitante que emanaba ese cuerpo fornido- Es lo que en verdad quiero… está fuera del dinero- susurró dulcemente apoyando sus manos en el pecho del hombre- ¿Tú también quieres? Celeste pudo ver los ojos negros del joven que se ponían aún más oscuros, con sus pupilas dilatadas y una mirada llena de deseo. Avanzó más, y sin dejar de mirar a su hermoso ángel cerró la puerta detrás de sí. Dejando la habitación en penumbras.- Claro que quiero… lo he deseado desde la primera vez que te
Cesar Cáceres CEO de la empresa CC Motors se encontraba aguardando en la sala de reuniones del despacho del candidato a ministro de economía. Su alianza con el señor Mitre y su casamiento acordado con su hija menor era su as bajo la manga que tenía preparado para destrozar a Anchorena Motors, la empresa de su enemigo. “Seguro ni lo ve venir” Pensó con una sonrisa filosa de victoria dibujada su rostro. -¿Señor Cáceres?- exclamó su futuro suegro ingresando a su sala de reuniones junto con su equipo de abogados y contadores que siempre lo acompañaban. Aunque el robusto político era intimidante, el joven castaño no se dejaba doblegar, ya estaba acostumbrado a persuadir a peces gordos como él. Así era como había subido en la escala social. -¡Señor Mitre!- exclamó falsamente, levantándose de su asiento para estrechar ambas manos efusivamente con las del futuro ministro- Un gusto volver a verlo, hace tiempo que no nos cruzamos. El hombre no sonrió, mantuvo su mirada dura imperturbable- H