CAPÍTULO 42

Ava se apoyó contra la fría porcelana del fregadero y cerró los ojos mientras otra oleada de náuseas amenazaba con invadirla. El baño, un santuario de soledad, era su refugio de la vorágine de los preparativos del exterior. Respiró profundamente, deseando que pasaran las náuseas.

El aroma a menta de su pasta de dientes permaneció en el aire, un pequeño consuelo contra la tormenta que se avecinaba en su estómago.

—Concéntrate, Ava. —le susurró a su reflejo en el espejo, su voz apenas era un hilo de sonido. Respirando profundamente, se echó agua fría en la cara, con la esperanza de eliminar los síntomas y los nervios que se aferraban a ella como sombras.

No solo se trataba del embarazo, hoy era el gran día.

Abrió la puerta y salió al contrastante calor del pasillo, solo para encontrar a Sebastián esperando, con su preocupación grabada en las líneas de su hermoso rostro. —Oye, ¿estás bien? —preguntó, sus ojos oscuros buscando la verdad en los de ella.

—Por supuesto. —respondió Ava, esb
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