Valentina caminaba nerviosa por los pasillos de la universidad, su mente atrapada en una maraña de pensamientos contradictorios. Su corazón latía con fuerza, desbocado por la ansiedad, la rabia, y un sentimiento creciente de desesperación. Antony se iba. No podía creerlo, no quería creerlo. Cada segundo que pasaba sin verlo, la sensación de abandono crecía en su pecho como un nudo imposible de desatar.Cuando finalmente lo vio cruzar uno de los pasillos, su figura alta y elegante caminando con prisa hacia la salida, su corazón se aceleró aún más. Valentina no lo pensó dos veces. Corrió hacia él, casi tropezando con su propio nerviosismo.—¡Antony! —su voz tembló al principio, pero pronto tomó fuerza—. ¡Necesito hablar contigo!Antony la miró de reojo, pero no se detuvo. Sus pasos continuaron firmes, casi como si no quisiera escucharla, como si el peso de lo que estaba a punto de hacer lo obligara a mantenerse en movimiento.—Antony, por favor, detente —insistió Valentina, su tono cad
Ava se encontraba sentada junto a Sebastián en el amplio salón, el silencio que los envolvía parecía más pesado que de costumbre. Las noticias recientes sobre la quiebra de la familia Montenegro los había dejado en un estado de incertidumbre. Sebastián, normalmente imponente y lleno de seguridad, estaba ahora hundido en el sillón, con los ojos clavados en el suelo, como si la gravedad de la situación le estuviera robando el aliento.Ava lo miraba, con los ojos llenos de preocupación y cariño. Sabía que la carga que llevaba sobre los hombros era casi insoportable. Se acercó lentamente y se sentó a su lado, apoyando suavemente su mano sobre la de él.—Sebastián, esto no es tu culpa —le susurró con suavidad, intentando brindarle el consuelo que él tanto necesitaba—. No podías prever lo que sucedió. Lo importante ahora es que estamos juntos en esto, y vamos a encontrar la manera de salir adelante.Sebastián levantó la mirada, sus ojos oscuros reflejaban una tormenta interna que parecía i
El sol de la tarde reflejaba un brillo suave sobre la superficie de la piscina, mientras Valentina y Valeria reían, chapoteando despreocupadamente en el agua. Alexandre, sentado al borde, con los pies sumergidos, las observaba con una sonrisa ligera, disfrutando de aquel breve momento de tranquilidad. Había sido un tiempo caótico desde la muerte de su madre, pero ahí, junto a las mellizas, el peso que cargaba sobre sus hombros parecía disminuir, aunque solo fuera por un rato.De repente, el ambiente relajado se quebró. La figura imponente de Sebastián y la presencia decidida de Ava irrumpieron en la escena. Ambos avanzaban con un paso firme hacia ellos, sus rostros cargados de seriedad. Valeria, al notar la tensión, salió rápidamente del agua y se acercó a Alexandre, quien se puso de pie, algo confundido por la urgencia que veía en sus padres.—Alexandre, necesitamos hablar contigo —dijo Sebastián sin rodeos, su tono grave, casi cortante.Alexandre frunció el ceño, notando que aquell
La mansión Montenegro brillaba bajo las luces cálidas del atardecer, como si el cielo quisiera rendir homenaje a la familia que tanto había luchado por mantenerse unida. Los ventanales reflejaban el dorado del sol que se desvanecía en el horizonte, mientras dentro, los ecos de risas y conversaciones llenaban cada rincón de la casa. La mesa estaba adornada con flores blancas y copas de cristal que aguardaban el momento del brindis, el que todos sabían sería especial.Sebastián, en el centro del salón, se alzó con una copa en la mano, su mirada recorriendo los rostros de sus seres queridos y amigos que lo rodeaban. Ava, a su lado, sonreía con orgullo, sosteniendo su propia copa con elegancia, como si el peso de las dificultades pasadas se hubiera desvanecido por completo.—Queridos amigos, familia —Sebastián comenzó, con la voz llena de emoción contenida—. Hoy estamos aquí reunidos para celebrar no solo una victoria, sino un renacimiento. Después de meses de lucha, intrigas y traicione
Ava se miraba al espejo, ajustando los últimos detalles de su vestido elegante. Era un diseño en tonos marfil, delicado y sofisticado, perfecto para la ocasión. Era el día de la graduación de su hijo Bastián, y aunque intentaba mantener la calma, el orgullo y la emoción la llenaban por completo.De pronto, sintió unas manos cálidas rodeando su cintura. Un suspiro suave escapó de sus labios cuando reconoció el toque. Sebastián, con una sonrisa que irradiaba tanto amor como complicidad, la giró hacia él, sus ojos reflejando la devoción de los años que habían compartido.—Estás hermosa, Ava —murmuró, acercando su rostro al de ella.Antes de que pudiera responder, él la besó con una pasión que, a pesar del paso del tiempo, seguía intacta. Fue un beso que hablaba de promesas cumplidas y sueños compartidos. Cuando se separaron, apenas unos centímetros, Sebastián le susurró—: Te amo. Gracias por darme esta familia, por construir esta vida conmigo.Ava lo miró con ternura, conmovida por sus p
El sol de la mañana entraba a través de las cortinas, arrojando un cálido brillo sobre el rostro de Ava mientras se despertaba. A su lado, los ojos de Alejandro se abrieron de par en par. Por un momento se miraron el uno al otro sin decir palabra, todavía quedaban restos de pasión.—Buenos días, mi amor. —murmuró Alejandro, extendiendo la mano para quitar un mechón de cabello de la mejilla de Ava.Ella le dedicó una suave sonrisa. —Buenos días, mi amor. Apoyándose en un codo, Alejandro se pasó los dedos por el brazo y se le puso la piel de gallina. —Anoche fue…—Increíble. —finalizó Ava, con un sonrojo tiñendo sus mejillas al recordarlo.Alejandro reconoció, sus ojos oscuros ardían. —Eres increíble.Ava se mordió el labio, vacilante. Ahora era el momento de tener la conversación que había estado evitando. —Entonces... ¿Cuándo podré conocer a tu familia?Alejandro se tensó casi imperceptiblemente. —Pronto, lo prometo.—Has estado diciendo eso durante semanas. —Ava se sentó y las sában
Ava estaba de pie en la bulliciosa terminal del aeropuerto, el caos de los viajeros y sus equipajes girando a su alrededor como un torbellino. Agarró con una de sus manos, su maleta y con la otra su teléfono, su corazón se hundió mientras veía a las personas a su alrededor. De pronto recibió una llamada de Lyli. —Ava, lo siento mucho, pero no podré asistir a la fiesta de compromiso contigo. He contraído una gripe terrible y no hay manera de que pueda sobrevivir. —Por favor, no te preocupes por eso. —le aseguró Ava, aunque la decepción corría por sus venas—Solo concéntrate en mejorar. —Otra vez lo siento mucho. —repitió su asistente antes de colgar. Ella conocía la condición de Ava y lo difícil que era para ella enfrentar estas situaciones. Ava dejó escapar un profundo suspiro, preparándose para la noche que se avecinaba. Colocó sus audífonos en los oídos y reprodujo desde su teléfono su lista de reproducción favorita. No estaba acostumbrada a asistir a eventos sola, ni siquiera
Ava despertó muy temprano y se arregló para la fiesta de compromiso. Pero algo la tenía desconcertada, sus sueños habían sido interrumpidos por un desconocido, una desagradable persona, el hombre del incidente en el ascensor. De pronto su teléfono hizo un sonido familiar, uno que le agradaba y la ponía muy feliz. Ale, mi amor Hola, mi amor. Mañana por la noche estaré de regreso, espérame con tu mejor traje de lencería en el apartamento. . Ava Usaré el que más te gusta. Prefirió evitar contarle a su novio que estaba de viaje, sobre todo porque en pocas horas tomaría de nuevo un avión de regreso, justo en el tiempo adecuado para esperar a su novio. Terminó de arreglarse y bajó hasta el lobby para esperar el auto que la llevaría al evento. Este tipo de ocasiones no eran de su agrado, así que solo debía cumplir un par de horas y regresar de nuevo. El viaje en taxi a la fiesta de compromiso solo aumentó su ansiedad. Salió del auto y fue directo al ascensor. Espe