Ava despertó muy temprano y se arregló para la fiesta de compromiso. Pero algo la tenía desconcertada, sus sueños habían sido interrumpidos por un desconocido, una desagradable persona, el hombre del incidente en el ascensor.
De pronto su teléfono hizo un sonido familiar, uno que le agradaba y la ponía muy feliz.
Ale, mi amor
Hola, mi amor. Mañana por la noche estaré de regreso,
espérame con tu mejor traje de lencería en el apartamento.
.
AvaUsaré el que más te gusta.Prefirió evitar contarle a su novio que estaba de viaje, sobre todo porque en pocas horas tomaría de nuevo un avión de regreso, justo en el tiempo adecuado para esperar a su novio.
Terminó de arreglarse y bajó hasta el lobby para esperar el auto que la llevaría al evento. Este tipo de ocasiones no eran de su agrado, así que solo debía cumplir un par de horas y regresar de nuevo.
El viaje en taxi a la fiesta de compromiso solo aumentó su ansiedad. Salió del auto y fue directo al ascensor.
Esperaba encontrar un lugar vacío, pero su sorpresa fue encontrarse con el mismo hombre del hotel.
Ella dio un paso hacia adentro y las puertas se cerraron detrás de ella, no percatándose de que una parte de su vestido había quedado atorado entre las puertas, así que cuando dio un par de pasos al frente, su elegante vestido se rasgó por uno de los lados.
El hombre rió suavemente, mientras Ava maldecía.
Pero como mujer precavida, siempre llevaba algunos elementos de costura en su cartera. Así que, sin pensarlo dos veces, sacó una tijera pequeña y cortó el pedazo de tela atorado.
El hombre con gracia presionó uno de los botones y la caja de metal empezó a moverse hacia arriba.
Ava estaba roja de la vergüenza y abrumada por la presencia de aquel desconocido en dos ocasiones vergonzosas para ella.
Su vestido ahora tenía un lado largo y otro corto, así que tomó las tijeras de nuevo y le dio un nuevo diseño a su vestido sin perder la elegancia.
El hombre vio con curiosidad y asombro la habilidad de Ava, pero permaneció serío, con la mirada fija hacia las puertas del ascensor.
El hombre bajó un piso anterior al de Ava.
Ella sintió un gran alivio al quedarse sola, tomó un respiro profundo antes de que las puertas volvieran a abrirse.
Su pecho se apretó mientras intentaba estabilizar su respiración, recordándose a sí misma que estaba aquí por una sola razón: para celebrar el amor y cumplir al cliente. Le había enviado el contrato a Sara y a los pocos segundos lo recibió con su firma. Todo estaba listo para iniciar con el vestido de novia.
Al salir del asesor notó la presencia de muchas personas en el gran salón. Ava buscó por el sitio a Sara, deseaba saludarla para que notara su presencia, pero no la veía entre toda la multitud.
—Disculpe. —Ava reunió el coraje para acercarse a un invitado, un hombre alto con una sonrisa amistosa. —¿Podrías indicarme dónde están los novios? Me temo que no conozco a nadie aquí.
—¡Por supuesto! —respondió, señalando grandiosamente a través de la habitación. —Ahí está el novio, justo ahí.
Ava siguió su mirada y su corazón se detuvo. El hombre que estaba frente a ella era el extraño del hotel, el mismo cuya presencia había atormentado sus pensamientos desde su encuentro casual y el que encontró minutos antes en el ascensor. De repente, la habitación se sintió aún más pequeña, amenazando con acercarse a ella.
—Gracias. —susurró, apenas capaz de producir las palabras mientras su mente corría con preguntas y confusión. ¿Cómo era posible que este hombre, este enigmático extraño que había invadido sus sueños, estuviera ahora frente a ella como el novio?
Existía una distancia larga entre ellos, pero era como si lo tuviera a pocos treinta centímetros.
Ella sacudió la cabeza, tratando de recuperar la compostura. Concéntrate, Ava, concéntrate, se reprendió a sí misma. No era momento para distracciones. Tenía un trabajo que hacer, una imagen que defender y una fiesta de compromiso que sobrevivir. Y tal vez, después de esta noche, finalmente podría dejar atrás a este extraño y seguir adelante con su vida.
Pero mientras lo miraba desde el otro lado de la habitación, una parte de ella sabía que eso no sería tan fácil.
La música resonó en el salón, mezclándose con las risas y murmullos de los invitados que llenaban el ambiente. Ava se sentía un tanto fuera de lugar en aquella fiesta de compromiso, rodeada de caras desconocidas, y con la sensación de ser una extraña en aquel mundo, de vestidos elegantes y charlas animadas.
Tomó asiento en una de las mesas y leyó una de las servilletas que se encontraban puestas.
‘Montenegro y Huntington’
¿Montenegro? Justo como el apellido de su novio.
—Al parecer el apellido Montenegro es mucho más común de lo que creí. —susurró para sí misma.
Los invitados tomaron asiento en sus respectivos asientos. Un par de desconocidos estaban sentados a lado de Ava, quedando un lugar vacío.
Mientras tomaba un sorbo de su copa de vino, una voz a su lado la sacó de sus pensamientos.
—Estoy empezando a creer que usted es un paparazzi o una acosadora. —dijo un hombre con voz gruesa y varonil. Se sentó a lado de Ava, quien estaba con la mandíbula casi hasta el suelo.
El hombre del ascensor. Aclaró sus pensamientos y se dirigió a él mientras él se sentaba a su lado.
—¿Usted? No se supone que…
De pronto los ojos de Ava se dirigieron a pocos metros de distancia. Era la madre de Alejandro, su propio novio. Se sintió desconcertada por un momento, preguntándose qué hacía allí aquella mujer que parecía tan fuera de lugar en la celebración.
Antes de que pudiera articular palabra, una voz sonó por los altavoces, anunciando la llegada de los novios. Ava se puso de pie, sintiendo un nudo en el estómago mientras observaba la entrada triunfal de la pareja de enamorados.
Y entonces, como si el tiempo se detuviera por un instante, Ava vio a su novio, Alejandro, caminando hacia el escenario junto a Sara Huntington. El corazón de Ava se hundió en su pecho mientras comprendía la verdad desgarradora: su novio se estaba comprometiendo con otra mujer.
Las lágrimas amenazaron con escapar de sus ojos mientras se quedaba inmóvil, sintiendo como si su mundo se desmoronaba a su alrededor.
—¿Se encuentra bien? —preguntó el desconocido a su lado.
Ella tenía la mano en la garganta, como si tratara de detener el nudo de dolor en su garganta.
Esto tenía que ser una equivocación, Alejandro, su novio caminaba muy sonriente hacia el frente. Él era el protagonista de la fiesta de compromiso.
Tal vez lo estaban obligando o forzando a hacer esto. Pero su todo se hizo añicos cuando escuchó las palabras de su supuesto novio.
—Quiero estar contigo, Sara. Solo tú, te amo como a ninguna otra mujer. Quiero todo perfecto para ti.
Nunca la había amado como él profesaba, porque esas mismas palabras las utilizó con ella.
Sus ilusiones se rompieron como un espejo cayendo al suelo. En ese momento, la realidad golpeó con fuerza, y Ava supo que su relación con Alejandro había llegado a su fin.
La música estridente y las risas ahogadas llenaban la elegante sala de la fiesta de compromiso. Ava, con un vestido que se sentía más como una armadura que como una prenda de celebración, observaba con los ojos cristalizados mientras su supuesto novio, con quien había estado saliendo durante meses, saludaba a los invitados con una alegría contagiosa.Sin embargo, cuando sus miradas se encontraron, algo en los ojos de Ava se quebró. Un nudo se formó en su garganta y su corazón comenzó a latir con fuerza descontrolada. Alejandro evadió sus ojos y ella supo que debía salir de ahí. Con un movimiento rápido, se hizo a un lado las sillas y caminó de prisa ignorando la voz de aquel desconocido que la llamaba. Una vez fuera del bullicio de la fiesta, Ava se apoyó contra la pared, tratando de controlar su respiración entrecortada. Pero el pánico la envolvía como una capa pesada, y las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas sin control.Sin pensarlo dos veces, Ava se liberó de su
Los nudillos de Alejandro golpearon con urgencia la puerta del apartamento de Ava, un latido entrecortado que hizo eco de su corazón acelerado. El silencio lo recibió, el silencio del pasillo vacío amplificaba su desesperación. Presionó su oreja contra la fría madera, esperando escuchar un susurro, un movimiento, cualquier cosa que indicara que ella estaba allí. Pero no hubo nada; sólo la vacía ausencia que había comenzado a carcomer sus entrañas.—Maldita sea, Ava. —murmuró en voz baja, sacando su teléfono una vez más. Su pulgar se cernió sobre el botón de llamada antes de presionarlo con resignación. El tono de marcar zumbó en su oído, un preludio del inevitable aviso del correo de voz.—Ava, soy yo... otra vez. —comenzó Alejandro, las palabras cayendo en un torrente—. Por favor, me estoy volviendo loco. ¿Dónde estás? Por favor, sólo... llámame. —Terminó la llamada con una exhalación temblorosa, la pantalla de su teléfono reflejaba a un hombre al borde de la razón.El sol se hundió
El gran salón de baile, bañado por una luz dorada y el aroma de los lirios, se detuvo mientras la voz de Ava, clara e inquebrantable, resonaba contra las paredes de mármol. —Estoy casada con Sebastián Montenegro. — declaró, recorriendo con la mirada a la multitud de invitados impecablemente vestidos que apretaban con más fuerza sus copas de champán.Un grito ahogado colectivo recorrió la habitación como una repentina ráfaga de viento, provocando susurros que revolotearon y bailaron entre la seda y el satén.Un par de chicas e incluso salieron llorando de la fiesta. Uno de los solteros más codiciados por las mujeres solteras estaba casado. Ava se mantuvo firme, la encarnación de la gracia bajo presión, un enigma envuelto en la elegancia de su vestido azul medianoche. En su cintura el brazo de Sebastián se envolvía. —¿Sebastián? —Era Jazmín, su voz cortaba los murmullos con la precisión de un cuchillo. Su mirada, aguda e inquisitiva, se fijó en su hijo, que estaba apoyado a la par d
Los delgados dedos de Ava hacían girar una copa de champán, su mirada revoloteaba nerviosamente sobre el mar de invitados. La grandeza de la propiedad de Montenegro pasó desapercibida; cada murmullo y risa de la multitud le erizaba la piel, encendiendo la antropofobia que le carcomía las entrañas. Evitó a una pareja que se reía, sintiéndose como si estuviera navegando por un campo minado en lugar de celebrar la boda de Alejandro.—Disculpe, ¿eres Ava? —Una voz rompió el murmullo de la conversación, melodiosa pero con un toque de algo siniestro.Ava se volvió y sus ojos se encontraron con los de una mujer con una sonrisa depredadora. —Me llamo Carly —corrigió suavemente, sin querer bajar la guardia.—Carly, entonces. —ronroneó la mujer, inclinándose con complicidad. —Pensé que deberías saberlo: tu esposo y yo compartimos algo más que bromas hace unas semanas. Ava reprimió un grito ahogado, no porque las palabras la hirieran, sino por la pura audacia de la afirmación. Miró a la mujer,
—Mi padre ha establecido nuevas reglas. —Sebastián observó su rostro en busca de una reacción, sus propios rasgos tensos por la ansiedad. —¿Normas? —repitió Ava con voz hueca. Ava y Sebastián se encontraban en un restaurante, él llamó con urgencia, puesto que las reglas de su trato tenían que cambiar. —Casado un año... ¿y un heredero? —Un heredero, Ava. —Su afirmación fue suave, pero tenía la gravedad de la piedra. —¿Un heredero? —Ava se rio, un sonido breve y amargo—. Sebastián, este matrimonio es tan real como un billete de tres dólares. No puedo... no, no traeré un niño a esta farsa. —Créeme, no estoy más feliz con esto que tú, pero mi padre es inflexible. No hay forma de hacerlo cambiar cuando se pone así. —Los ojos de Sebastián buscaron los de ella, buscando un aliado en esta locura. —¡Inflexible o no, es absurdo! Nuestro matrimonio es una fachada, una mentira cuidadosamente construida para apaciguar el sentido de tradición de su familia. No voy a darle un heredero. Me ni
Sebastián se adelantó al comedor, mientras revisaba los mensajes recibidos por su asistente. LILY¡La línea de Zoe Thompson es la comidilla de la ciudad! El mensaje de Lily burbujeaba de emoción. LILYEstás invitada al espectáculo de moda de este fin de semana. ¡Te necesitan a *tú*, el enigmático diseñador, en persona!El corazón de Ava se aceleró, la emoción del reconocimiento se mezcló con una oleada de fervor creativo. Ella respondió con practicada indiferencia, sus palabras contradecían el aleteo en su pecho: AVAConfirma mi asistencia. Los honraré con la esquiva presencia de ZoeLILYSu público esperabromeó Lily.—De hecho, lo hacen. —murmuró Ava para sí misma, guardando el teléfono como un secreto. Esta era una oportunidad para que la línea de ropa Zoe Thompson se abriera camino entre las grandes marcas, este desfile era una oportunidad única. —Cariño, nos están esperando. —la voz de Sebastián cortó el silencio, su silueta enmarcada por la puerta. Sus ojos oscuros contenía
En el bullicioso backstage de la pasarela en Nueva York, Ava, bajo el nombre de Zoe Thompson, se preparaba para su gran presentación. Con la ayuda de su asistente Lily, se enfundó en un vestido rojo vibrante que resaltaba su figura con elegancia. El tejido suave se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, mientras que el color encendido anunciaba su presencia con audacia.Pero aún faltaba un detalle crucial para completar su transformación: la peluca. Lily le tendió con cuidado una peluca larga y rubia, que caía en ondas sueltas alrededor de su rostro. Al igual que la cantante Sia, el cabello rubio y el estilo vanguardista de la peluca agregaban un toque de misterio y sofisticación a su apariencia.Una vez que el vestido y la peluca estaba en su lugar, Lily se acercó con un sombrero de ala ancha en la mano. Ava lo colocó con destreza sobre su cabeza, ocultando parcialmente su rostro detrás de la sombra que proyectaba.Una vez que estuvo completamente vestida y enmascarada tras su d
Desde que Sebastián conoció a Ava, supo que tenía un talento inusual y ahora entendía esa habilidad con las telas y las tijeras. Ava en realidad era la diseñadora Zoe Thompson.Quedó sin aliento cuando la realidad se desplegó frente a él. La diseñadora de modas Zoe Thompson, la misma que acababa de ver en la pasarela del desfile, estaba parada ante sus ojos, solo en ropa interior. La sorpresa y el desconcierto se reflejaban claramente en su rostro mientras procesaba la revelación.—¡Oh, Dios mío! —puso sus manos sobre cuerpo semidesnudo. Sintiendo la incomodidad de la situación, se apresuró a correr hacia el baño en un intento de cubrirse. El sonido de la puerta al cerrarse resonó en la habitación, dejando a Sebastián solo con sus pensamientos tumultuosos.Por un momento, el silencio pesado envolvió la habitación mientras Sebastián luchaba por procesar lo que acababa de descubrir. ¿Cómo era posible que su esposa por contrato y la talentosa diseñadora de modas Zoe Thompson fueran la mi