CAPÍTULO 04

La música estridente y las risas ahogadas llenaban la elegante sala de la fiesta de compromiso. 

Ava, con un vestido que se sentía más como una armadura que como una prenda de celebración, observaba con los ojos cristalizados mientras su supuesto novio, con quien había estado saliendo durante meses, saludaba a los invitados con una alegría contagiosa.

Sin embargo, cuando sus miradas se encontraron, algo en los ojos de Ava se quebró. 

Un nudo se formó en su garganta y su corazón comenzó a latir con fuerza descontrolada. Alejandro evadió sus ojos y ella supo que debía salir de ahí. 

Con un movimiento rápido, se hizo a un lado las sillas y caminó de prisa ignorando la voz de aquel desconocido que la llamaba. 

Una vez fuera del bullicio de la fiesta, Ava se apoyó contra la pared, tratando de controlar su respiración entrecortada. Pero el pánico la envolvía como una capa pesada, y las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas sin control.

Sin pensarlo dos veces, Ava se liberó de sus tacones y salió corriendo hacia el aparcamiento tomando un taxi. La necesidad de escapar, de alejarse de todo eso, la impulsaba. 

Alejandro, con la mirada fija en Ava mientras ella se alejaba rápidamente de la fiesta de compromiso, se preparaba para seguirla cuando Sebastián, su hermano, se interpuso en su camino con una mano firme en su hombro.

—¿A dónde crees que vas, Alejandro? —preguntó Sebastián.

Alejandro apartó la mirada de Ava y se volvió hacia Sebastián con una expresión de determinación. —Necesito salir, hay algo que no está bien. 

Sebastián frunció el ceño, recordando la situación actual. —Ale, recuerda que esta es tu fiesta de compromiso con Sara. No puedes simplemente salir corriendo detrás de otra mujer, especialmente ahora.

Sebastián conocía de las andanzas de su hermano y que Sara no era la única mujer en la vida de Alejandro.. 

Un destello de frustración cruzó el rostro de Alejandro. 

—No te metas, tengo salir ahora. 

—¡Amor! —Sara llamó a Alejandro y él no tuvo opción que ir con su prometida. 

—Ve a con tu futura esposa, hermanito. —dijo con sarcasmo Sebastián. 

Sebastián se dio la vuelta y se dirigió hacia la salida, con la determinación de encontrar a la mujer que salió corriendo. 

Ava apenas consciente del trayecto, mientras iba en el taxi, sacó fuerzas de su interior para contener el llanto ahogado en su garganta. 

Una vez en el hotel corrió y entró en su habitación y comenzó a lanzar ropa a una maleta, sin preocuparse por la organización. Su mente solo podía concentrarse en una cosa: salir de allí.

Con la maleta a cuestas, Ava salió del hotel y se dirigió directamente al aeropuerto. 

El ruido de las ruedas de la maleta resonaba en el silencio de la noche mientras corría por los pasillos, impulsada por la urgencia de dejar todo atrás.

Finalmente, llegó a la terminal y se detuvo solo cuando alcanzó el mostrador de la aerolínea. Respirando agitadamente, sacó su tarjeta de crédito y compró el primer boleto disponible, sin importar el destino.

Mientras esperaba en la sala de embarque, con el corazón aún latiendo con fuerza y las lágrimas secándose en sus mejillas, Ava sabía que había tomado la decisión correcta. 

Había escapado de la falsedad en que su novio la tenía sumergida, solo quería irse lejos, no importaba el lugar, donde fuera que la llevara ese avión.

Sus ojos explorando a la multitud con una mezcla de determinación y vulnerabilidad. Mientras navegaba entre el mar de viajeros, un hombre llamativo al otro lado del andén llamó su atención: Su postura segura y sus rasgos cincelados sorprendieron a Ava.

«¿Pero qué hace aquí?», pensó

Sus miradas se encontraron por un breve momento antes de que Ava se separara, nerviosa. 

Limpió su rostro y cuando se agachó para coger su maleta, otra mano, apareció y tomó su maleta.  

Su mano rozó a la de aquel desconocido. Al levantar la vista, se encontró una vez más con la intensa mirada de aquel hombre. 

—Mis disculpas, parece que las grandes mentes piensan igual. —dijo con una sonrisa juguetona. Aunque desconcertada por el toque accidental, Ava no pudo evitar suavizarse bajo su encanto—. Soy Sebastián Montenegro. 

—¿Sebastian?...¿Montenegro? —repitió Ava. El hombre delante de ella era el hermano de su novio, bueno de su exnovio, ya que esa relación estaba más que terminada para Ava. 

Sebastián miró a Ava con determinación en los ojos, sintiendo la rabia por la traición de su hermano ardiendo en su interior. No pensó que aquella mujer que llamó su atención en dos ocasiones, tenía una relación con Alejandro, y eso lo pudo determinar al ver su reacción en la fiesta de compromiso.

—Ava, entiendo tu dolor. Mi hermano te lastimó profundamente, y yo quiero ayudarte a hacerle frente. 

—No sé de qué habla. —Ava intentó evadir la conversación. No quería hablar con nadie, mucho menos con una persona tan allegada a Alejandro.

—No soy tonto, vi tus ojos cuando se encontraron con los de Alejandro, estas con el corazón roto. De seguro él te prometió una boda y ahora quedaste como boba al ver que va a casarse con otra mujer. 

—No me interesa saber nada de Alejandro y si le preocupa que yo intervenga en ese matrimonio, descuide, voy a irme muy lejos. 

—Te propongo un trato. —habló Sebastián con una sonrisa en su rostro. 

Ava lo observó con atención, preguntándose qué plan tendría en mente Sebastián Montenegro.

—Te ofreceré todo lo que necesites para llevar a cabo tu venganza. —continuó Sebastián. —Dinero, propiedades, lo que sea. Todo lo que desees para hacerle pagar a Alejandro por lo que te hizo.

—No estoy buscando venganza, así que no necesito a nadie.

Aunque ese término aún no estaba en los pensamientos de Ava. Su corazón se sentía herido y no tenía las suficientes fuerzas para tomar una venganza en sus manos. 

—Pero, yo sí necesito de ti. 

—No entiendo… ¿Es esto una especie de truco? Tú eres su hermano, ¿por qué razón me ayudarías a “vengarme”? —Sebastián tomó la maleta de Ava y la puso a un lado, al mismo tiempo que tomaba una silla para sentarse, palmeó el lugar a su lado para que Ava tomara asiento. 

Con dudas, ella aceptó sentarse a su lado. 

—Nuestra familia es una de las más poderosas y millonarias del país. De generación en generación la fortuna de los Montenegro ha ido en aumento. Mi padre ya se siente cansado y ha decidido otorgarnos la fortuna para administrar, pero con ciertas reglas, la primera de ellas es que debemos estar casados, el primero que lo haga, se convertirá en dueño de las propiedades como casas, edificios y autos y el primer nieto varón de mi padre heredará el sesenta por ciento de las acciones de todas empresas Montenegro. Papá impone estas reglas para que asegurarse que el legado Montenegro seguirá al frente de las empresas familiares. 

—¿Para qué me cuentas todo esto? 

—Para que entiendas que mi hermano decidió casarse, aunque Sara pertenece a otra familia millonaria y poderosa, mi hermano ya dio el primer paso para convertirse en el futuro dueño de dichas propiedades, así que si pensabas que él te amaba, déjame decirte que su ambición pudo más y prefirió el dinero, porque fácilmente pudo casarse contigo. 

Las palabras de Sebastián, terminaron de romper el corazón de Ava. El amor que Alejandro le prometió solo eran frases huecas, sin sentido para él, pero con mucho significado para Ava. La palabra venganza tuvo sentido para ella.

—¿Y tú que tienes en contra de tu hermano? 

—Solo quiero que reciba un poco de su propia medicina y fastidiarlo a la vez. Él ya ganó la primera batalla, se casará en menos de un mes y será el dueño de propiedades, pero al menos, no se puede tener todo en la vida: dinero, salud y amor, así que estoy dispuesto a darte lo que quiera con tal de que impidas esa boda. 

—No quiero tu dinero ni tus propiedades, Sebastián. —respondió con firmeza—. Lo único que quiero es vengarme del hombre que me traicionó.

Sebastián la miró con sorpresa y admiración por su determinación. —Entonces, ¿qué propones?

Ava inhaló profundamente antes de hablar. —Te sugiero algo más poderoso que el dinero o las propiedades. 

«Esta extraordinaria mujer poseía una cautivadora mezcla de fuerza y ​​vulnerabilidad, reflexionó. Quizás ella podría ser útil después de todo…» pensó Sebastián

Con un acuerdo sellado entre ellos, Ava y Sebastián estrecharon sus manos y sellaron su complicidad. 

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