CAPÍTULO 32
Las sábanas de seda junto a Sebastián yacían intactas, la huella del cuerpo esbelto de Ava era una ausencia inquietante. Se levantó, con el corazón apretado por la inquietud cuando la luz del amanecer se derramó a través de las cortinas transparentes, proyectando sombras fantasmales sobre la cama vacía.

—¿Ava? —Llamó en voz baja, pero ella no se encontraba. pasó la mano por su cabello, su primer pensamiento fue que salió corriendo a una farmacia en búsqueda de una pastilla. Un golpe de decepción cayó a su rostro.

Le escribió un par de mensajes y dejó un par de llamadas, pero no recibió respuesta.

Tomó una ducha, se arregló, llegó a las empresas Montenegro, en dondes su asistente lo esperaba con el café de todas las mañanas.

—¿Has visto a mi esposa? —preguntó.

—No, tengo entendido que el día de hoy trabajaría en su estudio.

Dio un resoplido, espero para tener una respuesta de Ava, pero entró en desesperación y después de una hora salió en su auto en dirección al sitio de trab
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