CAPÍTULO 40

La sombra de Alejandro se cernía sobre los brillantes suelos de mármol del atrio mientras se acercaba a Cleo, que estaba posada como un elegante cisne junto a la fuente. Sus cejas estaban fruncidas con determinación, sus pasos decididos y resueltos.

—Cleo. —comenzó, su voz con un toque de impaciencia.

—Ale. —dijo con una voz melosa y chillante.

—Necesito saber, ¿cuál es tu próximo paso para Sebastián?

Levantó la mirada, sus ojos brillaban con complejidades ocultas y dejó escapar un delicado suspiro. —Como si fuera tan simple, Sebastián no es el mismo hombre de hace años. —respondió, sus dedos trazando el borde de la fuente, creando ondas que distorsionaron su reflejo. —El corazón de Sebastián no es un juguete que se pueda maniobrar a voluntad. Es...complicado, ahora.

—Al diablo con las complicaciones. —insistió Alejandro, con una postura rígida por la frustración. —Teníamos un acuerdo. No puedo darme el lujo de esperar a que tal vez y a qué pasaría si. Quiero resultados, Cleo. —exi
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