CAPÍTULO 36

El corazón de Ava revoloteaba como un pájaro cautivo dentro de su pecho cada vez que Sebastián estaba cerca. Sus días se desarrollaron en una serie de miradas furtivas y toques tiernos, de esos que hablaban más profundamente que las palabras. Eran dos almas silenciosamente entrelazadas, su amor era una promesa tácita que flotaba en el aire a su alrededor, tan palpable como el aroma de las flores primaverales.

Hace un par de días que Sebastián le pidió a Ava que el tratao cambiara por algo real. Y desde esos momentos ambos llevaban una vida como si realmente estuvieran casados. Y aunque ninguno de los dos había declarado con palabras el amor profundo que sentían hacia el otro, sus actos lo podían demostrar.

—Sebastián. —murmuró Ava, ambos se encontraban envueltos en sabanas, desnudos —¿crees... crees que algunas cosas deben permanecer escondidas, como tesoros bajo el mar?

—Quizás. —respondió después de pensarlo, sin dejar de mirar el agua ondulante—. Pero incluso los secretos más pr
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