CAPÍTULO 33

Los pasos de Sebastián resonaron por los pasillos estériles del hospital, en marcado contraste con los sollozos ahogados y los susurros de seguridad que se alineaban en las paredes.

Su corazón latía contra su pecho, un compañero no deseado del rítmico pitido de las máquinas que vigilaban la fragilidad humana. Había dejado atrás a Ava, su presencia era un consuelo que anhelaba pero que sentía que no merecía en este momento de crisis familiar. Y lo ideal era que ella permaneciera alejada en estos momentos

—Madre. —llamó Sebastián suavemente mientras se acercaba a la mujer cuya elegante postura se veía empañada por el peso del dolor sobre sus hombros. Los mechones plateados de su cabello captaron la luz fluorescente, un halo en medio de la penumbra.

—Sebastián. —respiró, apenas levantando la vista de sus manos entrelazadas. —Sara... ella...

—Lo sé. Ella perdió al bebé. —Su voz apenas se elevó por encima de un susurro, las palabras eran extrañas y pesadas en su lengua.

Su madre asintió
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