La llave de Ava giró en la cerradura con un clic derrotado, sus hombros cayeron mientras ella y Sebastian cruzaban el umbral de la enorme puerta de la finca Montenegro. El silencio entre ellos era pesado, un eco del shock que los había dejado sin palabras desde que abandonaron la galería: los diseños de Ava, su arte secreto bajo el nombre de Zoe, fueron robados.—No puedo creer que haya dejado que esto sucediera. —murmuró Ava para sí misma, su voz era un gruñido bajo de autoacusación. No se detuvo para quitarse el abrigo, sino que lo dejó arrastrarse tras ella como una sombra olvidada mientras pasaba por el dormitorio, un santuario ahora contaminado por la traición.El sonido del agua corriendo pronto llenó el espacio, un vacío intento de borrar la incredulidad que se aferraba a su piel. Ava permaneció bajo el agua caliente, dejando que la quemara, esperando que el dolor exterior adormeciera la agitación interior. Con cada gota que caía en cascada por su cuerpo, el dique dentro de s
Las sábanas de seda junto a Sebastián yacían intactas, la huella del cuerpo esbelto de Ava era una ausencia inquietante. Se levantó, con el corazón apretado por la inquietud cuando la luz del amanecer se derramó a través de las cortinas transparentes, proyectando sombras fantasmales sobre la cama vacía. —¿Ava? —Llamó en voz baja, pero ella no se encontraba. pasó la mano por su cabello, su primer pensamiento fue que salió corriendo a una farmacia en búsqueda de una pastilla. Un golpe de decepción cayó a su rostro. Le escribió un par de mensajes y dejó un par de llamadas, pero no recibió respuesta. Tomó una ducha, se arregló, llegó a las empresas Montenegro, en dondes su asistente lo esperaba con el café de todas las mañanas. —¿Has visto a mi esposa? —preguntó. —No, tengo entendido que el día de hoy trabajaría en su estudio. Dio un resoplido, espero para tener una respuesta de Ava, pero entró en desesperación y después de una hora salió en su auto en dirección al sitio de trab
Los pasos de Sebastián resonaron por los pasillos estériles del hospital, en marcado contraste con los sollozos ahogados y los susurros de seguridad que se alineaban en las paredes. Su corazón latía contra su pecho, un compañero no deseado del rítmico pitido de las máquinas que vigilaban la fragilidad humana. Había dejado atrás a Ava, su presencia era un consuelo que anhelaba pero que sentía que no merecía en este momento de crisis familiar. Y lo ideal era que ella permaneciera alejada en estos momentos —Madre. —llamó Sebastián suavemente mientras se acercaba a la mujer cuya elegante postura se veía empañada por el peso del dolor sobre sus hombros. Los mechones plateados de su cabello captaron la luz fluorescente, un halo en medio de la penumbra.—Sebastián. —respiró, apenas levantando la vista de sus manos entrelazadas. —Sara... ella...—Lo sé. Ella perdió al bebé. —Su voz apenas se elevó por encima de un susurro, las palabras eran extrañas y pesadas en su lengua.Su madre asintió
El sol de la mañana pintó el cielo en tonos pastel mientras Ava, con el corazón palpitando como un pájaro enjaulado, se acercaba a la gran residencia Huntington. Había esperado ver a Sara, no tenían la mejor relación como cuñadas, pero ese no era motivo para expresarle su apoyo. Un hijo, era un hijo y perderlo era doloroso para cualquier mujer. —Sebastián, ¿estás seguro de que no puedes venir? —La voz de Ava tembló levemente, delatando su aprensión.Él se volvió hacia ella, sus ojos oscuros estaban llenos de arrepentimiento. —Lo siento, Ava. La ausencia de Alejandro complica la situación en la empresa, tengo que hacerme cargo de sus responsabilidades. Lo entiendes, ¿verdad?"Ella asintió, aunque el nudo en su estómago se apretó. Sebastián se inclinó y le plantó un suave beso en sus labios que dejó una hormigueante promesa.—Sebastián…tengo que hablar contigo. —se encontró diciendo Ava—. ¿Puedes ir por mi al estudio por la noche? —Por supuesto. —respondió él con una sonrisa tranquili
Ava, agarró su cuaderno de dibujo con una intensidad que le ponía los nudillos blancos, atravesó las puertas dobles de cristal de Montenegro Company, con su asistente, siguiéndola como una sombra. El área de la moda que tenían ante ellos vibraba con el tipo de caos que hizo que el corazón de Ava se acelerara: una inquietante mezcla de ira y traición.—¿Puedes creer esto? ¡Estos no son diseños de Zoe! —exclamó una modelo, su voz lo suficientemente aguda como para cortar el ruido.—Zoe. —era el nombre que Ava llevaba como una armadura, su identidad secreta en el despiadado mundo del diseño de moda. Sintió el pinchazo de los ojos sobre ella, pero mantuvo la barbilla en alto, su antropofobia era un dragón con el que luchaba en silencio.—Absolutamente, no uso esta imitación. —declaró Cleo, arrojando la prenda sobre la mesa de maquillaje con una burla. Sus largas piernas se cruzaron mientras tomaba asiento desafiante, con los brazos cruzados sobre el pecho: una reina que se niega a abandon
El corazón de Ava revoloteaba como un pájaro cautivo dentro de su pecho cada vez que Sebastián estaba cerca. Sus días se desarrollaron en una serie de miradas furtivas y toques tiernos, de esos que hablaban más profundamente que las palabras. Eran dos almas silenciosamente entrelazadas, su amor era una promesa tácita que flotaba en el aire a su alrededor, tan palpable como el aroma de las flores primaverales.Hace un par de días que Sebastián le pidió a Ava que el tratao cambiara por algo real. Y desde esos momentos ambos llevaban una vida como si realmente estuvieran casados. Y aunque ninguno de los dos había declarado con palabras el amor profundo que sentían hacia el otro, sus actos lo podían demostrar. —Sebastián. —murmuró Ava, ambos se encontraban envueltos en sabanas, desnudos —¿crees... crees que algunas cosas deben permanecer escondidas, como tesoros bajo el mar? —Quizás. —respondió después de pensarlo, sin dejar de mirar el agua ondulante—. Pero incluso los secretos más pr
—¡No! Me niego rotundamente. —exclamó Sebastián con enojo. —Así nos devolverá los diseños. —Prefiero perder la mitad del dinero, antes de permitir que hagas un solo diseño para Miller. Ava le comentó a Sebastián la propuesta de Ángelo. Algo que ella estaba dispuesta hacer con tal de proteger a las empresas Montenegro. —No puedes hablar en serio, Sebastián. Es nuestra única opción. —No lo harás. Solo quiere aprovecharte de tu talento a su favor. Te dije que no debías ir con él. —¡Son mis diseños! —¡Y tu mi esposa! No dejaré que Miller esté cerca de ti. El silencio reinó en la habitación. Las palabras de Sebastián sorprendieron a Ava como también a él mismo. No se consideraba un hombre celoso, pero con Ava, ocurría todo lo contrario, cierto sentimiento de posesión se desarrolló hacia ella. Sobre todo estos últimos días cuando su relación pasó a un siguiente nivel. De un trato entre socios a esposos verdaderos. —Sebastián…—musitó—Entiende Ava, conozco este mundo de los negocios
El sol se asomaba a través de las cortinas, arrojando un suave calor sobre la habitación donde Sebastián y Ava yacían entrelazados. Los ojos de Ava se abrieron para encontrar a Sebastian mirándola con una ternura que hizo que su corazón se hinchara. Las palabras de amor que habían compartido la noche anterior resonaron en el silencio, envolviéndolos en un manto invisible de unidad.—Buenos días, mi amor. —susurró Sebastián, trazando los contornos del rostro de Ava con el dorso de sus dedos, como si memorizara cada detalle.—Buenos días. —respondió Ava, su voz suave, su cuerpo todavía hormigueando por la recién descubierta cercanía entre ellos. —Se siente diferente hoy, ¿no? Como... como si finalmente fuéramos nosotros. Sebastián asintió, con una sonrisa en sus labios. —Sí, como un matrimonio real. «Un matrimonio real» resonó en la mente de Ava, esto era de verdad, ella estaba viviendo un matrimonio, a lado de un hombre que también correspondía a sus sentimientos. Ella necesitaba un