No puedo estar más agradecida con todas ustedes que llegaron hasta aquí, conmigo. Esta historia fue un reto, y una gran emoción en todos los sentidos, y siempre la llevaré en mi corazón.
Espero que hayan disfrutado este recorrido, y que siempre guarden a estos personajes en sus mentes para que no los olviden, y sobre todo para que siempre los vivan como yo lo hice, en cada episodio.
Gracias por su apoyo, por cada comentario que muchas veces me motivó a seguir, a dar lo mejor de mí, y sobre todo agrandó mi corazón. Ustedes son las mejores lectoras del mundo, y me siento muy orgullosa de tenerlas.
Así que, con esto, me despido de UN TRATO CON EL MILLONARIO.
Las quiero, Majo.
En la camarita, estoy como majonissi
15 años antes… —Hanna, linda, siéntate derecha… pronto estaremos aterrizando… —la pequeña hizo una afirmación en señal de obediencia, mientras su madre, Sophie, sujetó su cinturón de seguridad. —Te noto nerviosa… ¿Sucede algo? —preguntó Michael y Sophie negó observando a su pequeña que se esforzaba por mirar a través de la ventana. —No lo sé… hoy cuando estábamos tomando nuestro jet, de alguna forma sentí que no debíamos hacer este viaje… —Pero has planeado este viaje durante mucho tiempo —su esposo refutó un poco incrédulo. —Sí… quizás son tonterías mías —Michael tomó la mano de su esposa, y luego la besó lentamente. —Vamos a pasarla muy bien… desde hace mucho no tomamos unas vacaciones, y Hanna está excitada con todas las expectativas que le has creado en su mente. Sophie sonrió hacia Michael, y luego pensó que él tenía razón. Mirando a su pequeña hija, solo pudo desear mostrarle el mundo y brindarle todo lo que ella, incluso no necesitara. Sophie sonrió pasando los dedos p
—Tu madre está muy decepcionada, André, ¿Cómo no piensas en tu familia? —Francois, su padre, estaba hablando muy rápido en francés, mientras él se restregaba los ojos y encendía la laptop en sus piernas. Era sábado, pero no había un día que no trabajara. —Papá… esas noticias de m****a son pura mentira… —¡Maldit@ sea, no me veas la cara! ¡No soy un pendejo, André…! El millonario se levantó de la silla, podía ver las fotos en todos los titulares y como su sonrisa torcida y llena de copas, aparecían allí abrazando a esa prostituta. —Cálmate papá… ni siquiera me has dejado contarte sobre el trato de ayer. —¿En qué nos beneficiará que entren millones, cuando el doble se estará yendo? Ninguna empresa seria querrá aliarse con un hombre que es un escándalo diario, André, ningún hombre de negocio querrá ver sus acciones desplomarse al estar al ojo del escándalo… André soltó el aire golpeando la mesa de madera y apretó la mano en un puño al ver que su padre nunca estaba contento con él, h
Unas horas antes… Pueblo de Imlil, Marruecos. —Samara… Deberías apresurarte… No te preocupes por las verduras, al fin y al cabo, ya no necesitas detenerte por esto. Samara observó a Hagar, mientras sus manos temblaban del miedo. —Estoy muerta del miedo… no puedo evitar pensar que este hombre pueda verme en cualquier momento. —Esto será muy rápido, además, Jalil estará contigo, vete ahora… Samara frunció sus labios. Las ganas de llorar se le acumularon en la garganta al saber que su amiga de infancia, Hagar, ya no estaría en su vida a partir de ahora. Sin embargo, aquí ella no se estaba despidiendo porque quisiera irse su pueblo natal, ahora mismo estaba huyendo de su Padre Alí, porque en este punto, su vida dependía de esto. Hace un par de meses su madre, Fátima, había fallecido en su propia casa, y Alí ni siquiera había dado una sepultura digna para su madre. Samara vivía en el pueblo de Imlil. Había un pequeño puesto de verduras que desde que era niña transcurrió con su ma
Samara estaba aterrada y muy decepcionada. El auto se movía, los hombres solo hablaban en secreto, y ella intentó trasladar su mente con los ojos cerrados, aquel momento cuando Jalil le dijo por primera vez que huirían. En ese momento sonrió, recordaba la magnitud de su alegría, después de dos semanas en que su madre había soltado su mano para siempre. Recordó como Jalil la abrazó, y también como la llamó “bonita”. Su corazón se había calentado, incluso hablaron de que tendrían tres hijos cuando llegaran a Francia, y que vivirían en Marsella, cerca del puerto. —Vamos, anda… —la voz del hombre a su lado la hizo abrir los ojos. Se dio cuenta de que el auto estaba detenido, y que estaban en un gran estacionamiento. Se apresuró a seguir al hombre, y luego se detuvo cuando vio una construcción enorme por detrás, que destilaba humo, luces, y música amortiguada por sus paredes. —Es mejor que camines, Alí me dijo que te recordara, que si hacia un mal movimiento, tu novio sería carne p
El cuerpo de Samara se congeló. Todo su sistema se detuvo, incluso las lágrimas que no había dejado de derramar cuando se vio en un espejo allá adentro, sabiendo que su inocencia sería subastada, se estancaron dentro de sus ojos. Hubo un silencio en todo el club. La música se detuvo, las voces de abucheo disminuyeron, y la voz entusiasmada de esta mujer que estaba vendiéndola, simplemente se apagó después de que ese hombre con el que ella había cruzado miradas hace un momento, había lanzado una oferta magnánima. Imposible de creer. Samara ni siquiera sabía cuánto era un millón de dólares, como tampoco sabía cuál sería su destino a partir de ahora. Ella no pudo evitar girar para ver a los hombres viejos que habían estado pujando por ella, y fue imposible no estremecerse entera de solo pensar lo que podía esperarle si caía en unas manos como esas. —¡¡¡Tenemos a un ganador!!! —Sam saltó de nuevo cuando la mujer mayor dio un grito, y señaló a este hombre alto de traje negro, que se v
—André… Es tu abuelo, Pierre… ha tenido un infarto… —No… —André sintió una puntada muy fuerte en el pecho, mientras su brazo se extendió a alguna parte para sostenerse, pero su amigo Connor llegó pronto a su sitio. —¡André! —Connor llegó a él, pero el millonario intentó preguntar. —¿Está vivo? —tanto Connor como Samara se quedaron estáticos ante la pregunta, y André esperó esos segundos como la eternidad. —Estamos en el hospital… dicen que están en reanimación… él estaba bien… lo estaba, no sé lo que ha pasado, André… La mandíbula del hombre tembló en demasía. Pierre era su vida. —Se pondrá bien… —gesticuló con dureza mientras se arregló el traje—. Saldré en cuanto antes para Francia, mi abuelo estará bien… lo sé. Francois aceptó su afirmación, y se despidió mientras André escuchaba al fondo como el llanto de algunas mujeres entraba por sus oídos. Tal vez René, su madre y Lucie, su hermana, estaba allí con su padre. Su mente se puso en blanco, y mirando la pantalla, bloqueó el
Samara estaba de rodillas frente a su cama, dando gracias por haber encontrado a un hombre como a Connor. Este le había prometido que podía descansar, y que mañana la dejaría en un lugar seguro, con algo de dinero. Entrar a esta habitación fue un descanso para sus hombros, había comido todo lo de la bandeja que él le puso en su frente, y con lágrimas en sus ojos, no dejó de arrodillarse para agradecer a Alá por su rescate. En estos momentos no tenía nada que le perteneciera, a excepción de su documentación. Ni siquiera el teléfono en donde podría haberse comunicado con Jalil o Hagar. Pero el que estos hombres la hubiesen sacado de las garras de la mirada de esos viejos árabes, había sido solo un milagro. Aún no había terminado su oración, cuando la puerta del exterior se abrió, y escuchó unos pasos fuera de la habitación. Debía ser Connor, así que se levantó caminando muy rápido hacia el exterior. —¿Samara? —ella escuchó a Connor e intentó sonreír cuando estuvo llegando, pero sus
Samara parpadeó varias veces cuando Connor la movió de forma sutil y le susurró algo que ella no pudo entender a la primera. Se restregó los ojos y trató de levantarse rápido, la mañana había llegado, y la claridad en su habitación se lo comprobó. —Es hora de irnos, Samara… —escuchó, y su latido pasivo, pasó en un segundo a uno rápido ante la información. Ella asintió y se apresuró en levantarse, pero cuando dio dos pasos detrás de Connor, y miró su cuerpo, se dio cuenta de que aún tenía la misma ropa que cargaba desde ayer. —Señor…, espere… —Connor se devolvió para mirarla—. Esta ropa… creo que no es adecuada para salir a ningún sitio… me avergonzaría mucho. Él asintió mientras se rascó la cabeza entendiendo el punto, además de que André no quería atraer miradas innecesarias. —Déjame arreglar algo ¿De acuerdo?… ahora, sal a la sala, André te está esperando y no olvides lo que hablamos por la noche. —De acuerdo —ella aceptó mientras lo vio salir de la habitación. Samara se qued