Tres años después, Adaira se quedó a los pies de la pequeña cama y cuna que había en la habitación infantil del palacio, observando orgullosa a sus dos hijos, Jenson y Bruce.
Bruce había nacido muy pequeño y con el pelo oscuro, con sus ojos de recién nacidos de un marrón claro. El niño, Jenson, había avanzado demasiado con su enfermedad, podía hablar un poco más pero sin embargo no le gustaba que lo tocaran.
Para su madre, eran un milagro personal e incluso dos meses después del nacimiento de Bruce, no podía creer que eran sus hijos. Al fin y al cabo, después de resolver sus asuntos con Dean y la justicia, su embarazo se había complicado bastante, al punto de estar un mes y medio en el hospital. Había teni
-¿Por qué haces esto? –pregunto el joven sin dejar de mirarla con sus ojos cristalinos.—Tengo un futuro y una corona que heredar. Mi reino será tan beneficioso como su reina. Tú solo eres hijo de un segundo duque sin importancia –la pelinegra lo miro sin interés –. Me casare con alguien que pueda darme todo lo que una reina necesita.— ¿Y que necesitas? Puedo ser hijo de un segundo duque como dices, pero tengo todo lo necesario para que estemos juntos. Tus padres aprueban esto entre nosotros…— ¡No me es suficiente! Necesito alguien que si este a mi altura, que tenga las mismas ambiciones que yo tengo para mí futuro. Tú solo piensas en ser benévolo con los demás, prefieres quedarte sin nada tú para dar a los demás.Deán la miró decepcionado, como había sido tan estúpido en ena
-¡Esto es una locura! Ese testamento es invalido, quiero una revocación –exclamo con indignación al ser terminado de leer aquel documento que sentenciaba su futuro.—Lamento decir señorita que el testamento es válido, fue escrito hace cinco años y no se ha cambiado nada. –explico el abogado de la familia real.— ¿Qué si no me caso?—Como su hermana Megan está casada y es la segunda sucesora. Ella tendrá todo el apoyo de la cámara y por ley ella será la reina.Adaira al pensar en aquello fue como un balde de agua fría, el antiguo rey siempre había esperado que Adaira no se tomara enserio en ser reina. Ambos reyes habían cometido el error de mimar y darle con todo los gustos a su primogénita, en ese entonces ya había sido demasiado tarde para enmendar su error. Adaira había crecido llena de ambiciones, una mujer que no temía pasar por encima a nadie para obtener lo que ella quisiera y beneficiara. En aquel momento todo se le complicaba, su hermana y su pu
- Mamá siempre espero que fuera como Megan; ¿Sabías que siempre fue la favorita de mamá? Mientras tú eras la de papá yo me sentía sola. Sin embargo aprendí a vivir con eso, y una parte de mi eso me gusto. Podía hacer todo lo que quería. –se expresó sin miedo.— ¿Cuál es el problema?—Cuando Megan se fue; mamá me quiso convertir en una muñeca. Siempre dijo que mi deber era ser una princesa educada, casarme con alguien político y hacer crecer Edimburgo. Todo el maldito tiempo me sentí presionada con ella. ¡Solo tengo diecisiete años! Todo lo que quería era ser como todas mis amigas.— ¿Y entonces que esperas? –Adaira la miro con una ceja alzada –. Siempre me pregunte como era sentirse bajo el manto de mamá. Pero aprendí a ser fuerte por mí misma. Eso es lo que tú tienes que hacer, ¿Quieres esa herencia? Bien, eso es fácil para mí. Podemos falsificar un documento que solo te falta dos meses de estudio. Se eso lo que tú quieres.— ¿Me compraras un di
Deán se puso tenso al oír la camioneta de la oficina postal. Dejo la colcha que tenía sobre sus piernas, flexionó los doloridos dedos y fue a la puerta. Se le encogió el estómago al pensar en lo que podía llevarle el cartero. Era un sentimiento que ya no lo abandonaba, que dominaba sus días, pero aun así abrió la puerta con su rostro serio, fue cortes y firmo el acuse de recibo de la carta de certificada en su mano.Después volvió a la casa de piedra que era suya. Tras haber pasado mucho tiempo viajando de un lado a otro solo, aquel lugar bonito y tan tranquilo le había parecido un paraíso. Deán era un hombre que aunque le costara dejar atrás todo lo que una vez tuvo y la vida le arrebato tuvo que aprender a vivir con ese dolor.En ese momento le resultaba amargo echar la vista atrás a esos años en los que había soñado con empezar de cero. No podía evitar sentirse fracasado. Había querido volver a ser el mismo de antes, pero no podía. La herida aún estaba abierta. Rasgo
Deán miro disgustado la habitación que estaba desordenada. Siempre pensaba en lo mismo cada momento del día cuando entraba a su guarida, y era nada más ni nada menos que limpiar todo.Deán se preguntó por qué la mujer parecía tan nerviosa y porque guardaba tanta las distancias con él. No, aquella no iba a ser una de esas mujeres que intentaban acercarse a el atraídas por su dinero y por su poder. Estaba acostumbrado a provocar reacciones en el sexo contrario: deseo, celos, codicia, ira, interés, pero no nervios, pero ¿Cómo iba a saber el, que vivía en medio de la nada? El anonimato era extraño para el hijo de un duque. Después de todo, ya no provocaba nada en las mujeres, no sabía por qué los nervios de la mujer y no quería saberlo aunque lo quisiera.Descorcho la botella bebiendo una gran cantidad en un solo sorbo, miró las fotografías que tenía en su escritorio. Tomo una detallándola con admiración, de pronto las ganas de llorar lo sobrepasó. Después de todo, él
Deán se quedó asombrado por la respuesta de aquella mujer, después de todo: Adaira Campbell nunca había ignorado una humillación. Conocía a las mujeres, las conocía lo suficientemente bien como para saber cuándo podía lazarse. ¿A qué demonios estaba jugando ella? ¿Pensaría que iba a desearla más si guardaba las distancias? Juro en francés, todavía sorprendido por lo ocurrido. Era absurdo, indispensable, imposible. Era la segunda vez que lo rechazaba. Lo que ella no sabía, que ese rechazo solo avivo la llama de odio por ella.Adaira saco su abrigo y salió de la casa. Lo mejor que podía hacer era quedarse callada y tragarse su orgullo. Todavía no había encontrado el método de largarse de ese lugar rápidamente. No tenía miedo, pero se sentía avergonzada. Se había sentido atraída en todos los sentidos por un hombre por primera vez en muchos años, eso no podía negarlo. Y esa atracción había sido tan fuerte que le había impedido actuar como solo ella actuaba en una situaci
Más tarde, Adaira pensaría que se había comportado como un cavernícola, y que su propia manera de mirarlo no había tenido nada que ver con cómo le habían brillado los ojos marrones como a un depredador al abrazarla y besarla apasionadamente. No recordaba lo que había ocurrido después porque se había dejado llevar por la intensidad del momento. Nunca se había sentido así y la sensación fue al mismo tiempo maravillosa, mágica y aterradora.—Solo serán un par de horas –le dijo, mirándolo con satisfacción porque por fin se estaba comportando como ella quería —. ¿Esperara a que vuelva?Y la magia que había convertido a Adaira en una mujer a la que no reconocía se rompió de repente.—No. Y cuando digo que no, es no. Eres una mujer muy extraña –le contesto el, indignado y tentado por semejante desafío.— ¿Por qué no te digo lo que quieres oír? Pues para tu información yo no soy la Bella durmiente ni tú el príncipe azul, ¡Así que el beso no ha servido de nada!<
Cerró la puerta con cuidado, ya que tenía miedo de que cualquiera de sus actos pudiese ser entendido como una invitación para su anfitrión. Lo tenía claro: algunos hombres pensaban, hablaban y se comportaban como auténticos animales. Era evidente que su amiga los había visto besarse y había malinterpretado el beso. Se sintió avergonzada. Nunca había sido consciente de sus actos como aquel momento, ¿Qué le pasaba? Ella no era así, ella era Adaira Campbell una mujer que primero estaba su futuro y no sus sentimientos o lo que dejara de sentir.Una mujer realmente segura de sí misma había salido de la habitación y poner sus puntos a su anfitrión. Pero se quedó dolida y volvió a sentir lo que era ser humillada y lo único que se le ocurrió fue cerrar la puerta con llave antes de meterse en la cama.—No naciste para llorar y sentir. Eres una princesa y te prohíbo llorar sin algo valido. –sentencio su madre colocándole un hermoso vestido negro.— ¿Y cuando este