Capítulo 48. Un milagro inesperado

Gabriel Uzcátegui.

Me paseo por el salón con el teléfono apretado en la mano como si fuera un detonador. Me siento como una bomba a punto de estallar. No he parado de caminar en círculos, y el ruido de mis propios pasos sobre el suelo de madera ya me está volviendo loco.

—Por Dios, Gabriel, si sigues así, vas a hacer un cráter en el piso —murmuro, dirigiéndome a mí mismo.

Y es que el día anterior, me habían preguntado si seguía interesado en adoptar a Sandra, porque iban a emitir una decisión provisional, para que pudiera irse conmigo, y que el día siguiente me llamarían a primera hora para confirmarme toda la información si estaba de acuerdo.

Sin embargo, El teléfono sigue silencioso, maldito aparato. Lo miro de reojo, como si fuera una criatura caprichosa que no piensa darme lo que necesito. El orfanato dijo que llamarían “a primera hora”, pero al parecer mi definición de “primera hora” y la suya no coinciden.

—Seguro que se retractaron —murmuro—. "Miren a este pobre tipo, ahora qu
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