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A pesar de que deseaba hacer lo contrario fue puntual. Quería herirlo, ¿Que se pensaba? ¿Que podía disponer de ella, mandarle todo el tiempo, prohibirle las visitas, prohibirle salir…? Apenas unas semanas antes la había besado con pasión y desde ese día prácticamente ni se habían visto, y lo que le dolía más es que ella cayó rendida a sus besos sin oponer ninguna resistencia. Se sentía estúpida. Pero en aras de la frágil convivencia entre ambos reconoció que lo mejor sería no echar más leña al fuego. Se vistió con sencillez y bajó, justo a la hora de la cena.

El ya estaba en la salita, en una mano una copa de vino y la otra en el bolsillo del pantalón, de cara a la ventana mirando fuera, pero sin ver nada…, temiendo que Débora no bajara, que lo quisiera retar. Cuando la oyó entrar cerró los ojos, aliviado…inconscientemente se destensaron sus músculos… se volvió. Sin decir palabra le sirvió una copa a ella y se la dio. Ella sonrió… Dios, no por favor…, esa sonrisa lo volvía loco…
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