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Daniel consiguió comprar el caballo que tanto deseaba, además adquirió una buena yegua de cría. A pesar de ello, tenía demasiadas incógnitas en su cabeza que no lo dejaban disfrutar por completo de ese logro.

No era el único, Débora estaba mucho peor, pues a la preocupación se le unía el miedo. Las reacciones de ese hombre a veces la asustaban, encima no tenía ni dinero, ni papeles ni nada de nada. Durante la tarde consiguió relajarse algo contemplando los caballos del rancho que visitaron. La habían dejado sola mientras Mike y Daniel negociaban con los vendedores. O eso es lo que ella creía, que no era del todo cierto pues Daniel no dejó de vigilarla en todo momento.

Ella no se dio cuenta así que disfrutó de unas horas de asueto que aprovechó para meditar, pero ahora llegado el momento que había estado esperando y temido a la vez durante todo el día, no podía negar que estaba asustada. De esa conversación dependería su futuro, confiaba convencerlo para que la dejara ir. No entendía
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