Jennifer permaneció en silencio por casi un minuto. Su madre le había contagiado de esa emoción, y ahora ella también se sentía agradecida. Su padre no había tenido el detalle de dejar la casa por fuera de los negocios, y por eso, ésta se había visto comprometida en el proceso de embargo. Jeremy sí había tenido ese cuidado.—Y entonces, ¿no me merezco siquiera un “gracias”? —Ella lo miró ceñuda.—Te lo habría expresado si no te hubieses apresurado a reclamarlo —Jeremy se echó a reír. Se puso en pie y caminó hasta el sofá donde estaba ella, sentándose en el lugar que Lucile había dejado libre con una pierna sobre la otra en una pose muy relajada.Le encantaba puyarla, hacerla enojar. Le encantaba esa lengua rápida y sus contestaciones ponzoñosas. La vida junto a ella no sería aburrida para nada.—No te preocupes. Sé que en el fondo estás agradecida conmigo. Te libré de casarte con un interesado como el pobre Sean —ella hizo rodar sus ojos, se cruzó de brazos, y prácticamente le dio la
Y en medio de la locura, ¿qué quieres que te diga?las dudas me inundan, sólo tengo preguntas, No soy más que un humano que ruega por pazPor un rayo de luz en medio de penumbras.— ¿Ya tienen una fecha? —preguntó Lucile acercándose a su hija, que examinaba unos libros en la mesa del jardín. La mañana estaba soleada y llena de colores, y Jennifer había aprovechado el buen clima para terminar algunos deberes de la universidad. Al escucharla, la miró un poco confundida.— ¿Fecha?—Para la boda —algo muy pesado cayó dentro de su estómago, y Jennifer tragó saliva.—Ah… No hemos hablado de eso.—Oh, pero deben hacerlo. Seguro que él tiene afán en concluir esto pronto—. Jennifer la miró de reojo.—Parece que él te gusta.— ¿Por qué lo dices?—Porque anoche eras todo sonrisas y familiaridad con él.—Bueno, no puedo negar que es un hombre bastante singular —sonrió ella corriendo una silla para sentarse a su lado en la mesa—. Pero creo que es justo el adecuado para ti. Si lograras enamorarte
Luego de bromear porque ella se había privado de un delicioso postre de chocolate, la llevó de vuelta en el auto para pasear en otro lugar. De vez en cuando, él introducía el tema de la boda, y poco a poco, ella fue relajándose. Pocos invitados, un vestido sencillo. Él la llevaría para que conociera una propiedad en las afueras, una preciosa hacienda donde podrían realizar la ceremonia y la fiesta de bodas.Ella fue guardando información en su teléfono. Fechas, listas de tareas, lugares, etc. Sin darse cuenta, ya había empezado a planear su boda.—Supongo que tengo suerte —dijo cuando ya atardecía y él la traía de vuelta a casa. Increíblemente, habían pasado todo el día juntos, y ella no había vuelto a sentir el deseo de pegarle en la cabeza con una roca.—Por supuesto que tienes suerte. Yo podría haber sido un abuelo de setenta, calvo, panzón y sin dientes —ella lo miró con ojos entrecerrados. Todo el día con él había hecho que comprendiera cuándo estaba bromeando y cuándo hablaba en
Dame tu mano y vayamos a algún lugarDonde no hay pasado, donde no hay rencor.Vamos a ese sitio de los sueños olvidadosY en algún espacio sereno, te mostraré mi amor.Jennifer despertó en su cama y miró la luz que entraba por la ventana. Había soñado algo, no recordaba bien qué. Un sueño cálido que le había dejado el alma tranquila, pero la sensación se fue yendo poco a poco, lentamente.No iba a ser un día tranquilo, del mismo modo que ayer no lo había sido. Anoche, justamente, se había comprometido con Jeremy.Los días habían pasado, y tío Raymond no había vuelto con una oferta mejor que la de Jeremy, ni con nada que lograra disuadirla de casarse con él. Y ayer se había acabado el plazo; Jeremy y ella se habían comprometido, se había anunciado la boda, y se iban a casar.Había sido una cena elegante con pocos invitados, unos cuantos, socios, que necesitaban ver con sus propios ojos que su dinero estaba a salvo, que los Blackwell tomarían Hendricks industries, y, por lo tanto, que
Faltaban cinco minutos, y todavía no estaba lista. Se miró al espejo girando a un lado y a otro. Llevaba su cabello suelto, y lucía un vestido gris de tela vaporosa, de falda ancha, con un corte en la cintura y que apenas le llegaba al muslo. Las sandalias eran rojas, al igual que el abrigo, y estaba aplicando color a sus labios cuando sonó el timbre de llamada. Seguro que era él; no había nadie más puntual que Jeremy Blackwell.Diablos, todavía le faltaban los accesorios.Cuando bajó, lo encontró hablando con Lucile. Le había traído flores, al parecer, y ella estaba deshecha en sonrisas.Frunció un poco el ceño al verlo. Él llevaba un traje negro, y al menos este era de su talla y no parecía sacado de debajo del colchón de su cama, pero la corbata no hacía juego con la ocasión; parecía que la había robado de alguna tienda de “todo por un dólar”.Un poco molesta, caminó a él sin saludarlo, y sin decir una sola palabra, le desanudó la corbata bajo la mirada atónita de su madre.—Cariño
Encontré mi refugio en una roca áspera y fríaEso no era un hogar, esa no era una mansiónPero estaba desesperado, y era lo que teníaAsí que me propuse ablandar tu corazón.Llegó otra vez la noche, y, por primera vez desde que había iniciado esta relación, transcurrió un día sin que él la llamara. Nada, ni un mensaje.También era cierto que ella tampoco había intentado comunicarse con él; por lo general, era él quien lo hacía, y ella no tenía por qué disculparse, no había hecho nada malo.Y así se fue el primer día.El segundo día ella miró furiosa el teléfono. Él solía llamarla por la mañana. Podía ser que ayer no lo hizo porque estaba en pleno vuelo, tal vez. Después de todo, no sabía hacia dónde viajaba él, si había ido por tierra, barco o avión. Ella no le había preguntado.Ella no sabía nada de él, se dio cuenta. Podía ser que le temiera a los aviones, o que fuera aficionado y él mismo los pilotara, y para este viaje, no sabía si había ido solo o con su hermano.Odiaba esta sens
—Tío Raymond —saludó Jennifer al abrir la puerta de su casa y ver a su tío, sin notar que a su lado estaba Linda, su mejor amiga. Verlo fue como un balde de agua fría para ella. Su presencia aquí sólo era un mal augurio.—Es triste que me ignores, ¿sabes? —dijo Linda con los brazos cruzados, y Jennifer al fin reparó en ella. Abrió grandes sus ojos y se apresuró a saludarla.— ¡Linda! —exclamó abrazándola.— ¡Estoy tan feliz de verte!— ¡Y yo! ¡Dios santo, estás divina! —Linda sonrió dando media vuelta y agitando su cabello rubio rojizo largo hasta la cintura. Tenía unos ojos verdes grandes e impresionantes, ojos que habían cautivado el corazón de fotógrafos y diseñadores, que la habían catalogado como la modelo más solicitada del momento.Jennifer hizo pasar a sus inesperados invitados, y los condujo a la sala principal, donde los hizo sentar y les ofreció bebidas.—Yo no quiero nada, gracias —dijo Linda.—De verdad que sí estás linda, bellísima. Y tu piel… —Linda sonrió con candidez.
Mi estable mundo agitaste con tu vozEstúpidos muros que cayeron ante tiNada pude hacer, nada que decirDecisiones firmes olvidadas por tu amor.El día de su boda, Jennifer Hendricks despertó llena de energía. Había hecho las paces con la idea de casarse con Jeremy Blackwell, y aunque no podía ignorar las razones por las que se casaba, que no eran románticas como siempre soñó, eran su realidad, y le estaba yendo mejor de lo que cualquiera podía decir.Tampoco pensaba que sería un sacrificio entregarse a él en la cama; luego de los besos, las caricias, y todos los jugueteos y toqueteos, estaba segura de que podría llegar hasta el final con él sin desear morirse o detenerse.Suspiró cuando vio que su madre entraba a su habitación con la bandeja de su desayuno en las manos.—Mamá, no hagas eso.—Hoy se casa mi única hija —sonrió Lucile—. Mi bebé, hoy se va de mi casa, de mi seno. Tengo que atenderte —Jennifer sonrió sumamente enternecida—. Estoy segura de que a tu padre le habría gustad