6.1

Luego de bromear porque ella se había privado de un delicioso postre de chocolate, la llevó de vuelta en el auto para pasear en otro lugar. De vez en cuando, él introducía el tema de la boda, y poco a poco, ella fue relajándose. Pocos invitados, un vestido sencillo. Él la llevaría para que conociera una propiedad en las afueras, una preciosa hacienda donde podrían realizar la ceremonia y la fiesta de bodas.

Ella fue guardando información en su teléfono. Fechas, listas de tareas, lugares, etc. Sin darse cuenta, ya había empezado a planear su boda.

—Supongo que tengo suerte —dijo cuando ya atardecía y él la traía de vuelta a casa. Increíblemente, habían pasado todo el día juntos, y ella no había vuelto a sentir el deseo de pegarle en la cabeza con una roca.

—Por supuesto que tienes suerte. Yo podría haber sido un abuelo de setenta, calvo, panzón y sin dientes —ella lo miró con ojos entrecerrados. Todo el día con él había hecho que comprendiera cuándo estaba bromeando y cuándo hablaba en
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