Mi estable mundo agitaste con tu vozEstúpidos muros que cayeron ante tiNada pude hacer, nada que decirDecisiones firmes olvidadas por tu amor.El día de su boda, Jennifer Hendricks despertó llena de energía. Había hecho las paces con la idea de casarse con Jeremy Blackwell, y aunque no podía ignorar las razones por las que se casaba, que no eran románticas como siempre soñó, eran su realidad, y le estaba yendo mejor de lo que cualquiera podía decir.Tampoco pensaba que sería un sacrificio entregarse a él en la cama; luego de los besos, las caricias, y todos los jugueteos y toqueteos, estaba segura de que podría llegar hasta el final con él sin desear morirse o detenerse.Suspiró cuando vio que su madre entraba a su habitación con la bandeja de su desayuno en las manos.—Mamá, no hagas eso.—Hoy se casa mi única hija —sonrió Lucile—. Mi bebé, hoy se va de mi casa, de mi seno. Tengo que atenderte —Jennifer sonrió sumamente enternecida—. Estoy segura de que a tu padre le habría gustad
Jennifer se secó la lágrima que había rodado por su mejilla. Había venido buscando a su esposo porque quería unas fotografías con Linda y otros amigos, y había visto que tomaba este camino, todo para escuchar esta horrible conversación. Por un lado, saber que ella para Sean sólo había valido veinticinco mil dólares, y por otro, que Jeremy hubiese usado ese método tan sucio…Pero había algo que la molestaba aún más, y era el que estuviera conversando del hecho sin ningún reparo, como si ella sólo fuera un objeto, costoso, pero objeto al fin. Estaba cansada, cansada de que fuera el dinero el que rigiera su vida, su destino. Cansada de que, cada vez que deseaba confiar en alguien, este le saliera con algo como esto. Jeremy comprándosela a Sean, y Sean vendiéndosela. Ella había cambiado de dueño, simplemente.No pudo evitar echarse a llorar. Diablos, no quería llorar, pero estaba agotada física y emocionalmente.— ¿Fue tu idea? —le preguntó entre lágrimas.—No. Fue de Robert. Lo hizo más
Cuánto melodrama en esa frase, pensó Jeremy evitando hacer cualquier gesto que lo delatara, pero la dejó en paz y se sentó en la cama a su lado, mientras ella seguía llorando. Tenía que reconocer un par de cosas: su esposa era llorona y sensible, y si no se andaba con cuidado, le haría pagar caro este desliz.Ella ya le había dicho que había soñado con casarse enamorada, había querido todo el paquete, la felicidad, la belleza, la bondad y el bienestar, cosas que casi nunca venían juntas, y no había sido así para ella, y seguro estaba muy decepcionada por lo que le había tocado.Y él… bueno, tenía que aceptar que había contribuido para ponerla así. La entendía, aunque ahora le urgía que se compusiera.Volvió a ponerse encima de ella y le besó la mejilla, lo que consiguió que dejara de llorar.—Te dije que no quiero nada contigo —murmuró ella con voz gangosa.—Pero yo quiero besarte. Ya me disculpé.—Oh, ¿y una disculpa borrará lo que hiciste?—Reconozco que cometí un error… No con Sean
Habrá para mí un amor, en la tierra o en el cielo,Un amor grande, dulce, un amor verdaderoUn amor que no tema vivir para siempre Que no envejezca, se mantenga, y que sea eterno.Algo muy extraño había sucedido esta noche, pensó Jennifer mirando a Jeremy sostenerse con un brazo aún encima de ella y respirando hondamente con sus ojos cerrados. Seguía dentro de ella, seguían conectados en más de un sentido.Algo muy extraño había sucedido.La intimidad acerca a las parejas de modos que ni mil conversaciones consiguen, pensó. Él, con sus ojos cerrados y luchando por respirar, era tan transparente y hermoso, que ella no pudo evitar acariciarle el rostro, apartar de su frente el cabello, y desear besarlo.Recogió su mano y sus caricias un poco asustada por ese impulso, y cerró sus ojos sintiéndolo aún dentro de ella. Él boqueaba recuperando el aliento.Jeremy abrió al fin sus azules y límpidos ojos, y poco a poco su respiración fue volviendo a la normalidad, pero no se tumbó a su lado pa
Jennifer despertó cuando sintió lametones en la cara. No podía ser que Jeremy le estuviera haciendo esto, así que levantó la mano y lo alejó. Pero la cara de Jeremy estaba muy peluda.Algo no encajaba, y Jennifer abrió al fin los ojos. No era Jeremy quien le lamía la cara, era un Golden retriever que la miraba con unos ojos llenos de adoración, y tenía sus patas delanteras sobre la cama.— ¿Quién eres tú? —preguntó Jennifer moviéndose, y buscó su medalla. Coco Chanel, se llamaba, y luego verificó que, efectivamente, era hembra—. Coco, ¿eh? —sonrió Jennifer acariciando la cabeza de la perra, dándose cuenta de que todo esperó en esta vida, menos que Jeremy tuviera una perra, sobre todo, con ese nombre. Ésta le sacó la lengua en lo que pareció una sonrisa—. ¡Eres divina! —Coco se acercó para lamerla otra vez, pero ella se alejó, y la perra, nada molesta por su rechazo, movió la cola y se metió al baño.Se movió suavemente en la cama. Estaba sola en ella, y una sábana la cubría. Se sentó
Qué interesante es esta relaciónEntre más conozco de ti, más quiero saberEntre más cerca te tengo, más hermosa te vesNo te alejes nunca, te has vuelto mi adicción.Apenas anoche se habían conocido en el aspecto íntimo, pensó Jennifer mirando a Jeremy irse a trabajar, y ya sentía que no tenía suficiente de él. Le hubiese gustado que la despertase más temprano para seguir en esas labores que, había descubierto, le encantaban con él.No era justo que tuviera que trabajar en su primer día de casados…Suspiró resignada y se encaminó de vuelta al comedor a esperar su desayuno con Coco pegada a sus pies, al parecer, la perra había decidido que sería su nueva mejor amiga, y allá a donde iba, estaba ella. Pero, aun cuando varios del personal doméstico la vieron sentada por más de quince minutos en la mesa del comedor, ninguno se acercó a preguntarle qué le apetecía, ni a traerle siquiera un café.Había contado por lo menos a tres personas, los había visto desplazarse por la casa, subir las
—Nada más necesito a cuatro personas para hacer que la casa funcione, y hasta ahora, sólo he visto comedimiento en uno. ¿Cuántos aquí son cocineros? —Tres levantaron la mano—. ¿Quiero un almuerzo gourmet en treinta minutos, ¡andando! —los tres cocineros corrieron a la cocina, y Jennifer miró al resto—. ¿Un jardinero? —dos levantaron la mano—. Están despedidos, los dos.—Pero…— ¡Fuera!— ¿Buscarás nuevo jardinero?—Tus jardines lloran de resequedad; si un ser vivo no les tocó el corazón al ver cómo morían, no puedo confiar en ellos.—Yo podría… encargarme de los jardines —dijo un joven que llevaba uniforme de chofer.—Tendrás dos semanas para probarme que puedes. Ustedes tres, tráiganme toda la cubertería de plata que haya en la casa; ustedes dos, pongan sobre la mesa todas las vajillas, sean de porcelana o de barro. Tú, tú y tú, en una hora pasaré por todos los baños, revisando. Si encuentro que algo está incompleto, sucio, o feo, se irán de mi casa. Créanme que no tengo problemas en
A tu lado mis días son como un regaloCada hora, un presente del cieloEntre más te conozco, más te quieroEres el tesoro que yo más había buscado.Se fueron de compras por la mañana. Jennifer llevaba zapatos planos, jeans, una blusa amplia y cómoda y el cabello suelto. Parecía lista para una maratón, y eso sólo hizo que se le encogiera el corazón. Seguro que le esperaba una.Lo hizo entrar a una sastrería. Se dio cuenta de que era una sólo al entrar, pues fuera no había letreros de ningún tipo, ni había ropa vistiendo a maniquíes que se pudieran ver desde afuera. Parecía una casa normal hasta que entrabas, pues todo estaba lleno de estantes de madera de aspecto muy antiguo, y trajes colgados en perchas también de madera. Olía a sándalo y a pino, con una mezcla de café y algo más. Era un sitio muy masculino, sobrio y agradable.El anciano que atendía se puso en pie al verla y le tomó las manos con cariño preguntándole por la salud suya y la de Lucile. Normalmente, el hombre no trabaja