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A tu lado mis días son como un regalo

Cada hora, un presente del cielo

Entre más te conozco, más te quiero

Eres el tesoro que yo más había buscado.

Se fueron de compras por la mañana. Jennifer llevaba zapatos planos, jeans, una blusa amplia y cómoda y el cabello suelto. Parecía lista para una maratón, y eso sólo hizo que se le encogiera el corazón. Seguro que le esperaba una.

Lo hizo entrar a una sastrería. Se dio cuenta de que era una sólo al entrar, pues fuera no había letreros de ningún tipo, ni había ropa vistiendo a maniquíes que se pudieran ver desde afuera. Parecía una casa normal hasta que entrabas, pues todo estaba lleno de estantes de madera de aspecto muy antiguo, y trajes colgados en perchas también de madera. Olía a sándalo y a pino, con una mezcla de café y algo más. Era un sitio muy masculino, sobrio y agradable.

El anciano que atendía se puso en pie al verla y le tomó las manos con cariño preguntándole por la salud suya y la de Lucile. Normalmente, el hombre no trabaja
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