Conoces cada detalle de míYa nada te puedo esconderDescubres mi alma para tiSólo estoy a tu mercedJeremy subió a su habitación casi a la una de la madrugada. De no ser porque Aidan empezó a bostezar, se habrían quedado hablando largo rato, pero estaba cansado, pues había volado desde Europa la noche anterior para estar aquí hoy temprano, y no había descansado en todo el día.En silencio, se sacó la ropa y se metió en la cama sintiéndola muy grande y muy fría. A un extremo estaba Jennifer, dormida y de cara hacia el otro lado. Se acercó a ella y la abrazó, sintiendo, inevitablemente, que la frialdad que había traído en su corazón se disipaba lentamente al calor de su cuerpo. Ella despertó, y al sentir las manos de él por su cuerpo, murmuró:—Hazlo rápido, mi marido está abajo —Jeremy se quedó completamente quieto sobre ella, pero pasados unos segundos, la apretó tan fuerte que ella empezó a protestar entre risas—. Ah, que eres tú. Lo siento—. Lanzó un chillido cuando él se le puso
Él sintió la mano de ella acariciarle el pecho, reconfortarlo. Tragó saliva y siguió.—Con nuestro dinero, hicimos borrar nuestros historiales de la policía —siguió—. Trazamos un plan. Teníamos que dar con la cabeza de la red de asesinos y asaltantes que mataron a mamá y a papá, pero resultó ser mucho más complicado de lo que pensamos en un principio; cuando dábamos con un pez gordo, nos dábamos cuenta de que había otro más gordo aún, hasta que entendimos que había alguien muy arriba, muy encumbrado, que estaba detrás de todo.—Y por eso te casaste conmigo, para descubrir quién es el que domina las calles, porque es alguien de la alta sociedad y quieres atraparlo en su propio terreno—. Jeremy guardó silencio.—Y porque ahora estamos seguros de que no fue un simple asalto —dijo luego—. Los asesinaron bajo la orden de alguien.— ¿Tus padres guardaban algún secreto? ¿Tenían dinero oculto? ¿Información? —lo sintió sonreír.Salió de la cama, y en la oscuridad, Jennifer lo vio ponerse una b
Que todo se vaya al vacío, que se pierdaQue se vayan los amigos, los planes, el planetaQue nada quede en las calles, que se nuble el solPero no te vayas tú, que se quede tu amor.Tan sólo una semana después estuvieron en el viejo continente. Al principio, Jennifer prácticamente permaneció sola durante el día, tiempo que aprovechaba para pasear por París, y a chequear las tiendas a las que luego iría con Jeremy y su abultada billetera. No se sentía molesta por tener que esperarlo hasta la noche; habría podido estar aún más sola en casa, sin la posibilidad de tenerlo, aunque fuera por la noche, y aquí, además, se estaba regalando la vista con los hermosos paisajes de París.Suspiró recostándose en el barandal de un pequeño parque. Inevitablemente, desde aquí también se podía ver la torre Eiffel; y la ciudad, en pleno verano, hervía de gente y turistas, como era normal.Y no podía evitar sentirse contenta.Anoche había hablado mucho con Jeremy. Cada vez, él le abría más su corazón, ca
Después de que le dijera que era probable que los Blackwell hubiesen estado vinculados con negocios turbios, Jennifer siempre se había sentido nerviosa cuando la llamaba, o le escribía, pero luego de que Jeremy le contara su historia, lo que sentía era cierto disgusto. Sin pensarlo mucho, le envió una nota de voz diciéndole que no le sería posible en la siguiente semana, ya que estaba de viaje con su marido.“Te enviaré algo al correo entonces”, escribió él. “Míralo en cuanto puedas”.¿Qué cosa?, se preguntó con cierto hastío. No entendía por qué su tío estaba tan empeñado en hacer ver a Jeremy como el malo del paseo. ¿Ya estaba casada con él, qué pretendía?“Es de vida o muerte”, agregó Raymond al ver que ella no le contestaba, y casi blanqueando sus ojos, Jennifer guardó su teléfono.Efectivamente, unos minutos después le llegó un correo con muchos archivos adjuntos, pero Jennifer apenas si le prestó atención. Estaba muy ocupada en la fiesta, con deseos de pasarlo bien, de divertirs
Si tan sólo me hablara de amorSi tan sólo me dijera la palabra adecuadaPero guarda silencio y permanece en la sombraNo me lleva consigo, no me dice nadaJennifer sintió su piel fría y sudorosa. Sin añadir una palabra más, había cortado la llamada de su tío y estaba recostada a un mueble de la sala tratando de introducir aire en sus pulmones.No podía, sentía que se estaba ahogando, y seguido a esto, sintió unas ganas horribles de vomitar.Corrió al baño, pero, como no había comido nada, no hubo nada que pudiera salir, lo que la hizo sentir peor. Se sentó en el suelo respirando hondo una y otra vez.Según la acusación de su tío Raymond, Jeremy había inducido a su padre a la quiebra, había provocado indirectamente su muerte, y era tan horrible sólo pensarlo, que se estaba poniendo enferma.Se echó a llorar. Necesitaba una respuesta ya, una razón, algo que le dijera que nada de esto era cierto. No tenía ningún motivo para dudar de la palabra de su tío. Él nunca le había mentido, y has
Jennifer siguió llorando como una niña. Se sentía tan sola, tan traicionada, tan tonta.Y él ni siquiera pedía perdón.—Jennifer…—Quiero el divorcio —dijo ella de repente, y lo sintió reír.—No te lo daré.—No quiero seguir contigo. Eres un monstruo, capaz de destruir a otro con tal de conseguir tus objetivos.—Lo hice por una razón.—Tu razón me vale mierda —dijo ella con voz impregnada de odio—. Si tu afán es descubrir quién mató a tus padres, no me importa; yo ya descubrí quién mató al mío —se puso en pie y abrió el armario, sacando de él su maleta.— ¿Qué vas a hacer?—Me devuelvo a Chicago—. Él respiró profundo.—Está bien. Ve—. Ella se giró a mirarlo completamente sorprendida—. Enfría tu mente y…— ¿Crees que esto es sólo una rabieta, y que se me pasará en unos pocos días?—Sólo es que comprendas la razón.—No puedo creer esto. ¿De verdad eres tan frío? Creo que me equivoqué cuando dije que eras capaz de amar y proteger. La ira y el odio secaron esa parte de tu alma, si es que
Escucha, no esperes que en esta conversaciónYo me rinda, te perdone, y olvide tu traiciónYo ya vi tu mierda, sé quién eres por dentroDe ti nada me impresiona, no me engañas con tus cuentos.Jeremy se quedó solo en la suite toda la mañana y gran parte de la tarde. La idea había sido que hoy el día fuera para los dos; el trabajo con Robert ya había terminado, él se devolvería al día siguiente y podría por fin empezar su luna de miel junto a Jennifer.Se recostó en la cama y encendió la televisión, mirando sin ver la pantalla, perdiéndose en el recuerdo de Jennifer furiosa, pidiéndole el divorcio, diciendo que no podría perdonarle.No es que hubiese pensado que ella jamás se enteraría. A lo largo de su vida había comprendido una verdad: todo siempre terminaba sabiéndose; entre más se esforzara una persona en ocultar algo, tarde o temprano, en vida o en muerte, esto se terminaba sabiendo. Así que no ignoraba que algún día Jennifer sabría lo que había sucedido, pero había tenido, y aún
Jennifer entró a la habitación, que daba vueltas, y trató de ubicar la cama. Durante el viaje en ascensor hasta aquí, había dormitado, y ahora tenía unas ganas horribles de vomitar.Buscó con la mirada el baño y hacia allá se encaminó dando traspiés.No había comido bien hoy, no había hecho sino llorar y beber licor.Se lavó la boca y la cara y caminó como pudo hasta su cama.Luego se dio cuenta de que no estaba sola en la habitación.— ¿Qué haces aquí? —preguntó cuando vio que era Sean.—Te estoy ayudando.—Largo de aquí —se sentó al borde de la cama sintiéndose fatal. Emborracharse nunca se le daba bien; lo había intentado, y había descubierto que era ese tipo de persona que requería de supervisión constante; era una borracha problemática.Apoyó la cabeza en la almohada olvidándose de nuevo de que había alguien más allí con ella.—Eres un desastre —dijo Sean quitándole los zapatos.—Lárgate —volvió a decir ella, pero él se había sentado a su lado, y tenía su nariz muy cerca de la de