4.1

Jennifer se halló a sí misma en medio del vestíbulo, de pie, confusa, con ganas de reír, de gritar, y de seguir insultando a Jeremy Blackwell por haberle pegado en el trasero y robarle un beso.

Era un idiota, sin educación, sin delicadeza… Y al mismo tiempo, la había ayudado muchísimo esta noche.

Subió a su habitación, y se sentó en su cama para quitarse sus sandalias altas sintiéndose muy cansada, y a la vez, llena de una extraña energía. Había llorado en el hombro de un completo extraño, y lo que habían intercambiado era un auténtico jugueteo. No había podido estar enojada del todo contra él por su atrevida nalgada, y eso la molestaba contra sí misma. Él la consolaba, y luego la hacía enfadar; era el causante de parte de sus miserias, pero le ofrecía su hombro para desahogarse. Tenía en él al verdugo y al consolador. Era extraño, pero no desagradable.

Se acostó en su cama sin darse cuenta de que su necesidad de beber una copa y despotricar contra Sean había desaparecido, se durmió s
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