Sabes que es esa sensación de que todo en tu vida podría mejorar con un pequeño golpe de suerte? Bueno, yo la tengo todo el tiempo. ¿Por qué lo digo? Es muy simple la respuesta, soy la prueba viviente de que los horóscopos mienten. En mi mente solo se repite esto: ¿"Hoy será un día lleno de oportunidades"?. Mi vida es una combinación de correos electrónicos mal redactados, cafés fríos y un jefe al que le sonrío demasiado, “sin que me de cuenta que lo hago” . Aunque probablemente no sepa ni cómo me llamo.
Trabajo como asistente administrativa en una empresa de marketing W&B, Perteneciente a la gran familia Black. Suena glamuroso, ¿verdad? Pues no lo es. Mi día a día consiste en recoger papeles que nadie sabe usar, “O que otros tienen flojera de recoger” preparar reportes para reuniones que podrían haber sido un correo y, por supuesto, atender cada capricho de mi jefe, Leo.
Ah,... Leo. Si fuera una canción, sería un éxito de los ochenta que no puedo sacar de mi cabeza. Él es la definicion del hombre perfecto, Alto, cabello oscuro perfectamente peinado, sonrisa encantadora... y el ego del tamaño del edificio donde trabajamos. Es el tipo de hombre que podría venderte arena en el desierto porque en esta vida, todo es un negocio para él. Cuando lo conocí en mi entrevista, hice algo que normalmente nunca hago: me quedé sin palabras. Él me sonrió, hizo un chiste sobre lo serio que era el mundo del marketing (que no entendí), y me contrató. Si, asi de rara fue mi entrevista con él. Desde entonces, he estado en una relación unilateral con él. Él me da órdenes; yo le doy miradas soñadoras y llenas de fantasias.
Hoy no es diferente. Estoy sentada en mi escritorio, rodeada de papeles, cuando Clara, la recepcionista, decide arruinar mi mañana. Clara es ese tipo de persona que parece haber salido de una película de comedia romántica, pero no como la protagonista, sino como la villana que usa tacones imposiblemente altos para intimidarte. Una loca sin escrupulos que podria arrancarte los cabellos uno por uno con tal de verte sufriendo pero su doble cara demuestra todo lo contrario.
—Sasha, cariño, ¿ya entregaste el informe del martes? —dice, con una sonrisa que parece más una advertencia.
—Sí, Clara. Hace dos días. —Intento mantener mi voz neutra, pero ella no se lo pone fácil.
—Ah, claro. Es que me dijeron que estaba lleno de errores. Pero no te preocupes, todos cometemos errores... algunos más que otros.
Respiro. Cuento hasta tres. No voy a dejar que Clara gane hoy. No permitiré que me amargue el dia.
—Gracias por el consejo, Clara. Y hablando de errores, creo que olvidaste decirle al mensajero que te devolviera tu personalidad. —Le sonrío dulcemente mientras ella me fulmina con la mirada.
—No se de que hablas —ladea una falsa y gentil sonrisa.
—La verdadera personalidad que tienes.
Estoy disfrutando mi pequeña victoria cuando la puerta de la oficina de Leo se abre de golpe. Ahí está él, impecable como siempre, con su camisa blanca perfectamente planchada y ese aire de "yo mando aquí".
—¡Sasha! —dice, con esa mezcla de urgencia y encanto que solo él puede lograr—. ¿Puedes venir un momento?
Mi corazón da un pequeño brinco. Trato de parecer tranquila mientras me levanto, pero tratandose de él es imposible pero debo hacerlo aunque mis manos están tan sudorosas que me pregunto si debería haber traído guantes.
Entro en su oficina, donde todo está perfectamente organizado. Incluso los libros en su estantería parecen estar alineados por color y tamaño. ¿Quién tiene tiempo para eso?
—Necesito que prepares el informe para la presentación del viernes —dice sin mirarme, concentrado en su pantalla—. Ah, y asegúrate de llamar al proveedor para confirmar lo de las carpetas. Y, ya que estás, ¿puedes traerme un café? Negro, sin azúcar.
Sonríe, y yo me derrito más rápido que un helado en verano.
—Por supuesto —respondo, tratando de sonar profesional.
Salgo de su oficina y me dirijo a la máquina de café, no sin antes notar que Clara me observa con su sonrisa de superioridad habitual.
—¿Te falta algo, Clara? —pregunto, sin detenerme.
—Nada, solo me preguntaba cómo te las arreglas para ser tan eficiente. —Su tono es dulce, pero sus palabras son puro veneno de cobra.
Ignoro el comentario y me concentro en no tropezar en mi camino al café. Cuando llego, me doy cuenta de que alguien olvidó reponer los filtros. Genial, mas trabajo para mi. Después de buscar en todos los cajones, consigo lo necesario y preparo la bebida más amarga que he olido en mi vida. ¿Cómo puede alguien tomar esto?
De vuelta en mi escritorio, miro la taza de café caliente y pienso: "Si esto fuera una película, este sería el momento en que Leo se da cuenta de que soy diferente, especial". Pero no, esto no es una película. Es mi vida. Y mi vida, como mi café, siempre está un poco fría.
Mi mejor amiga, Victoria, me llama justo cuando estoy a punto de sumergirme en un informe.
—¿Cómo va todo, Sasha? ¿Ya le confesaste tu amor a tu jefe? —su tono es puro sarcasmo.
—Oh, sí, claro. Justo después de que me pidió un café sin azúcar. Fue un momento súper romántico. ¿y que crees?, ahora mismo voy a tener sexo desenfrenado con él.
Victoria se ríe. Ella siempre sabe cómo hacerme sentir mejor, incluso cuando mi vida parece un desastre en cámara lenta.
—Escucha, no dejes que Clara te moleste. Y si Leo sigue siendo un imbécil... bueno, siempre puedes renunciar y venirte conmigo a ese retiro de yoga del que te hablé. Te vas a morir de felicidad.
—Diras del aburrimiento —gruñe del otro lado —Gracias, pero creo que moriría antes de poder tocarme los pies.
—Si tu lo dices. Bueno. Hablamos despues debo sacar a Canelo a su paseo vespertino.
Me rio al escuchar que arrastra las palabras porque odia sacar al perro de su madre a pasear por las tardes aunque sea una ternurita. El resto del día transcurre entre tareas interminables y pequeños roces con Clara, que parece tener una misión personal de hacerme la vida imposible. Al final del día, estoy tan agotada que apenas tengo energía para llegar a casa.
Cuando finalmente me dejo caer en mi sofá, pienso en cómo sería mi vida si las cosas fueran diferentes. Si tuviera un trabajo donde realmente me sintiera valorada. Si Leo no fuera solo mi jefe, sino alguien que me mirara como yo lo miro a él. Pero no puedo evitar reírme de lo ridículo que suena todo eso.
Quizá la suerte no esté de mi lado, pero al menos tengo algo de sentido del humor. Y mientras reviso el informe que Leo necesita para el viernes, me prometo que algún día las cosas cambiarán. Solo espero que ese día no tarde demasiado en llegar.
Con mis piernas cruzadas sobre la silla espero ansiosa la comida de mi madre quien viene a de ves en cuando a mi departamento y aprovecha a dejarme comida lista como si fuera una niña que debe cuidar pero gracias a dios que lo hace, ella me dejó su delicia culinarea y mentalmente le agradezco al universo por este manjar.
El pánico me invadió en segundos, y sin pensar, intenté tragar un bocado de carne que me quedó atascado en la garganta. Mi respiración se aceleró, mi garganta se cerró como un bloqueo de seguridad, y mi rostro se tornó un rojo tomate. En medio de mi lucha interna por no asfixiarme, me force a tragar, mientras la voz de mi jefe continuaba acercándose por el pasillo. ¿Qué demonios hace mi jefe en mi casa? Con el aliento entrecortado, alcancé el vaso de agua como si fuera un salvavidas, pero el agua solo empeoró la situación, provocando una tos incontrolable que me hizo sonar como si estuviera luchando contra un dragón en lugar de disfrutar de una comida.
Esa voz. La reconoceria a kilometros de distancia. Esa mezcla perfecta de autoridad, encanto y ligera impaciencia que podía hacer que un simple "buenos días" sonara como una orden directa de los dioses.—¿Sasha vive aquí?¿Leo? ¿En la puerta de mi casa? Mi cerebro se detuvo como si alguien hubiera apagado el interruptor. Todo lo que podía procesar era que la persona al otro lado de mi puerta era, efectivamente, Leo, mi jefe.Instintivamente, dejé caer el tenedor en el plato, y el resto de la pasta que estaba comiendo decidió lanzarse directamente a mi blusa cuando me puse de pie. Porque, claro, en momentos como estos, la gravedad tiene que hacer su trabajo con entusiasmo y justo cuando Leo, el bendito Leo esta aqui.“¿!Pero hace aquí!?”Mi primer impulso fue esconderme debajo de la mesa. ¿Qué hacía Leo aquí? ¿Había venido a despedirme en persona? ¿Era eso siquiera legal? Porque, si no, estaba dispuesta a llamar a recursos humanos en ese preciso instante.La voz de mi casera, doña Luis
El día después de que mi jefe Leo apareció en la puerta de mi casa, estaba decidida a mantener un perfil bajo en la oficina. Por "perfil bajo" me refiero a evitar a Leo a toda costa, lo que era casi imposible considerando que su oficina está a diez pasos de la mia y que siempre que se le de la jodida gana me llame por su café, por documentos o lo que sea, al parecer, el universo disfruta viéndome sufrir.Y todo comenzó cuando me di cuenta de que Clara estaba demasiado callada esa mañana. Eso nunca es buena señal. Clara en modo silencioso es como un tiburón dando vueltas bajo el agua acechando a su presa: sabes que algo está por pasar y que solo espera el momento indicado para atacar. Mientras me dirigía a la máquina de café, la escuché murmurar algo al pasante nuevo, y ambos rieron. Sus risitas eran como clavos en mis nervios.—¿Qué ocurre? —pregunté, tratando de no sonar tan a la defensiva como me sentía.Clara se giró con su típica sonrisa venenosa.—Oh, nada importante. Solo que Le
—¿Enserio? Seria una pena si eso pasara.—¿Eh?—Si eso pasara… tendria que buscar otra asistente y eso es un trabajo que me estoy ahorrando al tenerte a ti.Si… asi de cruel es mi jefe a la hora de responder, y con esa corta conversacion que tuvimos ayer fue que mi día comenzó, yo, corriendo como un pollo sin cabeza por la oficina, de un lado a otro, intentando organizar reportes, esquivar los comentarios pasivo-agresivos de Clara y mantenerme a una distancia prudente de Leo. Después de lo ocurrido en el restaurante, decidí que lo mejor sería mantener nuestra interacción en el mínimo necesario. Asi duele menos.Acababa de recoger el café matutino de Leo quién por cierto aun no ha llegado cosa que es raro en él porque siempre es el primero en estar en la empresa, observo su café en mis manos (negro, sin azúcar, como si fuera un requisito para demostrar autoridad) y estaba esperando el ascensor cuando oí la voz que reconocería incluso en medio de una multitud.—Sasha, espera.¿Por qué s
No puedo sacármelo de la cabeza. Desde que escuché a Leo murmurar eso de: “no se debe enterar”, mi cerebro no ha dejado de saltar entre teorías absurdas y posibilidades reales. Podría ser cualquier cosa: desde un oscuro secreto corporativo que los hombres como él siempre tienen hasta algo completamente ridículo, como una adicción al karaoke de canciones ochenteras. Pero la posibilidad más preocupante es, por supuesto, que ese "ella" sea yo.¿Quién mas podría ser que yo?Esta mañana, al abrir los ojos, me prometí dejar de pensar en ello. Tengo una vida, ¿verdad? Cosas importantes que hacer, como... bueno, no obsesionarme con los secretos de mi jefe porque no deberian de importarme en lo mas minimo. “Carajo, pero es algo dificil de hacer” Aunque claro, mi definición de “cosas importantes” no incluye haberme comido medio pastel de chocolate anoche mientras repasaba mentalmente todas las veces que Leo me ha mirado con esa intensidad suya, como si pudiera ver dentro de mi alma y juzgar lo
—¿Qué era?... ¿Qué querria decirme Leo?.Salí de la oficina con las emociones enredadas como un ovillo de lana tejido por un gato hiperactivo que no deja de jugar. Cada paso resonaba en mi cabeza junto con las palabras de Leo: “Hay algo que quiero decirte. Algo que no debería…” ¿Por qué no debería? ¿Por qué parecía tan dividido, tan… atormentado? Había algo en su tono, algo que hacía que mis dudas crecieran como la espuma de un café mal batido. |La noche cayó rápidamente mientras caminaba hacia casa, y ni siquiera me di cuenta de ello por estar pensando en las palabras de mi jefe y con ella, una tormenta sorpresa que no estaba en el pronóstico de ahora. Primero fue una brisa fría que erizó mi piel, luego unas gotas tímidas, y antes de darme cuenta, estaba bajo un aguacero digno de una película dramática.—Perfecto. ¿Qué sigue? ¿Un rayo cayendo justo frente a mí? —murmuré, acelerando el paso mientras el agua convertía mis zapatos en pequeños estanques portátiles.Cuando finalmente lle
La frustración se había instalado en mi cabeza como un inquilino molesto y muy bullicioso que no paga la renta. Mientras me sentaba en mi escritorio, no podía dejar de sentir que Leo estaba jugando con mi mente. Como si supiera exactamente cómo mantenerme en el borde de un precipicio emocional, siempre esperando un paso más que nunca llegaba.Lo esperé, por mucho tiempo pensando que volveria a llamarme para decirmelo pero nunca llegó.Mi día transcurrió en una especie de piloto automático, la misma aburrida rutina de siempre. Mis manos escribían correos, mis pies me llevaban a reuniones, pero mi mente estaba en otra parte: específicamente, en una terraza mental donde Leo murmuraba cosas enigmáticas mientras me miraba con esos ojos hipnotizantes.A las cuatro de la tarde, justo cuando ya había aceptado rendirme al misterio que era Leo, su puerta se abrió. Él salió con el teléfono en la mano, luciendo más tenso de lo habitual. Su mirada se cruzó con la mía, y una descarga eléctrica reco
Volvimos a la oficina en silencio. Pero no era un silencio cómodo, ni mucho menos. Era un silencio denso, tosco, como una tormenta que se acumula en el horizonte, esperando el momento justo para estallar sobre nosotros.Al llegar a mi oficina, cerré la puerta tras de mí y me dejé caer sobre la silla, exhalando como si hubiera estado conteniendo el aliento todo el camino “Y creo que si lo hice”. Mi mente era un caos absoluto. ¿Qué significaba todo esto? ¿Cómo se supone que debía actuar ahora?Llegué a casa y mi amiga se encontraba sentada en el mueble pequeño con los pies sobre mi mesa de adorno de la sala.—¡Uy! Pero que cara traes.—Victoria… no estoy de humor. —suspira y arrastro mis pies hasta poder recostarme en el sofá grande—Mmm… por la cara que traes, apuesto que te pasó algo.—Diras lo que no pasó.—Vamos, cuantale a mamá los detalles.Mi amiga es toda oidos cuando se trata de enredos como los mios.—No… me… jodas. —se tapa la boca con las manos. —suelta una risotada —Se te d
No hay nada más incómodo que fingir que no estás hecha un desastre emocional después de que tu jefe te haya besado. Bueno, quizá sí: fingirlo mientras tratas con Clara, la reina del drama y los comentarios pasivo-agresivos esta merodeante como una vil serpiente esperando justo el momento para atacar por la espalda. Y yo que ya me habia acomodado a su bendita ausencia. Esa mujer podría convertir un día soleado en un tornado solo con una mirada, una arpia de doble cara que no me deja en paz. Y aquí estoy, en mi escritorio, intentando aparentar normalidad mientras mi mente está atrapada en un bucle infinito de preguntas sin respuesta.La sensacion no me abandona, es tan vivida como si ahora mismo, estuviera sucediendo ese beso tan delicioso que no dejo de disfrutar en mis recuerdos y que me hacen sonreir como una tonta cada vez que lo recuerdo.¿Leo me besó porque realmente siente algo por mí? ¿Fue un impulso del que se arrepiente profundamente? ¿Por qué no ha mencionado nada? ¿Y, sobre