Inicio / Romántica / Un problema llamado amor / Lo que nunca debió salir
Lo que nunca debió salir

Esa voz. La reconoceria a kilometros de distancia. Esa mezcla perfecta de autoridad, encanto y ligera impaciencia que podía hacer que un simple "buenos días" sonara como una orden directa de los dioses.

—¿Sasha vive aquí?

¿Leo? ¿En la puerta de mi casa? Mi cerebro se detuvo como si alguien hubiera apagado el interruptor. Todo lo que podía procesar era que la persona al otro lado de mi puerta era, efectivamente, Leo, mi jefe.

Instintivamente, dejé caer el tenedor en el plato, y el resto de la pasta que estaba comiendo decidió lanzarse directamente a mi blusa cuando me puse de pie. Porque, claro, en momentos como estos, la gravedad tiene que hacer su trabajo con entusiasmo y justo cuando Leo, el bendito Leo esta aqui.

“¿!Pero hace aquí!?”

Mi primer impulso fue esconderme debajo de la mesa. ¿Qué hacía Leo aquí? ¿Había venido a despedirme en persona? ¿Era eso siquiera legal? Porque, si no, estaba dispuesta a llamar a recursos humanos en ese preciso instante.

La voz de mi casera, doña Luisa, retumbó desde el pasillo.

—¡Sí, vive en el 3B! ¿Quien, es? ¿Acaso es del banco?

“¡Vieja metiche!”

Dios mío, no. Esto no puede estar pasando.

Rápidamente limpié mi blusa con una servilleta (sin mucho éxito), intenté peinarme con los dedos y me acerqué a la puerta con la esperanza de que todo esto fuera un malentendido. Quizá no era Leo. Quizá era un tipo con una voz similar. Quizá mi cerebro estaba conspirando contra mí.

“Tranquila Sasha, tranquila”

Abrí la puerta y ahí estaba. Leo. Con su impecable traje gris, su porte perfecto y su expresión de leve incomodidad. Me miró como si esperara encontrar a alguien más.

—¿Sasha?

Asentí, demasiado aturdida para hablar. Mis manos aún estaban húmedas por el desastre de la pasta, y, sinceramente, creo que mi cabello estaba más cerca de parecer un nido de pájaros que un peinado.

—¿Qué haces aquí? —logré decir, aunque mi voz sonó como un chillido más que como una pregunta. —Quiero decir, ¿Qué hace aquí señor Black?

Leo levantó una bolsa de papel marrón que no había notado hasta ahora.

—Tuve que pasar por aquí para una reunión y vi que te habías dejado esto en la oficina.

Me extendió la bolsa, y reconocí mi agenda de inmediato. La misma que había dejado sobre mi escritorio antes de salir corriendo para evitar que Clara me arrastrara a otra de sus "reuniones de equipo".

Esto es sumamente esencial para las que trabajamos como asistentes y yo tontamente lo olvidé sabiendo que odia este tipo de cosas.

—Ah... gracias. —Tomé la bolsa, intentando no hacer contacto visual, porque sabía que si lo hacía, probablemente terminaría tartamudeando algo estúpido.

Él no se movió. Simplemente se quedó ahí, mirándome, como si estuviera esperando algo. Y entonces, para mi horror absoluto, mi estómago decidió rugir. Rugir como un león hambriento en medio de un safari.

Mi cara ardió completamente de la vergüenza haciendome con mayor razon al suelo y no la cara de mi jefe porque seguramente me puede despedir por olvidar mi agenda.

—¿Estás... cenando? —preguntó, levanto mi vista y lo veo alzando una ceja.

—Eh, sí. Bueno, estaba cenando. —Retrocedí un paso, esperando que no pudiera oler el desastre culinario que había dejado en la mesa.

—¿Interrumpo algo?

Quería gritar "¡Sí, mi dignidad!" pero en lugar de eso, negué con la cabeza. Pero cuando dice que estaba mintiendo me hizo reaccionar de forma exagerada.

—No, no. Solo… bueno, no esperaba visitas.

Él sonrió, esa sonrisa que solía hacer que todos en la oficina olvidaran que teníamos plazos imposibles.

—Bueno, no quería molestarte. Solo pensé que sería mejor traer esto en persona en lugar de dejarlo en recepción. Sabes lo que pasaria si…

—Perdón. Juro por mi vida que no me vuelve a pasar jefe.

¿Dejarlo en recepción? ¡Claro que habría sido mejor! Nadie necesita a su jefe apareciendo en su casa cuando está cubierta de salsa de tomate y llevando unos pantalones de pijama con estampado de gatos. Pero soy la asistente del presidente. Es logico que nadie puede ver mi agenda rodando por ahí. “Me quiero morir…”

—Gracias, de verdad. —Intenté sonar casual, como si no estuviera completamente alterada por su presencia.

Por un breve momento, parecía que iba a decir algo más, pero entonces escuché el sonido de la televisión desde mi sala. Y fue en ese instante que recordé lo que estaba viendo antes de todo esto: un reality show titulado Cocinando el amor, donde los concursantes coqueteaban mientras preparaban tartas ridículas.

Por supuesto, el sonido más reciente era el de una concursante gritando: "¡Tú solo me quieres por mi glaseado!".

Leo arqueó una ceja.

—¿Qué estás viendo?

Quise morirme aquí mismo.

—Nada. Solo... algo de fondo. —Retrocedí un paso más, deseando que la tierra se abriera y me tragara.

Él asintió, claramente divertido.

—Bueno, no te molesto más. Solo quería asegurarme de que recibieras eso. No lo olvides nuevamente si no, considerate despedida.

—Gracias. No volverá a pasar. Buenas noches. —Intenté cerrar la puerta con toda la dignidad que me quedaba, pero entonces él dijo algo que me dejó helada.

—Por cierto, Sasha… deberías pensar en organizar un poco más la agenda. —queria que la tierra me tragara —Vi que escribiste "conquistar el día" en la página de hoy. ¿Cómo te fue con eso?

Me quedé en silencio, demasiado atónita para responder. ¿Había leído la agenda?

—Yo no lo hice conquistar… digo si pude conquistarlo a usted. —Mi boca se abre y se cierra como un pez fuera del agua. —No quise decir eso…

Él sonrió de nuevo, esa sonrisa que me hacía odiarlo y adorarlo al mismo tiempo.

—Nos vemos mañana en la oficina. —Y con eso, se fue, dejándome allí, con mi corazón latiendo a mil por hora y una necesidad urgente de enterrar mi agenda en el patio trasero por la humillada del siglo que me acabo de dar.

Cerré la puerta y me dejé caer en el sofá, mirando fijamente la bolsa que todavía tenía en las manos. ¿Por qué el universo me hacía esto?

Doña Luisa golpeó mi puerta poco después.

—¿Quién era ese? ¿Tu novio?

“Ay, esta señora”

—No, solo… mi jefe.

Ella alzó las cejas y sonrió.

—Bueno, al menos es guapo. Pero la próxima vez, ponte algo mejor que eso. —Y se fue riendo antes de que pudiera decirle que jamás habría una próxima vez.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo