Narra Dalila:“Solo mantente firme al pacto”Elikai Kingsley, el Rey Alfa, me había dicho aquello. Un mar de dudas me cruzó por la mente, en el instante mismo en que lo vi caminar hacia la servidumbre que bajaba a recibirlo.Mi corazón latía con demasiada fuerza, tanto, que realmente creí que en un instante me estallaría dentro del pecho. Aquella daga que aquel Alfa había dejado en mis manos para que fuese yo quien le quitase la vida, estaba afiliada, y el olor del acero mezclado con el inconfundible aroma del acónito, me decía que, efectivamente, era un arma de cazador.¿Por qué el Rey Alfa tenía tal cosa en su poder?, y, aún más que solo eso, ¿Por qué quería que yo la utilizará en el?, ¿A qué se refería con liberarlo?El aroma inconfundible de un humano me llegó, y con asombro pude ver qué, varios de aquellos sirvientes, eran, en efecto, seres humanos. Entre ellos, sin embargo, destacaba un aroma en particular, el de una mujer…el de una cazadora. Los cazadores humanos tenían un olor
Narra Antonia:Era de mi noche de nuevo, y esperaba ansiosa por mi hombre…el Alfa Cyrus. Sin embargo, igual que las últimas noches, el nuevamente se encontraba fumando un cigarrillo en el balcón de nuestra alcoba, mientras miraba atentamente a la luna. Últimamente no hacía nada más.— Cariño, ven a la cama, tengo ganas de ti… — le dije esperando a que me respondiera, pero nuevamente no lo hizo.Lo vi cerrar los ventanales para quedarse solo en el balcón, ignorándome, y apreté mis puños bajo las sabanas…era por esa m*****a, estaba segura de ello, todo eso era por Dalila. Desde que ella había partido colgada del brazo del Rey Kingsley, Cyrus estaba melancólico e insoportable, apenas hablaba conmigo y prefería estar solo con sus pensamientos, y, por supuesto, yo no soy estúpida, resultaba obvio que tan solo estaba pensando en ella; Cyrus desde que era muy joven había puesto sus ojos en esa asquerosa mestiza, en sus ojos de color repugnante. Dalila no era nada mas que la hija de un ser hum
Narra Dalila: Aquella noche, el viento se sentía diferente. En medio de las montañas, el frío calaba en los huesos, y simplemente no podría imaginar el cómo sería si tuviese que enfrentarlo en las mismas condiciones en las que había estado siempre. Era invierno, aquella época del año que más aborrecía, cuando sentía que los vientos helados se me enterraban como agujas en la piel, y desesperadamente tenía que encontrar calor. Entre de nuevo a la habitación, y me senté sobre la cama. El fuego en la chimenea danzaba salvaje, y emanaba una luz cálida de tonos rojizos y naranjas que se coloreaba en las paredes blancas…no hacía frío allí.Mis ojos se quedaron fijos en aquella cálida danza de las llamas, y mi piel no me dolía. Las sabanas y mantas eran suaves, calientitas y reconfortantes, y no había razón alguna para temer al invierno, no esta vez, sin embargo, el miedo que sentía a ser sacada de aquella calidez y comodidad, me hacían latir el corazón con fuerza…aquello no pasaría, y aun as
Narra Elikai:Aquella noche había dado comienzo, y el disgusto de una acalorada discusión reciente, me había hecho hervir la sangre.“Tienes que aceptar cuál es tu destino…no huir de él.”Mi padre me había dicho aquellas palabras que me habían enfurecido. Aquella profecía, lo que rezaba sobre mí, marcando “mi destino”, como si no tuviese opción de escoger nada mas en mi camino.Artem Kingsley, el primero en nombrarse Rey Licántropo, el lobo negro quien se enfrentó a un aquelarre inmenso de vampiros, tan solo para defender a mi madre…vivir bajo su sombra, y bajo la de aquella profecía que decía como comenzaría mi vida y como se le pondría fin, era una pesada carga que llevar a cuestas…jamás me había permitido soñar, ni imaginar un futuro, temiendo y sabiendo siempre que aquello no iba a existir.Pero desde el momento en que la había visto a ella, a Dalila, surgió por primera vez algo dentro de mí:El anhelo, y la esperanza.Aquella guerra en contra de esos non muertos, solo traería mi
Narra Dalila:Esa noche, sentí como el frio desaparecía, mientras las manos fuertes y firmes del Rey Elikai Kingsley, acariciaban la desnudez de mi espalda…la desnudez de mi cuerpo. Susurré su nombre una vez, y sentí como un escalofrió recorrió mi piel, erizando cada poro, cada sutil vello, mientras las yemas de ese hombre me recorrían entera en un toque suave, pasmoso y lento, como si no quisiera perder detalle de cada relieve y surco de mi existencia.—Tu…Dalila…eres todo para mi…así que jamás vuelvas a decir que no eres hermosa… —Elikai me susurró aquello…y al menos por ese momento, no quise pensar nada más, no quise sentir nada más, ni vivir nada más que en ese instante en donde las manos del Alfa que me tomaría, seguían recorriendo cada sendero de mi piel desnuda haciéndome dejar de lado la natural timidez.—Elikai… — lo nombré en un débil susurró que me brotó del alma mientras me estremecía ante su sutil y casi pecaminoso toque.Me miré en el espejo que me devolvía mi reflejo s
Narra Elikai: El sonido de dos golpes en la puerta interrumpieron aquel momento tan sublime…tan intimo. Gruñí por lo bajo, enormemente molesto con quien fuera que estuviese del otro lado de la puerta. Entonces, sentí cada vello de mi piel erizarse por completo ante aquella presencia que había invadido mis tierras, y el ventanal principal de mis aposentos, se abrió de par de par por la fuerza del viento, y aquel aroma repugnante llegó hasta mi…un vampiro.—¿Que es eso? — escuche que Dalila cuestionó con voz trémula, y la vi cubrirse su delicada desnudez con las sabanas. Instintivamente me posé delante de ella, esperando que aquel intruso mostrara su rostro. Los golpes en la puerta se volvieron mas insistentes, y en un santiamén la misma había quedado derribada dejando ver la figura pálida y casi fantasmal de mi tío, Giles Levana. —Maldito monstruo…dime, ¿Que es lo que estas haciendo tan lejos de casa, Nehemías Sallow? — Giles cuestionó mirando fijamente hacia los ventanales.Una ris
Narra Dalila:Vi como el Rey Kingsley me observó confundido, como si mi pregunta lo hubiese tomado por sorpresa. Aquel ser…aquel vampiro, ya estaba dentro de la mansión, podía olerlo, pues su estela de acónito me estaba mareando, tal y como sus palabras me habían mareado. Aquel ser, Nehemías Sallow, había dicho algo sobre mi que me resultaba desconocido, que me resultaba inquietante. No tenia muchos recuerdos sobre mi padre, en realidad, no recordaría ni siquiera su rostro a no ser por aquella vieja fotografía…sin embargo, algo en mi mente parecía haberse desbloqueado, y algunos recuerdos que ya había olvidado, brotaban como lo hacían las margaritas en la nieve. Aquella vieja mansion de color gris, sus blancas paredes al interior con remaches dorados y los viejos cuadros de personajes ilustres que alguna vez habían pertenecido a la familia Alcalá, decoraban cada muro en ella…y yo, corría de un lado a otro mientras jugaba con mi padre al calor del fuego en la chimenea. Esos recuerdos
Narra Elikai: El ambiente en aquella habitación, se sentía tenso, lúgubre y pesado; nada extraño ante el inesperado visitante, quien se había quedado en completo silencio. Aquella guerra entre lobos y vampiros que dio comienzo con mis padres, aun perduraba y ambos lados de la moneda habíamos perdido mucho en las décadas en conflicto que ya habían transcurrido. Nehemías Sallow no era un non muerto común y corriente; en vida había nacido como un descendiente de la familia del cuarto principe vampiro: el temible Nicholas Sallow, quien entre los cuatro príncipes, destacaba por su fiereza y crueldad, así como por su inocente y hermosa apariencia que se mantuvo intacta ante el paso de los siglos desde que fue convertido cuando era apenas un niño. No podría confiar en Nehemías…en realidad, no confiaba en ningún non muerto. — Veo que este lugar se ha revitalizado…la vieja mansión entre las montañas que perteneció a los Kingsley…es un buen lugar para esconderse, lo admito, de difícil acces