No olviden leer Señora Bonita, y Vendedora de Caricias, recuerden que estos tres libros tienen personajes entrelazados.
Samantha se encontraba en su agencia de viajes, esperando a un cliente importante, pues era un empresario dueño de varios resorts en la costa del caribe interesado en promocionar sus productos con el negocio de Sam. Luego de unos minutos la chica que la ayudaba anunció a los visitantes. Samantha se puso de pie, y con sus manos arregló la falda de su vestido de lino en color vino que llevaba ese día. —Bienvenidos —dijo Samantha, y miró a las personas que ingresaron. —Soy Fidel Martínez —se presentó el hombre de voz ronca y suave—. Un placer conocerte —expuso, se quitó las gafas oscuras y miró a la joven de pies a cabeza—. Eres una chica muy hermosa, me recuerdas a alguien —mencionó pensativo, y extendió su mano para saludarla. Sam estrechó la mano de aquel caballero, y sintió un escalofrío recorrer su columna. El empresario era un hombre elegante, iba vestido con un traje de diseñador verde aceituna, su cabello mostraba algunos cabellos cenizos, jamás lo había visto, era de edad ma
Justo en ese instante escucharon el sonido de las llaves en la cerradura, entonces Sam apareció, abrió sus ojos al ver el desastre en la cocina, y el rostro y el cabello de Norita lleno de harina. —Ustedes dos limpian lo que están haciendo —advirtió—, que vengo muy cansada —expresó y se aproximó a la pequeña y la saludó con un abrazo. —¿Te gustó la nueva escuela? —indagó con curiosidad, y luego se acercó a Óscar y lo besó—. Huele delicioso. —La nueva escuela está linda —respondió Norita—, me gustó mucho, la maestra es muy buena —comentó. —Me da mucho gusto. —Sonrió Sam y probó un poco de la masa—, tengo hambre —expuso y se dirigió a la nevera por unas frutas. Óscar bajó de la encimera a su hija y sonrió.—Sacúdete el cabello y ayuda a tu mamá a colocar los platos —solicitó—, voy a preparar la cena —expresó—. No tarda en estar la cena, estábamos charlando Norita y yo —refirió. —¿Cómo te fue? —indagó.—¿Y de qué charlaban? —cuestionó Samantha con curiosidad—. Me fue bien, mañana en
Al día siguiente un reguero de prendas de vestir reposaba sobre la cama de Samantha, la joven frunció el ceño al darse cuenta de que sus jeans favoritos ya no se le cerraban. Se miró frente al espejo y acarició con ternura su pequeño vientre, que día a día iba creciendo. Entonces escogió unos leggins negros, una blusa de mezclilla celeste, y sus botas bajas del mismo color de los pantalones, cepilló su larga cabellera castaña, y recordó las palabras de Fidel, entonces se sentó en la cama y llamó al laboratorio para saber sí ya tenían los resultados, pero le informaron que aún no estaban listos. El aroma que provenía de la cocina, activó sus sentidos, entonces apareció Norita con su nuevo uniforme. Miró a su madre y sonrió. —Estás muy linda —comentó—. Dice mi papi que ya está el desayuno —informó—, preparó unas quesadillas bien sabrosas. Samantha le sonrió con ternura. —Veo que ya las probaste —mencionó—, vos también te ves preciosa con ese uniforme —expresó y le acarició la mejil
Samantha arrugó el ceño, confundida, y entonces se puso de pie y siguió a su esposo. —¿Qué sucede? —cuestionó—, te noto extraño —Miró a los ojos a Óscar. —Como te dije hace un momento, ese sujeto no me da buena espina. Pienso que no es buena idea que hagas negocios con él —expresó con seriedad. Samantha observó a los ojos a su esposo, inhaló profundo. —Pero él solo vino a esta ciudad por eso —explicó—, no puedo hacerme para atrás de un momento a otro —mencionó. —¿Por qué no te agrada? —cuestionó. Óscar resopló. —Ese sujeto me recuerda a Flavio —dijo—. La forma en la que te mira, en la que te halaga, es muy similar a la de él. No soy un hombre celoso, solo con mi hija —bromeó—, pero algo me dice que no confíes, aunque se vea una mansa oveja —manifestó. Samantha palideció al escucharlo, entonces se sostuvo de él cuando la vista se le nubló, y recordó que lo apodaban el camaleón, por los cambios que se hacía para burlar a las autoridades, las piernas le temblaron, y su corazón
Óscar separó los labios en una gran O.—¡No puede ser! —exclamó. —¿Se pondrá bien? —indagó con angustia. —¿Saben quién quiso hacerle daño? —cuestionó con preocupación.—Es complicada su situación, los médicos han dicho que es posible que recuerde, como que nunca lo haga —informó—, según los investigadores la culpable es… su novia actual, no recuerdo bien su nombre —explicó. Óscar frunció el ceño.—Te refieres a Lolita —cuestionó dudándolo.—Sí —respondió—, con lo de Franco se me fue el nombre de esa señora, pero así es, dicen que fue ella. —Esa mujer es una buena persona —expresó—. Debe haber un error. —¿Está detenida? —cuestiono con espina de indagar si ya tenía un abogado.Francisco inhaló profundo. —Esa mujer huyó, estaba desaparecida, pero hace días les informaron que murió en un accidente en Bolivia —narró. Óscar sintió una presión en su pecho, recordó la manera en la que Alex hablaba de ella y como Lolita lo miraba, eso era amor puro. Una capa de lágrimas se cubrió en sus oj
Samantha llegó en ese instante y observó a Gabito a punto de llorar, miró a Óscar y frunció el ceño, entonces se inclinó a la misma altura del pequeño. —¿Qué tienes? —indagó y le acarició la mejilla con ternura. —Mi tío dice que los Duque son de sangre azul porque se convierten en pitufos —señaló—, y yo ya me estoy convirtiendo en bebé pitufo —señaló hacia sus brazos—, quiero a mi mami —indicó sollozando.Samantha alzó su cabeza, y negó observando a Óscar, entonces abrazó al pequeño. —Tu tío Óscar está bromeando, cariño —expresó con ternura—, lo que tú ves en tus bracitos son tus venas, y casi todas las personas las tenemos azules. Mira—. Le mostró sus brazos, y luego tomó los de Norita, y también le indicó. —¿Recuerdas cuando tu papá le hizo creer a Norita que tu mamá se iba a transformar en el oso de Red? —miró a los ojos al niño. Gabito limpió sus lágrimas y sonrió.—Que alivio, pensé que no me podría casar con Norita si me hacía bebé pitufo —explicó—. Le voy a decir a mi papá
Manizales - Colombia.Francisco Mondragón acompañado de sus escoltas ingresó al restaurante en el cual sostendría una cita importante. El lugar había sido reservado solo para ellos, y que de esa forma nadie pudiera escuchar, ni interferir en aquella charla. El expresidente tomó asiento en una elegante y confortable silla de cuero negro, tallada a mano, colocó sus manos sobre la reluciente madera de la mesa, y miró con impaciencia su reloj. Uno de los meseros dejó las copas con agua mineral, y tal como le indicaron se retiró del lugar, entonces un par de minutos después, la imponente presencia del agente Ortega se hizo notar, en la entrada, abrió sus piernas en compás para cumplir con el protocolo de la requisa, también extendió sus brazos de manera horizontal mientras el jefe de seguridad de Mondragón revisaba que no portara armas, ningún objeto que pusiera en peligro la vida del Francisco. Instantes después el agente ingresó, y se aproximó a la mesa. —Doctor Mondragón, buenas tar
Andrea sintió un pinchazo en su corazón, miró a Samuel a los ojos. —Mike es uno de mis mejores amigos —refirió—. No espero nada de ninguno de ellos —mencionó y luego dirigió su entristecida mirada hacia la zona de la playa—. Ocupo todo el tiempo libre que tengo para buscar a mi hermana —confesó con lágrimas en los ojos—, no pienso en el amor, no tengo cabeza para eso.Samuel de nuevo iba a intervenir, pero justo en ese momento su móvil sonó, miró la pantalla, sonrió. —Ya vuelvo —indicó, se puso de pie y se alejó para hablar en privado. Sam frunció los labios y negó con la cabeza. —Lo lamento —se disculpó con Andy—, mi hermano a veces no tiene filtro para hablar —comentó liberando un suspiro—, no le hagas caso, lo que tiene que ser, será. —Sonrió. Andy inhaló profundo, mientras sentía como Luna se acercaba a ella y presionaba con fuerza una de sus manos.—Gracias —Andrea respondió a Samantha—. Espero que Samuel comprenda que lo quiero, pero como a uno amigo —respondió—, no me gust