Samantha llegó en ese instante y observó a Gabito a punto de llorar, miró a Óscar y frunció el ceño, entonces se inclinó a la misma altura del pequeño. —¿Qué tienes? —indagó y le acarició la mejilla con ternura. —Mi tío dice que los Duque son de sangre azul porque se convierten en pitufos —señaló—, y yo ya me estoy convirtiendo en bebé pitufo —señaló hacia sus brazos—, quiero a mi mami —indicó sollozando.Samantha alzó su cabeza, y negó observando a Óscar, entonces abrazó al pequeño. —Tu tío Óscar está bromeando, cariño —expresó con ternura—, lo que tú ves en tus bracitos son tus venas, y casi todas las personas las tenemos azules. Mira—. Le mostró sus brazos, y luego tomó los de Norita, y también le indicó. —¿Recuerdas cuando tu papá le hizo creer a Norita que tu mamá se iba a transformar en el oso de Red? —miró a los ojos al niño. Gabito limpió sus lágrimas y sonrió.—Que alivio, pensé que no me podría casar con Norita si me hacía bebé pitufo —explicó—. Le voy a decir a mi papá
Manizales - Colombia.Francisco Mondragón acompañado de sus escoltas ingresó al restaurante en el cual sostendría una cita importante. El lugar había sido reservado solo para ellos, y que de esa forma nadie pudiera escuchar, ni interferir en aquella charla. El expresidente tomó asiento en una elegante y confortable silla de cuero negro, tallada a mano, colocó sus manos sobre la reluciente madera de la mesa, y miró con impaciencia su reloj. Uno de los meseros dejó las copas con agua mineral, y tal como le indicaron se retiró del lugar, entonces un par de minutos después, la imponente presencia del agente Ortega se hizo notar, en la entrada, abrió sus piernas en compás para cumplir con el protocolo de la requisa, también extendió sus brazos de manera horizontal mientras el jefe de seguridad de Mondragón revisaba que no portara armas, ningún objeto que pusiera en peligro la vida del Francisco. Instantes después el agente ingresó, y se aproximó a la mesa. —Doctor Mondragón, buenas tar
Andrea sintió un pinchazo en su corazón, miró a Samuel a los ojos. —Mike es uno de mis mejores amigos —refirió—. No espero nada de ninguno de ellos —mencionó y luego dirigió su entristecida mirada hacia la zona de la playa—. Ocupo todo el tiempo libre que tengo para buscar a mi hermana —confesó con lágrimas en los ojos—, no pienso en el amor, no tengo cabeza para eso.Samuel de nuevo iba a intervenir, pero justo en ese momento su móvil sonó, miró la pantalla, sonrió. —Ya vuelvo —indicó, se puso de pie y se alejó para hablar en privado. Sam frunció los labios y negó con la cabeza. —Lo lamento —se disculpó con Andy—, mi hermano a veces no tiene filtro para hablar —comentó liberando un suspiro—, no le hagas caso, lo que tiene que ser, será. —Sonrió. Andy inhaló profundo, mientras sentía como Luna se acercaba a ella y presionaba con fuerza una de sus manos.—Gracias —Andrea respondió a Samantha—. Espero que Samuel comprenda que lo quiero, pero como a uno amigo —respondió—, no me gust
Juan Andrés al sentir la bebida helada se levantó de un solo golpe, su azulada mirada se oscureció, y la amplia sonrisa que mostraba hace minutos se transformó en una mueca de molestia, resopló enfurecido y fue tras de Luna, la tomó del brazo. —No te vas a burlar de mí, nadie le hace un desaire a Juan Andrés Duque —bramó—, no te hagas la difícil, que te mueres por volver a estar entre mis brazos —susurró aproximándose demasiado a ella. Luna abrió los ojos de par en par al sentir como la sujetó de su brazo. Movió su cabeza negando.— Eres lo peor que me ha sucedido en la vida, nadie puede tropezar con la misma piedra dos veces —mencionó.Andrew ladeó los labios con cinismo. —En cambio, vos a mí, me encantas —susurró, y la tomó de la cintura para besarla. — ¡Suéltame! —exclamó molesta—. Eres un patán, un animal —inquirió—. No vales la pena —externó—. No mereces el amor de ninguna mujer. —Hizo su cabeza hacia atrás para evitar que la besara.Norita se encontraba recogiendo conchas cu
Lo que debía convertirse en un viaje de placer para las hermanas de Óscar y su familia, se transformó en un paseo lleno de incomodidad. Las cosas estaban tensas entre los jóvenes, y para ahondar más aquellos momentos de tensión: Samuel se comportó como un patán con Andy. Andrea desconoció al joven, pues desde adolescentes fueron buenos amigos; sin embargo, el chico de un momento a otro cambió su comportamiento, al punto que Óscar tuvo que evitar que llegaran a los golpes con Juan Miguel Duque. Samantha negó con la cabeza, desconoció a su hermano. Óscar le recriminaba, por haberse atrevido a llamar a Andy como una mujerzuela. Sam se puso de pie y de inmediato fue a buscar a Andy, quien se acercaba al área de la terraza, sosteniendo su tabla de surf, se sentó a lado de Samantha.—¿Qué sucedió con Samuel? —indagó Andy hizo una mueca, luego de recordar la tremenda discusión que se suscitó.—Samuel me faltó al respeto —expresó seria—. Nunca nadie me había ofendido de la manera que lo
Samuel caminaba con la mente dispersa por los distintos antros de Zicatela, buscaba con sus ojos algo que lo calmara, de inmediato divisó afuera de una de las discotecas un grupo de chicos reunidos, y se aproximó a ellos. —¿Ustedes saben dónde puedo conseguir algo más fuerte que licor? —cuestionó y los observó con atención. Los muchachos se miraron entre ellos, pero ninguno dijo nada. Samuel sacó del bolsillo de su pantalón varios billetes de mil pesos, y de inmediato se los mostró a los jóvenes. —Puedo darles más, si me dan información. —Eres policía —cuestionó uno de ellos. —¿Tengo pinta de serlo? —indagó él señalando con su mano su atuendo. Los jóvenes volvieron a mirarse entre ellos, entonces con discreción le mostraron al sujeto que expendía lo que él venía consumiendo de años atrás. —Gracias —respondió con una sonrisa y lanzó los billetes al piso para que los chicos los recogieran. Enseguida colocó las manos en los bolsillos, y caminó con lentitud hacia el sujeto que pe
Óscar separó los labios en una gran O, presionó con fuerza sus labios. — ¡No puede ser! —exclamó y sacudió su rostro—. Siempre serás su hija —enfatizó y la abrazó, haciendo una ligera presión con su cuerpo—. Tienes que hablar con tu papá —sugirió. Samantha sollozó y se aferró a los brazos de su esposo, percibía su corazón fragmentado, y a la vez un profundo sentimiento de ira se apoderó de ella. —¡Todo es culpa de Verónica! —gruñó agitada—, yo no puedo ser hija de ese criminal, eso no es posible —gimoteó—, él… Me quería como su mujer. —Presionó sus párpados, y se separó de Óscar, corrió al baño sintiendo náuseas. Tan solo imaginar que Franco Santillán era su verdadero padre le causaba asco. Óscar acarició las hebras de su sedosa cabellera. —Tampoco creo que seas hija de ese infeliz —mencionó—. Ese infeliz es un desgraciado —inquirió. — ¿Te sientes mal? —cuestionó al ver la palidez en su rostro y sentir que temblaba entre sus brazos. Sam se puso de pie, enjuagó su boca, se mojó
Óscar permaneció en silencio, observó atento la charla que tuvieron Sam y su suegro, su corazón se tranquilizó al percibir más tranquila a su esposa. Dentro de él confiaba en lo que decía Francisco, esperaba que su mujer también lo hiciera para que le diera la paz y la tranquilidad que necesitaba.—¿Cómo me encontraste? —cuestionó Sam a su papá, ya más tranquila de hace minutos. Francisco se aclaró la garganta, y dirigió su mirada a Óscar. —Tu esposo estaba muy preocupado por vos —expresó. Samantha giró su cuerpo entonces sus cristalinos ojos se encontraron con los de Óscar, se aproximó a él y lo abrazó con fuerza. —Gracias —susurró. Óscar extendió sus brazos y la tomó por la cintura.—Te amo, estaba muy inquieto —mencionó—. Sabes que los problemas debemos enfrentarlos de frente —dijo y retiró un mechón de su castaña cabellera.La mirada de Sam se iluminó, ladeó los labios. —Sabes bien que te amo —expresó—, lamento darte preocupaciones —expresó con pesar—, te prometo que estarem