Rescatamos a Norita. ¿Qué les pareció? No olviden las reseñas.
En algún sitio del mundo. Fidel caminaba de un lado a otro por su reluciente oficina, parecían una fiera enjaulada, al saber que había secuestrado a la hija del gran amor de su vida. De pronto la puerta se abrió, y frente a él, su hombre de confianza apareció. —Señor, ya sé quiénes se llevaron a la niña —informó con la voz temblorosa. Fidel golpeó con sus puños el escritorio. —¿Quién fue? —bramó enfurecido. —La enfermera nos traicionó, señor, ella actuó por su cuenta, con otro sujeto, no sé si son amantes. El jefe lanzó un vaso contra la pared. —¡Maldita mujerzuela! —gruñó apretando los puños. —¡Ya sabes lo que tienes que hacer! —bramó dirigiéndose a aquel sujeto—, acaba con esos infelices, nadie se mete con mi niña, y menos hace sufrir a mi princesa —masculló—. Que sea una muerte lenta, que sufran lo que mi Samantha debe estar padeciendo en este instante —sentenció apretando los puños. —¿Sabes en dónde tienen a la pequeña? El hombre de confianza, asintió. —Tenemos las
Las patrullas que llevaban a Teresita hasta Oaxaca intentaban tomar la carretera hacia la ciudad, de pronto una camioneta blindada salió de la nada. El auto de la policía avanzó a frenar haciendo rechinar las llantas, estaban por sacar sus armas los agentes, pero otra camioneta los rodeó por la parte de atrás. Varios hombres armados hasta los dientes, apuntaron a los oficiales. —Salgan con las manos en alto —ordenó la gruesa voz de una de los encapuchados. Los policías no tuvieron otra alternativa, más que rendirse. Una vez que abandonaron la patrulla, uno de los delincuentes se aproximó a ellos, y les sustrajo las llaves para abrir las esposas de Teresita. La mujer presionó los labios, su corazón palpitó con fuerza y finalmente sonrió, satisfecha. El corpulento hombre de inmediato se aproximó a ella. —Gracias por venir a rescatarme —expresó y acercó la manos para que le retiraran las esposas. El hombre soltó una sonora carcajada. —El jefe siempre premia a quién hace un bu
Norita parpadeó liberando sus lágrimas al escuchar llorar a su amiguito. —No fue mi intención —expresó y formó con sus labios una fina línea—, siempre te voy a querer —le dijo a Angelito—, también soy muy poderosa, practiqué con el renacuajo mi super patada voladora —avisó y se aproximó a Gabito. —¿Quieres ver cómo hice? —cuestionó. El pequeño limpió su rostro y sonrió al escucharla. —¿Le pegaste con tu super patada? —cuestionó con emoción, deseando aprender a golpear como ella—, sí, enséñame —solicitó y sonrió. Norita sonrió, y observó a su alrededor, pensó en su papá como primera opción, pero él había sido el que le enseñó, entonces dirigió su azulada mirada a Carlos Gabriel. —Tío Gabo, ¿puedo practicar contigo? —cuestionó. Óscar se aclaró la garganta al escuchar a su hija. —Tu tío Gabo no está preparado para tu patada, lo puedes mandar al hospital. —Ladeó los labios, divertido—, mejor traigo tu pera en un rato y les muestras —comentó. Norita frunció los labios. —¿Y con
Samantha se encontraba en su agencia de viajes, esperando a un cliente importante, pues era un empresario dueño de varios resorts en la costa del caribe interesado en promocionar sus productos con el negocio de Sam. Luego de unos minutos la chica que la ayudaba anunció a los visitantes. Samantha se puso de pie, y con sus manos arregló la falda de su vestido de lino en color vino que llevaba ese día. —Bienvenidos —dijo Samantha, y miró a las personas que ingresaron. —Soy Fidel Martínez —se presentó el hombre de voz ronca y suave—. Un placer conocerte —expuso, se quitó las gafas oscuras y miró a la joven de pies a cabeza—. Eres una chica muy hermosa, me recuerdas a alguien —mencionó pensativo, y extendió su mano para saludarla. Sam estrechó la mano de aquel caballero, y sintió un escalofrío recorrer su columna. El empresario era un hombre elegante, iba vestido con un traje de diseñador verde aceituna, su cabello mostraba algunos cabellos cenizos, jamás lo había visto, era de edad ma
Justo en ese instante escucharon el sonido de las llaves en la cerradura, entonces Sam apareció, abrió sus ojos al ver el desastre en la cocina, y el rostro y el cabello de Norita lleno de harina. —Ustedes dos limpian lo que están haciendo —advirtió—, que vengo muy cansada —expresó y se aproximó a la pequeña y la saludó con un abrazo. —¿Te gustó la nueva escuela? —indagó con curiosidad, y luego se acercó a Óscar y lo besó—. Huele delicioso. —La nueva escuela está linda —respondió Norita—, me gustó mucho, la maestra es muy buena —comentó. —Me da mucho gusto. —Sonrió Sam y probó un poco de la masa—, tengo hambre —expuso y se dirigió a la nevera por unas frutas. Óscar bajó de la encimera a su hija y sonrió.—Sacúdete el cabello y ayuda a tu mamá a colocar los platos —solicitó—, voy a preparar la cena —expresó—. No tarda en estar la cena, estábamos charlando Norita y yo —refirió. —¿Cómo te fue? —indagó.—¿Y de qué charlaban? —cuestionó Samantha con curiosidad—. Me fue bien, mañana en
Al día siguiente un reguero de prendas de vestir reposaba sobre la cama de Samantha, la joven frunció el ceño al darse cuenta de que sus jeans favoritos ya no se le cerraban. Se miró frente al espejo y acarició con ternura su pequeño vientre, que día a día iba creciendo. Entonces escogió unos leggins negros, una blusa de mezclilla celeste, y sus botas bajas del mismo color de los pantalones, cepilló su larga cabellera castaña, y recordó las palabras de Fidel, entonces se sentó en la cama y llamó al laboratorio para saber sí ya tenían los resultados, pero le informaron que aún no estaban listos. El aroma que provenía de la cocina, activó sus sentidos, entonces apareció Norita con su nuevo uniforme. Miró a su madre y sonrió. —Estás muy linda —comentó—. Dice mi papi que ya está el desayuno —informó—, preparó unas quesadillas bien sabrosas. Samantha le sonrió con ternura. —Veo que ya las probaste —mencionó—, vos también te ves preciosa con ese uniforme —expresó y le acarició la mejil
Samantha arrugó el ceño, confundida, y entonces se puso de pie y siguió a su esposo. —¿Qué sucede? —cuestionó—, te noto extraño —Miró a los ojos a Óscar. —Como te dije hace un momento, ese sujeto no me da buena espina. Pienso que no es buena idea que hagas negocios con él —expresó con seriedad. Samantha observó a los ojos a su esposo, inhaló profundo. —Pero él solo vino a esta ciudad por eso —explicó—, no puedo hacerme para atrás de un momento a otro —mencionó. —¿Por qué no te agrada? —cuestionó. Óscar resopló. —Ese sujeto me recuerda a Flavio —dijo—. La forma en la que te mira, en la que te halaga, es muy similar a la de él. No soy un hombre celoso, solo con mi hija —bromeó—, pero algo me dice que no confíes, aunque se vea una mansa oveja —manifestó. Samantha palideció al escucharlo, entonces se sostuvo de él cuando la vista se le nubló, y recordó que lo apodaban el camaleón, por los cambios que se hacía para burlar a las autoridades, las piernas le temblaron, y su corazón
Óscar separó los labios en una gran O.—¡No puede ser! —exclamó. —¿Se pondrá bien? —indagó con angustia. —¿Saben quién quiso hacerle daño? —cuestionó con preocupación.—Es complicada su situación, los médicos han dicho que es posible que recuerde, como que nunca lo haga —informó—, según los investigadores la culpable es… su novia actual, no recuerdo bien su nombre —explicó. Óscar frunció el ceño.—Te refieres a Lolita —cuestionó dudándolo.—Sí —respondió—, con lo de Franco se me fue el nombre de esa señora, pero así es, dicen que fue ella. —Esa mujer es una buena persona —expresó—. Debe haber un error. —¿Está detenida? —cuestiono con espina de indagar si ya tenía un abogado.Francisco inhaló profundo. —Esa mujer huyó, estaba desaparecida, pero hace días les informaron que murió en un accidente en Bolivia —narró. Óscar sintió una presión en su pecho, recordó la manera en la que Alex hablaba de ella y como Lolita lo miraba, eso era amor puro. Una capa de lágrimas se cubrió en sus oj