¿Rescatarán a Norita? ¿Qué opinan? Por suerte llegó Álvaro para apoyar a los chicos.
Sam llegó deshecha a su apartamento. Carlos Gabriel la ayudó a ingresar, entonces una punzada sintió el corazón de la joven al ingresar a la estancia y no escuchar las risas de su niña, su rostro se empapó de lágrimas, y más cuando miró que había dejado una de sus muñecas en el sofá, de inmediato se aproximó a la sala, tomó el objeto y lo abrazó a su pecho. —Mi muñequita —susurró gimoteando, entonces recordó quién la salvó a ella cuando estuvo secuestrada a manos de Franco—. Doña Ofe no la desampare, por favor cuídela —suplicó parpadeando. Enseguida Gabo le sirvió un vaso de agua a Sam, y tomó su móvil para llamar a Paula María y avisarle, pensó que para Samantha era importante sentirse acompañada de las personas que la querían. El teléfono sonó y cuando Pau respondió él habló. —Hola, estoy en el apartamento con Sam. ¿Puedes venir? —indagó—, es urgente —expresó con la voz inestable. Paula María se estremeció al escuchar la voz de Gabo. —Voy a pedirle a doña Jovita, que cuide
Caminaron despacio hasta asomarse hacia el interior de la cocina. Sus ojos se abrieron de par en par al ver como las puertas se abrían y cerraban para luego salir lanzados algunos trastes. —¿Qué demonios está pasando? —el hombre dijo con miedo. —No lo sé —Teresita habló y luego en su mirada se reflejó como se encendían las hornillas de la estufa y las llaves del agua—. Este lugar está embrujado —mencionó aterrorizada—, tenemos que irnos de aquí —solicitó. Aquel tipo negó con la cabeza. —No podemos salir de aquí, nos exponemos a que nos encuentren —refirió ingresando a la cocina para buscar una explicación, entonces un plato golpeó su cabeza. —¡Rayos! —exclamó con dolor. Norita se estaba durmiendo, pero al escuchar las voces y los ruidos abrió los párpados, entonces al escucharlos y verlos atemorizados, empezó a reírse de ellos. —Hay fantasmas —aseveró ella—, dice mi mamá que las almas en pena espantan a la gente mala —expresó mirándolos a los ojos. La mujer frunció el ceño. —
Minutos más tarde. Las manos de Óscar se aferraban con fuerza al volante de su Bugatti, mientras su corazón latía acelerado, sus ojos color miel vigilaban atento, como si de la mirada de un halcón, se tratase, el oscuro camino por el que transitaba, combinado con una densa neblina que había desde que uso la desviación hacia la ruta de la Sierra de Ixtlán, Oaxaca. Guiado por aquella voz, en su mente seguía atento las indicaciones de su abuela. Tuvo que disminuir su velocidad al encontrarse con una estrecha carretera de doble carril. Luego de más de una hora de camino, le fue indicado que se desviara, ingresando por un sendero para adentrarse en el bosque. Detuvo su auto y miró a su papá, le entregó una linterna e inhaló profundo. —Tenemos que seguir a pie —mencionó—, avisa a los amigos de mi tío que el lugar donde tienen a mi hija, está a dos kilómetros más o menos de aquí —solicitó. Álvaro ladeó los labios se estremeció al sentir la baja temperatura del sitio. —Les estoy enviando
En algún sitio del mundo. Fidel caminaba de un lado a otro por su reluciente oficina, parecían una fiera enjaulada, al saber que había secuestrado a la hija del gran amor de su vida. De pronto la puerta se abrió, y frente a él, su hombre de confianza apareció. —Señor, ya sé quiénes se llevaron a la niña —informó con la voz temblorosa. Fidel golpeó con sus puños el escritorio. —¿Quién fue? —bramó enfurecido. —La enfermera nos traicionó, señor, ella actuó por su cuenta, con otro sujeto, no sé si son amantes. El jefe lanzó un vaso contra la pared. —¡Maldita mujerzuela! —gruñó apretando los puños. —¡Ya sabes lo que tienes que hacer! —bramó dirigiéndose a aquel sujeto—, acaba con esos infelices, nadie se mete con mi niña, y menos hace sufrir a mi princesa —masculló—. Que sea una muerte lenta, que sufran lo que mi Samantha debe estar padeciendo en este instante —sentenció apretando los puños. —¿Sabes en dónde tienen a la pequeña? El hombre de confianza, asintió. —Tenemos las
Las patrullas que llevaban a Teresita hasta Oaxaca intentaban tomar la carretera hacia la ciudad, de pronto una camioneta blindada salió de la nada. El auto de la policía avanzó a frenar haciendo rechinar las llantas, estaban por sacar sus armas los agentes, pero otra camioneta los rodeó por la parte de atrás. Varios hombres armados hasta los dientes, apuntaron a los oficiales. —Salgan con las manos en alto —ordenó la gruesa voz de una de los encapuchados. Los policías no tuvieron otra alternativa, más que rendirse. Una vez que abandonaron la patrulla, uno de los delincuentes se aproximó a ellos, y les sustrajo las llaves para abrir las esposas de Teresita. La mujer presionó los labios, su corazón palpitó con fuerza y finalmente sonrió, satisfecha. El corpulento hombre de inmediato se aproximó a ella. —Gracias por venir a rescatarme —expresó y acercó la manos para que le retiraran las esposas. El hombre soltó una sonora carcajada. —El jefe siempre premia a quién hace un bu
Norita parpadeó liberando sus lágrimas al escuchar llorar a su amiguito. —No fue mi intención —expresó y formó con sus labios una fina línea—, siempre te voy a querer —le dijo a Angelito—, también soy muy poderosa, practiqué con el renacuajo mi super patada voladora —avisó y se aproximó a Gabito. —¿Quieres ver cómo hice? —cuestionó. El pequeño limpió su rostro y sonrió al escucharla. —¿Le pegaste con tu super patada? —cuestionó con emoción, deseando aprender a golpear como ella—, sí, enséñame —solicitó y sonrió. Norita sonrió, y observó a su alrededor, pensó en su papá como primera opción, pero él había sido el que le enseñó, entonces dirigió su azulada mirada a Carlos Gabriel. —Tío Gabo, ¿puedo practicar contigo? —cuestionó. Óscar se aclaró la garganta al escuchar a su hija. —Tu tío Gabo no está preparado para tu patada, lo puedes mandar al hospital. —Ladeó los labios, divertido—, mejor traigo tu pera en un rato y les muestras —comentó. Norita frunció los labios. —¿Y con
Samantha se encontraba en su agencia de viajes, esperando a un cliente importante, pues era un empresario dueño de varios resorts en la costa del caribe interesado en promocionar sus productos con el negocio de Sam. Luego de unos minutos la chica que la ayudaba anunció a los visitantes. Samantha se puso de pie, y con sus manos arregló la falda de su vestido de lino en color vino que llevaba ese día. —Bienvenidos —dijo Samantha, y miró a las personas que ingresaron. —Soy Fidel Martínez —se presentó el hombre de voz ronca y suave—. Un placer conocerte —expuso, se quitó las gafas oscuras y miró a la joven de pies a cabeza—. Eres una chica muy hermosa, me recuerdas a alguien —mencionó pensativo, y extendió su mano para saludarla. Sam estrechó la mano de aquel caballero, y sintió un escalofrío recorrer su columna. El empresario era un hombre elegante, iba vestido con un traje de diseñador verde aceituna, su cabello mostraba algunos cabellos cenizos, jamás lo había visto, era de edad ma
Justo en ese instante escucharon el sonido de las llaves en la cerradura, entonces Sam apareció, abrió sus ojos al ver el desastre en la cocina, y el rostro y el cabello de Norita lleno de harina. —Ustedes dos limpian lo que están haciendo —advirtió—, que vengo muy cansada —expresó y se aproximó a la pequeña y la saludó con un abrazo. —¿Te gustó la nueva escuela? —indagó con curiosidad, y luego se acercó a Óscar y lo besó—. Huele delicioso. —La nueva escuela está linda —respondió Norita—, me gustó mucho, la maestra es muy buena —comentó. —Me da mucho gusto. —Sonrió Sam y probó un poco de la masa—, tengo hambre —expuso y se dirigió a la nevera por unas frutas. Óscar bajó de la encimera a su hija y sonrió.—Sacúdete el cabello y ayuda a tu mamá a colocar los platos —solicitó—, voy a preparar la cena —expresó—. No tarda en estar la cena, estábamos charlando Norita y yo —refirió. —¿Cómo te fue? —indagó.—¿Y de qué charlaban? —cuestionó Samantha con curiosidad—. Me fue bien, mañana en