Tenemos bebé en camino.
Teresita se encontraba en la habitación de un motel, en las orillas de la carretera, aunque no era un lugar que le agradaba, sabía muy bien que, si deseaba lograr algo para cobrar venganza, tenía que ceder en mucho. Mientras sus carnosos labios se encontraban succionando con fuerza el erecto falo de un hombre, su mente imaginaba que se trataba de la persona que más deseaba en el mundo; cansada de estar de rodillas intentó colocarse de pie, sin embargo, el sujeto no se lo permitió y la sujetó con firmeza de su larga cabellera negra y la movió con más fuerza de arriba hacia abajo, haciendo que sus movimientos se agilizaron. —Ya casi, niña —refirió el sujeto, hasta que jadeó con fuerza mientras se corría en el interior de su boca. Teresita se arqueó sintiendo unas inmensas ganas de volver el estómago. Mientras el hombre estalló en una gran carcajada al verla. —Trágalos —ordenó mientras ladeaba sus labios, divertido. Teresita le hizo una seña obscena y salió corriendo al sanitario par
Medellín- Colombia. El agente Rafael Ortega con el semblante lleno de seriedad llegó hasta las oficinas del expresidente Francisco Mondragón, tenía cita con él. Subió a zancadas las escaleras, y se identificó con sus escoltas, entonces de inmediato la asistente lo dejó seguir. Rafael tocó a la puerta, y al escuchar que le permitían seguir, ingresó. —Señor presidente…—carraspeó—, perdón doctor Mondragón —se disculpó recordando que ya no fungía en ese cargo, pero era tal su contrariedad que ya no sabía bien qué decir. Francisco notó el semblante de Rafael lleno de contrariedad, así que fue directo al grano. —¿Qué pasó con la exhumación de los restos de Santillán? —cuestionó apretando los dientes. Rafael resopló, y presionó sus puños. —Me engañaron —expresó tensando la mandíbula—, el infeliz está vivo, burló a las autoridades. Francisco palideció y su corazón bramó, se puso de pie de un solo golpe. —¿Cómo? ¿Acaso no viste su cuerpo? —cuestionó rugiendo. Rafael asinti
Óscar se encontraba trabajando en su oficina, revisando atento algunas cotizaciones que solicitó, estaba atentó a lo que analizaba, cuando una llamada de su suegro lo hizo salir de las actividades que estaba realizando. Enseguida tomó su móvil y respondió. —Francisco, buenos días —respondió con amabilidad. Mondragón inhaló profundo y se aclaró la voz. —Hola ¿Está Sam con vos? —indagó antes de proseguir. Óscar frunció el ceño. —No, estoy solo, ¿sucede algo? —cuestionó. —Ya me entregaron el informe sobre la exhumación de los restos de Santillán —expresó con seriedad—, debes reforzar la seguridad de tu familia, el infeliz está vivo, Rafael cree que otra vez se hizo una cirugía, y cambió de identidad —resopló. Óscar golpeó con las palmas de su mano su escritorio y se puso de pie sintiendo como un fuerte escalofrío lo recorrió. —¡No puede ser! —exclamó con temor. —¿Cómo sucedió eso?, ¿en qué momento ese hijo de …, nos engañó? —inquirió con furia. Francisco pasó con dificultad l
Sam llegó deshecha a su apartamento. Carlos Gabriel la ayudó a ingresar, entonces una punzada sintió el corazón de la joven al ingresar a la estancia y no escuchar las risas de su niña, su rostro se empapó de lágrimas, y más cuando miró que había dejado una de sus muñecas en el sofá, de inmediato se aproximó a la sala, tomó el objeto y lo abrazó a su pecho. —Mi muñequita —susurró gimoteando, entonces recordó quién la salvó a ella cuando estuvo secuestrada a manos de Franco—. Doña Ofe no la desampare, por favor cuídela —suplicó parpadeando. Enseguida Gabo le sirvió un vaso de agua a Sam, y tomó su móvil para llamar a Paula María y avisarle, pensó que para Samantha era importante sentirse acompañada de las personas que la querían. El teléfono sonó y cuando Pau respondió él habló. —Hola, estoy en el apartamento con Sam. ¿Puedes venir? —indagó—, es urgente —expresó con la voz inestable. Paula María se estremeció al escuchar la voz de Gabo. —Voy a pedirle a doña Jovita, que cuide
Caminaron despacio hasta asomarse hacia el interior de la cocina. Sus ojos se abrieron de par en par al ver como las puertas se abrían y cerraban para luego salir lanzados algunos trastes. —¿Qué demonios está pasando? —el hombre dijo con miedo. —No lo sé —Teresita habló y luego en su mirada se reflejó como se encendían las hornillas de la estufa y las llaves del agua—. Este lugar está embrujado —mencionó aterrorizada—, tenemos que irnos de aquí —solicitó. Aquel tipo negó con la cabeza. —No podemos salir de aquí, nos exponemos a que nos encuentren —refirió ingresando a la cocina para buscar una explicación, entonces un plato golpeó su cabeza. —¡Rayos! —exclamó con dolor. Norita se estaba durmiendo, pero al escuchar las voces y los ruidos abrió los párpados, entonces al escucharlos y verlos atemorizados, empezó a reírse de ellos. —Hay fantasmas —aseveró ella—, dice mi mamá que las almas en pena espantan a la gente mala —expresó mirándolos a los ojos. La mujer frunció el ceño. —
Minutos más tarde. Las manos de Óscar se aferraban con fuerza al volante de su Bugatti, mientras su corazón latía acelerado, sus ojos color miel vigilaban atento, como si de la mirada de un halcón, se tratase, el oscuro camino por el que transitaba, combinado con una densa neblina que había desde que uso la desviación hacia la ruta de la Sierra de Ixtlán, Oaxaca. Guiado por aquella voz, en su mente seguía atento las indicaciones de su abuela. Tuvo que disminuir su velocidad al encontrarse con una estrecha carretera de doble carril. Luego de más de una hora de camino, le fue indicado que se desviara, ingresando por un sendero para adentrarse en el bosque. Detuvo su auto y miró a su papá, le entregó una linterna e inhaló profundo. —Tenemos que seguir a pie —mencionó—, avisa a los amigos de mi tío que el lugar donde tienen a mi hija, está a dos kilómetros más o menos de aquí —solicitó. Álvaro ladeó los labios se estremeció al sentir la baja temperatura del sitio. —Les estoy enviando
En algún sitio del mundo. Fidel caminaba de un lado a otro por su reluciente oficina, parecían una fiera enjaulada, al saber que había secuestrado a la hija del gran amor de su vida. De pronto la puerta se abrió, y frente a él, su hombre de confianza apareció. —Señor, ya sé quiénes se llevaron a la niña —informó con la voz temblorosa. Fidel golpeó con sus puños el escritorio. —¿Quién fue? —bramó enfurecido. —La enfermera nos traicionó, señor, ella actuó por su cuenta, con otro sujeto, no sé si son amantes. El jefe lanzó un vaso contra la pared. —¡Maldita mujerzuela! —gruñó apretando los puños. —¡Ya sabes lo que tienes que hacer! —bramó dirigiéndose a aquel sujeto—, acaba con esos infelices, nadie se mete con mi niña, y menos hace sufrir a mi princesa —masculló—. Que sea una muerte lenta, que sufran lo que mi Samantha debe estar padeciendo en este instante —sentenció apretando los puños. —¿Sabes en dónde tienen a la pequeña? El hombre de confianza, asintió. —Tenemos las
Las patrullas que llevaban a Teresita hasta Oaxaca intentaban tomar la carretera hacia la ciudad, de pronto una camioneta blindada salió de la nada. El auto de la policía avanzó a frenar haciendo rechinar las llantas, estaban por sacar sus armas los agentes, pero otra camioneta los rodeó por la parte de atrás. Varios hombres armados hasta los dientes, apuntaron a los oficiales. —Salgan con las manos en alto —ordenó la gruesa voz de una de los encapuchados. Los policías no tuvieron otra alternativa, más que rendirse. Una vez que abandonaron la patrulla, uno de los delincuentes se aproximó a ellos, y les sustrajo las llaves para abrir las esposas de Teresita. La mujer presionó los labios, su corazón palpitó con fuerza y finalmente sonrió, satisfecha. El corpulento hombre de inmediato se aproximó a ella. —Gracias por venir a rescatarme —expresó y acercó la manos para que le retiraran las esposas. El hombre soltó una sonora carcajada. —El jefe siempre premia a quién hace un bu