Sam cerró sus ojos y correspondió a su beso, estremeciéndose al sentir aquella caricia.
—No te vayas —solicitó colocando sus brazos alrededor del cuello de él.
—Si me quedó a tu lado, no me voy a resistir las ganas que tengo de hacerte mía —refirió con sinceridad.
Samantha mordió sus labios al escucharlo; sin embargo, se sentía intranquila, era como una especie de mal presentimiento que la rondaba.
—Recuerda que hay menores de edad en casa, y está Gaby también —indicó y lo miró a los ojos.
—No sería la primera vez que Gabriela nos escucha. —Ladeó los labios, divertido—. Tendrías que jadear bajito— Refirió.
Sam sonrió al oírlo, y negó
Cuando Samantha ingresó a la habitación de Norita, la encontró sentada, llorando en su cama, entonces se acercó a ella, y la abrazó con ternura.—Ya estoy aquí, cariño —susurró con calidez.—¡La bruja! —exclamó la pequeña—. Se quiere llevar a mi papá —gimoteó.Sam presionó con fuerza sus puños, al darse cuenta de que su hija había tenido una pesadilla con Teresita, entonces supo que esa mujer debió ser muy cruel con su pequeña.—¡Mal nacida! —gruñó bajito, y luego se dirigió a Norita, acostándola de nuevo, y ella acomodándose a su lado—. Fue una pesadilla, nadie nos va a quitar a tu papá, te lo prometo —sentenció, y acarició la cabeza
Después de preparar el desayuno y comer con su familia, Óscar se despidió de ellas, para ir al hotel a ducharse y arreglar unos pendientes. Mientras se dirigía hacia su habitación, llamó a su tío Arnulfo, quien había sido el fiscal de la república y aún tenía importantes conexiones y relaciones.En cuanto se cambió de ropa y fue a firmar unos documentos, recibió la llamada de su tío, quien le entregó el domicilio de Renato Escandón. La mirada de Óscar se ensombreció, tomó su Bugatti y salió a esa residencia para hacerle saber que su mujer tenía quien la defendiera.Justo cuando se estacionó frente a su casa, el susodicho iba saliendo, estaba distraído respondiendo un mensaje de texto que no se dio cuenta de que Óscar se acercó, hasta que tuvo que elevar su mirada para a
Samantha regresó a la sala sosteniendo la bandeja en la que llevaba las tazas de café, la colocó en la mesa de centro. —El tuyo está sin azúcar —le dijo a Gabo sonriente, y le señaló la taza. El joven Duque ladeó los labios y cogió su humeante bebida. —Gracias. Óscar tomó asiento y miró a Sam. —Ayer te dije que iría a ver a Renato —refirió—. Y que sería civilizado y cumplí. Samantha rodó los ojos, y resopló. —Te pedí que no te expusieras —solicitó—, espero que le hayas dado una lección. Óscar ladeó los labios y sonrió. —Lo hice —mencionó y bebió un sorbo de su café. —¿Tienes tiempo de tomarte un trago, más tarde? —indagó con Gabo. Carlos Gabriel volvió a colocar su taza en la mesa. —Salgo a Ne
En ese instante Sam apareció con Norita, se había quedado con la pequeña para bañarla y ponerle su pijama, al ver que Angelito no estaba en la sala, averiguó con Gaby por él, y supo que se encontraba jugando en su habitación, de inmediato la niña se fue a reunir con su amiguito.—Te pedí que no lo enfrentaras —intervino Sam resoplando.—Esto no se podía quedar así, además, yo no lo agredí. Aceptó que fui a advertirle que no se volviera a acercar a ti, pero yo no di el primer golpe —señaló—. Fue él quien inició, yo solo me defendí.Gabriela mordió sus labios con fuerza, al escucharlo, suspiró profundo.—Yo le creo —dijo mirándolos a los ojos.—Sé como es Renato, p
Mientras tanto, afuera de la oficina, Kim colocó una de sus manos sobre la puerta y pegó su oído, al no haber nadie entonces, su respiración se agitó al escuchar la forma en la que esa mujer gemía, se dirigió a cerrar la puerta que conectaba con las oficinas, para no ser sorprendida y luego presionó con fuerza sus ojos imaginando que era ella a quien Óscar tenía sometida, dándole placer.Sin poder evitarlo, colocó una de sus manos a su intimidad y se dejó llevar por el momento, pensando que la calidez de unos fuertes brazos la tocaban, además que era poseída por ese imponente semental.—Te deseo tanto, Óscar Rodríguez —susurró jadeando bajito.****Óscar sujetaba por las caderas a Sam, mientras su lengua la devoraba, disfrutando de oírla gemir,
Luego de aquella charla, la segunda parte del plan de Samantha, se puso en marcha, abandonó la oficina de su esposo con una amplia sonrisa en los labios, y el cabello alborotado, miró a Kim sentada en una silla. —Kimberly, no sabía que estabas acá. ¿Esperaste mucho tiempo? —indagó mordiendo los labios para no mofarse de ella luego de que evidenció en las cámaras de seguridad como la mujer se tocaba al escuchar los gemidos que salieron de sus labios cuando estuvo con Óscar en la oficina. Kim se aclaró la garganta para responder. —Acabo de llegar —contestó mientras se acomodaba su larga cabellera, sobre uno de sus hombros. —¿Se encuentra Óscar? —cuestionó. Samantha presionó sus labios. —Por supuesto que está en la oficina —respondió—. Aprovecha que lo dejé de muy buen humor. —Guiñó uno de sus ojos y se dirigió al elevador, antes de meterse a la cabina volvió a
Óscar ayudó a cambiarse de ropa a su pequeña. Estuvo a punto de retirarse, si no es porque su hija salió, lo hubiera hecho. Entonces decidió esperar a que Sam se calmara y decirle que iba a investigar sobre el asunto para dar con el responsable; sin embargo, tenía que ir a una reunión con su papá, para arreglar algunas cosas sobre su negocio. Samantha sirvió el desayuno en la mesa, estuvo en silencio mientras se alimentaban, casi no probó bocado, angustiada, aunque no quería sugestionarse, le era imposible. —Ve a cepillarte los dientes, no demores, que vamos a llegar tarde a la escuela —advirtió Sam a Norita. La pequeña asintió con la cabeza, y obedeció. Sam empezó a recoger la vajilla para llevar los platos a la cocina. —Voy a tomar cartas en el asunto —informó—. No pararé hasta saber quien demonios nos quiere separar —refirió con firmeza—, espero que se prepare porque no v
Horas más tarde.Samantha fue autorizada por el médico a ingresar a visitar a Óscar, caminaba detrás de una enfermera por los oscuros pasillos, su corazón palpitaba con gran fuerza, entrelazaba sus manos con ansiedad.—Aquí es —dijo la enfermera.—Gracias —respondió Sam, entonces giró la perrilla, y su mirada cristalina se enfocó en la camilla.Se aproximó deglutiendo la saliva con dificultad. Notó que tenía un yeso en el brazo izquierdo, un collarín en el cuello, y una venda en la cabeza, se aproximó a la cama, y deslizó su mano con delicadeza en el rostro de él, mientras liberaba las lágrimas que estaba conteniendo.—Debes despertar —susurró—, recuperarte, Norita te necesita, no pod&