Samantha negó con la cabeza y resopló.
—La próxima vez que te quedes con Jovita le voy a decir que deje de mirar las telenovelas con vos —recriminó—, no tienes edad para hablar de besos y esas cosas —la regañó mirándola con seriedad—, no vuelvas a pedirle a Óscar que haga algo así, o ¿te gustaría que yo le pidiera a Renato que me bese? —Elevó una ceja contemplándola.
—¡Qué asco! —Frunció la nariz—. Si te besa, yo lo…—Presionó sus labios para no decir que pensaba patearlo si se acercaba a su madre—. Óscar está más bonito —murmuró.
Óscar abrió la puerta y las observó a ambas, fue imposible no escucharlas.
—Debe ser asqueroso recibir un b
Sam se aclaró la garganta y presionó sus ojos. —Ya nos estamos haciendo cargo, gracias —expresó y se acercó al garrafón de agua para servirse en un vaso—. Además, esa decisión no depende de mí, sino de la mamá del niño —comunicó y lo miró a los ojos. —Lo comprendo, pero tengan en cuenta mi ayuda, no me gustaría que corriera peligro un pequeño, por falta de atención médica —comentó y se dirigió a la cocina a mover el caldo de pollo—. La comida no tarda en estar —informó. —¿Te sientes mejor? —indagó. Sam inhaló profundo, no pudo evitar estremecerse al escucharlo. Su mente evocó las ocasiones en las que él cocinaba para ella cuando vivían juntos, aspiró el delicioso aroma que emanaba su receta, y su estómago crujió de hambre, además que él guisaba excelente. —Me duele un poco la cabeza —informó—, por eso vine por agua para tomar una medicina, huele muy bien —murmuró.
Renato Escandón, abrió sus ojos con amplitud, se sorprendió de verlo ahí, observó el cabello enmarañado del joven, y apretó sus puños. — ¿En dónde se encuentra Sam? —indagó sin saludar en tono déspota. —Está vistiéndose —ladeó los labios, divertido—. Deberías llamar antes de venir —indicó—, es de muy malos modales llegar sin anunciarse. —Se sentó en la sala. Renato resopló al escucharlo, ingresó al apartamento. —Yo jamás he necesitado permiso de Sam —informó. — ¿Qué haces aquí? —reclamó con seriedad. —Eso era antes de que yo volviera —indicó—. No te parece obvio lo que hago. —Se abrochó los botones de su camisa y lo vio a los ojos con frialdad. Renato clavó su oscurecida y sombría mirada en el joven, tensó la mandíbula, justo en ese momento Samantha apareció. —Buenos días —mencionó a Sam.<
Óscar condujo con gran molestia hasta el hotel, al llegar camino sin mirar a nadie directo a su habitación, para intentar relajarse. Cada que pensaba en lo sucedido a su mente venía la cara de Renato llegando con gran confianza al departamento de Samantha.Ingresó directo a la ducha y se metió al chorro de agua fría. Luego de unos minutos que permaneció ahí, su corazón comenzó a calmarse.—Ellas no tienen la culpa. —Una vocecita taladró su mente—. Si no te pones las pilas, las vas a perder por bruto. —Volvió a escuchar.Salió del baño envuelto en una toalla y se sentó sobre su cama, recordó como hacía unos años ella se fue de su vida por salvarlo y lo único que hizo fue recriminar en vez de ponerse en su lugar, sabía que hubiera actuado de la misma forma que e
Años antes:Quince días después.Franco tomó con fuerza el rostro de Sam y observó aún la inflamación en su mejilla, resopló con molestia.—Eso te pasa por ser rebelde, si fueras más dócil. —Acarició el cabello de la joven—. Las cosas serían distintas, pero no, sos igual a tu madre, y ya ves cómo terminó. —Carcajeó.—Prefiero la muerte, a ser tu mujer —gruñó Sam, observándolo con profundo odio.Franco alzó su mano para volver a abofetearla, pero recordó que esa noche había una fiesta en el casino, llegaba un importante petrolero a quién pensaba sacarle una buena suma de dinero invitándolo a apostar.—Esta noche te quiero más bella que de costu
Al siguiente fin de semana Óscar volvió al casino, de nuevo se encontró con Franco y Samantha, él casi nunca se despegaba de ella, solo cuando se dedicaba a jugar, pero la tenía vigilada, por lo que era imposible acercarse. Óscar se encontraba sentado en compañía de una hermosa mujer, en el mismo lugar en el que, todas las noches, jugaba con Franco, haciéndole perder una suma importante de dinero. Cada que lo hacía disfrutaba ver como se salía de control y lo mandaba requisar, entonces sabía que era su oportunidad de llevar a cabo su plan y poder charlar unas palabras con ella. —¿Listo para recuperarte esta noche? —Óscar cuestionó con tranquilidad. —Por supuesto —respondió Franco con suficiencia. Esta vez no permitió que nadie los rodeara, excepto la joven que repartía las cartas que él mismo entregó. Al lado de él, únicamente se quedó Sam, y también permitió que la guapa chica que venía de acompañante
Óscar sonrió, movió su cabeza indicando a su gente que subieran a la chica al helicóptero mientras él daba instrucciones para que en el helipuerto lo alcanzara otro equipo de seguridad. Una vez que lo hizo, subió a lado de Samantha. —Espero que disfrutes el viaje —comentó colocándole el protector para oídos—. Esta noche te podrás olvidar de la relación que tienes con Franco, ya veo que no se porta del todo bien contigo. Sam lo miró mal y no respondió a su comentario, no confiaba en él, y no sabía si solo quería sacarle información. Luego de viajar durante una hora, quince minutos aproximadamente, y de ver las hermosas luces que la ciudad les ofrecía, aquel imponente helicóptero arribo en un helipuerto privado, en cuanto disminuyeron de velocidad las hélices, la seguridad privada de Óscar abrió la puerta y descendió, esperando a que Sam hiciera lo mismo. —Bienvenida a los Ángeles, Califo
Samantha permanecía en el suelo, abrazada a sus piernas, balanceándose, atemorizada luego de todo lo ocurrido. Su rostro estaba cubierto de lágrimas, y no sabía si en algún momento aquel enloquecido hombre terminaría matándola o haciendo algo peor.Una agradable calidez rodeó a la joven, llenándola de una suave luz.—Ponte de pie, mija. Una mujer como tú no debe estar ahí —habló la amable dama que se apareció—. No voy a permitir que nadie te haga daño —indicó—. Me interesa mucho que vivas, porque aún debes la compostura de mi cama. —Sonrió.Samantha se estremeció y se talló los ojos pensando que alucinaba al igual que Franco, entonces la observó sin poder creerlo.—Estoy muerta, ¿verdad? —indag&oa
Óscar bebió un sorbo de whisky. Miró con preocupación su reloj, sabiendo que, en un par de horas, todo había acabado, aunque no sabía el resultado de aquel operativo, esperaba que saliera a su favor, entonces una calidez lo abordó, sintiéndose reconfortado ante la angustia que sentía. —No pensarías que te dejaría, solo ¿o sí, mijo?, doña Ofe se hizo presente. Óscar abrió de par en por sus ojos sintiendo como su mirada se cristalizaba al verla, no pudo frotarse los párpados para no arruinar la máscara, entonces se quedó callado contemplándola. —Jamás abandono a mi sangre y en estos momentos mis nietos me necesitan, más que nunca —refirió—. Por cierto, no es suerte lo que has tenido, ya veo que tus habilidades en el arte del juego, no me llegan ni a los talones, debí traerte más seguido con Andrea y Paula María —señaló—, pero bueno, me morí y ya no pude hacerlo, estate listo que hoy tendremos acción y seremos el dúo