Alessandro
El frío de Milán penetra hasta los huesos, un reflejo perfecto del hielo que ha invadido mi corazón estos últimos cinco años.
Mientras el auto avanza por el camino que me lleva a la mansión de los Fiore, ese monumento decadente a una familia llena de secretos y traiciones.
Mi ira se aviva con cada metro recorrido; el rencor que me ha mantenido vivo desde aquel accidente vuelve a hacer acto de presencia.
Mis pensamientos regresan al pasado, a aquella fatídica noche cuando el carro perdió el control.
La imagen del auto volcando, los gritos de mi padre, y luego... nada. Oscuridad.
Despertar en un hospital, mi cuerpo roto y mi alma aún más.
La mansión Fiore se alza ante mí, una reliquia de tiempos mejores, tan desgastada por los años como mi paciencia.
Abro la puerta de la mansión sin esperar a que alguien me reciba.
Mi presencia aquí ya es bastante incómoda para los Fiore.
Emilia aparece en el vestíbulo, su sonrisa es una serpiente que se retuerce con falsa amabilidad.
—Alessandro, qué gusto verte—, dice, aunque sus ojos delatan su incomodidad.
—Vamos a ahorrarnos las cordialidades—, replico, avanzando la silla de ruedas hacia el salón. —¿En dónde está? Digo al no ver a la niña en ningún lado.
—Está a punto de bajar, se está arreglando— dice y hace más grande su sonrisa de serpiente—No sabes cuánto me sorprendió tu llamada, no tenía idea que mi hermano había hecho este acuerdo, pero me alegra mucho finalmente unir las familias, sé que ellos apreciaban mucho a tus padres,
Tengo que armarme de todas mis fuerzas para no decirle todo lo que tengo atorado en la garganta ahora mismo, gracias a Dios, la aparición de alguien más me salva de tener que abrir la boca para responder.
Una figura menuda, aparece de pie junto a una ventana.
Valeria.
La niñata que Felipe Fiore me entregó en matrimonio hace años, como parte de un contrato que ella misma desconoce.
Mi mirada se clava en ella; sus ojos, abiertos de par en par, reflejan sorpresa y miedo.
No recordaba que fuera tan hermosa. Sin embargo, antes solo era una chiquilla, pero cualquier atisbo de compasión se desvanece cuando recuerdo por qué estoy aquí.
—¿Quién es él?—, pregunta la niña, su voz apenas un susurro que me irrita de inmediato.
—Oh, querida, no seas maleducada con quién será tu esposo—, dice Emilia con satisfacción que me hace poner los ojos en blanco —Él es Alessandro Rossi, tu prometido.
Cansado de la situación, hago mover la silla mas cerca de ella. Mi mirada implacable mientras hablo.
—He venido a reclamar lo que es mío—, declaro, y veo como sus ojos se hacen aún más grandes.
—¿De qué está hablando?— dice viendo a su tía, pobre ilusa. —Soy mayor de edad, no puedes obligarme a casarme.
Emilia sonríe, levantando el contrato que yo le he enviado hace unos días.
—La edad no importa aquí. Esto es un acuerdo que tu padre hizo con la familia Rossi. Al cumplir 21, te casarías con Alessandro. Y ese día ha llegado. Ahora, eres suya.
—Valeria—, digo entonces, mi voz cortante como el acero. —Hoy vienes conmigo”.
Ella parpadea, incrédula.
—Yo… yo no sabía nada de esto.
Sonrío, un gesto cruel y distante.
—Bueno, esto se lo debes a tu familia que te vendió, así de simple. Ahora eres mía, tal como se pactó”.
La incredulidad se transforma en indignación, y ella abre la boca para replicar, pero la corto con un gesto.
—No hay discusión. Esto es lo que tu padre decidió. Tienes veinte minutos para prepararte”.
El viaje a mi mansión transcurre en un silencio tenso.
Valeria se sienta a mi lado, su vestido de marca habla de una vida de privilegios y confort que no ha conocido el sufrimiento.
Miro de reojo, y lo que veo no es más que una niña mimada, un juguete de las circunstancias.
El odio se arremolina dentro de mí, un fuego que no puedo apagar.
Pienso en usar todo eso en su contra; hacerle la vida miserable será mi venganza por lo que su familia me hizo.
Cuando llegamos, observo cómo sus ojos se agrandan al contemplar la magnificencia de mi hogar.
El asombro en su rostro me irrita.
—No pienses que esto es tuyo—, le espeto antes de que pueda decir algo. —Eres solo un adorno que debo tener a mi lado. Tus días de no hacer nada han terminado.
Valeria me mira con una mezcla de desafío y miedo, pero sus labios permanecen sellados.
Eso está bien. Pronto aprenderá que no tiene voz en esta relación.
—Rosa—, llamo en cuanto entramos, mi voz resonando por el vestíbulo.
La ama de llaves aparece rápidamente, su mirada preocupada se centra en mí.
—Lleva a la chica a su habitación—, ordeno. —Y prepara una lista de deberes. A partir de mañana, ella debe atenderme en todo.
—Sí, señor—, responde Rosa, tomando a Valeria del brazo suavemente.
Valeria me lanza una última mirada antes de seguirla, una mezcla de desafío y súplica que ignoro.
Me retiro a mi habitación tomando el ascensor que instalé cuándo quedé lisiado y al llegar a mi piso entro cerrando la puerta detrás de mí.
Con un suspiro, dejo caer la fachada y me levanto de la m4ldita silla.
Cada paso es un recordatorio de mi mentira, de la farsa que he mantenido durante dos años cuando recuperé la movilidad.
Pero esta es una mentira necesaria.
Ser un lisiado me ha permitido moverme entre las sombras, reunir información sin levantar sospechas.
Camino hacia la ventana, mi mirada perdida en el paisaje helado. Mis dedos tocan la fotografía de mis padres que siempre llevo conmigo.
Sus sonrisas congeladas en el tiempo son un recordatorio del amor que perdí.
—La venganza ha empezado—, murmuro, mi voz apenas un susurro en la habitación vacía.—Haré que pague lo que su familia hizo.
ValeriaLa mañana se cierne sobre mí con una frialdad implacable. Apenas un débil resplandor atraviesa las cortinas, y Rosa ya está en mi puerta. Me entrega una hoja de papel con una mirada de compasión que apenas puedo soportar.—Tienes que comenzar a atender al señor”, dice, su voz baja, como si compartiera un secreto incómodo.Siento una punzada de ansiedad mientras leo la lista de tareas. Es interminable, un desfile de quehaceres que parece burlarse de mi resistencia. Desde preparar un desayuno digno de un banquete hasta asegurarme de que cada rincón de esta enorme casa esté impecable. Mis ojos recorren la hoja, deteniéndose en cada tarea absurda: limpiar los ventanales que se elevan como gigantes de cristal, planchar la interminable colección de camisas de Alessandro, pulir la plata, ordenar la biblioteca, organizar los papeles en su oficina... La lista continúa sin piedad.El día anterior no había cenado y, con el estómago vacío desde hace más tiempo del que puedo recordar,
El día comienza con una sensación de irritación que se arrastra desde el momento en que abro los ojos. La luz del sol se filtra por las cortinas pesadas de mi habitación, y el recuerdo de la presencia de Valeria Fiore en mi casa me consume de ira. Todo en mí se tensa al pensar en la mocosa que he tenido que aceptar en mi vida. Aunque nuestra relación está anclada en el deber y en un deseo de venganza, la idea de su mera existencia bajo el mismo techo es suficiente para ponerme de mal humor.Sin embargo, solo imaginar la satisfacción que voy a sentir al cobrar mi venganza día tras día me ayuda a aliviar el malestar.Mientras salgo de la casa dando un portazo detrás de mí, no puedo evitar evocar el momento en que ella me dijo, casi tímidamente, que había preparado el desayuno. ¿De verdad pensaba que yo, Alessandro Rossi, iba a sentarme a comer con ella? La única razón por el cuál agregué el desayuno en la lista de deberes es para recalcar cuál va a ser su lugar en mi casa. Quiero qu
ValeriaLa vergüenza y la humillación se han entrelazado dentro de mí, al tiempo que el miedo no me ha abandonado desde que entré en mi habitación corriendo.Él dijo que me castigaría.Las palabras se repiten en mi mente una y otra vez y puedo sentir como mis ojos se llenan de lágrimas al pensar en todas las veces que mi tía que dijo esas mismas palabras y todo lo que me hacía, todo lo que ellos me hacían.Un toque en la puerta hace que todo mi cuerpo se tense y me acurruco mucho más bajo las sábanas. No sé qué hora es exactamente pero puedo notar que ha oscurecido. El sonido llega a mi oído nuevamente y en el instante en que la puerta se abre cierro los ojos y hago mi mejor esfuerzo por aparentar que estoy dormida.Cuando escucho pasos entrando, me doy cuenta que no puede ser Alessandro, sin embargo no abro los ojos.—Niña tonta, ¿Por qué entraste a su habitación?—La voz de Rosa es baja y casi pesarosa, pero no me fío, así que sigo con los ojos firmemente cerrados.La mujer deja salir
AlessandroCastigo. Una palabra que ha estado rondando en mi cabeza en los últimos cinco años cada vez que pensaba en la niñata. Ella debía recibir un castigo y lo hará, por supuesto que sí. Mis ojos van a la pequeña figura temblando enfrente mío y nuevamente me obligo a no dejarme engañar por su apariencia débil e inocente. Ella tuvo el descaro de invitar gente a mi casa. De decir que se encuentra aburrida. Al parecer las listas de deberes que le dejo cada día no son suficientemente entretenidas.Pero ya me encargaré de solucionarlo. Lo primero es hacerle ver que su máscara de miedo e inocencia no va a servir conmigo.Son solo apariencias, no es inocente, por supuesto que no lo es. Su familia está podrida y manchada de sangre de inocentes, de la sangre de mi padre. De la mía.—P-Por favor….—me dice y veo como dos lagrimones se resbalan por su piel palida como la porcelana.—No intentes usar tu mascara de niña buena conmigo, te aseguro que no va a funcionar—le digo entonces muevo la
ValeriaEncerrada. Estoy encerrada.Encerrada. Encerrada. Encerrada.Puedo sentir como el aire se va haciendo cada vez más espeso y respirar se vuelve muy difícil, aunque sé que todo está en mi mente, es algo que no puedo controlar.Los recuerdos comienzan a arrastrarme poco a poco y el pánico se arraiga dentro de mi, helandome los huesos y haciendo que mi cuerpo tiemble sin control.Las paredes de la pequeña habitación se cierran sobre mí, y el aire se vuelve denso, sofocante. Cada vez que intento respirar, el oxígeno se siente pesado, como si no llegara a mis pulmones. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, un tamborileo frenético que me recuerda al sonido de los autos chocando, del metal retorciéndose.Estoy encerrada de nuevo.Cierro los ojos y me obligo a no llorar. Pero cuando lo hago, la oscuridad me arrastra de vuelta al pasado, a ese momento que desearía poder olvidar. La lluvia golpea con fuerza los cristales del auto, y el olor a gasolina invade mis sentidos.No puedo mover
AlessandroDos días, ese es el tiempo que llevo en la mansión familiar, pues por petición de mi abuelo todos debimos quedarnos para pasar “Un fin de semana en familia” Lo que se traduce en que ha sido una completa tortura.Ya he llamado a Lorenzo, mi chofer, para que tenga el auto listo. No pienso quedarme un segundo más de lo necesario en este lugar. Mucho menos ahora que la búsqueda de la presidencia en la empresa familiar se ha convertido en un circo completo.No dudo que Lucas ya se sienta ganador pues según él ¿Quién querría casarse y tener hijos con un liciado? Lo que él no sabe es que la prometida ya la tengo, ahora solo debo acelerar los planes.—Alessandro—la voz de mi abuelo me hace girar el rostro hacia dónde él viene caminando con el tanque de oxígeno a su lado.—¡Abuelo! ¿Qué haces de pie? Sabes que tienes que guardar reposo.El viejo pone los ojos en blanco y mueve una mano desdeñosa en mi dirección, como si mis preocupaciones no fueran nada. Cómo si el no acabara de leer
AlessandroEl camino hasta la casa lo siento eterno, tuve que excusarme con el abuelo, lo único bueno es que esto me sirve para aplazar la bendita cena.Sin embargo, mi cabeza no deja de dar vueltas a la llamada de Matteo. ¿Qué demonios es lo que pasó? La mocosa estaba bien cuándo me fui. Entonces la rabia se enciende como siempre que pienso en ella y su cara de fingida inocencia. Seguramente hizo un show fingiendo que estar enferma y Rosa y Matteo cayeron en sus mentiras.No puedo creer que una mujer adulta y un hombre de negocios se hayan dejado manipular por una chiquilla de veinte años.Finalmente la entrada a la mansión aparece iluminada enfrente mío y efectivamente noto el auto de Matteo y el del doctor Leonardo parqueados en la entrada, lo que hace que mi humor se oscurezca mucho más.Esa niña no sabe lo mucho que le voy a hacer pagar el m4ldito circo que ha montado. Ahora, más que nunca, odio estar fingiendo no poder caminar, porque quiero correr hasta dentro de la casa y en
ValeriaLo he arruinado. Nadie tiene que decirmelo para ser consciente de ello. Pude ver la rabia brillando en los ojos de Alessandro y ese simple recuerdo me hace temblar. Odio mi condición, la claustrofobia es mi mayor enemiga y cada vez que tengo un ataque, es como si me convirtiera nuevamente en esa niña de 15 años que se quedó encerrada en el auto viendo morir a sus padres.Por eso en estos dos días simplemente no pude soportarlo…Cada día que pasa me sigo preguntando qué fue lo que pude hacer para que este hombre me odie tanto, cómo pude pensar en algún momento que sería mi salvación de las garras de mi tía. Parece que únicamente pasé de un verdugo a otro, pues por miui atractivo que sea este hombre no deja ser cruel.La espera se me hace eterna dentro de la habitación y me siento tentada a salir y tratar de escuchar algo, pero eso podría acarrear un nuevo castigo. Si mi tía supiera lo que hago no dudaría en castigarme… Niego con la cabeza y trato de recordarme que ella ya no