AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA, que ya se viene el final, solo un poco más mis cariñitos!
Alessandro Vamos por Valeria. Finalmente voy a traerla de vuelta.El auto avanza rápido por el camino que lleva a la cabaña, sin sirenas, en completo silencio. El detective va delante, y mi auto, con Matteo y dos patrullas más, le sigue. Aunque trato de contenerme, no puedo evitar que mis piernas se tiemblen de impaciencia. Valeria está allí, en algún lugar dentro de esa cabaña m*****a, y la ansiedad me consume.Matteo me observa de reojo, con una preocupación evidente.—Tranquilo, Alessandro —me dice en voz baja—. Emilia no es estúpida, no va a hacerle daño hasta asegurarse de tener el dinero. Todo esto para ella es un juego.Asiento apenas, pero sus palabras no me sirven de nada. Emilia es un monstruo, y Valeria... No puedo evitar imaginarla herida, sufriendo, aterrada. Solo pienso en lo que podría estarle haciendo mientras nosotros nos acercamos, pero no lo suficientemente rápido.Llegamos finalmente a una zona despejada desde donde se ve la cabaña, y, apenas el auto se detiene,
ValeriaDespierto con un sobresalto, mi mente desorientada y mi cuerpo dolorido. Parpadeo, intentando enfocar, y lo primero que noto es la luz tenue de una lámpara que ilumina las paredes de un cuarto extraño. La cama en la que estoy es suave, casi reconfortante, pero al moverme, un dolor agudo recorre mi cabeza, y de inmediato siento que algo anda mal.Por un segundo, un escalofrío me recorre de pies a cabeza, y mi mente me lleva de vuelta a ese sótano oscuro, a los ojos llenos de odio de Emilia y al terror por mi bebé. Mi bebéUn estremecimiento me recorre y mis manos van a mi vientre, temerosa, y la pregunta me sale como un susurro tembloroso:—¿Mi bebé…? —misurra mi voz, quebrada por la ansiedad.Antes de que el pánico se apodere de mí, una mano cálida cubre la mía, antes de que esa voz profunda, cargada de preocupación, me atriga como un imán hacia él. Giro lentamente y ahí está Alessandro, sentado junto a mí, con una expresión de puro alivio y el rostro visiblemente agotado. S
AlessandroHan pasado unos días desde que rescaté a Valeria. Desde que la tengo de vuelta, mi vida parece haber retomado su sentido, y el hecho de que todo finalmente esté cayendo sobre su peso es un alivio.Emilia y Ramón fueron juzgados y condenados. Ramón 25 años de carcel por asesinato y desfalco y Emilia a 35, pues se le suma el maltrato y el secuestro.Por otro lado Lucas ha empezado un tratamiento para su problema de bebida y si consigue mantenerse, entonces cumpliré la voluntad de mi padre y lo llevaré conmigo a la empresa.Sin embargo, hay algo que me tiene totalmente avergonzado y es la culpa que siento por no haber ido a ver al abuelo al hospital, él ingresó justo cuándo pasó lo de Valeria y yo no pude soportar la idea de enfrentarme a él y decirle que no sabía dónde estaba la mocosa o si la encontraría, si ella y nuestro hijo estaban a salvo. Hoy, finalmente, tomo la decisión de visitarlo. De algún modo, sé que el viejo entenderá.Al llegar a la habitación del hospital, r
Hoy la casa está llena de movimiento y risas, un bullicio alegre que reverbera en las paredes. Camino por la sala, dando instrucciones mientras revisa cada detalle. Los globos están en su lugar, la decoración luce perfecta y las flores frescas llenan el aire con un aroma suave y dulce. Rosa, nuestra querida ama de llaves, me ayuda a poner todo en orden, asegurándose de que cada rincón esté impecable y que los arreglos en las mesas luzcan preciosos.— ¿Dónde está el pastel? —pregunto, recorriendo el lugar con la mirada, aún preocupada de que falte algo.—Ya está en la cocina, niña Valeria —responde Rosa con una sonrisa tranquilizadora—. De verdad, todo está perfecto.Sonrío, aunque mi corazón late rápido con una mezcla de nervios y emoción. Este día es especial, más de lo que las palabras pueden expresar. Todo tiene que salir bien, perfecto, porque hoy celebramos un año de vida de alguien que significa el mundo para mí. Respiro hondo, sintiendo la calidez de ese pensamiento, y mi man
Es un domingo como cualquier otro. Estoy con Valeria en el patio trasero de la casa, ella está leyendo uno de esos libros sobre bebeés que la tiene obsesionada y yo estoy adelantando algo de trabajo. Esta ha sido nuestra dinamica en los pultimos 2 meses desde que su barriga se puso demasiado grande, me he venido a trabajar desde acá, porque no quiero perderme cuándo esté por dar a luz. Veo a mi lado como Valeria lentamente se pone de pie y un pequeño jadeo sale de ella y yo de inmediato la miro. Está parada frente a mí , mirándome con los ojos bien abiertos y con una expresión que mezcla miedo y emoción. —¿Qué ocurre, mocosa? Ella tragando en seco me dice:—Alessandro no vayas a alarmarte... pero creo que acabo de romper fuente.Mis ojos bajan lentamente a sus piernas y veo el liquido saliendo de su vestido.Un instante. Me toma un instante entender lo que acaba de decir. La miro, parpadeo y… el pánico se apodera de mí.—¿Qué?
—Descansan ustedes también en paz, queridos Sres. Fiore... El viento sopla con fuerza entre los árboles, susurrando palabras de despedida mientras las nubes grises se amontonan sobre el cementerio. Valeria Fiore, de apenas quince años, se aferra al último recuerdo tangible de sus padres: dos lápidas recién colocadas frente a ella. Las lágrimas resbalan por sus mejillas mientras susurra una oración desesperada para que vuelvan. A su lado, su tía Emilia observa con impaciencia, un brillo de triunfo en sus ojos oscuros. —Vamos, Valeria—, dice con un tono severo, tirando suavemente de su brazo. —Esto no va a durar para siempre. Ahora tú vienes conmigo. Las cosas serán diferentes a partir de ahora, y tendrás que ganarte tu lugar en mi casa. Valeria asiente con la cabeza, incapaz de encontrar su voz, y se deja arrastrar hacia un futuro incierto, mientras la fría tierra parece querer tragarse su última pizca de esperanza. Cinco años despuésVALERIA Hoy la nieve cae sin pied
AlessandroEl frío de Milán penetra hasta los huesos, un reflejo perfecto del hielo que ha invadido mi corazón estos últimos cinco años. Mientras el auto avanza por el camino que me lleva a la mansión de los Fiore, ese monumento decadente a una familia llena de secretos y traiciones. Mi ira se aviva con cada metro recorrido; el rencor que me ha mantenido vivo desde aquel accidente vuelve a hacer acto de presencia. Mis pensamientos regresan al pasado, a aquella fatídica noche cuando el carro perdió el control. La imagen del auto volcando, los gritos de mi padre, y luego... nada. Oscuridad. Despertar en un hospital, mi cuerpo roto y mi alma aún más. La mansión Fiore se alza ante mí, una reliquia de tiempos mejores, tan desgastada por los años como mi paciencia.Abro la puerta de la mansión sin esperar a que alguien me reciba. Mi presencia aquí ya es bastante incómoda para los Fiore. Emilia aparece en el vestíbulo, su sonrisa es una serpiente que se retuerce con falsa amabilidad.
ValeriaLa mañana se cierne sobre mí con una frialdad implacable. Apenas un débil resplandor atraviesa las cortinas, y Rosa ya está en mi puerta. Me entrega una hoja de papel con una mirada de compasión que apenas puedo soportar.—Tienes que comenzar a atender al señor”, dice, su voz baja, como si compartiera un secreto incómodo.Siento una punzada de ansiedad mientras leo la lista de tareas. Es interminable, un desfile de quehaceres que parece burlarse de mi resistencia. Desde preparar un desayuno digno de un banquete hasta asegurarme de que cada rincón de esta enorme casa esté impecable. Mis ojos recorren la hoja, deteniéndose en cada tarea absurda: limpiar los ventanales que se elevan como gigantes de cristal, planchar la interminable colección de camisas de Alessandro, pulir la plata, ordenar la biblioteca, organizar los papeles en su oficina... La lista continúa sin piedad.El día anterior no había cenado y, con el estómago vacío desde hace más tiempo del que puedo recordar,