Valeria
La vergüenza y la humillación se han entrelazado dentro de mí, al tiempo que el miedo no me ha abandonado desde que entré en mi habitación corriendo.
Él dijo que me castigaría.
Las palabras se repiten en mi mente una y otra vez y puedo sentir como mis ojos se llenan de lágrimas al pensar en todas las veces que mi tía que dijo esas mismas palabras y todo lo que me hacía, todo lo que ellos me hacían.
Un toque en la puerta hace que todo mi cuerpo se tense y me acurruco mucho más bajo las sábanas. No sé qué hora es exactamente pero puedo notar que ha oscurecido. El sonido llega a mi oído nuevamente y en el instante en que la puerta se abre cierro los ojos y hago mi mejor esfuerzo por aparentar que estoy dormida.
Cuando escucho pasos entrando, me doy cuenta que no puede ser Alessandro, sin embargo no abro los ojos.
—Niña tonta, ¿Por qué entraste a su habitación?—La voz de Rosa es baja y casi pesarosa, pero no me fío, así que sigo con los ojos firmemente cerrados.
La mujer deja salir un suspiro y entonces siento su mano posarse en mi cabello y me tenso por completo. Esperando el tirón, el momento en que me golpee, pero no pasa.
Rosa simplemente deja una pequeña caricia, antes de alejarse de mi cama y volver a salir de la habitación, solo entonces me doy cuenta que tengo las mejillas empapadas por las lágrimas que no sé en qué momento han empezado a salir mis ojos.
—¿En qué momento voy a poder ser libre?—susurro, antes de que el sueño me reclame por completo.
La mañana siguiente empezó exactamente igual que la anterior.
Antes de que amaneciera, ya Rosa me estaba tocando la puerta y entregándome la lista de tareas que Alessandro Rossi, mi supuesto prometido, tiene para mí.
No entiendo cómo es que mis padres, que eran tan buenos, pudieron hacer algo asi.
Un matrimonio que la empujó al abismo…
Sin embargo, sé que quejarme no va a ayudarme de nada. Lo mejor que puedo hacer es intentar conseguir agradarle, así sea un poco, a ese hombre y cumplir con la dichosa lista debería servir.
Hoy la lista de tareas parece aún más absurda que la del día anterior. "Limpiar todas las ventanas de la casa", "pulir los pisos del salón", "ordenar los libros de la biblioteca por autor y año de publicación".
Cada tarea es más ridícula que la anterior, pero no puedo permitirme el lujo de dejar nada sin hacer. Aprieto la mandíbula y me lanzo a trabajar, mis manos moviéndose mecánicamente mientras mi mente se llena de recuerdos aterradores de castigos pasados.
El miedo me impulsa a seguir, a pesar de que siento cómo mi cuerpo me grita que me detenga, que tome un respiro. No puedo detenerme.
La palabra "castigo" se repite una y otra vez en mi mente, y cada vez que aparece, el rostro de mi tía y mi prima Clara se materializa delante de mis ojos, llenándome de pánico. Así que sigo trabajando, incluso cuando mis manos arden y sangran de tanto fregar los pisos.
—Valeria, por favor, detente —escucho la voz de Rosa detrás de mí. Me vuelvo hacia ella, mis manos aún empapadas y mi respiración entrecortada.
—No puedo, Rosa —respondo, tratando de sonar más fuerte de lo que me siento—. No puedo arriesgarme a que me castiguen.
Ella me observa con una mezcla de compasión y preocupación.
—Vas a hacerte daño, niña. No te lo permitiré.
Es entonces cuando el sonido del timbre interrumpe nuestra conversación. Segundos después, el repiqueteo de tacones resuena en el pasillo, y veo a una chica del servicio acercarse.
Justo detrás de ella, mi corazón se hunde al ver a Clara, mi prima.
Clara se acerca, su mirada altanera recorriendo cada centímetro de mi agotada figura. Se detiene delante de mí y se ríe.
—Vaya, al parecer hasta tu prometido entiende que no sirves para más que ser una sirvienta —dice con sorna, sus palabras clavándose en mi piel como espinas.
Me levanto lentamente, tratando de mantener la compostura.
—Pe-Pero.. ¿Qué haces aquí, Clara?
—Quería ver cómo te iba con tu nuevo prometido —responde, fingiendo inocencia—. Y, por supuesto, averiguar cuándo será la boda.
Un escalofrío recorre mi espalda. Ni siquiera me atrevo a preguntar sobre eso. De hecho, desde el incidente de la habitación he hecho todo lo posible por no volver a toparme con ese hombre.
Excepto en las mañanas cuándo le digo cada día que el desayuno está listo y él lo desprecia.
—No es de tu incumbencia. De igual manera, no serás invitada.
El rostro de Clara se crispa de rabia, pero rápidamente recupera su sonrisa maliciosa.
—Disculpe, señora, ¿podrías traerme un poco de jugo? —pide dulcemente.
Rosa que se había alejado un poco, intercambia una mirada entre mi prima y yo, antes de finalmente alejarse.
Por poco le pido que no lo haga, pero ¿Qué tan patética me haría ver eso?
Cuando la mujer se aleja, Clara se vuelve hacia mí, su expresión transformándose en una mueca cruel.
Me toma del brazo con fuerza, sus uñas clavándose en mi piel.
—No vuelvas a hablarme así, mosca muerta. No olvides todo lo que puedo hacerte. Si crees que te has escapado de nosotras solo porque vives en otro lugar, estás equivocada.
El dolor se extiende por mi brazo, pero me aguanto. La miro a los ojos, reuniendo el coraje que me queda para preguntar:
—¿Por qué? ¿Por qué me hacen esto si somos familia?
Clara suelta una carcajada, una risa que me estremece.
—Solo te trato como te mereces. Por culpa de tu padre, casi nos quedamos sin nada.
No entiendo a qué se refiere, pero antes de que pueda preguntar, la voz de Alessandro resuena en la sala, cargada de autoridad y haciendo que me encoja por completo en mi lugar.
—¿Qué demonios está pasando aquí?
Pálida, me giro hacia él, tratando de ocultar mi miedo.
—M-mi prima vino a verme.
El rostro de Alessandro se transforma en una máscara de furia.
—¿Acaso te dije que podías recibir visitas?
Siento el miedo crecer en mi interior, amenazando con desbordarse. Antes de que pueda responder, Clara se adelanta, su voz llena de falsa amabilidad.
—Oh, Alessandro, estoy muy apenada, yo solo vine porque Valeria me llamó. Me dijo que quería verme. Que estaba muy aburrida.
Miro a Clara, incrédula ante su mentira, pero sé que cualquier cosa que diga solo empeorará la situación.
—Largo de mi casa—la voz de Alessandro es un rígido bajo y puedo notar que incluso mi prima se siente intimidada cuando se retira.
Las lágrimas amenazan con brotar, pero me las trago, intentando mantener la calma ante la tormenta que sé está a punto de desatarse.
—Y-Yo no… No la llame… Yo no….
—Mentir solo empeora las cosas—me dice y nunca pensé que un hombre en silla de ruedas pudiera ser tan intimidante—Creo que es hora de probar si un castigo te hace recapacitar.
Hola, hola, cariñitos!!! Bienvenid@s a este viaje con Alessandro y Valeria, espero que la historia les guste y le regalen todo su amor. Ya saben que me encanta que comenten y dejen su reseña en el perfil. Sin más que decir, besooooos y nos estamos leyendo!
AlessandroCastigo. Una palabra que ha estado rondando en mi cabeza en los últimos cinco años cada vez que pensaba en la niñata. Ella debía recibir un castigo y lo hará, por supuesto que sí. Mis ojos van a la pequeña figura temblando enfrente mío y nuevamente me obligo a no dejarme engañar por su apariencia débil e inocente. Ella tuvo el descaro de invitar gente a mi casa. De decir que se encuentra aburrida. Al parecer las listas de deberes que le dejo cada día no son suficientemente entretenidas.Pero ya me encargaré de solucionarlo. Lo primero es hacerle ver que su máscara de miedo e inocencia no va a servir conmigo.Son solo apariencias, no es inocente, por supuesto que no lo es. Su familia está podrida y manchada de sangre de inocentes, de la sangre de mi padre. De la mía.—P-Por favor….—me dice y veo como dos lagrimones se resbalan por su piel palida como la porcelana.—No intentes usar tu mascara de niña buena conmigo, te aseguro que no va a funcionar—le digo entonces muevo la
ValeriaEncerrada. Estoy encerrada.Encerrada. Encerrada. Encerrada.Puedo sentir como el aire se va haciendo cada vez más espeso y respirar se vuelve muy difícil, aunque sé que todo está en mi mente, es algo que no puedo controlar.Los recuerdos comienzan a arrastrarme poco a poco y el pánico se arraiga dentro de mi, helandome los huesos y haciendo que mi cuerpo tiemble sin control.Las paredes de la pequeña habitación se cierran sobre mí, y el aire se vuelve denso, sofocante. Cada vez que intento respirar, el oxígeno se siente pesado, como si no llegara a mis pulmones. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, un tamborileo frenético que me recuerda al sonido de los autos chocando, del metal retorciéndose.Estoy encerrada de nuevo.Cierro los ojos y me obligo a no llorar. Pero cuando lo hago, la oscuridad me arrastra de vuelta al pasado, a ese momento que desearía poder olvidar. La lluvia golpea con fuerza los cristales del auto, y el olor a gasolina invade mis sentidos.No puedo mover
AlessandroDos días, ese es el tiempo que llevo en la mansión familiar, pues por petición de mi abuelo todos debimos quedarnos para pasar “Un fin de semana en familia” Lo que se traduce en que ha sido una completa tortura.Ya he llamado a Lorenzo, mi chofer, para que tenga el auto listo. No pienso quedarme un segundo más de lo necesario en este lugar. Mucho menos ahora que la búsqueda de la presidencia en la empresa familiar se ha convertido en un circo completo.No dudo que Lucas ya se sienta ganador pues según él ¿Quién querría casarse y tener hijos con un liciado? Lo que él no sabe es que la prometida ya la tengo, ahora solo debo acelerar los planes.—Alessandro—la voz de mi abuelo me hace girar el rostro hacia dónde él viene caminando con el tanque de oxígeno a su lado.—¡Abuelo! ¿Qué haces de pie? Sabes que tienes que guardar reposo.El viejo pone los ojos en blanco y mueve una mano desdeñosa en mi dirección, como si mis preocupaciones no fueran nada. Cómo si el no acabara de leer
AlessandroEl camino hasta la casa lo siento eterno, tuve que excusarme con el abuelo, lo único bueno es que esto me sirve para aplazar la bendita cena.Sin embargo, mi cabeza no deja de dar vueltas a la llamada de Matteo. ¿Qué demonios es lo que pasó? La mocosa estaba bien cuándo me fui. Entonces la rabia se enciende como siempre que pienso en ella y su cara de fingida inocencia. Seguramente hizo un show fingiendo que estar enferma y Rosa y Matteo cayeron en sus mentiras.No puedo creer que una mujer adulta y un hombre de negocios se hayan dejado manipular por una chiquilla de veinte años.Finalmente la entrada a la mansión aparece iluminada enfrente mío y efectivamente noto el auto de Matteo y el del doctor Leonardo parqueados en la entrada, lo que hace que mi humor se oscurezca mucho más.Esa niña no sabe lo mucho que le voy a hacer pagar el m4ldito circo que ha montado. Ahora, más que nunca, odio estar fingiendo no poder caminar, porque quiero correr hasta dentro de la casa y en
ValeriaLo he arruinado. Nadie tiene que decirmelo para ser consciente de ello. Pude ver la rabia brillando en los ojos de Alessandro y ese simple recuerdo me hace temblar. Odio mi condición, la claustrofobia es mi mayor enemiga y cada vez que tengo un ataque, es como si me convirtiera nuevamente en esa niña de 15 años que se quedó encerrada en el auto viendo morir a sus padres.Por eso en estos dos días simplemente no pude soportarlo…Cada día que pasa me sigo preguntando qué fue lo que pude hacer para que este hombre me odie tanto, cómo pude pensar en algún momento que sería mi salvación de las garras de mi tía. Parece que únicamente pasé de un verdugo a otro, pues por miui atractivo que sea este hombre no deja ser cruel.La espera se me hace eterna dentro de la habitación y me siento tentada a salir y tratar de escuchar algo, pero eso podría acarrear un nuevo castigo. Si mi tía supiera lo que hago no dudaría en castigarme… Niego con la cabeza y trato de recordarme que ella ya no
AlessandroLas cosas acaban de dar un giro que sinceramente no esperaba.Para empezar, en mis planes no estaba casarme verdaderamente con la mocosa, pensaba utilizar el contrato que hubo entre nuestros padres que acredita la unión y así tenerla a mi merced cuánto tiempo quisiera.Sin embargo, el testamento en vida de mi abuelo me obliga a modificar mis planes y temo que voy a tener que casarme con la Fiore, al menos hasta que mi abuelo me declare como ganador de la presidencia, ya después veré qué hago con ella, al menos así va a servir para algo.Y aunque tengo todo claro y sé que es exactamente lo que tengo que hacer, soy un hombre al que no le gustan las sorpresas, por eso todo este tema de la condición de salud de la mocosa me tiene enojado.Para empezar no sabía de su m4ldita claustrofobia y para terminar ¿Cómo demonios iba a saber que tenía anemia? Ella es una irresponsable, al menos pudo haber advertido de lo que tenía.Un gruñido sale de mí pues siento que me estoy perdiendo mu
ValeriaUna novia enamorada. Por un instante creo que he escuchado mal, pero solo tengo que ver el rostro serio de Alessandro para saber que no es así.Tengo que tragar en seco y alejar la mirada de esos ojos oscuros y penetrantes que me ponen nerviosa. Antes, cuándo le pregunté por qué me odiaba en verdad no lo entendía, pero luego de lo que me dijo, de la forma en que hablo de nuestros padres y nuestro destino, creo que lo entiendo.Él me odia porque está obligado a casarse conmigo. No soy lo que quería, no soy suficiente. Nunca lo he sido.—Yo… Yo no lo entiendo—digo finalmente y me pongo nerviosa al ver cómo el ceño de Alessandro se frunce al oírme.—¿Qué es lo que no entiendes? Solo tienes que fingir que me quieres, ya nos pondremos de acuerdo con la historia, no podemos ir por ahí diciendo que nos une un contrato.Fingir que lo quiero… Las palabras hacen que un escalofrío me recorra el cuerpo. Nunca antes he tenido un acercamiento con un hombre y ahora significa que debo fingir
AlessandroLa pregunta de la mocosa consigue desestabilizarme y dejarme la cabeza hecha un lío y eso es algo que no me gusta para nada.Nunca, en ninguno de los escenarios, me plantee la alternativa de que ella se acordara de mi, pues no fueron más de cinco veces las ocasiones en las que nos vimos, principalmente cuándo había algún banquete de negocios y a todas estas ella no era más que una niña.Una niña que solía seguirme a todas partes, que me miraba con grandes ojos verdes y soñadores y aseguraba que algún día sería mi esposa.Ahora mismo parece casi irónico mirar al pasado, pues no queda rastro de la niña que ella era ni del muchacho que fui yo.En la actualidad somos dos desconocidos viviendo bajo el mismo techo, ella tratando de sobrevivir y yo haciendo lo posible por destruirla.Dejando salir un gruñido frustrado termino por alejarme de la computadora y frotarme el rostro con desespero.Este día ha sido todo menos productivo.Al morir mi padre heredé su empresa automovilística