5- Castigo

Valeria

La vergüenza y la humillación se han entrelazado dentro de mí, al tiempo que el miedo no me ha abandonado desde que entré en mi habitación corriendo.

Él dijo que me castigaría.

Las palabras se repiten en mi mente una y otra vez y puedo sentir como mis ojos se llenan de lágrimas al pensar en todas las veces que mi tía que dijo esas mismas palabras y todo lo que me hacía, todo lo que ellos me hacían.

Un toque en la puerta hace que todo mi cuerpo se tense y me acurruco mucho más bajo las sábanas. No sé qué hora es exactamente pero puedo notar que ha oscurecido. El sonido llega a mi oído nuevamente y en el instante en que la puerta se abre cierro los ojos y hago mi mejor esfuerzo por aparentar que estoy dormida.

Cuando escucho pasos entrando, me doy cuenta que no puede ser Alessandro, sin embargo no abro los ojos.

—Niña tonta, ¿Por qué entraste a su habitación?—La voz de Rosa es baja y casi pesarosa, pero no me fío, así que sigo con los ojos firmemente cerrados.

La mujer deja salir un suspiro y entonces siento su mano posarse en mi cabello y me tenso por completo. Esperando el tirón, el momento en que me golpee, pero no pasa.

Rosa simplemente deja una pequeña caricia, antes de alejarse de mi cama y volver a salir de la habitación, solo entonces me doy cuenta que tengo las mejillas empapadas por las lágrimas que no sé en qué momento han empezado a salir mis ojos.

—¿En qué momento voy a poder ser libre?—susurro, antes de que el sueño me reclame por completo.

La mañana siguiente empezó exactamente igual que la anterior. 

Antes de que amaneciera, ya Rosa me estaba tocando la puerta y entregándome la lista de tareas que Alessandro Rossi, mi supuesto prometido, tiene para mí. 

No entiendo cómo es que mis padres, que eran tan buenos, pudieron hacer algo asi.

Un matrimonio que la empujó al abismo… 

Sin embargo, sé que quejarme no va a ayudarme de nada. Lo mejor que puedo hacer es intentar conseguir agradarle, así sea un poco, a ese hombre y  cumplir con la dichosa lista debería servir.

Hoy la lista de tareas parece aún más absurda que la del día anterior. "Limpiar todas las ventanas de la casa", "pulir los pisos del salón", "ordenar los libros de la biblioteca por autor y año de publicación". 

Cada tarea es más ridícula que la anterior, pero no puedo permitirme el lujo de dejar nada sin hacer. Aprieto la mandíbula y me lanzo a trabajar, mis manos moviéndose mecánicamente mientras mi mente se llena de recuerdos aterradores de castigos pasados.

El miedo me impulsa a seguir, a pesar de que siento cómo mi cuerpo me grita que me detenga, que tome un respiro. No puedo detenerme. 

La palabra "castigo" se repite una y otra vez en mi mente, y cada vez que aparece, el rostro de mi tía y mi prima Clara se materializa delante de mis ojos, llenándome de pánico. Así que sigo trabajando, incluso cuando mis manos arden y sangran de tanto fregar los pisos.

—Valeria, por favor, detente —escucho la voz de Rosa detrás de mí. Me vuelvo hacia ella, mis manos aún empapadas y mi respiración entrecortada.

—No puedo, Rosa —respondo, tratando de sonar más fuerte de lo que me siento—. No puedo arriesgarme a que me castiguen.

Ella me observa con una mezcla de compasión y preocupación.

 —Vas a hacerte daño, niña. No te lo permitiré.

Es entonces cuando el sonido del timbre interrumpe nuestra conversación. Segundos después, el repiqueteo de tacones resuena en el pasillo, y veo a una chica del servicio acercarse. 

Justo detrás de ella, mi corazón se hunde al ver a Clara, mi prima.

Clara se acerca, su mirada altanera recorriendo cada centímetro de mi agotada figura. Se detiene delante de mí y se ríe.

—Vaya, al parecer hasta tu prometido entiende que no sirves para más que ser una sirvienta —dice con sorna, sus palabras clavándose en mi piel como espinas.

Me levanto lentamente, tratando de mantener la compostura. 

—Pe-Pero.. ¿Qué haces aquí, Clara?

—Quería ver cómo te iba con tu nuevo prometido —responde, fingiendo inocencia—. Y, por supuesto, averiguar cuándo será la boda.

Un escalofrío recorre mi espalda. Ni siquiera me atrevo a preguntar sobre eso. De hecho, desde el incidente de la habitación he hecho todo lo posible por no volver a toparme con ese hombre. 

Excepto en las mañanas cuándo le digo cada día que el desayuno está listo y él lo desprecia.

 —No es de tu incumbencia. De igual manera, no serás invitada.

El rostro de Clara se crispa de rabia, pero rápidamente recupera su sonrisa maliciosa. 

—Disculpe, señora, ¿podrías traerme un poco de jugo? —pide dulcemente.

Rosa que se había alejado un poco, intercambia una mirada entre mi prima y yo, antes de finalmente alejarse.

Por poco le pido que no lo haga, pero ¿Qué tan patética me haría ver eso?

Cuando la mujer se aleja, Clara se vuelve hacia mí, su expresión transformándose en una mueca cruel.

Me toma del brazo con fuerza, sus uñas clavándose en mi piel. 

—No vuelvas a hablarme así, mosca muerta. No olvides todo lo que puedo hacerte. Si crees que te has escapado de nosotras solo porque vives en otro lugar, estás equivocada.

El dolor se extiende por mi brazo, pero me aguanto. La miro a los ojos, reuniendo el coraje que me queda para preguntar: 

—¿Por qué? ¿Por qué me hacen esto si somos familia?

Clara suelta una carcajada, una risa que me estremece. 

—Solo te trato como te mereces. Por culpa de tu padre, casi nos quedamos sin nada.

No entiendo a qué se refiere, pero antes de que pueda preguntar, la voz de Alessandro resuena en la sala, cargada de autoridad y haciendo que me encoja por completo en mi lugar.

—¿Qué demonios está pasando aquí?

Pálida, me giro hacia él, tratando de ocultar mi miedo. 

—M-mi prima vino a verme.

El rostro de Alessandro se transforma en una máscara de furia.

 —¿Acaso te dije que podías recibir visitas?

Siento el miedo crecer en mi interior, amenazando con desbordarse. Antes de que pueda responder, Clara se adelanta, su voz llena de falsa amabilidad.

—Oh, Alessandro,  estoy muy apenada, yo solo vine porque Valeria me llamó. Me dijo que quería verme. Que estaba muy aburrida.

Miro a Clara, incrédula ante su mentira, pero sé que cualquier cosa que diga solo empeorará la situación.

—Largo de mi casa—la voz de Alessandro es un rígido bajo y puedo notar que incluso mi prima se siente intimidada cuando se retira.

Las lágrimas amenazan con brotar, pero me las trago, intentando mantener la calma ante la tormenta que sé está a punto de desatarse.

—Y-Yo no… No la llame… Yo no….

—Mentir solo empeora las cosas—me dice y nunca pensé que un hombre en silla de ruedas pudiera ser tan intimidante—Creo que es hora de probar si un castigo te hace recapacitar.

Lizzy Bennet

Hola, hola, cariñitos!!! Bienvenid@s a este viaje con Alessandro y Valeria, espero que la historia les guste y le regalen todo su amor. Ya saben que me encanta que comenten y dejen su reseña en el perfil. Sin más que decir, besooooos y nos estamos leyendo!

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