El día comienza con una sensación de irritación que se arrastra desde el momento en que abro los ojos.
La luz del sol se filtra por las cortinas pesadas de mi habitación, y el recuerdo de la presencia de Valeria Fiore en mi casa me consume de ira.
Todo en mí se tensa al pensar en la mocosa que he tenido que aceptar en mi vida. Aunque nuestra relación está anclada en el deber y en un deseo de venganza, la idea de su mera existencia bajo el mismo techo es suficiente para ponerme de mal humor.
Sin embargo, solo imaginar la satisfacción que voy a sentir al cobrar mi venganza día tras día me ayuda a aliviar el malestar.
Mientras salgo de la casa dando un portazo detrás de mí, no puedo evitar evocar el momento en que ella me dijo, casi tímidamente, que había preparado el desayuno.
¿De verdad pensaba que yo, Alessandro Rossi, iba a sentarme a comer con ella?
La única razón por el cuál agregué el desayuno en la lista de deberes es para recalcar cuál va a ser su lugar en mi casa. Quiero que cada día que pase se de cuenta que los privilegios que pudo haber tenido con su tía y sus padres se han acabado.
Sin embargo, la mente me traiciona y nuevamente tra e a mi la imagen de ella pareciendo un ratón asustado mientras me invitaba a ir a desayunar.
¿Qué pretende con eso? ¿Agradarme?
Como si eso fuera a cambiar algo.
Mientras atravieso la ciudad en el auto, mi mal humor se va acumulando, casi como una tormenta que amenaza con desatar.
En la oficina, cada persona que se cruza en mi camino recibe un fragmento de mi enfado y por poco arroyo a más de un indiscreto con la silla de ruedas.
Algunos empleados parecen querer hacerse invisibles, otros simplemente se apartan sin atreverse a mirarme.
Mi mejor amigo, Matteo, me observa desde su escritorio cuando entro en mi oficina.
Su expresión es de curiosidad mezclada con paciencia. Se levanta y me sigue hasta dentro.
—¿Qué pasa contigo hoy?— me dice, cerrando la puerta detrás de él.
Cómo respuesta solo dejo salir un bufido antes de sentarme en mi silla y empezar a revisar todos los pendientes. Lo cierto es que ni yo mismo se bien de donde viene todo el mal genio.
—Oh, ahora vas a ignorarme—dice—Su tono es juguetón, y levanta una ceja, como siempre lo hace cuando intenta que me relaje. —Pensé que estarías de mejor humor ahora que tienes en tus garras a la chica Fiore de la que estás tan obsesionado.
—¡No estoy obsesionado!—, replico con más vehemencia de la que pretendía, golpeando mi escritorio con la mano. —Esto se llama venganza, Matteo. Por culpa de su familia, yo perdí a mis padres y quedé lisiado.
Matteo suspira y sacude la cabeza. Siempre ha sido la voz de la razón, aunque yo no siempre quiera escucharla. En especial cuándo se trata de mi venganza, llevo cinco años esperando para poder llevarla a cabo y en todo ese tiempo Matteo siempre trato de persuadirme.
Nunca pudo.
—La venganza no va a traerlos de vuelta, Alessandro. Y la chica… Valeria no tiene culpa de nada. Ella también perdió a sus padres.
Sus palabras hacen que termine de explotar por completo. No pienso compadecerme de esa niña mimada.
—¡Ellos lo merecían!,— espeto, mis palabras afiladas como dagas. —Querían matarme a mí y a mis padres. Lo que les pasó fue el karma y a ella por haber sobrevivido le ha tocado pagar los errores de sus progenitores.
Matteo me observa, sus ojos buscando alguna chispa de la persona que solía ser antes de que todo esto sucediera. Pero yo ya no soy ese hombre, y lo sabe.
—Es solo una chiquilla, era una niña cuándo pasó Alessandro. ´¿No puedes verlo?
—Ahora ya no es una niña, por eso espere a que el tiempo pasara y además no me he inventado lo del contrato, su padre me la puso en bandeja de plata.—le digo tratando de defender mi postura, pero él solo me mira.
Intento seguir trabajando, pero aunque no piense admitirlo, su silencio me molesta más que cualquier argumento. Me doy vuelta en la silla, dejando que el peso de su desaprobación se asiente sobre mí.
Durante el resto de la mañana, trato de concentrarme en el trabajo, pero mi mente regresa una y otra vez a Valeria.
La imagen de su rostro, sus ojos grandes y sorprendidos al ver la casa, su voz temblorosa cuando intenta explicarse, todo se mezcla con mis pensamientos de venganza. Ella parece tan inocente, tan mimada, y no puedo evitar sentir una satisfacción oscura al imaginarme enseñándole lo que significa empezar desde abajo.
Poco después del mediodía, justo cuándo estoy pensando en hacer una pausa para ir a tomar algo, una alarma parpadea en mi computadora. Los sensores de movimiento de mi habitación se han activado.
Abro el video de la cámara de vigilancia y ahí está ella, revolviendo entre mis cosas, seguramente buscando cualquier cosa para usarla en mi contra. La furia se enciende de nuevo, un fuego que arde con más fuerza que antes. No puedo tolerar su invasión.
Vas a llevarte tu primer castigo, niña mimada.
Sin pensarlo dos veces, muevo mi silla de ruedas y salgo de la oficina como un rayo.
—Alessandro, venía a traerte….—La voz de Matteo se pierde mientras sigo de largo.
—Mañana, ahora tengo que ajustar una situación—le digo sin voltearme, antes de subir al ascensor que me llevara al parqueadero.
Cuando los guardaespaldas me ven les doy la orden de ir a la mansión y asi lo hacen, mi determinación creciendo con cada segundo. Cuando llego me dirijo directo a la pared lateral de la mansión y tomo el ascensor privado que me lleva directamente a mi habitación, y al entrar, me encuentro a Valeria con las manos en la masa.
Ella al sentir que se abre la puerta se gira hacia mí, sorprendida. Su cara de niña inocente asustada solo me cabrea más, por lo que termino explotando.
—¿¡Qué demonios haces en mi habitación!?— grito, mi voz resonando con una autoridad que ni siquiera reconozco.
—Yo… yo solo estaba limpiando un poco, yo…
—¿¡ACASO TE DI PERMISO DE ENTRAR!? En mi casa quién no obedece es castigado.
Ella se asusta, probablemente por haber sido descubierta, entonces muevo la silla hacia ella para hacerla salir de la habitación, y eso solo hace que un jadeo aterrado se le escape y la veo negar repetidamente con la cabeza y levantar ambas manos para cubrirse el rostro mentiras retrocede.
Por un instante el gesto me deja confundido, pero antes de que pueda procesar algo sus pies se enredan. Antes de que pueda detenerla, cae hacia adelante, aterrizando justo sobre mí.
El impacto es inesperado y, por un momento la cercanía me desconcierta. Sus mejillas están sonrojadas, y sus ojos están derramando lágrimas silenciosas mientras que su cuerpo entero tiembla.
Ni siquiera le he ecchi algo y ya parece que está aterrada, pienso y no evitar pensar en lo ridícula que es.
—Lo siento—, murmura, su voz temblando, y es entonces cuando me doy cuenta de que la he dejado demasiado cerca.
Sin pensarlo dos veces la empujo lejos de mí, con una brusquedad que la hace caer al suelo.
—Nunca vuelvas a poner un pie en mi habitación—, le digo, con la frialdad que espero mantenga mi resolución intacta.
Ella asiente, sus ojos llenos de un dolor que casi me hace dudar. Pero no puedo permitirme el lujo de flaquear ahora. No cuando estoy tan cerca de cumplir con mi venganza. Mientras se levanta y sale de la habitación, sé que este es solo el comienzo de lo que planeo hacer.
Y por mucho que ella pueda parecer una víctima, en mi mente sigue siendo el símbolo de todo lo que he perdido.
—Tú infierno personal apenas está por llegar.
ValeriaLa vergüenza y la humillación se han entrelazado dentro de mí, al tiempo que el miedo no me ha abandonado desde que entré en mi habitación corriendo.Él dijo que me castigaría.Las palabras se repiten en mi mente una y otra vez y puedo sentir como mis ojos se llenan de lágrimas al pensar en todas las veces que mi tía que dijo esas mismas palabras y todo lo que me hacía, todo lo que ellos me hacían.Un toque en la puerta hace que todo mi cuerpo se tense y me acurruco mucho más bajo las sábanas. No sé qué hora es exactamente pero puedo notar que ha oscurecido. El sonido llega a mi oído nuevamente y en el instante en que la puerta se abre cierro los ojos y hago mi mejor esfuerzo por aparentar que estoy dormida.Cuando escucho pasos entrando, me doy cuenta que no puede ser Alessandro, sin embargo no abro los ojos.—Niña tonta, ¿Por qué entraste a su habitación?—La voz de Rosa es baja y casi pesarosa, pero no me fío, así que sigo con los ojos firmemente cerrados.La mujer deja salir
AlessandroCastigo. Una palabra que ha estado rondando en mi cabeza en los últimos cinco años cada vez que pensaba en la niñata. Ella debía recibir un castigo y lo hará, por supuesto que sí. Mis ojos van a la pequeña figura temblando enfrente mío y nuevamente me obligo a no dejarme engañar por su apariencia débil e inocente. Ella tuvo el descaro de invitar gente a mi casa. De decir que se encuentra aburrida. Al parecer las listas de deberes que le dejo cada día no son suficientemente entretenidas.Pero ya me encargaré de solucionarlo. Lo primero es hacerle ver que su máscara de miedo e inocencia no va a servir conmigo.Son solo apariencias, no es inocente, por supuesto que no lo es. Su familia está podrida y manchada de sangre de inocentes, de la sangre de mi padre. De la mía.—P-Por favor….—me dice y veo como dos lagrimones se resbalan por su piel palida como la porcelana.—No intentes usar tu mascara de niña buena conmigo, te aseguro que no va a funcionar—le digo entonces muevo la
ValeriaEncerrada. Estoy encerrada.Encerrada. Encerrada. Encerrada.Puedo sentir como el aire se va haciendo cada vez más espeso y respirar se vuelve muy difícil, aunque sé que todo está en mi mente, es algo que no puedo controlar.Los recuerdos comienzan a arrastrarme poco a poco y el pánico se arraiga dentro de mi, helandome los huesos y haciendo que mi cuerpo tiemble sin control.Las paredes de la pequeña habitación se cierran sobre mí, y el aire se vuelve denso, sofocante. Cada vez que intento respirar, el oxígeno se siente pesado, como si no llegara a mis pulmones. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, un tamborileo frenético que me recuerda al sonido de los autos chocando, del metal retorciéndose.Estoy encerrada de nuevo.Cierro los ojos y me obligo a no llorar. Pero cuando lo hago, la oscuridad me arrastra de vuelta al pasado, a ese momento que desearía poder olvidar. La lluvia golpea con fuerza los cristales del auto, y el olor a gasolina invade mis sentidos.No puedo mover
AlessandroDos días, ese es el tiempo que llevo en la mansión familiar, pues por petición de mi abuelo todos debimos quedarnos para pasar “Un fin de semana en familia” Lo que se traduce en que ha sido una completa tortura.Ya he llamado a Lorenzo, mi chofer, para que tenga el auto listo. No pienso quedarme un segundo más de lo necesario en este lugar. Mucho menos ahora que la búsqueda de la presidencia en la empresa familiar se ha convertido en un circo completo.No dudo que Lucas ya se sienta ganador pues según él ¿Quién querría casarse y tener hijos con un liciado? Lo que él no sabe es que la prometida ya la tengo, ahora solo debo acelerar los planes.—Alessandro—la voz de mi abuelo me hace girar el rostro hacia dónde él viene caminando con el tanque de oxígeno a su lado.—¡Abuelo! ¿Qué haces de pie? Sabes que tienes que guardar reposo.El viejo pone los ojos en blanco y mueve una mano desdeñosa en mi dirección, como si mis preocupaciones no fueran nada. Cómo si el no acabara de leer
AlessandroEl camino hasta la casa lo siento eterno, tuve que excusarme con el abuelo, lo único bueno es que esto me sirve para aplazar la bendita cena.Sin embargo, mi cabeza no deja de dar vueltas a la llamada de Matteo. ¿Qué demonios es lo que pasó? La mocosa estaba bien cuándo me fui. Entonces la rabia se enciende como siempre que pienso en ella y su cara de fingida inocencia. Seguramente hizo un show fingiendo que estar enferma y Rosa y Matteo cayeron en sus mentiras.No puedo creer que una mujer adulta y un hombre de negocios se hayan dejado manipular por una chiquilla de veinte años.Finalmente la entrada a la mansión aparece iluminada enfrente mío y efectivamente noto el auto de Matteo y el del doctor Leonardo parqueados en la entrada, lo que hace que mi humor se oscurezca mucho más.Esa niña no sabe lo mucho que le voy a hacer pagar el m4ldito circo que ha montado. Ahora, más que nunca, odio estar fingiendo no poder caminar, porque quiero correr hasta dentro de la casa y en
ValeriaLo he arruinado. Nadie tiene que decirmelo para ser consciente de ello. Pude ver la rabia brillando en los ojos de Alessandro y ese simple recuerdo me hace temblar. Odio mi condición, la claustrofobia es mi mayor enemiga y cada vez que tengo un ataque, es como si me convirtiera nuevamente en esa niña de 15 años que se quedó encerrada en el auto viendo morir a sus padres.Por eso en estos dos días simplemente no pude soportarlo…Cada día que pasa me sigo preguntando qué fue lo que pude hacer para que este hombre me odie tanto, cómo pude pensar en algún momento que sería mi salvación de las garras de mi tía. Parece que únicamente pasé de un verdugo a otro, pues por miui atractivo que sea este hombre no deja ser cruel.La espera se me hace eterna dentro de la habitación y me siento tentada a salir y tratar de escuchar algo, pero eso podría acarrear un nuevo castigo. Si mi tía supiera lo que hago no dudaría en castigarme… Niego con la cabeza y trato de recordarme que ella ya no
AlessandroLas cosas acaban de dar un giro que sinceramente no esperaba.Para empezar, en mis planes no estaba casarme verdaderamente con la mocosa, pensaba utilizar el contrato que hubo entre nuestros padres que acredita la unión y así tenerla a mi merced cuánto tiempo quisiera.Sin embargo, el testamento en vida de mi abuelo me obliga a modificar mis planes y temo que voy a tener que casarme con la Fiore, al menos hasta que mi abuelo me declare como ganador de la presidencia, ya después veré qué hago con ella, al menos así va a servir para algo.Y aunque tengo todo claro y sé que es exactamente lo que tengo que hacer, soy un hombre al que no le gustan las sorpresas, por eso todo este tema de la condición de salud de la mocosa me tiene enojado.Para empezar no sabía de su m4ldita claustrofobia y para terminar ¿Cómo demonios iba a saber que tenía anemia? Ella es una irresponsable, al menos pudo haber advertido de lo que tenía.Un gruñido sale de mí pues siento que me estoy perdiendo mu
ValeriaUna novia enamorada. Por un instante creo que he escuchado mal, pero solo tengo que ver el rostro serio de Alessandro para saber que no es así.Tengo que tragar en seco y alejar la mirada de esos ojos oscuros y penetrantes que me ponen nerviosa. Antes, cuándo le pregunté por qué me odiaba en verdad no lo entendía, pero luego de lo que me dijo, de la forma en que hablo de nuestros padres y nuestro destino, creo que lo entiendo.Él me odia porque está obligado a casarse conmigo. No soy lo que quería, no soy suficiente. Nunca lo he sido.—Yo… Yo no lo entiendo—digo finalmente y me pongo nerviosa al ver cómo el ceño de Alessandro se frunce al oírme.—¿Qué es lo que no entiendes? Solo tienes que fingir que me quieres, ya nos pondremos de acuerdo con la historia, no podemos ir por ahí diciendo que nos une un contrato.Fingir que lo quiero… Las palabras hacen que un escalofrío me recorra el cuerpo. Nunca antes he tenido un acercamiento con un hombre y ahora significa que debo fingir