“Es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto.”
Proverbio chino
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Ocho meses atrás…
Blake
Salíamos Christian y yo de una cena benéfica. Su mano apretó mi brazo más de lo normal mientras nos guio al auto en el estacionamiento. Abrió la puerta y me dejó deslizarme con tiempo a mi asiento. Azotó la puerta al cerrarla y eso me hizo encogerme de hombros.
Subió y encendió el auto apresurado.
— ¿Qué es lo que pasa? — pregunté nerviosa y demasiado extrañada, había regresado de los servicios algo diferente.
No contestó, ni dirigió su mirada hacia a mí, su perfil estaba concentrado en la carretera y al tráfico. Su mandíbula estaba tensa y podía observar como sus dientes los apretaba.
¿Qué es lo que estaba pasando? Y precisamente esta noche escogí para hablar con él, había admitido que mis sentimientos por él eran fuertes, genuinos y le diría la verdad. No podía continuar con él, si no era sincera. Lo amaba intensamente. Los nervios afloraron en mi estómago el solo pensarlo.
La lluvia se desató en segundos. Encendió el parabrisas y me quedé fija como se movían de un lado a otro. Volvería a preguntarle el porqué de su actitud… pero le daría tiempo. ¿Eso es lo que hace cuándo uno está enamorado? Suspiré por lo bajo.
El auto se detuvo en la acera en algún lugar de Madrid.
— ¿Desde cuándo finges esto…? —nos señaló a ambos con el dedo índice. El corazón se aceleró como nunca lo había hecho. Me volví a él con mi rostro cargado de confusión.
— ¿De qué hablas? — pregunté.
Soltó contra el volante un golpe fuerte y cargado de ira, me quedé congelada.
—Voy a volver a preguntar Blake, ¿Desde cuándo finges ESTO? — lo exigió.
El corazón latía a gran velocidad amenazando con salirse de mi pecho. ¡Esto no estaba pasando!
—No entiendo por qué dic…—Error. Su mano se fue a mi nuca y de un movimiento me atrajo hasta quedar frente a frente. Pude ver dolor, ira y decepción en sus ojos grises, su labio inferior tembló.
¡Mierda! ¡Mierda! el silencio reino por más segundos. Estaba debatiéndome en fingir que no sabía nada, aunque ya podía asegurar con certeza que sabe quién soy y cual era mi propósito, lo cual me pondría en desventaja… o decirle la verdad con la noticia extra de que mis sentimientos eran sinceros al final. Que estos ocho meses, estaba locamente enamorada de él.
Me separé bruscamente de su agarre. Y miré al frente. Me daba vergüenza mirarlo.
—Trabajo para George Frederc desde hace cinco años, —no podía creer lo que estaba haciendo, finalmente la verdad estaba saliendo de mis labios—…seducía a los peces gordos de negocios, para que él pudiera arrebatarle los contratos de oro. Este era mi último trabajo, seducirte… —cerré los ojos con fuerza, como si con ello fuese a desaparecer. Mis manos sudaban—…seducirte para quitarte del negocio de los españoles. Pero…—bajé la mirada y miré mis manos sobre mi regazo—… todo cambió.
Carcajeó irónico tomándome por sorpresa.
— ¿Cambió? ¡Por Dios! ¡Te he…! —no terminó su frase y dio otro golpe al volante, más furioso.
Cerró sus ojos y los apretó con fuerza, su rostro estaba enrojeciéndose. Tomó aire para tranquilizarse. Los abrió con determinación…
Y eso me dio un escalofrío.
No entendía a las mujeres que se enamoraban. Las cosas que hacían por amor. Era nueva en el tema. Y no sabía cómo arreglar esto. Tenía que haber una maldita forma.
—Mis sentimientos por ti… son verdaderos—al fin lo dije. Esas palabras que estaban atoradas en mi garganta y al fin las saqué a la luz.
— ¡BAJA DEL AUTO! —gritó furioso.
¿Qué?
—Christian…—apenas dije cuando volvió a gritar.
— ¡BAJA DEL PUTO AUTO! —negué repetidamente llena de pánico. Bajó del auto, a pesar de la lluvia. Lo rodeó y abrió mi puerta, se inclinó para tomar fuerte mi brazo bruscamente.
— ¡Christian! —grité conmocionada. Las lágrimas se perdían con la fría lluvia que en segundos me empapó el vestido de noche, mis labios temblaron, azotó la puerta al cerrarla.
Antes de rodear el auto de regreso, se volvió a mí.
— ¡TE ABRÍ MI CORAZÓN, MALDITA SEA! ¡CONOCISTE A MI FAMILIA! ¡INCLUSIVE TENÍA LA ESPERANZA DE…! —se interrumpió así mismo. —…TE HABÍA ENTREGADO TODO, ME HICISTE TOCAR EL CIELO CUANDO EN REALIDAD, ERA EL MISMO INFIERNO AL QUE ME ESTABAS LLEVANDO…—me señaló con el dedo índice. — ¡ME HAS DESTRUIDO, HARPER! ¡BUEN TRABAJO, YA PUEDES COBRARLO!
Comencé a llorar con fuerza, intenté acercarme a él, pero él levantó la mirada y extendió su mano para que no avanzara.
— ¡Por favor! ¡Tienes que escuchar todo! —grité al ver que se giraba para subirse al auto.
Subió al Bentley y arrancó. Mi mirada siguió el auto hasta que se perdió en el tráfico.
Christian Haggard, se llevaba mi corazón.
Dos horas después, con zapatillas en mano y con el vestido alzado para no tropezar, y eso incluía que estaba escurriendo, llegué al hotel. El gerente inmediatamente me auxilió y al intentar preguntar si Christian había regresado, se adelantó, me informó que se había marchado con maleta y su escolta de seguridad y que había dejado pagado por una noche más. El corazón se me encogió, y no pude disimular que no me dolía.
Subí a la suite presidencial, al entrar, pude ver mi maleta hecha a un lado de la entrada. Estaba todo oscuro, encendí el interruptor y alumbró casi todo el piso. Pude ver vidrios hechos añicos en el suelo de mármol. Y sin darme cuenta, estaba recargada en la puerta y deslizándome hasta caer sobre mis pies. Comencé de nuevo a llorar y a maldecir lo cobarde que fui al no parar esto.
Sonó el teléfono en la habitación y sin pensarlo corrí hacia su búsqueda, la leve esperanza de que fuera Christian diciéndome que podíamos hablar…
— ¿Christian? —pregunté rápido.
—No, ¿Creías que todo sería de color rosa y te iba a perdonar? —la voz de George.
— ¡Eres un maldito! —grité furiosa.
—Eso lo sabías ¿No? Los españoles le han cancelado la junta a tu querido Christian, así que mañana cierro yo mismo el negocio—podía imaginar su maldita sonrisa de triunfo.
¡Era un maldito!
Pero si mi infierno sería no tener el perdón de Christian, George tendría el suyo…
Haría de su vida un infierno.
ChristianHabía pasado por varias cosas en mi vida. El temor de perder la empresa que me ha costado levantar y otra de ellas… enamorarme. Observaba como mis amistades y otras personas sufrían por eso. Me protegí de no salir lastimado. El día que llegase ese momento, no sé qué pasaría. Sería mi destrucción sin duda alguna. Por eso, me enfocaba a lo que realmente valía la pena: Mi trabajo y mi familia.—Señor Haggard, acabo de enviar la nueva información con la empresa española. ¿Quiere que lo revisemos a profundidad? —Julia siempre tan eficiente, pero era fin de semana y ya merecíamos descanso. Toda la semana estuvimos desvelándonos para dejar listo varios contratos para los nuevos clientes. Pero había uno en especial que me importaba demasiado, sería expandirnos rápidamente por todo
BlakeMe escabullí entre los invitados, buscando los servicios, pasó un mesero y le pregunté, con rapidez, fui hacia el largo pasillo en busca de ellos. Tenía un calor que casi podía provocar una combustión espontánea, empujé la puerta para poder entrar, estaba saliendo dos mujeres entre risas, las esquivé y entré a un cubículo. El vibrador de mi móvil me distrajo de mi momento.“El señor Haggard va hacia a ti”Abro mis ojos un poco más. No necesitaba que viniera, esto no estaba en el plan, cierro los ojos e intento controlarme. Se escuchó la puerta abrirse y luego cerrarse, luego el clic del seguro. Mi corazón podía escucharlo galopando frenéticamente. Pongo en silencio el móvil y finjo tener una conversación:—Sí, he dicho que hemos terminado,
BlakeHabía pasado dos días de esa llamada de la noche del cumpleaños de Christian Haggard. Estaba en mi escritorio, ordenaba una lista de archivos que tenía que entregar en una hora a George. La noche esa no podía dormir, era extraño la forma en la que aparecía en mi mente con solo cerrar los ojos. Este trabajo con George, era de 8 meses, en ese tiempo tenía que lograr que Christian no firmara el nuevo proyecto de los españoles. Así George tomaría el contrato, se llenaría de dinero y recuperaría los millones que ha perdido estos dos años.Christian Haggard, es mi último trabajo. Solo evitaría que firmara con ellos, finiquitaría mi puesto de asistente, el contrato de trabajo que me ligaba forzosamente con George y finalmente tendría las riendas de mi propia vida. Italia era mi destino. El pago de mis ganancia
BlakeManejo un poco desorientada, había cruzado la autopista incorrecta, hasta llegar a las afueras del centro de la ciudad. Me detuve a un lado de la carretera. El corazón no dejaba de latir a toda prisa, mi mente me recreaba una y otra vez lo sucedido. Sus labios, sus caricias, y sus gruñidos. Me bajé del auto azotando la puerta furiosa.— ¡No Blake! ¡Es trabajo! ¡Piensa! ¡Detén esto! —caminé unos cuantos pasos, e intenté respirar calmada. Comencé a reír sin sentido. Recordé cuando escupí sin querer sobre su ropa y rostro. Reí más fuerte. — ¡Eres una tonta! —la risa, fue acompañada después de unas lágrimas al reír mucho. El tráfico era escaso. El móvil comenzó a sonar, atrayendo mi atención. Al sacarlo de mi abrigo, me sorprendi&oac
Christian— ¿Y la dejaste en su departamento? —preguntó atónito, Charles. Arrugué mi ceño, confundido a su reacción, siento como si fuese un gran sarcasmo.—Sí. Lo hice. ¿Qué tiene de malo? Simplemente...—su mirada me incomodó, me levanté de mi silla e introduje mis manos a los bolsillos de mi pantalón de vestir, miré hacia el panorama que tiene mi piso, luego solté un largo suspiro. —...fui caballeroso. Tengo modales, Charles. Aunque no creas, tengo ese lado aun...—Lo sé, pero ¿Christian Haggard? ¿Quieres decir que tú escoltaste a esa hermosa dama a su departamento? ¿No tu seguridad? ¿Tú? —sé a dónde se estaba dirigiendo. Me giré hacia él y negué divertido.—Bien, bien, no
BlakeRepasé lo de anoche una y otra vez. Eso se sintió extraño. Se sintió como cuando subes a la rueda de la fortuna y antes de bajar, cierras los ojos, el hueco que se hace en el centro de tu estómago se expande, provocando esa sensación de...—El jefe quiere verte—anunció uno de los hombres de George. Me levanté de un modo tranquilo, que el que me haya hablado a muy temprana hora, no me había alertado. Pasé por un lado de la persona de seguridad, otro me abrió la puerta, no puedo ver nada con esos lentes polarizados. George está de pie frente a su gran estante de libros, todo es en color negro y blanco, muebles minimalistas, una mesa de billar en el centro de la estancia a lado de su oficina, un bar muy bien equipado, él se giró al notar que había llegado.—Reporte. —exigió con
Christian—Primera vez que una mujer ha rechazado mi invitación. —murmuré, miré de nuevo el mensaje y efectivamente lo ha hecho. Dejé el móvil en la superficie de mi escritorio, lo contemplé aún atónito. ¿Está bromeando? ¿Acaso la he intimidado? ¿He sido brusco? ¿Acaso he perdido el encanto para las invitaciones? Vaya, estoy realmente sorprendido.—¿Señor Haggard? —desvié la mirada hacia mi jefe de seguridad que está frente a mí, sentado.—¿Sí? —él arrugó su ceño.—¿Quiere que cancele la reservación en el restaurante? —dudé, pero decido hacerlo.—Sí, hazlo. Gracias. —le hago señas de que me deje solo, decido salir por l
BlakeTenía nervios, era la primera vez en que no estaba segura de poder terminar este trabajo, no quería verme involucrada sentimentalmente con mi objetivo, pero parecía ser que lo había jodido por completo. La cita de hoy en la mañana con George fue el recordatorio de que es mi trabajo y más me valía que lo hiciera bien. ¿Qué haré? Hacer que Christian Haggard, se harte de mí, me termine o se desilusione. Que crea que soy una loca amargada o algo así. Miré mi móvil en mi mano con su número en la pantalla, lista para llamar.— ¿Que tienes? —Charlize, mi compañera del trabajo con George me mira curiosa, bloqueo la pantalla y lo bajo a mi regazo, debajo de la mesa.—Nada. —contesté distraída, ella puso un vaso de café frente a mí.&nbs