Blake
Había pasado dos días de esa llamada de la noche del cumpleaños de Christian Haggard. Estaba en mi escritorio, ordenaba una lista de archivos que tenía que entregar en una hora a George. La noche esa no podía dormir, era extraño la forma en la que aparecía en mi mente con solo cerrar los ojos. Este trabajo con George, era de 8 meses, en ese tiempo tenía que lograr que Christian no firmara el nuevo proyecto de los españoles. Así George tomaría el contrato, se llenaría de dinero y recuperaría los millones que ha perdido estos dos años.
Christian Haggard, es mi último trabajo. Solo evitaría que firmara con ellos, finiquitaría mi puesto de asistente, el contrato de trabajo que me ligaba forzosamente con George y finalmente tendría las riendas de mi propia vida. Italia era mi destino. El pago de mis ganancias de los anteriores trabajos, había alcanzado a reunir bastante para comprar una casa en la Toscana. Terreno verde, con lomas gigantes, una casa vieja de 4 recamaras, sala de estar, recibidor, una grande cocina antigua y un patio gigantesco con un huerto gigante de árboles de manzana. Dentro de unos meses empezaban las reformas de la casa y eso me entusiasmaba aún más.
El boleto estaba comprado y saldría el día después de que George firmara con la empresa española. Mi mirada se centró de nuevo en el monitor, miré la hora y cuando decidí llamar para pedir comida, un hombre apareció frente a mí con un cesto de rosas blancas.
—Buenas tardes, ¿Señorita Harper? —dijo el hombre con su uniforme.
— ¿Si? —tenía el auricular del teléfono sin aún marcar el número.
—Entrega para usted, ¿Puede firmar aquí? —seguía sin poder moverme, solo podía contemplar el cesto de esas hermosas rosas blancas. ¿Flores? ¿Quién las mandaba?
—Sí, disculpe…—firmé rápido sin soltar el teléfono. Me mordí el labio, intrigada. Le hice señas donde ponerlas y se retiró sonriente. Observé detenidamente el arreglo y descubrí el sobre escondido entre las rosas, dejé el teléfono sobre el escritorio y me acerqué. Tomé el sobre color crema y saqué la tarjeta del interior.
“Quiero cenar contigo, restaurante LeBatteri. Reservación 8 pm. Esperaré ansioso.
CHRISTIAN HAGGARD”
— ¡Mierda! —había descubierto donde estaba trabajando realmente, sin duda podía llegar a dar con el verdadero motivo del cual me acerqué a él. Corrí deprisa al escritorio y marqué el número de George.
—Frederc—contesta en un tono frío.
—George, tenemos problemas—pude decir intentando ordenar lo que quería decir.
—Si es con el tema de Christian Haggard, Martin ya solucionó lo de tu expediente. Desde el día antes del evento. Era obvio que mandaría a Nick y a Ralph a investigarte—me quedé en silencio.
—Ha mandado un arreglo floral…—se escuchó una risa. —No sé por qué te ríes, George, lo ha mandado a una oficina para la que trabajo para ti y no para Wellington.
—Estás trabajando de medio tiempo conmigo, no te preocupes. Se ha puesto toda la información de que llevas trabajando conmigo dos días, se había puesto la vacante en línea por si quieren comprobar… —soltó un suspiro. —Muy buen trabajo, lo has atrapado Blake, sigue como siempre lo has hecho. Lo quiero tan distraído, que no pueda tener cabeza para los negocios. ¿Entendido? —dijo en tono de advertencia.
—Sí señor. —y cortó la llamada.
Me quedé observando el teléfono en mi mano. Tenía que empezar hacer mis siguientes movimientos, pero había algo que me incomodaba. Y lo tenía que averiguar.
Eran las 7:45 pm y estaba llegando en mi Mercedes plateado. Llevaba un vestido negro arriba de la rodilla y un escote en V de manga corta de encaje, con un fondo negro que se ajustaba a mis curvas y mis zapatillas de tacón de aguja negras que hacían mis piernas algo largas y resaltaba mi piel. Encima tenía una gabardina negra. El pelo lo llevaba suelto. Y el maquillaje más discreto. Sensual y natural al mismo tiempo.
—Gracias—dije al señor que abría mi puerta de mi auto. Entré y di el nombre de la reservación. Era uno de los mejores y exclusivos restaurantes de la ciudad de New York.
Me acercaron a un privado, que me dejó con la boca abierta. ¡Estaba en el piso 62! Era un piso entero, con una mesa en el centro, la luz tenue y el olor a su perfume me alertó.
Estaba de pie, de espalda hacia mí, con sus manos en sus bolsillos, mirando la vista a la ciudad nocturna.
—Buenas noches, Blake—dijo girándose hacia mí y el mesero salió dejándonos totalmente solos.
—Buenas noches, señor Haggard—dije en un tono seguro. Se acercó en un paso lento…seductor.
—Dime Christian—se acercó a mí y me ayudó a quitarme el abrigo. Sus dedos rozaron mis brazos al salir por completo. El calor se incendió en mí y negué incomoda.
¡Enfócate Blake!
Nos acercó a la mesa y con educación tomó la silla para que tomara asiento. Esto no me sorprendía. A simple vista se nota que escurre por sus poros caballerosidad.
—Gracias—tomé asiento y observé como rodeó la mesa para tomar asiento frente a mí.
— ¿Agua? O ¿Agua mineral? —arrugué mi frente. ¡Yo quería vino!
—Prefiero una copa de vino blanco—dije mientras me removí algo inquieta en mi silla.
—Te recomendaría agua, u otra bebida que no tuviera alcohol. Vas a manejar y es imprudente—dijo sin medias tintas. ¿Cómo sabía que venía en…? Blake… Es Christian Haggard.
—Quiero una copa de vino blanco, por favor. Soy prudente al manejar, puedo tomar solo dos, créame, puedo con eso—dije sin soltar su mirada de desaprobación. Tocó un botón y entró el mesero. Tomó nuestra orden. Y se fue.
El silencio era incómodo.
— ¿Desde cuando trabajas para las empresas de George Frederc? —preguntó directo y claro.
—Creo que eso lo sabes bien, el mandarme rosas, quiere decir que te aseguraste de saber a quién invitas a cenar, ¿No? —dije en un tono serio.
—Disculpa...—dijo realmente apenado.
—Disculpas aceptadas—solté divertida. Su cuerpo se relajó.
— ¿Conoces a George Frederc? —me quedé seria. Entró el mesero y dejó nuestras bebidas.
—Gracias—y tomé un largo sorbo, me sentía seca y un poco acalorada— ¿George Frederc? Nomás de nombre. Nunca lo he visto en persona, sólo sé que es el dueño de la empresa para la que trabajo como asistente de medio tiempo desde hace dos días—y dejé la copa al lado de mi plato. ¡Había actuado con naturalidad! ¡Tú puedes Blake!
— ¿Y nunca has querido ascender? ¿No te han promovido en tu primer trabajo? —preguntó curioso.
—Por el momento, prefiero permanecer así. Asistente de medios tiempos…—pero la curiosidad seguía en sus ojos.
—Sigo sin comprender—dijo en un tono bajo, pero escuché.
—Ser asistente, no consume tanto mí tiempo personal. Salgo a mis horas, soy eficaz en lo que hago y eso me facilita ser una persona que carga una sola responsabilidad y no miles como los que han promovido y que han dejado el puesto tirado al no soportar el peso—dije fingiendo que no me interesaba ascender. Pero así lo había decidido George, para distraer a los curiosos.
—Suena bien, pero extraño. Eso quiere decir…—lo interrumpí irritada ya que sabía a donde se dirigía.
—No quiero mucha responsabilidad, son dos trabajos que me da dos sueldos, pero lo que a mi realmente me importa es…—callé de golpe. Había hablado de más y casi soltaba una verdad.
— ¿Qué es eso que te importa de verdad? —preguntó decidido al ver mi reacción. Era un acertijo para él y así quedaría.
—Es algo personal, disculpa que cambie de tema en este momento, ¿Y cuál era el motivo para invitarme a cenar? —tomé la copa, entró el mesero acompañado de otro que cargaban los platos de nuestra cena.
—Cenemos, la comida se enfría. Y odio la comida fría…—dijo tomando sus cubiertos y cortando un pedazo de su filete.
Hice lo mismo, comimos en silencio, cruzando miradas y medias sonrisas.
Pasamos al postre, y yo ya no quería más.
—Come postres—solté una risa rociando el vino de la segunda copa sobre su ropa. Cubrí mi boca para limpiar rápido.
— ¡Qué pena! ¡Disculpa! —me puse de pie rápidamente y tomé una servilleta y lo limpié mientras él seguía en shock, supongo que es la primera vez que le escupen vino en su costosa ropa de marca. Acaricié el rostro con su servilleta y el solo levantó la mirada hacia mí. No pude evitar reírme y me cubrí el rostro con ambas manos mientras pedía disculpas.
—No te preocupes…—dijo abrazándome por la cintura, quité las manos de mi rostro bruscamente al sentir sus manos rodeándome.
—No, no fue mi intención…—balbuceé sin terminar el resto de la oración, mientras sus ojos grises miraban detenidamente los míos. Sus manos seguían rodeando mi cintura y pude sentir su bulto contra mi vientre. El calor se expandió como un rayo por debajo de mi piel y posando un fuego en mi vientre bajo. Tragué saliva dificultosamente y el hizo lo mismo. Podía notar su cuerpo temblar. ¿Estaba acaso nervioso?
—Blake…no acostumbro invitar a nadie a cenar, ni estar mandando textos o rosas. No soy ese tipo de hombre, pero tú… no sé qué me pasa contigo y solo fue una noche…—tragué de nuevo saliva, sin poder decir una palabra, apenas parpadeábamos.
—Yo…yo…—no pensaba. Mis ojos bajaron a sus labios, que estaban humedecidos y se inclinaban lentamente hacia mí. Miré sus ojos y me pedían, más bien me aclamaban el permiso para posarlos en los míos.
Perdí el control de mi mente. Cerré los ojos y corté la distancia que nos separaba de ese beso que estaba empezando ansiar desde que cruzamos en el baño dos días atrás, al fin lo aceptaba. Era una energía palpable lo que nos rodeaba. Empujados uno al otro.
Sus labios suaves, acariciaron lentamente los míos. Temerosos, ansiosos, y necesitados de los suyos en segundos. Sus manos se fueron a mi rostro y acarició mis mejillas, lento y tierno. Era como si fuera la primera vez que besaba, la primera vez que pedía permiso para besar, era algo conmovedor. Y sin pensar más, lo rodeé por el cuello y él me abrazó posesivamente. Nuestras lenguas bailaban lentamente, saboreando y alargando el momento. Escuché su gruñido, cuando su mano se posó en mí nunca haciendo el beso más profundo.
Era la primera vez que besaba a mi objetivo. Era la primera vez… que me sentía así.
¡Para Blake! Mi conciencia gritaba. Pero era imposible terminar algo que me empezó a gustar…y mucho. Mi mano acarició su nuca, se deslizó hasta su cabello y mis dedos jugaban con él. Era sedoso, y me estaba volviendo loca. Sus gemidos y los míos, subían de tono, cuando acariciaba con su mano delicadamente mi espina dorsal, haciendo erizar mi piel a propósito.
Terminó el beso, lentamente nos separó, pero solo unos centímetros. Sus labios dejaron un beso tierno en la punta de mi nariz. Y su frente quedó con la mía. Cerramos los ojos y solo se escuchaba nuestras respiraciones intentando calmarse.
—Blake, Blake… ¿Sabes desde cuando quería besarte? Desde que te vi en ese vestido el día de mi cumpleaños. Mucho antes de presentarte ante mí, lo sé es una locura, una locura que ni yo mismo entiendo—dijo susurrando y metiendo esas palabras bajo mi piel con llave.
No pude decir nada. Tenía unas palabras para él, pero algo golpeó mi realidad. Estaba ahí por trabajo, no para otra cosa. Tenía que pintar mi límite. O pasarlo a mi compañera. Era una cosa o la otra. Y maldije entre dientes.
Sintió como me tensé en esos segundos. Su mano en mi nuca no dejó despegar mi frente de la suya, intenté de nuevo. Y el nudo se hizo en mi estómago. Esto se estaba saliendo de mis manos.
— ¿Qué pasa? Te has tensado—dijo, cuando soltó lentamente su mano de mi nuca, cortando el momento.
Me separé de él bruscamente. Sentí como el calor aumentaba y quería apagarlo con una ducha fría.
Muuuuuy fría.
—Yo… yo…—solo balbuceaba no encontraba las palabras para detener esto.
No lo quise mirar, tomé mi abrigo y salí rápido sin detenerme al escuchar mi nombre en su boca.
Subí a mi auto a toda prisa y salí patinando llanta. Tenía que alejarme de él. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me siento así? ¡¿POR QUÉ?!
BlakeManejo un poco desorientada, había cruzado la autopista incorrecta, hasta llegar a las afueras del centro de la ciudad. Me detuve a un lado de la carretera. El corazón no dejaba de latir a toda prisa, mi mente me recreaba una y otra vez lo sucedido. Sus labios, sus caricias, y sus gruñidos. Me bajé del auto azotando la puerta furiosa.— ¡No Blake! ¡Es trabajo! ¡Piensa! ¡Detén esto! —caminé unos cuantos pasos, e intenté respirar calmada. Comencé a reír sin sentido. Recordé cuando escupí sin querer sobre su ropa y rostro. Reí más fuerte. — ¡Eres una tonta! —la risa, fue acompañada después de unas lágrimas al reír mucho. El tráfico era escaso. El móvil comenzó a sonar, atrayendo mi atención. Al sacarlo de mi abrigo, me sorprendi&oac
Christian— ¿Y la dejaste en su departamento? —preguntó atónito, Charles. Arrugué mi ceño, confundido a su reacción, siento como si fuese un gran sarcasmo.—Sí. Lo hice. ¿Qué tiene de malo? Simplemente...—su mirada me incomodó, me levanté de mi silla e introduje mis manos a los bolsillos de mi pantalón de vestir, miré hacia el panorama que tiene mi piso, luego solté un largo suspiro. —...fui caballeroso. Tengo modales, Charles. Aunque no creas, tengo ese lado aun...—Lo sé, pero ¿Christian Haggard? ¿Quieres decir que tú escoltaste a esa hermosa dama a su departamento? ¿No tu seguridad? ¿Tú? —sé a dónde se estaba dirigiendo. Me giré hacia él y negué divertido.—Bien, bien, no
BlakeRepasé lo de anoche una y otra vez. Eso se sintió extraño. Se sintió como cuando subes a la rueda de la fortuna y antes de bajar, cierras los ojos, el hueco que se hace en el centro de tu estómago se expande, provocando esa sensación de...—El jefe quiere verte—anunció uno de los hombres de George. Me levanté de un modo tranquilo, que el que me haya hablado a muy temprana hora, no me había alertado. Pasé por un lado de la persona de seguridad, otro me abrió la puerta, no puedo ver nada con esos lentes polarizados. George está de pie frente a su gran estante de libros, todo es en color negro y blanco, muebles minimalistas, una mesa de billar en el centro de la estancia a lado de su oficina, un bar muy bien equipado, él se giró al notar que había llegado.—Reporte. —exigió con
Christian—Primera vez que una mujer ha rechazado mi invitación. —murmuré, miré de nuevo el mensaje y efectivamente lo ha hecho. Dejé el móvil en la superficie de mi escritorio, lo contemplé aún atónito. ¿Está bromeando? ¿Acaso la he intimidado? ¿He sido brusco? ¿Acaso he perdido el encanto para las invitaciones? Vaya, estoy realmente sorprendido.—¿Señor Haggard? —desvié la mirada hacia mi jefe de seguridad que está frente a mí, sentado.—¿Sí? —él arrugó su ceño.—¿Quiere que cancele la reservación en el restaurante? —dudé, pero decido hacerlo.—Sí, hazlo. Gracias. —le hago señas de que me deje solo, decido salir por l
BlakeTenía nervios, era la primera vez en que no estaba segura de poder terminar este trabajo, no quería verme involucrada sentimentalmente con mi objetivo, pero parecía ser que lo había jodido por completo. La cita de hoy en la mañana con George fue el recordatorio de que es mi trabajo y más me valía que lo hiciera bien. ¿Qué haré? Hacer que Christian Haggard, se harte de mí, me termine o se desilusione. Que crea que soy una loca amargada o algo así. Miré mi móvil en mi mano con su número en la pantalla, lista para llamar.— ¿Que tienes? —Charlize, mi compañera del trabajo con George me mira curiosa, bloqueo la pantalla y lo bajo a mi regazo, debajo de la mesa.—Nada. —contesté distraída, ella puso un vaso de café frente a mí.&nbs
ChristianAnudé mi corbata favorita frente al espejo, ya estaba a diez minutos de salir de casa para encontrarme con Blake. Sentía algo extraño el solo pensar que la vería.—Señor Haggard, tenemos un problema. —escuché a mi jefe de seguridad a la entrada de mi habitación. Me giré sobre mis talones hacia a él.— ¿Qué problema? —sentí un nudo en mi estómago, quería pensar que no tenía que ver con Blake.—Es la señorita Harper. —cerré mis ojos y solté un suspiro, abrí mis ojos y le hice una seña con mi barbilla para que hablara. — Tiene un vuelo comprado a Italia para dentro de siete meses.—Bueno, puede ser que vaya de vacaciones—él se tensó.—Solo tiene un vuel
Blake—No. —fue la único que dije, podría notar que estaba muy sorprendido, incluso sus mejillas se colorearon de un rosa discreto. —Bueno, parece ser que es la primera vez que alguien lo rechaza. —él sonrió.— ¿Y puedo saber siquiera por qué me ha rechazado tan fácilmente? —me recordó a aquella escena de "Orgullo y prejuicio" Dónde el señor y amado por todas, Mr. Darcy se le declara a Elizabeth Bennett, pide su mano y ella sutilmente le da las gracias, sonreí dentro de mí.—Bueno, hay varios factores, Christian. —él arqueó una ceja y esperó a que siguiera hablando. —Me gustaría conocernos más, quizás podríamos empezar como amigos...—Pero ya nos hemos besado...—noté su confusión.
Christian—Y Arthur solo sonrió al ver que sus comentarios no me afectaban en lo más mínimo...—Mi madre le contó a mi padre quien solo negó en silencio.—Así debe de ser, mostrar lo más mínimo...—respondió mi padre antes de meter un pedazo de filete a su boca, miró en mi dirección, intrigado a mi silencio, supongo, terminó de masticar, dio un trago a su copa de vino, luego me miró. —Dime que estas así por trabajo.Keira levantó su mirada de su plato y plantó sus ojos grises en los míos.—Estoy cansado. —seguí cortando mi carne, pretexto para evadir la mirada de mi hermana que estaba sentada frente a mí.—Por cierto…—no pude evitar tensarme. —... ¿Con quién cenaste hace un par de