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Capítulo 3. Una cena

Blake

Había pasado dos días de esa llamada de la noche del cumpleaños de Christian Haggard. Estaba en mi escritorio, ordenaba una lista de archivos que tenía que entregar en una hora a George. La noche esa no podía dormir, era extraño la forma en la que aparecía en mi mente con solo cerrar los ojos. Este trabajo con George, era de 8 meses, en ese tiempo tenía que lograr que Christian no firmara el nuevo proyecto de los españoles. Así George tomaría el contrato, se llenaría de dinero y recuperaría los millones que ha perdido estos dos años.

 Christian Haggard, es mi último trabajo. Solo evitaría que firmara con ellos, finiquitaría mi puesto de asistente, el contrato de trabajo que me ligaba forzosamente con George y finalmente tendría las riendas de mi propia vida. Italia era mi destino. El pago de mis ganancias de los anteriores trabajos, había alcanzado a reunir bastante para comprar una casa en la Toscana. Terreno verde, con lomas gigantes, una casa vieja de 4 recamaras, sala de estar, recibidor, una grande cocina antigua y un patio gigantesco con un huerto gigante de árboles de manzana. Dentro de unos meses empezaban las reformas de la casa y eso me entusiasmaba aún más.

 El boleto estaba comprado y saldría el día después de que George firmara con la empresa española. Mi mirada se centró de nuevo en el monitor, miré la hora y cuando decidí llamar para pedir comida, un hombre apareció frente a mí con un cesto de rosas blancas.

 —Buenas tardes, ¿Señorita Harper? —dijo el hombre con su uniforme.

 — ¿Si? —tenía el auricular del teléfono sin aún marcar el número.

 —Entrega para usted, ¿Puede firmar aquí? —seguía sin poder moverme, solo podía contemplar el cesto de esas hermosas rosas blancas. ¿Flores? ¿Quién las mandaba?

 —Sí, disculpe…—firmé rápido sin soltar el teléfono. Me mordí el labio, intrigada. Le hice señas donde ponerlas y se retiró sonriente. Observé detenidamente el arreglo y descubrí el sobre escondido entre las rosas, dejé el teléfono sobre el escritorio y me acerqué. Tomé el sobre color crema y saqué la tarjeta del interior.

“Quiero cenar contigo, restaurante LeBatteri. Reservación 8 pm. Esperaré ansioso.

CHRISTIAN HAGGARD”

 — ¡Mierda! —había descubierto donde estaba trabajando realmente, sin duda podía llegar a dar con el verdadero motivo del cual me acerqué a él. Corrí deprisa al escritorio y marqué el número de George.

 —Frederc—contesta en un tono frío.

 —George, tenemos problemas—pude decir intentando ordenar lo que quería decir.

 —Si es con el tema de Christian Haggard, Martin ya solucionó lo de tu expediente. Desde el día antes del evento. Era obvio que mandaría a Nick y a Ralph a investigarte—me quedé en silencio.

 —Ha mandado un arreglo floral…—se escuchó una risa. —No sé por qué te ríes, George, lo ha mandado a una oficina para la que trabajo para ti y no para Wellington.

 —Estás trabajando de medio tiempo conmigo, no te preocupes. Se ha puesto toda la información de que llevas trabajando conmigo dos días, se había puesto la vacante en línea por si quieren comprobar… —soltó un suspiro. —Muy buen trabajo, lo has atrapado Blake, sigue como siempre lo has hecho. Lo quiero tan distraído, que no pueda tener cabeza para los negocios. ¿Entendido? —dijo en tono de advertencia.

 —Sí señor. —y cortó la llamada.

 Me quedé observando el teléfono en mi mano. Tenía que empezar hacer mis siguientes movimientos, pero había algo que me incomodaba. Y lo tenía que averiguar.

 Eran las 7:45 pm y estaba llegando en mi Mercedes plateado. Llevaba un vestido negro arriba de la rodilla y un escote en V de manga corta de encaje, con un fondo negro que se ajustaba a mis curvas y mis zapatillas de tacón de aguja negras que hacían mis piernas algo largas y resaltaba mi piel. Encima tenía una gabardina negra. El pelo lo llevaba suelto. Y el maquillaje más discreto. Sensual y natural al mismo tiempo.

 —Gracias—dije al señor que abría mi puerta de mi auto. Entré y di el nombre de la reservación. Era uno de los mejores y exclusivos restaurantes de la ciudad de New York.

 Me acercaron a un privado, que me dejó con la boca abierta. ¡Estaba en el piso 62! Era un piso entero, con una mesa en el centro, la luz tenue y el olor a su perfume me alertó.

 Estaba de pie, de espalda hacia mí, con sus manos en sus bolsillos, mirando la vista a la ciudad nocturna.

 —Buenas noches, Blake—dijo girándose hacia mí y el mesero salió dejándonos totalmente solos.

 —Buenas noches, señor Haggard—dije en un tono seguro. Se acercó en un paso lento…seductor.

 —Dime Christian—se acercó a mí y me ayudó a quitarme el abrigo. Sus dedos rozaron mis brazos al salir por completo. El calor se incendió en mí y negué incomoda.

¡Enfócate Blake!

 Nos acercó a la mesa y con educación tomó la silla para que tomara asiento. Esto no me sorprendía. A simple vista se nota que escurre por sus poros caballerosidad.

 —Gracias—tomé asiento y observé como rodeó la mesa para tomar asiento frente a mí.

 — ¿Agua? O ¿Agua mineral? —arrugué mi frente. ¡Yo quería vino!

 —Prefiero una copa de vino blanco—dije mientras me removí algo inquieta en mi silla.

 —Te recomendaría agua, u otra bebida que no tuviera alcohol. Vas a manejar y es imprudente—dijo sin medias tintas. ¿Cómo sabía que venía en…? Blake… Es Christian Haggard.

 —Quiero una copa de vino blanco, por favor. Soy prudente al manejar, puedo tomar solo dos, créame, puedo con eso—dije sin soltar su mirada de desaprobación. Tocó un botón y entró el mesero. Tomó nuestra orden. Y se fue.

 El silencio era incómodo.

 — ¿Desde cuando trabajas para las empresas de George Frederc? —preguntó directo y claro.

 —Creo que eso lo sabes bien, el mandarme rosas, quiere decir que te aseguraste de saber a quién invitas a cenar, ¿No? —dije en un tono serio.

 —Disculpa...—dijo realmente apenado.

 —Disculpas aceptadas—solté divertida. Su cuerpo se relajó.

 — ¿Conoces a George Frederc? —me quedé seria. Entró el mesero y dejó nuestras bebidas.

 —Gracias—y tomé un largo sorbo, me sentía seca y un poco acalorada— ¿George Frederc? Nomás de nombre. Nunca lo he visto en persona, sólo sé que es el dueño de la empresa para la que trabajo como asistente de medio tiempo desde hace dos días—y dejé la copa al lado de mi plato. ¡Había actuado con naturalidad! ¡Tú puedes Blake!

 — ¿Y nunca has querido ascender? ¿No te han promovido en tu primer trabajo? —preguntó curioso.

 —Por el momento, prefiero permanecer así. Asistente de medios tiempos…—pero la curiosidad seguía en sus ojos.

 —Sigo sin comprender—dijo en un tono bajo, pero escuché.

 —Ser asistente, no consume tanto mí tiempo personal. Salgo a mis horas, soy eficaz en lo que hago y eso me facilita ser una persona que carga una sola responsabilidad y no miles como los que han promovido y que han dejado el puesto tirado al no soportar el peso—dije fingiendo que no me interesaba ascender. Pero así lo había decidido George, para distraer a los curiosos.

 —Suena bien, pero extraño. Eso quiere decir…—lo interrumpí irritada ya que sabía a donde se dirigía.

 —No quiero mucha responsabilidad, son dos trabajos que me da dos sueldos, pero lo que a mi realmente me importa es…—callé de golpe. Había hablado de más y casi soltaba una verdad.

 — ¿Qué es eso que te importa de verdad? —preguntó decidido al ver mi reacción. Era un acertijo para él y así quedaría.

 —Es algo personal, disculpa que cambie de tema en este momento, ¿Y cuál era el motivo para invitarme a cenar? —tomé la copa, entró el mesero acompañado de otro que cargaban los platos de nuestra cena.

 —Cenemos, la comida se enfría. Y odio la comida fría…—dijo tomando sus cubiertos y cortando un pedazo de su filete.

 Hice lo mismo, comimos en silencio, cruzando miradas y medias sonrisas.

 Pasamos al postre, y yo ya no quería más.

 —Come postres—solté una risa rociando el vino de la segunda copa sobre su ropa. Cubrí mi boca para limpiar rápido.

 — ¡Qué pena! ¡Disculpa! —me puse de pie rápidamente y tomé una servilleta y lo limpié mientras él seguía en shock, supongo que es la primera vez que le escupen vino en su costosa ropa de marca. Acaricié el rostro con su servilleta y el solo levantó la mirada hacia mí. No pude evitar reírme y me cubrí el rostro con ambas manos mientras pedía disculpas.

 —No te preocupes…—dijo abrazándome por la cintura, quité las manos de mi rostro bruscamente al sentir sus manos rodeándome.

 —No, no fue mi intención…—balbuceé sin terminar el resto de la oración, mientras sus ojos grises miraban detenidamente los míos. Sus manos seguían rodeando mi cintura y pude sentir su bulto contra mi vientre. El calor se expandió como un rayo por debajo de mi piel y posando un fuego en mi vientre bajo. Tragué saliva dificultosamente y el hizo lo mismo. Podía notar su cuerpo temblar. ¿Estaba acaso nervioso?

 —Blake…no acostumbro invitar a nadie a cenar, ni estar mandando textos o rosas. No soy ese tipo de hombre, pero tú… no sé qué me pasa contigo y solo fue una noche…—tragué de nuevo saliva, sin poder decir una palabra, apenas parpadeábamos.

 —Yo…yo…—no pensaba. Mis ojos bajaron a sus labios, que estaban humedecidos y se inclinaban lentamente hacia mí. Miré sus ojos y me pedían, más bien me aclamaban el permiso para posarlos en los míos.

 Perdí el control de mi mente. Cerré los ojos y corté la distancia que nos separaba de ese beso que estaba empezando ansiar desde que cruzamos en el baño dos días atrás, al fin lo aceptaba. Era una energía palpable lo que nos rodeaba. Empujados uno al otro.

 Sus labios suaves, acariciaron lentamente los míos. Temerosos, ansiosos, y necesitados de los suyos en segundos. Sus manos se fueron a mi rostro y acarició mis mejillas, lento y tierno. Era como si fuera la primera vez que besaba, la primera vez que pedía permiso para besar, era algo conmovedor. Y sin pensar más, lo rodeé por el cuello y él me abrazó posesivamente. Nuestras lenguas bailaban lentamente, saboreando y alargando el momento. Escuché su gruñido, cuando su mano se posó en mí nunca haciendo el beso más profundo.

 Era la primera vez que besaba a mi objetivo. Era la primera vez… que me sentía así.

 ¡Para Blake! Mi conciencia gritaba. Pero era imposible terminar algo que me empezó a gustar…y mucho. Mi mano acarició su nuca, se deslizó hasta su cabello y mis dedos jugaban con él. Era sedoso, y me estaba volviendo loca. Sus gemidos y los míos, subían de tono, cuando acariciaba con su mano delicadamente mi espina dorsal, haciendo erizar mi piel a propósito.

 Terminó el beso, lentamente nos separó, pero solo unos centímetros. Sus labios dejaron un beso tierno en la punta de mi nariz. Y su frente quedó con la mía. Cerramos los ojos y solo se escuchaba nuestras respiraciones intentando calmarse.

 —Blake, Blake… ¿Sabes desde cuando quería besarte? Desde que te vi en ese vestido el día de mi cumpleaños. Mucho antes de presentarte ante mí, lo sé es una locura, una locura que ni yo mismo entiendo—dijo susurrando y metiendo esas palabras bajo mi piel con llave.

 No pude decir nada. Tenía unas palabras para él, pero algo golpeó mi realidad. Estaba ahí por trabajo, no para otra cosa. Tenía que pintar mi límite. O pasarlo a mi compañera. Era una cosa o la otra. Y maldije entre dientes.

 Sintió como me tensé en esos segundos. Su mano en mi nuca no dejó despegar mi frente de la suya, intenté de nuevo. Y el nudo se hizo en mi estómago. Esto se estaba saliendo de mis manos.

 — ¿Qué pasa? Te has tensado—dijo, cuando soltó lentamente su mano de mi nuca, cortando el momento.

 Me separé de él bruscamente. Sentí como el calor aumentaba y quería apagarlo con una ducha fría.

Muuuuuy fría.

 —Yo… yo…—solo balbuceaba no encontraba las palabras para detener esto.

No lo quise mirar, tomé mi abrigo y salí rápido sin detenerme al escuchar mi nombre en su boca.

Subí a mi auto a toda prisa y salí patinando llanta. Tenía que alejarme de él. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me siento así? ¡¿POR QUÉ?!

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