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1. ¡No vaya a convertirse en sapo!

Benjamin llevaba al menos media hora mirando el enorme letrero, algo envejecido, que decía “Atracciones encantadas” y no se había atrevido a entrar y es que lo último que quería hacer era hacerse cargo del maldito parque de diversiones, había dedicado toda su vida a forjar su carrera lejos de ese mundo para que ahora, a los 34 años tuviera que involucrarse.

Sus ojos seguían viendo el lugar al tiempo que sus manos se aferraban con fuerza al volante, tentado a irse a la primera oportunidad, pero había tenido la “brillante” idea de hacer una primera visita al parque sin avisarle a nadie quién era, algo así como una tarea de incógnito, pero claramente no estaba saliendo tan bien como pensaba.

—Muy bien, ya es suficiente de estupideces— se dijo a sí mismo, al tiempo que abría la puerta del auto—vamos a terminar con esto de una vez.

Ajustándose la chaqueta salió del lujoso auto deportivo y sin permitirse un segundo de duda finalmente entró al parque de diversiones.

Lo primero que sintió al entrar fueron las cientos de risas y gritos infantiles y no pudo evitar hacer una mueca y sentirse incómodo de inmediato, las personas como él no pertenecían a lugares como ese.

Los niños correteaban alegremente y las familias disfrutaban de las atracciones mientras él se dedicaba a evaluar con ojos críticos cada rincón del lugar.

—Juegos cerrados, atracciones desgastadas y desactualizadas, y lo más importante, poca clientela—dijo mientras iba avanzando, y no pudo evitar pensar que el parque estaba lejos de ser el imperio próspero que su abuelo había construido.

Con cada paso que daba su incomodidad se hacía más grande y las ganas de salir corriendo y regresar a su amada imprenta “ReedBooks” eran más fuertes, sin embargo no pensaba permitir que Derrick, su tío, se quedara con un solo centavo de su abuelo y si quitandole el parque le jodía la existencia, entonces que así fuera.

Pero debía ser sincero y admitir que entre más veía el parque, más dudaba de que fuera posible arreglar todo en seis meses, que era el tiempo estipulado en el testamento. 

En los últimos quince minutos había tenido que rechazar tres promotores que lo invitaban a subirse a uno de los aparatos mecánicos que auguraban una muerte desastrosa y estaba seguro que donde alguien más le volviera a hablar, iba a terminar mandando todo a la m****a.

Sin embargo, solo cinco pasos más allá, una voz dulce y melodiosa llamó su atención, era una mezcla entre la inocencia y la picardía que lo atrajo como abeja a la miel, tanto así que  sin darse cuenta se encontró caminando directo hacia ella.

Llegó justo cuando estaba hablando:

—La felicidad es lo más importante, niños, más que el dinero o el reconocimiento, nunca olviden ser felices.

La voz le pertenecía a una chica, muy atractiva, tal vez demasiado para estar en un lugar como ese, disfrazada de princesa y le ponía que era al menos unos 10 años más joven que él. Estaba rodeada de niños que no podían tener más de siete u ocho años y que escuchaban atentamente sus palabras. 

Sin darse cuenta se acercó más a donde la castaña estaba, atraído por la sinceridad y la alegría que desbordaba, hasta que quedó justo enfrente de ella y aunque intentó ignorarlo, quedó sorprendido al notar su belleza de cerca, sus ojos entre grises y verdes expresivos y una sonrisa cálida de labios gruesos que iluminaba su rostro y lo incitaba a más.

Aurora estaba a punto de un ataque, la puntualidad era su mayor virtud y hacer bien su trabajo algo que disfrutaba, pues ella amaba el parque,  no solo las atracciones, que si eran parte importante de ese amor, sino a la vida misma del lugar: las risas de los niños, la magia de la sorpresas, la ilusión de los más pequeños y la nostalgia de los viejos, sin embargo ese día por culpa de Josh las cosas no estaban marchando en orden. 

Pues mientras llevaba un hermoso disfraz de princesa y esperaba ansiosamente a su príncipe este tenía ya 20 minutos de retraso y estaba arruinando la dinámica.

Sin embargo los niños que la rodeaban parecía que tenían otros planes para ella. pues de un momento a otro todos empezaron a gritar.

—¡Llegó, ya llegó! El príncipe está aquí.

Al escuchar la algarabía de los pequeños, llevó sus ojos al lugar donde los niños señalaban esperando ver a un arrepentido Josh, pero no era su compañero quien estaba ahí, no.  

Ahí frente a sus ojos estaba el hombre más apuesto que había en sus cortos 24 años.

Lo primero que pudo notar fue que era muy alto, debía estar midiendo aproximadamente un 1,95, lo que hacía que ella tuviera que verlo inclinando el rostro desde su escaso 1,68, con tacones puestos, lo segundo eran sus ojos claros y profundos que que, aunque parecían estar aburridos mientras la veían con seriedad, eran impresionantes y lo último su cabello tan rubio como el sol que le daba un aire inalcanzable que la tenía embobada.

Estos al verlo, empezaron a gritar emocionados: 

—¡Llegó el príncipe! ¡Llegó! — y es que ella no podía culparlos, pues la estampa de hombre no necesitaba disfraz para parecer de la realeza con su apariencia enigmática y elegante.

Sin embargo, ella había aprendido algo muy importante a lo largo de los años, en especial los últimos en los que había estado sumida en la soledad, y era a aprender a identificar a las personas heridas y ese hombre, por la razón que fuera, lo estaba.

Por eso cuando fijó sus ojos en él le regaló una sonrisa grande pero nerviosa, notando que el hombre parecía incómodo con la situación, pero no se alejaba. 

Los niños seguían emocionados, asegurando que él era el príncipe. Así que intentó calmar la situación con una dosis de humor, eso era algo que siempre funcionaba.

—¿Están seguros de que él es mi príncipe? Porque no le veo la capa ni la corona—, preguntó con picardía, dándole un guiño al desconocido, pero este lejos de relajarse se puso incluso más tenso. 

Los niños, por su parte, sin titubear, respondieron a voz de coro:

—Siii, ¡siii es!— gritaron todos al unísono y comenzaron a empujar al extraño hacia ella, antes de decir—¡Beso, beso, beso!

Aurora, viendo que las cosas ya estaban poniéndose intentas, decidió romper del todo el hielo con el hombre enigmático, por lo que se acercó con pasos cautelosos, sintiendo como la mirada seria del hombre la recorría de pies a cabeza y sin poder evitarlo un escalofrío le atravesó todo el cuerpo.

Con una sonrisa traviesa, eliminó toda la distancia que los separaba, hasta que su pecho podía rozarse con el de él y solo entonces susurró: 

—Por favor,  no vayas a convertirte en sapo.

Benjamin arrugó el gesto al escucharla sin entender a qué carajos se refería con “sapo” y estaba a punto de preguntar de qué demonios estaba hablando, cuando, sin darle tiempo a reaccionar, la pequeña princesa se apoyó en sus hombros y poniéndose en punta de pies juntó sus labios con los suyos en pequeño beso de pico en los labios.

No era más que una presión, pero aún así él sintió la suavidad de sus labios carnosos y la tibieza en ellos consiguiendo que una parte de él que permanecía oculta y dormida se removiera.

Sin embargo, estaba tan sorprendido que se quedó aturdido y quieto por el contacto. Por Dios, que esa chica lo estaba besando. La chica que además sería su empleada.

Nunca en su vida una mujer había sido tan atrevida, pero por alguna razón que no entendía no la había separado, fue ella misma quien se alejó con las mejillas coloradas, lo cuál la hacía ver mucho más tentadora y le regaló una sonrisa entre tímida y asustada que él no devolvió.

Por el contrario evitando hacer una locura, decidió dar  media vuelta y se alejó lo más rápido posible del lugar,

Aurora se dio cuenta que lo había arruinado en el mismo momento en que se separo del extraño que se quedó aturdido por el contacto. 

Los niños parecían ser los únicos que disfrutaban mientras estallaron en risas y algarabía, pero su príncipe improvisado se había alejado de la escena rápidamente, dejándola mirándolo nerviosa y confundida.

—No debería haberlo besado—, susurró sintiendo una mezcla de emoción y culpabilidad. Pero es que algo en la mirada de ese hombre la había intrigado y sentía una extraña conexión con él, a pesar de que parecía ser todo lo contrario a ella.

Mientras observaba cómo se alejaba, no pudo evitar preguntarse quién era y por qué su presencia parecía afectarla de esa manera. Había algo en él que iba más allá de su apariencia seria y su actitud distante.

Benjamín ya estaba saliendo del parque de diversiones directo hacia su auto, estaba convencido de que su estadía allí, en ese lugar del demonio, sería un desastre, sin embargo, el hormigueo que se había instalado en sus labios desde el instante del beso no se había ido en ningún momento .

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