Benjamin llevaba al menos media hora mirando el enorme letrero, algo envejecido, que decía “Atracciones encantadas” y no se había atrevido a entrar y es que lo último que quería hacer era hacerse cargo del maldito parque de diversiones, había dedicado toda su vida a forjar su carrera lejos de ese mundo para que ahora, a los 34 años tuviera que involucrarse.
Sus ojos seguían viendo el lugar al tiempo que sus manos se aferraban con fuerza al volante, tentado a irse a la primera oportunidad, pero había tenido la “brillante” idea de hacer una primera visita al parque sin avisarle a nadie quién era, algo así como una tarea de incógnito, pero claramente no estaba saliendo tan bien como pensaba.
—Muy bien, ya es suficiente de estupideces— se dijo a sí mismo, al tiempo que abría la puerta del auto—vamos a terminar con esto de una vez.
Ajustándose la chaqueta salió del lujoso auto deportivo y sin permitirse un segundo de duda finalmente entró al parque de diversiones.
Lo primero que sintió al entrar fueron las cientos de risas y gritos infantiles y no pudo evitar hacer una mueca y sentirse incómodo de inmediato, las personas como él no pertenecían a lugares como ese.
Los niños correteaban alegremente y las familias disfrutaban de las atracciones mientras él se dedicaba a evaluar con ojos críticos cada rincón del lugar.
—Juegos cerrados, atracciones desgastadas y desactualizadas, y lo más importante, poca clientela—dijo mientras iba avanzando, y no pudo evitar pensar que el parque estaba lejos de ser el imperio próspero que su abuelo había construido.
Con cada paso que daba su incomodidad se hacía más grande y las ganas de salir corriendo y regresar a su amada imprenta “ReedBooks” eran más fuertes, sin embargo no pensaba permitir que Derrick, su tío, se quedara con un solo centavo de su abuelo y si quitandole el parque le jodía la existencia, entonces que así fuera.
Pero debía ser sincero y admitir que entre más veía el parque, más dudaba de que fuera posible arreglar todo en seis meses, que era el tiempo estipulado en el testamento.
En los últimos quince minutos había tenido que rechazar tres promotores que lo invitaban a subirse a uno de los aparatos mecánicos que auguraban una muerte desastrosa y estaba seguro que donde alguien más le volviera a hablar, iba a terminar mandando todo a la m****a.
Sin embargo, solo cinco pasos más allá, una voz dulce y melodiosa llamó su atención, era una mezcla entre la inocencia y la picardía que lo atrajo como abeja a la miel, tanto así que sin darse cuenta se encontró caminando directo hacia ella.
Llegó justo cuando estaba hablando:
—La felicidad es lo más importante, niños, más que el dinero o el reconocimiento, nunca olviden ser felices.La voz le pertenecía a una chica, muy atractiva, tal vez demasiado para estar en un lugar como ese, disfrazada de princesa y le ponía que era al menos unos 10 años más joven que él. Estaba rodeada de niños que no podían tener más de siete u ocho años y que escuchaban atentamente sus palabras.
Sin darse cuenta se acercó más a donde la castaña estaba, atraído por la sinceridad y la alegría que desbordaba, hasta que quedó justo enfrente de ella y aunque intentó ignorarlo, quedó sorprendido al notar su belleza de cerca, sus ojos entre grises y verdes expresivos y una sonrisa cálida de labios gruesos que iluminaba su rostro y lo incitaba a más.
Aurora estaba a punto de un ataque, la puntualidad era su mayor virtud y hacer bien su trabajo algo que disfrutaba, pues ella amaba el parque, no solo las atracciones, que si eran parte importante de ese amor, sino a la vida misma del lugar: las risas de los niños, la magia de la sorpresas, la ilusión de los más pequeños y la nostalgia de los viejos, sin embargo ese día por culpa de Josh las cosas no estaban marchando en orden.
Pues mientras llevaba un hermoso disfraz de princesa y esperaba ansiosamente a su príncipe este tenía ya 20 minutos de retraso y estaba arruinando la dinámica.
Sin embargo los niños que la rodeaban parecía que tenían otros planes para ella. pues de un momento a otro todos empezaron a gritar.
—¡Llegó, ya llegó! El príncipe está aquí.
Al escuchar la algarabía de los pequeños, llevó sus ojos al lugar donde los niños señalaban esperando ver a un arrepentido Josh, pero no era su compañero quien estaba ahí, no.
Ahí frente a sus ojos estaba el hombre más apuesto que había en sus cortos 24 años.
Lo primero que pudo notar fue que era muy alto, debía estar midiendo aproximadamente un 1,95, lo que hacía que ella tuviera que verlo inclinando el rostro desde su escaso 1,68, con tacones puestos, lo segundo eran sus ojos claros y profundos que que, aunque parecían estar aburridos mientras la veían con seriedad, eran impresionantes y lo último su cabello tan rubio como el sol que le daba un aire inalcanzable que la tenía embobada.
Estos al verlo, empezaron a gritar emocionados:
—¡Llegó el príncipe! ¡Llegó! — y es que ella no podía culparlos, pues la estampa de hombre no necesitaba disfraz para parecer de la realeza con su apariencia enigmática y elegante.
Sin embargo, ella había aprendido algo muy importante a lo largo de los años, en especial los últimos en los que había estado sumida en la soledad, y era a aprender a identificar a las personas heridas y ese hombre, por la razón que fuera, lo estaba.
Por eso cuando fijó sus ojos en él le regaló una sonrisa grande pero nerviosa, notando que el hombre parecía incómodo con la situación, pero no se alejaba.
Los niños seguían emocionados, asegurando que él era el príncipe. Así que intentó calmar la situación con una dosis de humor, eso era algo que siempre funcionaba.
—¿Están seguros de que él es mi príncipe? Porque no le veo la capa ni la corona—, preguntó con picardía, dándole un guiño al desconocido, pero este lejos de relajarse se puso incluso más tenso.
Los niños, por su parte, sin titubear, respondieron a voz de coro:
—Siii, ¡siii es!— gritaron todos al unísono y comenzaron a empujar al extraño hacia ella, antes de decir—¡Beso, beso, beso!
Aurora, viendo que las cosas ya estaban poniéndose intentas, decidió romper del todo el hielo con el hombre enigmático, por lo que se acercó con pasos cautelosos, sintiendo como la mirada seria del hombre la recorría de pies a cabeza y sin poder evitarlo un escalofrío le atravesó todo el cuerpo.
Con una sonrisa traviesa, eliminó toda la distancia que los separaba, hasta que su pecho podía rozarse con el de él y solo entonces susurró:
—Por favor, no vayas a convertirte en sapo.
Benjamin arrugó el gesto al escucharla sin entender a qué carajos se refería con “sapo” y estaba a punto de preguntar de qué demonios estaba hablando, cuando, sin darle tiempo a reaccionar, la pequeña princesa se apoyó en sus hombros y poniéndose en punta de pies juntó sus labios con los suyos en pequeño beso de pico en los labios.
No era más que una presión, pero aún así él sintió la suavidad de sus labios carnosos y la tibieza en ellos consiguiendo que una parte de él que permanecía oculta y dormida se removiera.
Sin embargo, estaba tan sorprendido que se quedó aturdido y quieto por el contacto. Por Dios, que esa chica lo estaba besando. La chica que además sería su empleada.
Nunca en su vida una mujer había sido tan atrevida, pero por alguna razón que no entendía no la había separado, fue ella misma quien se alejó con las mejillas coloradas, lo cuál la hacía ver mucho más tentadora y le regaló una sonrisa entre tímida y asustada que él no devolvió.
Por el contrario evitando hacer una locura, decidió dar media vuelta y se alejó lo más rápido posible del lugar,
Aurora se dio cuenta que lo había arruinado en el mismo momento en que se separo del extraño que se quedó aturdido por el contacto.
Los niños parecían ser los únicos que disfrutaban mientras estallaron en risas y algarabía, pero su príncipe improvisado se había alejado de la escena rápidamente, dejándola mirándolo nerviosa y confundida.
—No debería haberlo besado—, susurró sintiendo una mezcla de emoción y culpabilidad. Pero es que algo en la mirada de ese hombre la había intrigado y sentía una extraña conexión con él, a pesar de que parecía ser todo lo contrario a ella.
Mientras observaba cómo se alejaba, no pudo evitar preguntarse quién era y por qué su presencia parecía afectarla de esa manera. Había algo en él que iba más allá de su apariencia seria y su actitud distante.
Benjamín ya estaba saliendo del parque de diversiones directo hacia su auto, estaba convencido de que su estadía allí, en ese lugar del demonio, sería un desastre, sin embargo, el hormigueo que se había instalado en sus labios desde el instante del beso no se había ido en ningún momento .
La mañana siguiente, Aurora se levantó con los nervios de punta y llegó al trabajo con el corazón palpitando aceleradamente en su pecho. Los rumores sobre el nuevo CEO de Atracciones Encantadas se habían propagado como pólvora entre los empleados. Ella solía ser la persona más optimista del mundo, siempre era quien animaba a sus compañeros, pero no podía negar que la expectación y el temor se entrelazaban en su mente mientras se dirigía hacia la salita de empleados. No sabía qué esperar de ese hombre que ahora ostentaba el poder, pues el antiguo dueño, el anciano señor Reed, era un hombre que, aunque estricto, era amable y comprensivo al que todos estimaban, pero a su nieto nunca antes lo habían visto y era muy poco lo que se sabía de él, ni siquiera el nombre. —¿Será tan malo como dicen? —se preguntaba mientras intentaba calmar sus nervios. Sin embargo, debía aceptar que en esos momentos había mucho más en su cabeza que el nuevo dueño, pues su mente no dejaba de recordar la ima
Benjamín estaba furioso. Había barro por todas partes cubriendo su costoso y perfectamente arreglado traje que había decidido utilizar ese día y el cuerpo de la endemoniada niña seguía encima suyo empeorando toda la situación. La cereza del pastel era que lo había besado ¡otra vez! ¡¿Es que acaso esta chica no conocía el concepto de respeto o espacio personal?! —¡¿Qué demonios espera para quitarse?! — volvió a gritar y sintió cómo el cuerpo pequeño encima suyo dio un respingo. Notó como la pequeña endemoniada salió del trance en que estaba y se puso de pie con una velocidad alarmante, solo para comenzar a hablar con una rapidez inhumana que solo conseguía aturdirlo más. —¡No fue mi intención!—Aurora se quería morir mientras veía la nuevo CEO tirado en el suelo y lleno de barro.— Yo intentaba ayudarlo, se lo juro. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, por el miedo que sentía de ser despedida, su optimismo habitual parecía haber desaparecido ese día. —Oh Dios, señor no sabe
La jornada laboral finalmente había terminado, Aurora se sentía agotada tanto física como mentalmente, era como si todo ese entusiasmo y alegría que siempre se encargaba de aparentar para los demás hubiese llegado a su límite.En especial después del desastroso encuentro que había tenido con su jefe el ogro, aunque debía aceptar que ella había sido un poco intensa, pero en su defensa, ese hombre no sabía lo importante que el parque era para ella y estaba decidida a hacer todo lo posible con tal de salvarlo.Con la cabeza hecha un lío caminó las diez cuadras que habían entre el parque y su casa, un pequeño apartamento sacado de una casa en el que vivía con su madre. Anteriormente habían sido dueñas de la casa entera, pero luego de la muerte de su padre las deudas llegaron y los ingresos desaparecieron, por lo que tuvo que tomar medidas drásticas.Y también cometer muchos errores, algunos de estos le siguen pesando incluso en esos momentos.Luego de una hora de caminata llegó hasta su h
Benjamin se había quedado hasta muy tarde en el parque revisando las cuentas y las anotaciones que su difunto abuelo había dejado antes de dormir, fue solo cuando recibió un mensaje de su mejor amigo, Max, que se dio cuenta que todo el mundo se había ido y decidió hacer lo mismo.En esos momentos, mientras subía a la pequeña parlanchina a su auto, no sabía qué habría pasado si él no hubiese pasado por ahí, si no se hubiese quedado hasta tarde trabajando y sinceramente no quería pensar en aquello, pero si había algo que estaba dando vueltas en su su cabeza y cuando se sentó tras el volante lo dejó salir.—¿Qué hacias caminando sola tan tarde?Aurora que seguía temblando debido al miedo y la impresión, entonces llevó sus ojos hacia esas dos joyas azules que la estaban viendo con reproche y sólo ahí recordó el motivo que la llevó hasta ese lugar.Sus manos se movieron con rapidez hacia el bolsillo delantero de su pantalón y el alivió la invadió cuando al meter la mano sacó el rollo delga
Benjamin ya no estaba seguro de que hubiera sido una buena idea haber llevado a Max con él al maldito parque, pues lo único que había hecho desde que entraron fue lanzarle sonrisitas a todas las empleadas que prácticamente estaban comiéndoselos con los ojos. Parecía que ni siquiera les importara que él las asesinara con la mirada, pues lo último que quería era tener una empleada enamorada e intensa en el maldito lugar. Eso ya sería el último clavo de su cruz. Y hablando de empleadas intensas, se le hacía sumamente extraño no haber visto la cabellera castaña de cierta reina de la intensidad, aunque teniendo en cuenta los sucesos de la noche anterior, no se le haría raro si había pedido permiso al idiota del administrador. Ese era otro que no servía para nada más que ponerle los nervios de punta, no entendía cómo su abuelo había dejado que este lugar llegara al nivel en el que estaba. Y como si lo hubiera invocado, el administrador regordete se acercó apresuradamente, pero Benjamin
El parque de diversiones resplandecía con luces parpadeantes, mientras la risa y los gritos de los visitantes llenaban el aire. Sin embargo, todo había quedado opacado en el momento en que los ojos de Aurora quedaron fijos en el rostro del viejo señor Mcqueen. Durante muchos años el hombre, ya entrado en los años, había intentado que el abuelo Reed le vendiera el parque y no lo había conseguido, sin embargo, el anciano ya no estaba con ellos y ella no podía asegurar que el nuevo CEO no fuera a ceder ante las embaucaciones del viejo y desleal que tenían enfrente. Eso era algo que le había estado preocupando desde que supo que tendrían un nuevo CEO, pues era consciente que la situación del parque no era la mejor y temía que quien fuera a tomar el mando se decidiera por la solución más fácil que era venderlo. En el momento en que el tipo, regordete, con la cara enrojecida por el sol y el cabello castaño y escaso en la cabeza, llegó hasta ellos, Benjamin sintió como la chica a su lado
Esa había sido en definitiva una de las situaciones más incómodas que había tenido, para empezar tuvo que fingir que le interesaba saber quién era el tipo cuando lo único que quería era largarse de ahí. Y para completar viene el idiota y le dice todo lo que él ya sabe tocando un nervio sensible en su cuerpo, que es no poder cumplir con la última voluntad del viejo. Sin embargo, nada de eso se comparaba con la rabia que sentía en esos momentos hacia cierta entrometida que tenía a su lado, por eso cuando el señor Mcqueen se fue, no dudó ni un segundo en girarse y tomar del brazo a esa m*****a mujer que iba a terminar por matarlo de un disgusto. —S-Señor… Yo… Yo tengo que ir a trabajar ya es… —Tú no vas a ir a ningún maldito lugar y te recomiendo que cierres la boca si no quieres terminar de embarrarla. Aurora temblando de nervios se dejó llevar por el rubio que parecía que estaba a punto de asesinar a alguien y en el momento en que vio la salita de empleados algo de tranquilidad se
Benjamìn había salido de la oficina de empleados a buscar a la habladora pero era como si la tierra se la hubiera tragado de la nada y a eso había que sumarle que él no conocía el parque todavía. Al menos no a profundidad, lo que empeoraba su búsqueda. Sin embargo, mientras caminaba vio al hombre que hace unos días la chica había saludado con efusividad, ese mismo que él, por sugerencia del administrador, había despedido y no dudó en acercarse. El hombre al verlo le dio una mirada entre curiosa y confundida. A Benjamin le extrañó no ver ni un solo atisbo de rabia o resentimiento, a fin de cuentas lo había dejado sin trabajo. —Disculpe, estoy buscando a una de las animadoras, la chica habladora, una castaña que… —Aurora— dijo el hombre interrumpiendolo y él no pudo evitar pensar que el nombre le quedaba perfecto— Su nombre es Aurora Sullivan ¿Por qué la busca? No irá a despedirla, o si? Porque señor, puede que ella parezca un poco atolondrada, pero le aseguro que es una excelente m