4. ¡NO INTENTES MENTIRME!

La jornada laboral finalmente había terminado, Aurora se sentía agotada tanto física como mentalmente, era como si todo ese entusiasmo y alegría que siempre se encargaba de aparentar para los demás hubiese llegado a su límite.

En especial después del desastroso encuentro que había tenido con su jefe el ogro, aunque debía aceptar que ella había sido un poco intensa, pero en su defensa, ese hombre no sabía lo importante que el parque era para ella y estaba decidida a hacer todo lo posible con tal de salvarlo.

Con la cabeza hecha un lío caminó las diez cuadras que habían entre el parque y su casa, un pequeño apartamento sacado de una casa en el que vivía con su madre. Anteriormente habían sido dueñas de la casa entera, pero luego de la muerte de su padre las deudas llegaron y los ingresos desaparecieron, por lo que tuvo que tomar medidas drásticas.

Y también cometer muchos errores, algunos de estos le siguen pesando incluso en esos momentos.

Luego de una hora de caminata llegó hasta su humilde hogar tratando de hacer el menor ruido posible, pues lo último que quería era tener un encuentro desagradable con su madre, sin embargo, todos los esfuerzos fueron en vano, pues nada más entrar la encontró sentada en el viejo sofá de la sala, con el televisor encendido y el rostro serio y malhumorado fijo en ella.

Hizo un esfuerzo por esbozar la sonrisa más sincera que pudo y con cautela dio un paso hacia donde la mujer estaba.

—Buenas noches, mami, no debiste esperarme despierta, es tarde y yo n…

—¿Trajiste el dinero?—Las palabras de Manuela, su madre, acallaron las suyas y solo entonces pudo darse cuenta de lo que realmente pasaba.

Era la quincena. Ella lo había olvidado por completo. Con todo lo que pasó ese día en el parque, la llegada del nuevo jefe, la caída en el barro y el beso robado, lo último en lo que había pensando al salir era que debía retirar la quincena para su madre.

Desde hace ya varios años que su padre murió y ella se dedicó de lleno a trabajar, su madre le ha quitado al menos el 60% de sus ganancias dejandole lo justo para que surta la nevera y pueda ir algunas semanas en transporte público, del resto todo se lo quita. Según ella es una compensación por haber sido la causante de la muerte de su padre… Pero eso es algo en lo que no quería pensar.

—Lo lamento, mamá, no tuve tiempo de ir a retirar, pasaron cosas en el parque, tenemos un nuevo jefe y…

—¡No me mientas! M*****a mocosa desagradecida.— el grito de la mujer la dejó momentáneamente paralizada.

—N-No te estoy mintiendo, s-se me olvido, no he retirado, pero te prometo que mañana a primera hora iré…

Antes de poder terminar de hablar, su madre ya se había puesto en pie y llegado hasta donde ella estaba y de un solo movimiento le arrebató el bolso que traía encima y volteaba todo su contenido en el suelo, sin importar lo que se partía o dañaba.

—¡NO INTENTES MENTIRME!—Los gritos comenzaron al mismo tiempo que las lágrimas salieron de sus ojos. 

Su vida se había convertido hace mucho en un infierno en el que solo conseguía paz en el parque.

—No estoy mintiendo, mamá, te lo juro.  Detente esas son mis cosas, son…

PLAAAFFF, el sonido de la bofetada fue lo que llenó el ambiente, junto al dolor sordo que Aurora sentía en la mitad del rostro. Los golpes habían sido un agregado desde hace ya un año a su infierno personal.

—Vas a ir ya mismo por el dinero— dijo con rabia contenida su madre.

—P-Pero es tarde, no tengo efectivo y…

—¡NO ME INTERESA COMO VAS A HACERLO, PERO QUIERO ESE DINERO AQUÍ HOY! —Volvió a gritar y de un movimiento le sostuvo la quijada con fuerza—Si no traes el dinero entonces más te vale buscarte otro lugar donde vivir, a fin de cuentas no eres más que una sucia asesina.

Con esas palabras le liberó el rostro adolorido y bañado de lágrimas, como pudo se agachó a recoger todas sus pertenencias regadas en el suelo y luego de meterlas nuevamente en el bolso salió del pequeño apartamento sin decir nada más, en busca de un cajero.

Caminó hacia el cajero automático por al menos media hora, sus pasos resonando en la calma de la noche, una única luz parpadeante de las viejas farolas guiándola hacia su objetivo. 

Cada paso estaba imbuido de la urgencia de la situación, pero también de su empeño inquebrantable. Las calles, habitualmente llenas de vida, ahora parecían desiertas y silenciosas, un eco de la soledad que había sentido durante tanto tiempo.

Al llegar al cajero, Aurora se apresuró a entrar y poner llave en la pequeña cabina, ingresó la tarjeta y retiró la pequeña suma de dinero, la sensación de alivio que sintió se vio interrumpida por una inquietante sensación de ser observada. 

Sus ojos buscaron en la negrura de la noche pero desde donde estaba no alcanzó a ver nada, por lo que decidida a llegar lo más pronto a su casa, salió de la cabina en busca de un taxi, sin embargo esa sensación de miedo solo incrementó con cada paso que daba.

Desesperada, giró du rostro y sus ojos se encontraron con la figura ominosa de dos hombres acercándose a ella. El miedo se apoderó de su corazón, una advertencia instintiva de peligro en el momento que los vio acelerar los pasos hacia ella.

Sus ojos se abrieron de par en par y un grito ahogado se escapó de sus labios mientras intentaba dar media vuelta y huir. Pero antes de que pudiera reaccionar, uno de los hombres la sujetó por el brazo y la arrastró hacia un oscuro callejón. 

Intentó gritar, intentó golpearlo pero parecía que se había paralizado hasta que finalmente reaccionó y luchó con todas sus fuerzas, pateando y gritando, pero sus esfuerzos parecían en vano.

—¡Sueltenme! ¡Déjenme ir! —exclamó, su voz temblorosa de miedo y rabia.

Al escucharla, uno de los hombres dejó salir una risa perversa y llevó su mano a la mejilla ya golpeada de la castaña.

—Oh, no lindura, no podemos dejarte ir, tenemos instrucciones muy claras del mensaje que debemos darte.

Esas palabras consiguieron que todo el cuerpo de Aurora se llenara de pánico al darse cuenta que ese no era un ataque al azar, lo que significaba que se trataba de “él”.

—No, no, por favor… Voy a pagarle, les juro que si, de hecho aqui tengo un poco de dinero y…

—Shhhh, no hables niña, todo lo que dices ya lo sabemos— dijo el mismo tipo, mientras el otro se reía— Por supuesto que vamos a llevarnos tu dinero, pero primero te vamos a dar un mensajito, algo para que recuerdes el próximo mes no atrasarte.

Antes de poder siquiera asimilar lo que le decían, sintió como la mano del hombre la tocó en sus pechos mientras el otro la sostenía con fuerza de los brazos, lo que estaba a punto de ocurrir era muy claro: Iban a violarla.

—No… No ¡NO, NO! AYUDA, POR FAVOR AYUDA,—Con desespero comenzó a retorcerse, intentando librarse de las manos de los atacantes, mientras sentía como lágrimas gruesas recorrían su rostro.

Ella no quería que fuera así, no así… Sin embargo a pesar de sus gritos parecía que no había nadie dispuesto a ayudarla.

En ese momento, un estruendo resonó en el callejón, el sonido de un kotor llenó el ambiente y entonces el chirrido de llantas, ella de inmediato volvió a gritar:

—¡AYUDAAAA!—el golpe que el tipo le dio hizo que de inmediato la boca se le llenara de sangre y que la vista se le nublara momentáneamente.

—¡Callate perra!

El tipo le tenía el cabello prensado con tanta fuerza que era como si cientos de agujas se estuvieran enterrando en su piel, sin embargo, antes de que ella pudiera decir algo, se escuchó una puerta de auto siendo cerrada consiguiendo que los atacantes se tensaran. 

 Una voz autoritaria resonó en el aire y ella sintió como una oleada de esperanza le llenó el pecho: alguien la había escuchado.

—¡Deténganse ahora mismo!

Los hombres la soltaron con fuerza, consiguiendo que nuevamente se lastimara, y antes de huir, uno de ellos se acercó y le susurró en el oído:

—Si abres la boca el jefe se encargará de atravesarte una bala en medio de tus lindos ojos y en los de tu mami, no lo olvides.

Sin más, finalmente la soltaron, ella se tambaleó hacia atrás, temblando y jadeando. Solo entonces sus ojos se encontraron con los del recién llegado y al verlo sintió una mezcla de alivio y confusión. 

La figura imponente que tenía delante no era un desconocido, sino su propio jefe, Benjamín Reed.

Aurora se quedó en shock al reconocerlo y se dio cuenta que el hombre estaba igual de sorprendido, el rubio parecía no dar crédito a lo que veía. 

Sin embargo, lo que la dejó sin aliento fue la transformación en la expresión de Benjamín. Su rostro, que normalmente mostraba seriedad y distanciamiento, estaba lleno de furia contenida y preocupación.

Él parecía no saber si debía perseguir a los atacantes o quedarse con ella, al final la segunda opción fue la ganadora, por lo que agachándose enfrente de ella, sostuvo su rostro lastimado con ambas manos antes de preguntar:

—¿Estás bien? —  preguntó, su voz mucho más suave de lo que Aurora esperaba.

Ella asintió, incapaz de articular palabra. La adrenalina seguía corriendo por sus venas, y la cercanía de Benjamín solo parecía aumentar la intensidad de sus emociones.

—N-No lo estoy acosando— le dijo, como tonta, y no sabía si era porque quería borrar los últimos o porque el hombre la ponía nerviosa.

Pudo ver cómo sus palabras parecieron impactarlo, pero antes de poder notar alguna emoción real en su rostro, el rubio sacudió la cabeza y la sostuvo de los brazos.

—Ven, te llevaré a un lugar seguro —dijo él, su voz resonando con autoridad.

Aurora se dejó llevar por él, sus piernas todavía temblorosas por la experiencia traumática que había enfrentado momentos antes. Benjamín la cargó con sumo cuidado en sus brazos y la llevó hacia su auto mientras que su cuerpo, su pecho y su mente hacía corto circuito.

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