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2. El dragón malvado del cuento.

La mañana siguiente, Aurora se levantó con los nervios de punta y llegó al trabajo con el corazón palpitando aceleradamente en su pecho.

Los rumores sobre el nuevo CEO de Atracciones Encantadas se habían propagado como pólvora entre los empleados.

Ella solía ser la persona más optimista del mundo, siempre era quien animaba a sus compañeros, pero no podía negar que la expectación y el temor se entrelazaban en su mente mientras se dirigía hacia la salita de empleados. 

No sabía qué esperar de ese hombre que ahora ostentaba el poder, pues el antiguo dueño, el anciano señor Reed, era un hombre que, aunque estricto, era amable y comprensivo al que todos estimaban, pero a su nieto nunca antes lo habían visto y era muy poco lo que se sabía de él, ni siquiera el nombre.

—¿Será tan malo como dicen? —se preguntaba mientras intentaba calmar sus nervios.

Sin embargo, debía aceptar que en esos momentos había mucho más en su cabeza que el nuevo dueño, pues su mente no dejaba de recordar la imagen del hombre de anoche.

Aquel apuesto desconocido que besó mientras fingían que era un príncipe, de solo recordarlo las mejillas se le coloreaban y el corazón se le aceleraba.

Eso había sido una completa locura, al igual que estar sonriendo en esos momentos mientras pensaba en un extraño.

Pero es que a pesar de la confusión y la sorpresa de aquel encuentro, una extraña emoción se había apoderado de ella, nunca antes había hecho algo como aquello y aunque después se había asustado y arrepentido de su atrevimiento, no podía borrar de su cabeza y sus labios la sensación que ese pequeño beso le dejó.

Finalmente llegó a la salita de empleados que quedaba en una de las zonas más alejadas del parque, ahí donde no molestara ni estorbara a las atracciones, al entrar saludó con efusividad a sus compañeros.

—¡Hola, señor Fabio! Dígame cómo est…

Estaba por preguntarle por su esposa, cuando un carraspeo de garganta la hizo girar y se topara con la mirada huraña del administrador del parque, un hombre robusto y bajito que era un completo bueno para nada.

—¿Podría tomar asiento, señorita Sullivan?

Sin embargo, a pesar de la voz molesta del hombre, su atención no estaba puesta ni mínimamente en él, no, sus ojos se habían quedado prendados del imponente hombre vestido elegantemente de traje. 

Los ojos de Aurora se abrieron como platos al reconocerlo.

¡Por Dios! Era el mismo al que había besado la noche anterior.

Sintió como el color de su rostro comenzó a desaparecer y la  sorpresa la dejó momentáneamente sin palabras, esos hermosos ojos claros estaban fijos en ella y en su rostro no había una sola expresión que le hiciera saber que la había reconocido, se veía incluso mucho más hosco y distantes que el día anterior.

Pero eso no la detuvo, no, se necesitaba mucho más que un poco de hostilidad para frenarla, pues cuando reaccionó se apresuró a acercarse, con todas las intenciones de disculparse por lo ocurrido.

—Oh Dios, señor no sabe cuento lo se…

Sin embargo, antes de poder terminar la frase o tan siquiera llegar a él,  el hombre la interrumpió levantando una mano en su dirección, en una clara seña de que se callara, y con un tono hostil y cortante le dijo:

—Quédese donde está,  no quiero escucharla y tampoco me interesa lo que tenga que decir, solo siéntese.

La impresión de sus palabras se clavó como una daga en el corazón de Aurora, dejándola paralizada en su asiento.

Ella esperaba que los rumores fueran falsos, realmente quería creer que las cosas no iban a estar tan mal, pero se acababa de dar cuenta que aunque el hombre parecía un príncipe encantador, al parecer no era más que el dragón malvado del cuento.

Benjamín había esperado, no, realmente deseaba no tener que encontrarse otra vez con la chica atrevida que lo había besado, pues lo único que quería era sacarse ese maldito momento de su cabeza, pero al parecer el destino lo odiaba, porque entonces ahí estaba ella, viéndose tan alegre y vivaracha como el día anterior.

Él no había tenido de otra que marcar una distancia entre ambos, haciendo que la niña entendiera que entre ambos había un trecho enorme que los separaba y cuando la chica cerró la boca y se fue a sentar pensó que lo había conseguido.

La reunión comenzó y  Aurora sintió como el ambiente se volvió tenso mientras el CEO anunciaba supuestos  cambios en el parque.

—No sé como estaban acostumbrados a trabajar, pero quiero que sepan que las cosas van a cambiar a partir de ahora—Benjamín miraba a cada uno de los empleados frente a él tratado de adivinar quienes serían los dueños de los nombres que el administrador le había dado—El parque está deteriorado y su economía también, por eso se harán cambios inmediatos.

Los cuchicheos y los gestos de preocupación no se hicieron esperar y por un segundo él llevó sus ojos a donde la castaña se encontraba preguntando si ella estaría en la lista.

El administrador dio un paso hacia adelante y nerviosamente sacó un trozo de papel antes de comenzar a nombrar a varios de los empleados:

—Luis Suarez, Milena Rodriguez, Ava rubiano, Joakin Pent y Fabio Suarez les anuncio que trabajan hasta hoy. — con voz neutra dio la noticia del despido y Aurora sintió que el mundo bajo sus pies se movió.

La noticia cayó como un balde de agua fría sobre todos.

Sus ojos se fueron de inmediato a donde el señor Fabio, ahora sorprendido y pálido, se encontraba, ella ni siquiera se dio cuenta de que había hablado hasta que los ojos estuvieron sobre ella.

—¡No puede hacer eso! ¿Con qué justificación los despide?

Aurora sintió un nudo en la garganta, temiendo por sus compañeros y por su propio futuro en el parque.

—Señorita Sullivan le voy a aconsejar que si no quiere que su cabeza sea la siguiente se mantenga en silencio— el administrador le dio una mirada de muerte cuando le habló.

Sin embargo, ella seguía teniendo mucho para decir, pero antes de que pudiera intervenir la voz grave y ronca del hombre se hizo escuchar otra vez.

—La justificación es que el parque es un desastre, no puede seguir costeando tantos empleados. De ahora en adelante el que no esté aportando se va, los puestos que no sean necesarios se irán y aquellas personas a las que no les guste lo que digo entonces también se van.

Al pronunciar esas palabras, sus ojos fríos como hielo se posaron fijamente en ella, lo que la hizo sentir inquieta y vulnerable ante su mirada penetrante, temiendo que pensara despedirla por lo sucedido el día anterior.

Ella necesitaba hablar con él cuanto antes..

Una vez finalizada la tensa reunión, Aurora abrazó con fuerza al señor Fabio y dejó derramar más de una lágrima mientras el hombre le regresaba el gesto.

—Voy a ayudarlo a recuperar su empleo— le dijo ella, pero el hombre se alejó y negó con la cabeza.

—No niña, lo último que quiero es saber que te has metido en problemas por mi culpa, tú padre me dijo que te cuidara y hasta ahora lo he hecho bien, él estaría orgulloso de ti.

Sentía como el nudo en su garganta incrementaba el tiempo que sus ojos se llevan de lágrimas, su papá era un tema delicado para ella, uno del que no hablaba mucho y que había marcado un cambio en toda su vida.

Cuando salió de la salida decidió que, contrario a lo que Fabio le dijo,  debía hablar con el nuevo CEO y tratar de convencerlo de no despedir a sus compañeros.

Además, quería expresarle sus ideas para mejorar el parque y demostrar su compromiso con el lugar que tanto amaba. 

Decidió seguirlo en el pasillo, esperando una oportunidad para entablar una conversación.

—Señor, disculpe —dijo, tratando de llamar su atención, pero el hombre la ignoró deliberadamente.

Benjamin escuchó la voz de la chica de ayer a sus espaldas y decidió apretar el paso y así darle una indirecta de que no le interesaba en absoluto hablar con ella, pero al parecer la niña no entendía las señales porque no dejaba de llamarlo a gritos.

—¡Señor, solo necesito un segundo!

No se había imaginado que lidiar con los empleados y tomar decisiones sería tan complicado y menos que estos fueran tan intensos.

Mientras intentaba perder a la mocosa de vista aceleró el paso y se metió por el primer callejón que encontró, al tiempo que escuchaba a la chica gritar con fuerza a sus espaldas.

—¡Señor Reed, tenga cuidado! —advirtió Aurora, preocupada al ver que el CEO estaba a punto de meterse en la zona donde el suelo no se había puesto y un lodazal causado por la lluvia lo llenaba.

Pero antes de que pudiera terminar de pronunciar esas palabras, Benjamin perdió el equilibrio y cayó hacia adelante.

Por instinto, Aurora intentó sostenerlo, pero al tomarle la mano pata ayudarlo terminó cayendo sobre él dentro de una carpa de atracciones que estaba abandonada y montada en un barrial cercano.

Entonces todo pasó en cámara lenta: Benjamín sse cayó de espaldas en el barro golpeando con fuerza el coixí, antes de sentir como otro cuerpo impactó contra él y al segundo siguiente unos labios calidos que reconoció de inmediato se juntaban con los suyos brevemente.

El corazón de Aurora latía desbocado mientras se encontraba prácticamente encima del hombre, sus labios habían quedado muy cerca y cuando ella intentó alejarse se había resbalado y ahora nuevamente lo estaba besando.

Por un segundo ninguno dijo nada. Ambos se miraron sorprendidos y desconcertados por la inesperada situación, antes de separarse como si se estuvieran quemando.

El rostro de Aurora se encendió con un rubor intenso mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas para explicar lo que había ocurrido.

—L-Lo sie- Siento, no fue mi intención —murmuró, avergonzada por el contacto involuntario.

Benjamín estaba en shock, como era posible que esa niña se las arreglara para besarlo no una, sino dos veces en menos de 24 horas en sus propias narices.

—Solo cierra la boca —respondió Benjamin, tratando de mantener la compostura a pesar de su propia sorpresa.

Benjamin se quedó en shock viendo a la pequeña chica parlanchina sobre él, sus labios en los suyos.

La mezcla de emociones y pensamientos lo invadía por completo.

Se sentía furioso y desconcertado, pero también había algo en Aurora que le causaba intriga. 

Ambos permanecían en silencio, sin saber cómo reaccionar ante el inesperado encuentro, hasta que el rubio viendo con el ceño fruncido y viendo la posición en que seguían, la hizo a un lado consiguiendo que cayera al barro y luego desesperado y molesto le gritó:

—¡PERO QUE CREE QUÉ ESTÁ HACIENDO?, ¿QUÍTESE DE ENCIMA! —exclamó con irritación, mientras trataba de ignorar la extraña sensación que le recorría el cuerpo debido a los labios y la cercanía de la chica parlanchina.

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