Senka había estado mirando desde las sombras desde que Arlina había sido apuñalada. Solo podía mirar con terror cómo Arlina la había arrastrado como una muñeca con un tentáculo que sobresalía de su espalda como una espina o una pata de araña. Fue entonces cuando Senka vio a Jacobo perder el control por completo.No importaba cuántos tentáculos le arrojara Arlina, él siguió avanzando, con las garras extendidas y la espada ignorada y arrojada.“¡MUERE, JACOBO!” Gritó Arlina, sin dejar de apuñalarlo. No tuvo ningún efecto en el medio lobo interior, y él solo pareció sonreír ante sus intentos.Una vez que la alcanzó, la agarró con fuerza por los brazos con los suyos, las garras pincharon la delicada carne y extrajeron sangre. Senka vio como Jacobo continuaba apretando, aplicando más y más presión. Hubo un crujido profano que resonó en la habitación, y casi hizo que Senka soltara la comida que le quedaba en el estómago.Casi se dio la vuelta cuando hubo una luz rosa brillante que envolvió
Habian pasado ya 10 años desde que todo parecia perdido.¡Jacobo!" escuchó llamar a Arlina, despertándolo de su tren de pensamiento semiconsciente. Mientras parpadeaba de regreso al mundo real, miró a su alrededor para ver que ya estaba oscuro afuera. Bostezó y se desperezó, levantándose de su lugar en el porche. No recordaba haberse quedado dormido aquí, pero no se sorprendió. Había estado trabajando duro haciendo algo para Arlina en la habitación de invitados y tampoco había dormido mucho la noche anterior. La fuente de su falta de sueño salió corriendo, pequeños pasos golpeando ruidosamente los pisos de madera mientras ella chocaba contra sus piernas. Ella lo miró con ojos grandes y brillantes. "¡Papá! ¡¿Terminaste de dormir ?!" le preguntó dulcemente, mirando hacia arriba a través de su espeso y negro flequillo. Jacobo se rió entre dientes y se inclinó para levantarla. "¡Sí! Papá ha terminado de dormir. ¿Qué has estado haciendo, mi pequeño apestoso?" preguntó, frotándose la nariz
Arties, España.Las verdes praderas parecían brillar como el jade bañadas en la luz dorada del sol, las nevadas montañas brillaban como la plata, los bosques de pino lucían tan majestuosos como los recordaba de memorias de infancia, aquel pueblo, Arties, era tan bello y pintoresco que parecía el escenario de un cuento de hadas, y, sin embargo, no se sentía como la princesa de uno de ellos.Arlina O´Neill después de tantos años regresaba al pueblo, en compañía de su hermanastro y prometido Alejandro, había dejado aquel pintoresco lugar contra su voluntad cuando aún era una niña, y estaba más que ansiosa de por fin bajar del vehículo, se imaginó corriendo por los verdes y floridos prados y recorriendo de nuevo sus bosques…se preguntó si aquel amado y añorado amigo de su infancia aún seguía en el pueb
La luna brillaba en lo alto, alzándose orgullosa y bañando con su luz de plata todo el valle, el viento fresco de la madrugada reconfortaba sus agudizados sentidos, los aullidos en la lejanía lo llamaban, haciéndole una invitación para cantarle a belleza de la luna, cada crujir en el bosque, cada sonido de animal, todo podía percibirlo…todo era diferente cuando se miraba a través de los ojos de un lobo, la sangre corría a mil por hora…y su hambre aumentaba en demasía.Corriendo por las praderas aquel lobo de pelaje gris aullaba su canción a la belleza sublime de la luna, aquella era una hermosa noche, donde todo parecía haber cambiado.Arlina despertaba de su poco tranquilo sueño, cada noche, era una pesadilla tras otra desde aquel fatídico día en que lo perdió todo, levantándose de su cama camino hasta la amplia terraza de su alco
La noche caía de nuevo sobre el pintoresco pueblo de Arties, nubarrones grises comenzaban a cubrir en su totalidad la hermosa luz plateada de la luna, los bosques, valles y montañas, pronto se vieron cubiertos con el manto de la penumbra nocturna, el sonido de las aves nocturnas junto al canto de los grillos, amenizaban el profundo silencio de la inmensa oscuridad, no había aullidos de lobo, las bestias que le cantaban a la luna parecían haber decidido no salir a cazar esa noche sin luna.Arlina se hallaba ya en sus aposentos privados, sin deseos de hablar con alguien o siquiera ver a otro ser humano.Espero que puedas perdonarme…pero no mereces a alguien como yo a tu lado…porque yo…no soy lo que tú necesitas…y nunca podre serloLas palabras de Jacobo seguían dando vueltas en su cabeza una y otra vez sin detenerse, mil preguntas se formula
Cuenta la leyenda, sobre la existencia de seres mitad hombre, mitad lobo, que entre aullidos le cantaban a la luna, seres sobrenaturales que poseían una fuerza extraordinaria que usaban su poder para someter a los humanos, llenando de terror a las personas que incesantemente buscaban calmar la ira de las bestias, sin embargo, se decía que la luna, en un acto de misericordia a la humanidad, había creado dos seres que portaban su belleza y compasión, hijos de la luna de cabellos y piel tan blancos como la nieve en los montes pirineos, lobos de sangre plateada que llegaron a calmar a las bestias que constantemente los azolaban, pero, en el gran temor y egoísmo de los hombres, acabaron con cada uno de ellos temiendo que aquella raza incrementara su poder si decidían unir sus fuerzas, entonces, fue que lo peor que pudiesen haber hecho, ocurrió, naciendo gemelos en cualquier familia de cualquier nivel social, los enardecidos aldeanos, a
El sol radiaba su poderosa luz con gran fuerza esa mañana, el barullo de las personas en las calles comenzaba a sentirse cada vez más molesto, el café que bebía no era el mejor del mundo, ni siquiera podría considerarlo a su altura, era un día ya bastante tedioso y eso que recién estaba comenzando.Alejandro O´Neill era un hombre exigente, todo debía ser a su entero gusto y las voluntades siempre debían estar a su merced, nunca se hallaba satisfecho con nada, era un joven caprichoso con ambiciones demasiado grandes, ambiciones que, sin duda alguna, prometía ver cumplidas.Arlina no había deseado acompañarlo a visitar al alcalde del pueblo, hombre regordete de baja estatura que se hallaba permanentemente nervioso en su presencia, el sudor en su frente le causaba asco, sus manos sudorosas no era algo que deseara estrechar ni en broma, aquel hombre feo jamás podría esta
La lengua húmeda y cálida recorría cada borde de aquella cicatriz en su cuello, la repentina cercanía con tal atrevimiento la había sorprendido más allá de lo imaginado, Jacobo parecía no estar consciente de lo que estaba haciendo, su extraña conducta parecía ser más la de un animal que la de una persona, aquel acto tan…intimo, había logrado que el calor subiera desde su vientre hasta sus ya coloreadas mejillas, sin embargo, no quería apartarlo o hacerle entrar en razón, aquello, aunque era completamente vergonzoso, le agradaba, despertaba en ella mil sensaciones y sentimientos desconocidos, mucho más fuertes que cualquier otra cosa que hubiese sentido antes.– Eres mía Arlina…dímelo, di que eres mía – decía Jacobo en un frenesí que no lograba detener ni comprender.Arlina, con los ojos muy abiertos en sor