Laia.La noche más esperada de la semana había llegado y yo estaba más nerviosa por haber soñado con Eris, que por saber que Caleb me había invitado a una especie de cita.Alejé los pensamientos tortuosos porque tenía que centrarme en pasarla bien y resolver los problemas con mi mate.Caminé hasta la parte más alejada del patio de la mansión, estaba rodeado por altos muros de piedra cubiertos de enredaderas. El suelo, empedrado y desgastado por siglos de uso, crujía bajo mis pies al caminar por esos lados. Las luces en varios postes pequeños titilaban como luciérnagas en la penumbra de la noche.El hombre me esperaba al final del camino, dándome la espalda, con ambas manos dentro de sus bolsillos y con el mentón alzado, mirando la luna encima de él.Había un banco de piedra que ofrecía asiento a los visitantes. Sus superficies estaban pulcras y relucientes.—Caleb... —Lo llamé, avergonzada.Esa noche decidí ponerme un vestido blanco que me llegaba por encima de los pies, con una sutil
Caleb.—Oye, ¿no crees que deberías estar presente para las transformaciones? —cuestionó Laia.Estábamos sentados en la banca, mientras yo me acurrucaba con la cabeza sobre su regazo. Verla desde esa perspectiva era un poco gracioso, porque su papada era notoria y su nariz se veía más grande.—Sí, pero ya les avisé a todos que estaría ocupado —confirmé—. De todas formas, los demás alfas también están al pendiente... No se sabe cuántos vínculos podrían aparecer hoy.—Yo presiento que serán muchos, porque de eso depende el futuro de los hombres y mujeres lobo —resopló, acariciando mi cabello.—Laia —La llamé, mirándola con anhelo.Lo que me causaba esa mujer era increíble. Algo irreal que no podía explicar con simples palabras. Haberla besado activó un impulso en mi interior de querer protegerla a toda costa, uno mucho más grande del que tenía.—¿Sí? —preguntó, curiosa.—Mañana tendré una reunión con todos los alfas... Nos estamos preparando para dar el golpe final —informé.Por más que
Laia.Haber escuchado la confesión de Zoé me dejó un poco desconcertada. No pensé que su mate fuera a aparecer tan pronto, si solo tenía dieciséis años. Aunque seguía existiendo esa posibilidad, por muy pequeña que fuera.—¿Y qué haces aquí? —cuestionó Caleb, cruzado de brazos—. Deberías ir con él.—¡N-no! —Ella llevó ambas manos a sus oídos—. Yo no estoy lista para esto.—Zoé, tienes que calmarte —Le puse una mano sobre su hombro, tratando de ayudarla—. ¿Por qué no nos ayudas a terminar este banquete y nos cuentas qué pasó?Señalé toda la comida que reposaba sobre la mesita, porque era demasiada para dos personas y sabía lo glotona que podía ser Zoé.Ella se quedó viendo cada plato con una notoria hambre, ya que sus tripas la delataron y su estómago rugió por ella. Se colorizó por la vergüenza.—No fui yo —mintió.—Se supone que era una cita —resopló Caleb—. Pero si nos vas a contar quién resultó ser tu mate, estaré encantado de oírlo.—No finjas interés —masculló la pelinegra, asesi
Caleb.Las transformaciones fueron un éxito y este año tuvimos muchas más que en años anteriores. Eso solo significaba lo mal que estábamos, teníamos que ganar la batalla contra el mal para prevalecer.Iba de camino a la habitación de Laia porque la reunión que tendríamos todos los alfas se llevaría a Cabo en unos minutos, ya Xavier había preparado la sala para tener privacidad.Entré, escuchando la voz chillona de Zoé.—¡Es que no puedo!—Pero no te estoy diciendo que lo aceptes ya, él mismo te dejó en claro que iba a esperarte —La calmó Laia.La pelinegra estaba caminando de un lado a otro con desespero y pisando el suelo con fuerza. ¿Qué carajos le sucedía?—Laia, ¿estás lista? —intervine.Ambas se giraron a verme como si hubiera sido una cucaracha entrometida que no dudarían en aplastar.Tragué saliva.—Ni se te ocurra decírselo a Caleb —Zoé amenazó a mi luna con el dedo índice.—¿Decirme qué? —cuestioné, cruzándome de brazos—. Ya sé que tu mate apareció y te tiene alterada. ¿Acas
Laia.Había pasado un día de la reunión, me quedé pensativa sobre todo lo que implicaba mi poder interior. Ni yo misma sabía exactamente de qué se trataba, pero cada vez me estaba acercando.Sabía que la diosa podía controlar a los elementos a su antojo, pero eso de la Ecomancia era nuevo para mí. No tenía idea de que existiera un poder de ese tamaño.—¿En qué tanto piensas? —preguntó Caleb.Estábamos en el patio, sentados en una de las tantas mesas con sombrillas que estaban encima de la cerámica que conformaba el suelo.—¿Por qué no dejaste que Eliezer me siguiera explicando? —inquirí, frunciendo el ceño—. Si él leyó un libro, sabe más que nosotros.—Laia, es mejor que las demás manadas no sepan exactamente de qué eres capaz... —resopló, sin mucho interés.—¿Por qué? —dije, entre dientes.Apoyé el mentón sobre mi puño y me quedé mirando su radiante expresión. Sus grisáceos ojos brillaban por los fuertes rayos del sol que se reflejaban, y las venas de su cuello se marcaron ante mi pr
Laia.—¿Pero por qué te vas con él? No me digas que me vas a abandonar desde ya —se quejó Zoé, haciendo un puchero.—Solo será esta noche, ¿vale? Además... Sabes que lo normal sería dormir juntos —expresé, agarrándome un brazo.—Yo jamás dormiría con mi mate —aclaró, con molestia.—Eso dices ahora —proclamé—. No vayas a cometer el mismo error que yo de meterte con otro. Se nota que es un buen chico que sabrá esperarte.—¡¿Tú también lo apoyas?! —exclamó, con total ofensa en su rostro.—Lamento decepcionarte, pero sí —me reí.Terminé de ponerme la pijama para ir a la habitación de Caleb. No podía creer que me lo había pedido como un pequeño niño, con la excusa de que quería dormir entre mis brazos.—Por la diosa —suspiró, sentándose en la cama—. Ya vete. Estaré bien durmiendo sola.—No seas dramática, Zoé —Negué con la cabeza—. Ya verás que cuando le des la oportunidad a Ashton, no querrás separarte de él.—No me lo recuerdes.Lo decía porque el muchacho venía a diario a la mansión en
Laia.No pensé que hacerlo con mi mate fuera una maravilla. Mi corazón estaba sincronizado con el suyo a pesar del agite que estábamos teniendo. Yo terminé por subirme encima de él y colocar mis palmas sobre sus pectorales.Él sostuvo mis caderas, ayudándome a moverme por lo inexperta que era. El hormigueo que me recorría por dentro era delicioso, tanto para hacerme gemir cada minuto que pasaba.—Sigue, por favor... No te detengas —suplicó, apretando la mandíbula.No me importó que Caleb no tuviera protección, la piel de su miembro erecto y caliente solo me hacía estremecer con cada embestida que ambos nos dábamos. Mi boca estaba abierta, y busqué la suya con necesidad al inclinarme hacia él.Estábamos siendo uno solo en ese momento, dejándonos llevar por nuestros alientos chocantes y ansiosos de ir por más. Queríamos llegar al clímax, y yo no estaba muy lejos de hacerlo.—C-Caleb... Por la diosa —Ahogué un suspiro.Esa corriente eléctrica me invadió por completo en cuanto mis caderas
Laia.Desperté con esa fuerte presión en el pecho, haciéndome respirar entre cortadamente y agitada. Caleb, quien estaba dormido a mi lado, sintió mis movimientos y terminó sobresaltado.—¿L-Laia? ¿Qué sucede? —soltó, con la voz ronca.Sus brazos desnudos me abrazaron. Me pude dar cuenta de que ambos estábamos sin ropa debajo de las sábanas y la calidez que emanaba de nuestros cuerpos era increíble.Yo tenía la boca abierta, una fuerte presión me ahogaba, pero también sentía mil hormigueos por doquier.—Yo... —Me ahogué con mi propia voz.Empecé a toser y Caleb me agarró entre sus brazos, buscando dar leves palmadas en mi espalda para ayudarme a mantener la calma.Todo a mi alrededor daba vueltas como si estuviera mareada, pero eso solo me daba la claridad que necesitaba. La diosa ya me advirtió de esos efectos.—Laia, háblame... Me estás preocupando —murmuró, con aflicción.Tuve que hacerle señas con mi mano para que esperara a que mi respiración volviera a la normalidad. Mi corazón