Laia.¿Eris?¿Quién era Eris?—Haré que cada uno lea una parte, así entenderán mejor —comentó Rubí, chasqueando sus dedos.Mis labios empezaron a moverse sin yo pedirlo y me di cuenta que estaba siendo controlada. Era algo aterrador, menos mal que ella estaba de nuestro lado.—Hace mucho tiempo, en un mundo donde la magia y la naturaleza se entrelazaban, existían dos hermanas llamadas Luna y Eris —hablé, concentrada en las letras—. Ambas compartían una conexión profunda con los elementos y una responsabilidad única de mantener el equilibrio natural. Se les otorgó un poder inimaginable.—Luna, la hermana mayor, era gentil y compasiva. Cuando se les ofreció el poder de los dioses para preservar la armonía en el mundo, Luna lo aceptó con gratitud y estaba dispuesta a preservar la paz —continuó Caleb, se veía frustrado—. Su corazón estaba lleno de bondad, y su misión era proteger a los seres vivos y asegurar que la naturaleza floreciera.Era increíble cómo Rubí solo tuvo que chocar sus de
Laia.—La profecía la creé con el fin de que Eris fuera derrotada —comentó la diosa.El ambiente dejó de ser oscuro y la neblina se fue esparciendo poco a poco. Se le abrió paso a un bonito paisaje, en donde había una banca para sentarse y el bosque frente a nosotros nos sorprendió.Era increíble el poder mágico que tenían algunas personas. La noche seguía siendo perfecta con la luna llena. Después de todo, ambos estábamos dentro de mi mente.—¿Por qué su hermana decidió irse por el mal camino? —pregunté.—No todos serán buenos, Laia —bufó Caleb, cruzado de brazos.—Es cierto. Por desgracia, mi hermana siempre tuvo esa chispa de maldad que poco a poco se fue avivando —resopló ella, sentándose con cautela—. Estuve perfeccionando un poder capaz de derrotarla. Es obvio que ahorita se volvió más fuerte, pero sin dudas la loba suprema podrá ponerle fin.—¿Loba suprema? —cuestioné.Creí que se trataba de un lobo, pero recordé que en el Codex decía que la diosa le daría el poder a una joven
Laia.—Sí, Laia... El poder que llevas dentro me pertenecía en el pasado. Fui perfeccionándolo para poder entregártelo —afirmó, con una sonrisa—. Espero que puedas derrotar a Eris, o el mundo será destruido. Todas las criaturas que están en la tierra dejarán de existir.—¿Cuántas manadas quedan? —cuestionó Caleb, intrigado—. Sería una derrota inminente perderlas a todas. Hay que movilizarnos con eso.—Diez manadas. Dos que igualan el poder de los ShadowMoon y las demás son normales. Las más débiles fueron destruidas por completo, que eran mayoría —respondió la diosa, tragando saliva.¿Diez manadas? Era imposible que quedaran tan pocas. Si seguía así, los lobos estaban próximos a extinguirse y eso era aterrador.Eris sabía que éramos la única especie que podía destruirla y acabar con su deseo de gobierno mundial.—P-pero habían muchísimas —balbuceó Caleb, estupefacto con la noticia.—Es lamentable la pérdida de tantas manadas después de que se hayan expandido durante años —murmuró la d
Laia. Habían pasado unos días y Caleb se estaba encargando de encontrar a las demás manadas, junto con Xavier y algunos exploradores. Yo estaba en mi habitación en compañía de Leo porque necesitábamos experimentar un poco más para descubrir mi poder... Zoé no estaba, así que le puse seguro a la puerta para no ser interrumpidos en el proceso. —Laia, ¿estás segura? No tengo problemas en esperar... —comentó, se veía nervioso. ¿Y cómo no? Si yo lo estaba viendo con unos ojos lujuriosos porque quería comérmelo de verdad. —Sabes que se nos acaba el tiempo... Mientras más esperemos, Eris tendrá la oportunidad de ganar —recordé, acercándome—. Necesito saber si esto funcionará, Leo, y solo he pensado en ti para conseguirlo. Él estaba sentado en la orilla de la cama, con ambos brazos apoyados sobre el colchón. Yo me fui acercando poco a poco hasta llegar frente a él, acariciando con suavidad sus mejillas. —No quiero forzarte —suspiró, pero yo solo veía lo sexy de su expresión—. Pero si
Caleb.Después de las revelaciones que tuvimos con la diosa en donde nos decía que nuestro vínculo era irrompible, me quedé pensando todas las noches.No podía dormir bien, porque Laia no salía de mi mente. Sabía que estaba teniendo una especie de relación amorosa con Leo, y de solo pensarlo me carcomía por dentro.Apretujé mi pecho, buscando la calma que hace mucho había olvidado.—¿Sucede algo? Has estado decaído últimamente —preguntó Xavier.Ambos estábamos en mi oficina, ya que habíamos conseguido la ubicación de varias manadas y queríamos hablar sobre el próximo paso.—No es nada importante. ¿Le has avisado a las manadas de nuestra ubicación? —cuestioné.—Solo una accedió a venir por su cuenta, las demás exigen que usted mismo vaya o no nos creerán —resopló, cruzando sus piernas.Moví el lapicero sobre el escritorio y me quedé sumido en mis pensamientos. Solo dos manadas igualaban a los ShadowMoon, y eran las que no habían encontrado ni rastro.—Sigan buscando a las más important
Laia.Estaba lista para ir a buscar a los BloodMoon junto a Caleb. No me sentía feliz con él porque el día anterior había intentado seducirme, cosa que me negué rotundamente.Claro que sentí un corrientazo expandirse por mi cuerpo, pero le recordé a mi mente que el hombre que me gustaba era Leo. No podía hacerle el daño que Caleb me hizo a mí, él no se lo merecía.—No me parece justo que vayas sola con Caleb —argumentó Zoé, con una mano en su cadera—. Todavía no confío en él —Lo asesinó con la mirada.—Mmh —soltó el castaño.—Laia, cuídate mucho, ¿vale? —murmuró Leo, sosteniendo mis manos con ternura—. Estaré ansioso por tu regreso. Prometo prepararte un buen postre como regalo de bienvenida.Sonreí.—No sabía que eras bueno en la cocina —dije, alzando una ceja con diversión.—Caleb le deja ese trabajo a los omegas, pero puedo desafiarlo por ti —susurró para que él no escuchara.—Es un lindo gesto de tu parte —Besé su mejilla.—Muy bien, hora de irnos —masculló Caleb, obviamente con m
Caleb.Sabía que estaba mal acabar con los humanos, pero esos cazadores podrían meterse en nuestros asuntos si no lo evitaba a tiempo.El hecho de que supieran nuestra ubicación, ya era peligroso. Esperaba que Eris no tuviera nada que ver con la Orden Plateada.—Estás loco, de verdad —soltó Laia, cruzada de brazos—. No voy a dejarte solo.—Pensé que ya no te preocupabas por mí —insinué, mirándola de reojo—. ¿O vas a buscarme ahora? Después de todo, lo de Leo no funcionó para activar tu poder y ambos sabemos que no lo amas lo suficiente.—Es cuestión de tiempo, Caleb, estoy segura. No creas que te estoy dando oportunidad de volver a entrar en mi vida —resopló, entre dientes—. Simplemente no puedo permitir que mueras por una venganza tonta.Apreté el volante y mantuve mi vista fija en el frente. Lo último que dijo me llegó al corazón como una estaca, atravesándolo con fuerza. Era desgarrador que ella no se pusiera en mis zapatos.Lo peor era que Laia también quería vengar a su padre, en
Laia.Estuve forcejeando para quitarme el cinturón con mis propias manos, pero me era imposible. Estaba presa en ese auto en medio de un camino desolado en el bosque.Miré en todas direcciones, sin encontrar nada que pudiera ayudarme.—Desgraciado —mascullé.No podía dejarlo solo en una pelea abismal como lo era enfrentar a una organización de cazadores completa.¿Quién se creía?El ego lo tenía altísimo como para creer que iba a ganar solo. Mi corazón estaba latiendo con rapidez y le hice un llamado a mi loba interior, seguro con la transformación lograría salirme del encierro.¿Acaso no se le pasó por la mente?Una explosión proveniente de la dirección por donde se fue Caleb, fue suficiente para alertarme. Supe que algo andaba mal, o lo estaban presionando mucho, así que me armé de valor y rompí la ventana del auto.Él iba a regañarme luego, no me importaba. En mi forma de loba, logré pasarme por el culo el cinturón y salté por la ventana rota, logrando cortarme un poco mi estómago