La condena
Podrás condenarme a la muerte, pero jamás doblegaré mi alma ante ti.
Atenea
Han pasado casi cuatro semanas desde que perdí a mis padres y no he podido ni siquiera ponerme de pie, no sé cómo esperan que logre bajar al despacho para escuchar la última decisión de mi papá cuando lo que quiero es tenerlo a mi lado y que me abrace tan fuerte como siempre lo hacía, escuchar la voz de mi mamá llamándonos a los dos. Todo fue mi culpa, si no hubiese decido volver de sus vacaciones para estar conmigo en mi cumpleaños, ahora no los tendré nunca más y no sé si podré vivir sin ellos, no creo que pueda no me siento capaz de lograrlo.
Nunca imagine que jamás los volvería a ver, me duele tanto el alma, perderlos a los dos al mismo tiempo. Me quiero morir para estar con ellos, yo no puedo enfrentar este mundo sin que ellos estén a mi lado para darme sus consejos, es muy pronto para quedarme sola. De nuevo la puerta suena y sé que es Alicia que viene a decirme que el abogado espera por mí para leer el testamento desde hace casi una hora, prácticamente sé lo que dice el dichoso documento, mi padre me dejo todo junto a un albacea en lo que termino mis estudios, es obvio que nunca le dejaría todo su legado a mi hermano.
La puerta de mi cuarto se abre de golpe dejándome ver la figura enfadada de mi hermano, supongo que está ansioso por saber qué demonios es lo que dice el testamento, únicamente quiere coger lo que le haya dejado mi padre y largarse, es un maldito buitre que nunca los amo.
—Me tienes harto con tus malditas estupideces, ahora mismo vas a bajar y escucharás a mi lado la última voluntad del viejo hijo de perra, que espero se esté revolcando en el infierno —espeta sin ningún respeto o consideración, la sangre me hierve por su ambición, por su culpa mis padres nunca pudieron ser felices del todo.
—Que sea la primera y última vez que hablas de mi padre de esa manera, no voy a permitir que corrompas su memoria con tus insultos y tu falta de cerebro —replico irguiéndome por completo para demostrarle que no le tengo miedo—. En ese testamento no hay nada para ti, ¿De verdad creíste que mi padre te dejaría a cargo de su fortuna? Él estaba seguro de que tú acabarías con todo en menos de un segundo —añado, no sé con qué intención, porque sé que no va a entender lo que digo hasta que lo escuche de boca del abogado.
—Me importa una m****a lo que digas, vas a bajar ahora mismo por las buenas o por las malas —sentencia por lo que me cuadro desafiante, pero es mi hermano, siempre he podido ser valiente y decida delante de él, pero el resto del mundo, no sé cómo asumiré responsabilidades para las que no estoy preparada aún—. Te lo advertí —pronuncia antes de tomarme del brazo y sacarme a tirones de mi habitación y llevarme escaleras abajo en medio de gritos y forcejeos.
El hijo de perra me saco en pijama, despeinada y demacrada por todo lo que he llorado mi pena, no tiene ni el más mínimo respeto ni consideración por mi estado, no he podido superar la pérdida y él solo se empeña en tomar su parte de la herencia como si de eso dependiese su existencia, ojalá se hubiese muerto él y no mis padres.
—¡Suéltala! —la voz masculina que retumba en las paredes me hace estremecer involuntariamente, antes de que gire a verlo ya sé dé quien se trata, pero no me explico que es lo que hace en esta casa.
—Este no es tu problema, Dominic, mejor lárgate ahora mismo de mi casa —ladra mi hermano al tiempo que me suelta dándome un empujón hacia adelante con el que por poco caigo de bruces en el piso si no es por la intervención del señor Black.
—Todo lo referente a la señorita Dankworth me interesa, así que te diré esto una sola vez, cuida muy bien como la tratas, le hablas o te refieres a ella —su voz es amenazadora y aterradora, sin ni siquiera levantar el tono de la misma.
—Muchas gracias por la ayuda, señor Black, pero puedo defenderme de mi estúpido hermano yo sola, lo he hecho toda la vida —intervengo en la pelea de los dos perros callejeros antes de que se vayan a los puños—, ahora si es tan amable, le pido que se retire, mi hermano y yo oiremos la última voluntad de mi padre en este momento y no le podremos atender —añado de manera cortés a pesar de que me desagrada la presencia de este hombre sin importar las circunstancias.
Desde aquella vez en mi fiesta de cumpleaños, sentí hacia él una especie de repulsión, no sabría cómo explicarlo, pero algo dentro de mí me indica que la compañía del señor Black no es la mejor para nadie, sobre todo cuando me he cruzado con él en distintas ocasiones y en los lugares menos imaginados, es como si me siguiera a todas partes.
—Entiendo perfectamente, pero por fortuna fue el abogado de su padre quien me pidió asistir hoy a la lectura del documento —declara dejándome fuera de lugar, no me da buena espina esto, ¿Que tiene que ver el señor Black en los asuntos de mi familia? No quiero ser negativa, sin embargo, esto no está tomando el curso natural de las cosas.
—Tiene que ser un error —musito pronunciando en mi mente los motivos. A mi papá no le caía bien este sujeto y siempre me pidió mantenerme alejada de él.
—Al igual que tú, también yo quede muy sorprendido cuando leí el nombre del señor Black entre los beneficiarios del testamento de tu padre, Atenea. Me gustaría decirte que es una broma de muy mal gusto, pero la verdad es que el señor Dankworth, dejo claro que el caballero tenía que estar presente —alega el abogado apareciendo en escena, supongo que al escuchar las múltiples voces.
—Entonces, si ha sido decisión de mi padre, no tengo nada que objetar —pronuncio y camino con toda la dignidad posible hacia el despacho, no porque no esté vestida para la ocasión, dejaré de tener la frente en alto como me enseño mi mamá.
Los caballeros y mi hermano caminan detrás de mí, por lo que al entrar son ellos quienes cierran la puerta del despacho y los dirijo a la pequeña sala de estar donde mi papá solía tomarse un descanso cuando trabajaba desde casa, ni estando amenazada de muerte voy a permitir que alguno de ellos se siente en su sillón detrás del escritorio.
—Señor abogado, sin rodeos, por favor —pido con voz temblorosa, pasar por esto es como decirle adiós definitivamente a los dos y no quiero hacerlo, no quiero sentir que ya no estarán conmigo ni siquiera en espíritu.
—Trataré de ser breve, sin embargo, mi deber es informar todo lo expresado por mi cliente en este documento, conforme dicta la ley —aclara y me temo que esto será largo y tedioso, asiento en su dirección al tiempo que Alicia entra con tazas de café.
Luego de varios minutos de silencio en lo que el abogado saca los documentos de su portafolio y los coloca sobre la mesita del café, inicia la lectura.
—Daremos inicio a la lectura del testamento del señor Augusto Dankworth, el señor, en pleno uso de sus facultades físicas y mentales, manifestó su voluntad en las siguientes pautas para que sus hijos; la señorita Atenea Dankworth y el señor Alberto Dankworth —empieza a decir sin nombrar al señor Black—. A su hijo primogénito, le otorga un fideicomiso de por vida, el monto del mismo está definido en el primer anexo de este documento…
—¿Un fideicomiso? ¡No, señor, yo soy su heredero, me pertenece todo lo que el maldito viejo hizo durante toda su puta vida! —exclama mi hermano interrumpiendo la lectura.
—Te dije que no te iba a permitir que insultaras de nuevo la memoria de mi padre —chillo.
—A ver, déjenme continuar por favor —pide amablemente el abogado con voz gruesa.
Nos quedamos callados y de nuevo tomamos asiento para permitir que continúe con la lectura.
—Mi hija, Atenea Dankworth, será la heredera de todos mis demás bienes, propiedades, joyas, enseres, empresa, autos y mis cuentas bancarias, sin embargo, para poder recibir la totalidad de la herencia deberá aceptar el acuerdo de matrimonio que he establecido con el señor Dominic Black…
—¡Jamás me voy a casar con este tipo! —protesto a la vez que clavo la mirada en el imbécil de Dominic Black que me sonríe como si hubiese ganado una gran batalla.
Nunca voy a aceptar un trato como ese, prefiero no heredar y dejar que todo se vaya a fundaciones de caridad antes de tener que aceptar ser la esposa de un hombre que lo único que me produce es miedo.
—En ese caso, entonces la herencia será otorgada a tu hermano —dice el abogado poniéndome entre la espada y la pared.
Prefiero que la fortuna beneficie a los pobres, pero que sirva para mantener la vida de vicios de mi hermano, eso es algo que jamás podré aceptar.
DecisiónMi corazón jamás podrá amar a alguien que solo conoce de números.AteneaAhora no importa lo que suceda conmigo, no estoy lista para estar sola, pero confío en que lo que mis padres me enseñaron me sirva para hacerle frente a esta situación, además nada puede ser peor a tener que ver como el esfuerzo del hombre más importante en mi mundo se viene abajo, aunque ya él no este para continuar yo estaré aquí para continuar con su legado. Observo a los tres hombres que me miran sin pestañear, mientras continuo con mi debate interno, pero ya he tomado mi decisión.—Ya escucho a mi hermana, abogado, podemos pasar a firmar la aceptación de la herencia de inmediato, no quiero perder más tiempo en trámites, ella no aceptará ese acuerdo, por lo tanto, todo me pertenece —argumenta mi hermano creyendo que de verdad voy a dejar que se salga con la suya sin hacer nada para impedirlo.—No te apresures, hermano —pronuncio al tiempo que él se pone de pie—, aceptaré las condiciones de mi padre,
El inicio del finEl dolor se hace grande y fuerte convirtiéndose en el verdugo de mis días y no estoy segura de poder mantenerme en pie cuando todo está en mi contra.AteneaHoy de nuevo tendré el desagradable placer de ver al señor Black, la diferencia además de estar preparada para el encuentro es que hoy mismo firmamos el acta de matrimonio y me voy a vivir a su casa tal como él lo pidió. Siempre imaginé una gran fiesta, caminando al lado de mi padre hacia el altar, donde me estaría esperando el hombre perfecto para mí, pero, en cambio, me toco esto, una simple transacción comercial indigna de una celebración, no recuerdo que alguien nunca en toda la historia de la humanidad haya celebrado su propia desgracia.Me miro en el espejo de mi habitación por última vez antes de salir por un largo tiempo de mi casa, me he puesto un vestido negro contemporáneo hasta las rodillas, un atuendo clásico y apropiado para la ocasión, lo he complementado con el juego de collar y pendientes de mi m
Mi esposo, el verdugo de mi vida, la pesadilla de mis días, el rey de mi infierno. El culpable de que mi corazón se torne oscuro y mis sentimientos se congelen para siempre.El contratoAteneaRespiro libre por última vez, pasará mucho tiempo antes de que pueda volver a hacerlo. Con paso digno y distinguido, como el de una reina ingreso a la oficina preparada para la lectura, en la que saldré convertida en la señora Black, odio el título, pero prefiero sacrificar mi libertad antes de ver en la basura todo lo que mi padre consiguió durante toda una vida de esfuerzo y lucha. Mi futuro esposo me retira la silla ara que tome asiento delante del notario y posteriormente toma su lugar a mi lado, detrás de los dos nuestros abogados.—Tengo entendido que antes de iniciar con el proceso de matrimonio, se dará lectura al contrato prematrimonial con el fin de que las partes estén de acuerdo —pronuncia el juez dando inicio.Asiento en silencio y le hago una seña con la mano a mi abogado para que
Nunca el infierno me pareció más real que ahora, en este momento en el que piso un terreno desconocido y he firmado el contrato que le entrega mi alma al demonio. Ruego al cielo que mi espíritu me baste para resistir.El infiernoAteneaAhora soy la esposa de un hombre al que desconozco en realidad. He implorado por una respuesta, pero el fantasma de mi padre se niega a dármela, solo quiero entender el porqué de su decisión, ¿por qué si tenía tantas reserva con Dominic Black me obligo a casarme con él? Es inútil, por mucho que me esfuerce jamaras entere su decisión. Dejo escapar un sonoro suspiro a la vez que me fijo en el exterior del auto cuando el paisaje cambia, finalmente llegamos a la propiedad de mi esposo. Una inmensa mansión blanca, grandes ventanales que van desde el piso hasta el techo, la fachada es impresionante, pero no es mi casa.Bajo del auto una vez se detiene e ingreso rápidamente a la casa, el personal me espera al pie de la escalera, seguramente se imaginan que so
¿Mercancía o presa? Da igual, de todos modos estoy en sus manos y me temo que no tendré la fuerza necesaria para salvarme de sus labios y sus manos. Sus labiosAteneaMe es muy difícil ignorar lo mucho que me atrae, sin embargo, debo ser fuerte y mantener los ojos bien abiertos, estoy segura de que las intenciones de mi esposo no son para nada confiables, habiendo tantas mujeres mucho más atractivas y maduras ¿Por qué se tuvo que fijar en mí? Claro, no es que sea un anciano, quizás unos veinticinco años, la edad ideal para tener a cualquier otra a sus pies, es obvio que mi fortuna y mi posición es lo que le atrae de mí.—No voy a negar que haberme casado contigo es un excelente negocio, no seré un hipócrita en ese sentido, no obstante, no es el único motivo que tuve para aceptar este convenio —dice rato después rompiendo el silencio que se formó entre los dos en el comedor.—Te confieso que no me sorprende tu confesión, pero tu descaro, eso sí que es de admirar —ironizo—. Ya he termi
Sentir la inocencia de su alma en mis labios fue el peor error que cometí. El agridulce de su pureza se ha convertido en el afrodisiaco que tortura mi existencia con su presencia aquí en mi vida. Enamorarse no es el plan Dominic No sé en qué demonios estaba pensando, se supone que esa niña insípida no me interesa en lo más mínimo, el plan es hacerla bajar la guardia que se sienta segura y confiada a mi lado, solo de ese modo voy a conseguir expandirme. No quiero su dinero, yo tengo mis propios millones y jamás he sido un vil ladrón, pero como conseguir que se comporte como una buena esposa delante de las demás personas, si su mirada deja en claro que lo único que desea es verme bajo tierra. No debí besarla, eso es seguro, sin embargo, su actitud desafiante, su pequeña boca convertida en una fina línea y la manera en la que sus pupilas se contraen al tenerme en frente me hacen desearla. Definitivamente, he perdido el rumbo de mis planes, es que ni siquiera tuve que haber dicho que
Probé el dulce sabor de la manzana y ahora muero por conocer la condena del pecado que guarda el misterio de su piel. Cierro los ojos y te veo: dulce, inocente, salvaje, arrebatadora. Del calor al frío Dominic Los segundos pasan lentamente mientras continúo estático sin quitarle la mirada de encima, la luz plateada de la luna baña su rostro y la hace lucir angelical. Miles de pensamientos pasan por mi cabeza, su propuesta es todo lo que quiero de ella y para ser sincero conmigo mismo, quizás tiene razón y nunca logre enamorarla, a pesar de su edad puedo ver que es una mujer madura y segura de sus decisiones, supongo que sus padres hicieron un buen trabajo con ella. Algo cambia en mi interior, pero no sé qué exactamente, tal vez mi manera de percibirla, ahora no me parece tan niña y aunque no es voluptuosa o una mujer mucho más madura, posee un encanto único que hechiza sin esfuerzo. Salgo de mis pensamientos cuando el brillo de una perla rodando por su mejilla atrapa mi atención
Te deseo fuerte, salvaje y guerrera, porque frágil, avivas el deseo de acabar con ese mundo que te hace daño y me aterra, que llegues a sentir miedo de mi amor. De la tristeza al odio y al deseo Dominic Dudo en continuar diciendo cualquier cosa, la expresión de su cara es la de alguien que debate internamente entre creer en lo que se le dice o dejarse llevar por lo que siempre ha conocido. Quizás yo no sea un santo, pero estoy consciente de que mucho de lo que se dice de mí es falso, así como también estoy seguro de que fue su padre quien propicio toda esta situación. No obstante, no me queda claro el motivo que tuvo el viejo para poner de condición en su testamento que ella debía casarse conmigo para poder recibir su herencia, es claro que me detestaba y dudo que después de muerto su último deseo haya sido hacer las paces conmigo. ―Está bien, te ayudaré si me das tu palabra de que vas a cumplir con mi condición —dice finalmente rompiendo el silencio que se formó entre los dos. —