Hola:
Quiero agradecer a todos aquell@s que leyeron esta historia y la vivieron conmigo. De todas mis novelas (que son 4) esta es la que ha vivido más contratiempos. Bloqueos, falta de fluido eléctrico, de todo. La he escrito casi al día cuando generalmente siempre tengo mucho adelantado para publicar. Pero me alegro de haberlo hecho así. El camino siempre no es fácil. Se que los protagonistas sufrieron mucho pero es que el amor muchas veces no es fácil o sencillo si no todo lo contrario. Los problemas es lo que hacen que una relación se fortalezca o se rompa. Espero que hayan amado a Felipe a pesar de todas sus meteduras de pata y que hayan aprendido de Elena, sobre todo a no darse cuenta por vencida a pesar de tener todas las circunstancias en contra. Yo sí lo hice.Gracias a tod@s los que hicieron el camino conmigo desde el principio y los que se fueron sumando. Cuidense mucho. Aprecio su lectura y sus comentarios (aunque fueron pocos). No dejen de recomendar. Gracias. Nos vemos pronto.YilyTM
Novela bajo el código 2212082809985 de Safecreative. Todos los derechos reservados. —Libérala. No voy a dejar a tu hija aquí contigo. Si fuiste capaz de darle un golpe de estado a tu mejor amigo y destronarlo, cuando decías que dabas la vida por él, no me quiero imaginar lo que harás con ella cuando siempre has deseado varón. —La rabia del príncipe Felipe salía en oleadas. Nunca se imaginó que iban a sacar a su familia de Talovara de semejante manera. Pero Emiliano Fonetti había puesto al país en su contra y había hecho que la guardia nacional lo apoyara a base de mentiras. Su padre y su madre habían tenido que prácticamente huir por la puerta trasera. Él se había quedado, incluso sabiendo que su propia vida podía correr peligro. Pero no dejaría que a su amiga la cuidara semejante animal. Emiliano había demostrado en infinidad de ocasiones que tenía un carácter de mil demonios y la mano un poco suelta. Elena nunca había sido golpeada por su padre pero Felipe había visto con sus p
Felipe vio a la chica que estaba acostada en la cama y suspiró. El cabello castaño desparramado en la almohada le trajo a la memoria recuerdos de antaño. Habían pasado doce largos años desde que él había tenido que abandonar Talovara. Lo había hecho de forma inconsciente. El ardor y la piel desgarrada eran una constante de todo lo que se había atrevido a arriesgar y como todo había sido en vano. Después de tanto tiempo transcurrido solo quedaban pequeñas marcas blancas en su piel tostada. Sin embargo las heridas de su corazón seguían abiertas y superando. La familia Fonetti le había quitado todo, hasta su propio padre. El corazón de Maximiliano Rinaldi no había aguantado ver a su heredero casi al borde de la muerte. Los latigazos que le había dado Elena como castigo habían hecho que tuviera grandes fiebres. Se la había visto cerquita de conocer al creador pero al parecer el destino seguía queriendo que él participara en el juego. Había pasado de ser un simple peón a ser el rey. El q
A Felipe se le cortó la respiración cuando miró la casa que lo vio nacer. Un lugar que había visto sus primeros pasos y cuando había salido su primer diente. Un sitio tan magnífico que había sido testigo de todas sus aventuras. Y desgraciadamente de unas cuantas lágrimas. Un lugar que lo había visto caerse pero, que jamás lo vio rendirse. Un lugar especial y único. El palacio sobresalía sobre una planicie. Las torres en forma de cono parecían que tocaban el cielo. Cada ventana tenía las cortinas corridas para que entrara claridad y se podía vislumbrar los muebles que habían pertenecido a generaciones anteriores. Los jardines lucían hermosos actuando como guardianes de esa mansión de piedra sólida. Felipe sabía que era una fortaleza inexpugnable. Jamás había sido derribado a pesar de los múltiples asedios que había sufrido con el paso de los años. Siempre se había mantenido en pie, cuidando a todos sus habitantes. Pudo ver las nuevas tecnologías empleadas. Los paneles solares que se
Las lágrimas falsas de algunos hicieron que Felipe contuviera el aliento. La gente podía ser muy hipócrita. Esas mismas personas que ahora lloraban habían sido los primeros que habían festejado el destierro de su familia. Una de las primeras cosas que haría cuando la corona estuviera en su cabeza sería despojar el castillo. No soportaría convivir con personas de doble cara y moral.—Lo lamento mucho, hijo. —Y Felipe sabía que el dolor que mostraba la expresión de Gregory era sincero.—Fue hace mucho. No te preocupes. —contestó quitándole hierro al asunto. De más estaba decir que había causado la muerte de su padre. De más estaba comunicar que una niña de catorce años había tenido parcialmente la culpa. De más estaba mostrar tristeza delante de esa gente que no eran más que una partida de vagos, que lo juzgarían nada más darse la espalda. Se demoraron conversando otro rato más. Mandaron a preparar sus habitaciones e hicieron los preparativos para cuando llegaran Teresa y Anabelle Rina
Felipe durmió como hace mucho que no dormía. Se sentía lleno. La luna creciente que mostraba el amplio ventanal de su cuarto le daba idea de un nuevo comienzo. Un comienzo para bien. Le habían acomodado un cuarto de forma muy parecida al suyo de niño. Alguien había guardado todos sus trofeos y medallas y estaban perfectamente colocados. Y agradecía el gesto enormemente. Se levantó temprano. Había muchas cosas para preparar y faltaba tiempo. Ya habría momento para dormir después de muerto. La noticia que no quedaba ningún Fonetti en el castillo lo llenó de dicha pero, al conocer que Iley se había marchado con Elena se entristeció un poco. Esa señora de casi cincuenta años que portaba en sus hombros muchísima sabiduría, había sido la doncella de Anabelle. Y estaba seguro que a su hermana le encantaría volver a verla. Desconocía que le veía de bueno a Elena que se había mantenido a su lado durante tantos años. La llegada del resto de los miembros de la familia fue grandemente celebrad
— ¿Qué me estás contando, Gregory? Jamás en la vida me casaré con Elena. Si no fuera por todo el daño que me causó, encima está el hecho de que mi madre la odia. Jamás la aceptaría como nuera. —respondió Felipe exaltado. Primero la negación de Anastasia de casarse y luego semejante bomba.—Es un vacío legal muy antiguo. La ley dice que en caso de que haya un nuevo rey que no haya obtenido el trono por herencia ni por la fuerza tiene que hacerse cargo de la antigua familia. Correr con sus gastos, con sus estudios. Y en caso de ser de géneros distintos tiene que casarse con esa persona.—Es arcaico, Greg. Estamos en el siglo XXI. No hay alguna manera de rodear ese artículo sin desobedecerlo.—Pues no —William se unió a la conversación. Él mismo se había pasado horas buscando salidas. No había encontrado ninguna— .Los reyes antiguos fueron claros y los muy puñeteros hicieron caso omiso a las curvas. No se puede hacer nada.—Estamos sumergidos en la actualidad —continuó Gregory— pero, en
Felipe regresó al castillo con suficientes planes para evitar que Elena huyera. Decidió que lo mejor sería poner alguien de confianza que le dijera cada paso que diera. Pero ahí estaba el problema. Las personas en las que podría confiar ciegamente eran escasas. Fácilmente las podía contar con una mano. Ya encontraría alguien. Si algo había aprendido cuando había empezado a ganar dinero, era que un buen fajo de billetes podía mover las montañas. Al poner un pie en la entrada no sabía dónde dirigirse primero, si a la habitación de su madre o a la Anastasia. Eligió sabiamente. Los gritos de su madre le echarían a perder lo que restaba de día, así que mejor dejarlos para el final. Se encaminó al ala oeste mirando las muchas pinturas que había colgadas en la pared contraria a los ventanales. Uno daría un breve salto al pasado solo viendo esas magistrales obras de arte. Cada cuadro mostraba un pedazo de la historia de Talovara. Y con cada trazo del pincel parecía que la pintura estaba v
Felipe sintió como Elena se tensó. Se habia puesto rigida en cuestiones de segundos. Sin soltarla la jaló a una silla y después de sentarla se aculilló delante de ella. No se observó un maltratador pero ver ese rostro tan blanco como las paredes de alrededor y sus manos apretadas intentar controlar los temblores lo hicieron sentir el ser más miserable del planeta. Y no debería sentirse culpable cuando él jamás le había hecho daño a la mujer que tenía al frente y que evitaba mirarlo directamente a los ojos. Todo lo contrario. — ¿Te hice una pregunta, Elena? Y Me gusta que me respondan cuando pregunte. —A ningún lado que te importe. No quería verte nunca más en la vida. Eso debería ser suficiente. —Estoy intentando ser cordial. No me provocas. —Pues puedes meterte la amabilidad por el trasero. Soy una ciudadana libre y puedo hacer lo que me dé la real gana. No le debo explicar a nadie. A la única persona que se lo debió morir hace años. —Sí, eres una persona libre pero también mi pr