Diciembre llegó con temperaturas frescas. Se había quedado atrás el pegajoso verano. Aunque era muy poco probable que en Talovara nevara el cielo había adquirido la tonalidad de las tormentas. Y a medida que los días fueron pasando y las hojas de los árboles se caían dejando las ramas desnudas, el dolor en el pecho de Elena había perdido intensidad. Había intentado luchar contra la corriente solo para darse cuenta que las aguas tenían demasiados rápidos. El impulsor, era nada más y nada menos, que una personita de apenas cuatro kilos que la traía loca. Eso y las fotos que había encontrado en el álbum que había cogido de casa de María. En la mayoría había fotos que contaban la evolución de su embarazo pero casi al final había alguna de ellas juntas. Elena nunca había posado para su amiga y a pesar de tomarla desprevenida, las fotografías eran excepcionales. Lo había comprendido al leer la nota del inicio. “Si no me gustara tanto la enfermería sin dudar hubiera sido fotógrafa”. Y si
Elena se había despertado en el mismo instante que Felipe había dejado de abrazarla. Pero la cama estaba demasiado rica y todavía le quedaba sueño como para desperdiciarlo en vano. Habían pasado unos veinte minutos cuando escuchó gritos abajo. Quizás en el ajetreo del día no podía oírse nada desde su ala pero en la tranquilidad de la mañana todo se escuchaba con increíble claridad. Casi corrió cuando identificó la voz de su padre. Y la sangre se le heló en las venas al divisar semejante panorama. No supo si fue la adrenalina del momento o el conocimiento de que si Felipe moría se llevaría consigo su corazón y su alma, pero literalmente voló sobre los escalones. Todo sucedió a cámara lenta. Y la bala que iba a parar a su marido y ser letal para él, impactó en su cuerpo. Sintió como el pequeño trozo de plomo penetró en su carne. Como se abrió. Y el dolor fue tan intenso y visceral como ninguno que hubiera sentido antes. Le iba a dar en la cabeza pero había empujado a Felipe unos mil
Pasó un día, dos, diez, veinte, treinta y Elena seguía igual. No había retroceso en su estado pero tampoco mejoría. Felipe había decidido atenderla en palacio cuando le habían quitado el respirador. Preparó una de las habitaciones más grandes para su uso personal. Pues quería velar su sueño y que estuviera cómoda. La única alegría se la daban sus niños. Ambos iban creciendo cada día aunque Lena estaba intratable. Después de varias horas de llanto se quedaba dormida de puro agotamiento. Extrañaba a su mamá y no era el único. Felipe sentía que su mujer se estaba perdiendo muchas cosas. Muchas primeras veces que serían irrepetibles. Como la primera sonrisa de su hija o como su pequeño se había agarrado al biberón y no lo había soltado hasta acabar. Todavía le decían pequeño o bebé. Felipe no había decidido el nombre. Y habían acordado que el primer hijo que tuvieran juntos sería Elena quien lo decidiría. Dirigió la mirada a la cama y sintió su alma comprimida. Hacían cuatro días
Cinco años después. Felipe entró en su casa cansado después de tan largo viaje. Haber ido al otro lado del mundo por un derrame de crudo en una de sus compañías en el océano Pacífico era extenuante. No importaba que viajara en un avión con todos los lujos y comodidades. La semana que llevaba sin dormir le estaba pasando factura. Anhelaba una buena ducha de agua caliente, jugar con sus hijos y hacerle el amor a su mujer durante días. No precisamente en ese orden. Por ese motivo le extrañó la tranquilidad que sintió nada más poner un pie en el ala donde su esposa y sus hijos vivían. No ver las piernitas regordetas de sus pequeños lo hizo fruncir el ceño hasta que una pequeña con dos coletas y una muñeca en brazos salió a recibirlo.— ¡Papá! ¡Papá! Has llegado. No imaginas todo lo que he aprendido en esta semana. La señorita Bedford está muy contenta conmigo y dice que seré tan inteligente como mamá. —Que bueno, cariño —expresó él mientras la alzaba del suelo y la hacía volar por lo
Hola: Quiero agradecer a todos aquell@s que leyeron esta historia y la vivieron conmigo. De todas mis novelas (que son 4) esta es la que ha vivido más contratiempos. Bloqueos, falta de fluido eléctrico, de todo. La he escrito casi al día cuando generalmente siempre tengo mucho adelantado para publicar. Pero me alegro de haberlo hecho así. El camino siempre no es fácil. Se que los protagonistas sufrieron mucho pero es que el amor muchas veces no es fácil o sencillo si no todo lo contrario. Los problemas es lo que hacen que una relación se fortalezca o se rompa. Espero que hayan amado a Felipe a pesar de todas sus meteduras de pata y que hayan aprendido de Elena, sobre todo a no darse cuenta por vencida a pesar de tener todas las circunstancias en contra. Yo sí lo hice.Gracias a tod@s los que hicieron el camino conmigo desde el principio y los que se fueron sumando. Cuidense mucho. Aprecio su lectura y sus comentarios (aunque fueron pocos). No dejen de recomendar. Gracias. Nos vemo
Novela bajo el código 2212082809985 de Safecreative. Todos los derechos reservados. —Libérala. No voy a dejar a tu hija aquí contigo. Si fuiste capaz de darle un golpe de estado a tu mejor amigo y destronarlo, cuando decías que dabas la vida por él, no me quiero imaginar lo que harás con ella cuando siempre has deseado varón. —La rabia del príncipe Felipe salía en oleadas. Nunca se imaginó que iban a sacar a su familia de Talovara de semejante manera. Pero Emiliano Fonetti había puesto al país en su contra y había hecho que la guardia nacional lo apoyara a base de mentiras. Su padre y su madre habían tenido que prácticamente huir por la puerta trasera. Él se había quedado, incluso sabiendo que su propia vida podía correr peligro. Pero no dejaría que a su amiga la cuidara semejante animal. Emiliano había demostrado en infinidad de ocasiones que tenía un carácter de mil demonios y la mano un poco suelta. Elena nunca había sido golpeada por su padre pero Felipe había visto con sus p
Felipe vio a la chica que estaba acostada en la cama y suspiró. El cabello castaño desparramado en la almohada le trajo a la memoria recuerdos de antaño. Habían pasado doce largos años desde que él había tenido que abandonar Talovara. Lo había hecho de forma inconsciente. El ardor y la piel desgarrada eran una constante de todo lo que se había atrevido a arriesgar y como todo había sido en vano. Después de tanto tiempo transcurrido solo quedaban pequeñas marcas blancas en su piel tostada. Sin embargo las heridas de su corazón seguían abiertas y superando. La familia Fonetti le había quitado todo, hasta su propio padre. El corazón de Maximiliano Rinaldi no había aguantado ver a su heredero casi al borde de la muerte. Los latigazos que le había dado Elena como castigo habían hecho que tuviera grandes fiebres. Se la había visto cerquita de conocer al creador pero al parecer el destino seguía queriendo que él participara en el juego. Había pasado de ser un simple peón a ser el rey. El q
A Felipe se le cortó la respiración cuando miró la casa que lo vio nacer. Un lugar que había visto sus primeros pasos y cuando había salido su primer diente. Un sitio tan magnífico que había sido testigo de todas sus aventuras. Y desgraciadamente de unas cuantas lágrimas. Un lugar que lo había visto caerse pero, que jamás lo vio rendirse. Un lugar especial y único. El palacio sobresalía sobre una planicie. Las torres en forma de cono parecían que tocaban el cielo. Cada ventana tenía las cortinas corridas para que entrara claridad y se podía vislumbrar los muebles que habían pertenecido a generaciones anteriores. Los jardines lucían hermosos actuando como guardianes de esa mansión de piedra sólida. Felipe sabía que era una fortaleza inexpugnable. Jamás había sido derribado a pesar de los múltiples asedios que había sufrido con el paso de los años. Siempre se había mantenido en pie, cuidando a todos sus habitantes. Pudo ver las nuevas tecnologías empleadas. Los paneles solares que se