Ryle desvió la mirada, por completo avergonzado de que sus amigos pensasen eso de él, e ignorando todas las señales que daba el cuerpo de Leonidas , apunto de hacer erupción, tan sólo encogió sus hombros. Sin embargo, Leonidas pensaba que los amigos de Ryle , serían una gran molestia. Y Dios, no quería destruir los sentimientos de su precioso omega floreado, al tener que decirle lo imbéciles que éstos eran, y como, por supuesto, se burlaban de su inocencia. (...) — Oh, la pase fabuloso, Leo — declaró el pequeño omega, sonriendo resplandecientemente en dirección al mayor— . Um..., bueno. Siempre que estoy contigo la paso muy bien. Leo sonrió ante las palabras del omega, acarició su mejilla con cariño, y pronto echó un vistazo hacia la casa del omega. Después de unas horas, Joel y Darrel se habían retirado, y Leonidas jamás pudo sentirse tan aliviado como en aquel momento. Ryle se quedó un rato adicional con él, ayudándolo con los pedidos como el día anterior, y divirtiéndose de un
La omega miró con cautela al chico, entrecerrando los ojos. Ryle parecía infinitamente emocionado, y aquel era un detalle que no se podría pasar por alto. Ella tomó aire, esperando no encloquecer y decirle que, en realidad, no quería escuchar nada sobre el otro sujeto. De igual manera, y aunque ella expresase aquello, el omega no pararía, y es que en su inocente mente, él había pensado que quizá, tras relatarle la maravillosa y dulce historia de amor a su madre, conseguiría ablandarla y que por fin, ella terminase por aceptarlos. Ryle sabía que aquél era un plan alocado, pero de algún modo, el pensamiento de que su madre pudiera ser igualmente feliz (como lo era él), le gritaba que estaba haciendo lo correcto. »— Bien..., lo vi por primera vez en Texas — comenzó, una voz diminuta mientras un suspiro enamoradizo salía disparado de sus labios. Los ojos marrones de Angela se abrieron con asombro, y frunciendo el ceño de una manera leve, intentó rememorar en su cabeza aquel precioso día.
Sintiendo un agudo dolor de cabeza, Leonidas caminó hacia la barra y rememoró todas las cosas que había pronunciado el otro alfa. ¿De qué iban Joel y Darrel, realmente? Porque Leonidas notaba que aquello era más que simples ganas de molestar. — Hey... ¿Qué mierda fue todo eso? — La voz profunda de Jacob, lo sacó de sus pensamientos. Leonidas encogió los hombros, admirando los ojos curiosos de su mejor amigo, quien había estado observando todo desde la caja. Sin perderse de ningún detalle. Ninguno. »— ¿Está todo bien? — Volvió a interrogar, insistente ante el silencio propiciado por el alfa. De alguna manera, Leonidas se encontraba insuperablemente enojado, y sabiendo que necesitaba calmarse, y por supuesto, salir ganador, él cogió su teléfono en manos y observó la hora en la pantalla. — Sí, no es nada — admitió Leo, intentando sonar casual— . Oye, ¿harás algo este fin de semana? — Um..., no a menos que tengas planes para nosotros dos — respondió el Enigma, mordiendo el interior
Igualmente, y después de una ardua discusión en la que Ryle llegó a soltar lagrimones llenos de frustración, Angela cedió. Con una sola y única condición, la cual se encargó de dejarle clara a su precioso querubín antes de irse aquella mañana: "Quiero que te cuides, cielo. ¿Lo entiendes, no es así?" Y aunque Ryle no comprendió a qué demonios ella se refería, Leo sí que lo hizo, y tan sólo pudo negar con la cabeza en completa desaprobación... ¿Acaso él estaba haciendo algo mal para que la omega actuase de aquella manera? Sin embargo, y después de despejar por completo su cabeza de absurdas cuestiones que lo hacían pensar de más, Leonidas se encontró tremendamente feliz. Y es que el poder observar las perlas iluminadas junto a la blanca y preciosa sonrisa de su verdadero amor, le hacía querer vivir eternamente... Tan sólo para perpetuar su vista e invertir su tiempo en nada más que Ryle. — Hey, hermoso, ¿estás listo? — Leonidas sonrió de lado, admirando como la delgadita y menuda fig
Ante aquel comentario, el pequeño desvió la mirada, completamente avergonzado y emocionado por lo que había escuchado. Y es que aunque no fuera la primera vez que Leonidas reconocía lo hermoso que era, o lo mucho que le gustaba, siempre resultaba ser igual de alucinante que el primer instante. — Y como tú — expresó, mordiendo el interior de su labio y posando su miel mirada en la contraria. Admiró como el rostro de Leonidas resplandecía, mirándose precioso, y cuando sintió cosquillas arremeter contra su estómago, soltó una pequeña risita— . ¿Qué me miras, Leo? — He estado pensando mucho lo que debería decirte en este momento, pero..., descubrí que ese tipo de cosas no deben ensayarse, y que sólo debo decirte lo que salga de mi corazón — comenzó, su órgano interno errático en su pecho, y sus dedos aferrándose tiernamente a los contrarios, los cuales pronto comenzaron a ponerse fríos. — ¿Q— qué quieres d— decirme, Leo? — Tartamudeó el menor, haciéndose increíbles ilusiones, y decidie
No sólo el tener por primera vez un novio, sino que, desde luego, se tratase del alfa más perfectamente hermoso de todo el planeta Tierra, como por supuesto el menor expresaba. Cuando ellos estuvieron de vuelta en la habitación, el omega sintió sus tripas resonar, y mirando de manera avergonzada al mayor que reía, dejó en claro que tenía mucha más hambre de la esperada. — Ve a ducharte, cielo. Esperaré aquí — Leonidas animó, dando un empujoncito a Ryle quien de inmediato cogió su toalla y entró en el baño, no esperando demasiado después de haber escuchado las palabras de su novio. Novio. El sólo pensarlo le ponía a soñar despierto, y sin poder contenerse, cuando estuvo lejos de cualquier otra mirada, saltó de emoción sobre sus pies. Acción que quiso hacer desde la tarde, pero que contuvo tan sólo para no parecer un tonto niño ante Leo. En su lugar, y cuando el alfa perdió de vista al omega, se dejó caer sentado en la cama mientras una sonrisa grata estiraba desmesuradamente sus me
La velada había transcurrido de una manera regocijante. A medida que el tiempo transcurría, las personas que residían en la posada iban abandonando el comedor, hasta que sólo quedaron tres individuos ocupando la mesa. Antoine había decidido regresar a la habitación que compartía con Jacob, luego de haber sentido el cansancio del día arremeter contra su cuerpo, mientras que Isabelle y Jenson permanecieron una media hora más, pero no pudieron seguir compartiendo con sus amigos después de unos minutos, en los que la omega se notó increíblemente soñolienta. Ryle los despidió con alegría, admirando lo bien que lucia la elaborada coronita de flores que él mismo había confeccionado, en la cabellera larga y café de la oJoelegra. Ahora, eran sólo dos las personas que permanecían despiertas. El omega había logrado caer en un agotado sueño, segundos atrás, cuando Leonidas le dio la libertad de recostarse sobre su regazo y descansar un poco. El alfa no creía que la posición en la que se encont
El poder almacenar en sus recuerdos la sensación del cuerpo de Leonidas junto al suyo propio, en un reconfortante abrazo nocturno, lo hacía sonreír de una manera trepidante. Él nunca había dormido con nadie más que no fuesen sus padres, e infiernos, el poder descansar en los fuetes brazos de Leonidas , percibiendo su cálida presencia, lo estaba volviendo completamente loco. Loco de enamoramiento, porque sin lugar a dudas, él lograba caer cada segundo más y más. Se encontraba plenamente hundido, sin embargo, sin completas ganas de salir. Revisando su vestimenta una nueva vez en el espejo, Ryle suspiró lleno de emoción. Sentía sus entrañas retorcerse divertidamente, casi al mismo tiempo que su corazón daba una sacudida alegre en el interior de su pecho. Mordió su labio, la corona de margaritas reposando sobre las hebras de su fino cabello, y el pensamiento de que a Leonidas le encantaría su presencia ese día, haciendo mella en su cuerpo. ¡Estaba ansioso por verlo, y Dios, él no podía