Ahora se encontraban abrazados, una película animada presentándose en la televisión, y las risas saliendo de vez en cuando, al momento en que ambas miradas de diferentes tonalidades marrones se encontraban de una manera deliberada. Las mejillas de Ryle estaban sonrojadas, y Leonidas sentía la calidez del cuerpo contrario ante el abrazo que se propiciaba entre ellos. Los corazones raudos y sincronizados en un mismo latir, ocasionando una perpetua y relajante música que acompañaba al apetecible ambiente. Ellos nunca habían pasado por algo similar, y mientras los segundos transcurrían, el amor florecía de una indudable manera; metiéndose por sus venas hasta concentrarse en un mismo lugar. El corazón. De alguna manera, sus ojos enamorados gritaban porque aquello se prolongase hasta volverse eterno, y cuando Leonidas escondió su nariz en el cabello omega con pintas de harina blanca sobre él, se sintió magníficamente extasiado. Extasiado como nunca antes. — Gracias por estar aquí, corazón
Él intentó verse bien, quería estar lindo para cuando los ojos del alfa lo mirasen, y confeccionando una preciosa corona antes de irse, corrió rumbo a la cafetería. Mediante los días transcurrían, Ryle sentía que el tiempo alejado de Leo, cada vez se volvía más y más mortificante, de ese modo, quería estar siempre a su lado, y cuando admiró los ojos achocolatados del alfa observarlo de una manera adorable, supo que aquella era su inmediata paz. Quería a Leonidas , realmente lo adoraba. El amor quemaba sus venas de una manera ardorosa, pero sin embargo, no llegando a ser molesta. De alguna manera, los ojos mieles se convertían en corazones con tan sólo observar la presencia del alfa, y aunque antes hubiera temido, Ryle sabía que ahora, Leonidas sentía exactamente lo mismo por él. Los sentimientos habían estallado brutalmente en su cuerpo hacía tres días, en los cuales la desesperación y las ansias habían dominado increíblemente su sistema. Esperaba con emoción la respuesta inédita de
Una sonrisa completamente resplandeciente, competía en brillo contra el imponente sol que se asomaba en la turística Busán. Ryle saltaba sobre sus pies con suma emoción, conteniendo los gritillos infantiles que querían salir de su garganta; sin embargo, y aunque las ansias imparables calcinaran el cuerpo del menor, habría estado recibiendo un par de miradas desconfiadas por parte de sus dos amigos, durante contados cinco minutos. Aunque, por supuesto, él no notaba una vez más lo que ambos pares de orbes achocalatados deseaban expresar. Mucho menos, lo que Joel y Darrel estaban sintiendo en aquel preciso momento. El omega había corrido fuera de su clase al momento justo en que fue la hora de salida, captando la atención de todos y cada uno de sus compañeros. Y es que estaba irremediablemente exaltado. Él sólo quería llegar al encuentro con los dos chicos que aguardaban afuera, y cuando notó que ellos efectivamente lo estaban esperando, aceleró su carrera. ¡Por fin, ellos conocerían a
Separándose unos centímetros del abrazo que aún se mantenía, admiró los ojos mieles y emocionales. Se veían radiantes, justo como Ryle Santos aquel precioso día. Su corazón rebotando con fuerza, y una inmensa ansiedad metiéndose poderosamente en sus venas. Cogió el rostro del omega, sonriendo antes de acercarse y rozar sus labios juntos, un roce que no tardó en profundizar en cuestión de segundos. Podía percibir una tropa de mariposas revoloteando con fuerza en su estómago, y cuando movió sus labios contra los del tímido omega, supo que quizá, estaba rebasando los límites de "celoso psicópata". Pero realmente no le importaba. Una aclaración de garganta lo hizo tomar distancia. Ryle abrió los ojos con lentitud, y es que sentía que podría caer desmayado en cualquier instante. Juró sentir su corazón salírsele de una dramática manera, y percibiendo su rostro imposiblemente caliente por el sonrojo, echó un ligero vistazo por sobre su hombro. Ambas miradas marrón adas llenas de sorpresa, y
Ryle desvió la mirada, por completo avergonzado de que sus amigos pensasen eso de él, e ignorando todas las señales que daba el cuerpo de Leonidas , apunto de hacer erupción, tan sólo encogió sus hombros. Sin embargo, Leonidas pensaba que los amigos de Ryle , serían una gran molestia. Y Dios, no quería destruir los sentimientos de su precioso omega floreado, al tener que decirle lo imbéciles que éstos eran, y como, por supuesto, se burlaban de su inocencia. (...) — Oh, la pase fabuloso, Leo — declaró el pequeño omega, sonriendo resplandecientemente en dirección al mayor— . Um..., bueno. Siempre que estoy contigo la paso muy bien. Leo sonrió ante las palabras del omega, acarició su mejilla con cariño, y pronto echó un vistazo hacia la casa del omega. Después de unas horas, Joel y Darrel se habían retirado, y Leonidas jamás pudo sentirse tan aliviado como en aquel momento. Ryle se quedó un rato adicional con él, ayudándolo con los pedidos como el día anterior, y divirtiéndose de un
La omega miró con cautela al chico, entrecerrando los ojos. Ryle parecía infinitamente emocionado, y aquel era un detalle que no se podría pasar por alto. Ella tomó aire, esperando no encloquecer y decirle que, en realidad, no quería escuchar nada sobre el otro sujeto. De igual manera, y aunque ella expresase aquello, el omega no pararía, y es que en su inocente mente, él había pensado que quizá, tras relatarle la maravillosa y dulce historia de amor a su madre, conseguiría ablandarla y que por fin, ella terminase por aceptarlos. Ryle sabía que aquél era un plan alocado, pero de algún modo, el pensamiento de que su madre pudiera ser igualmente feliz (como lo era él), le gritaba que estaba haciendo lo correcto. »— Bien..., lo vi por primera vez en Texas — comenzó, una voz diminuta mientras un suspiro enamoradizo salía disparado de sus labios. Los ojos marrones de Angela se abrieron con asombro, y frunciendo el ceño de una manera leve, intentó rememorar en su cabeza aquel precioso día.
Sintiendo un agudo dolor de cabeza, Leonidas caminó hacia la barra y rememoró todas las cosas que había pronunciado el otro alfa. ¿De qué iban Joel y Darrel, realmente? Porque Leonidas notaba que aquello era más que simples ganas de molestar. — Hey... ¿Qué mierda fue todo eso? — La voz profunda de Jacob, lo sacó de sus pensamientos. Leonidas encogió los hombros, admirando los ojos curiosos de su mejor amigo, quien había estado observando todo desde la caja. Sin perderse de ningún detalle. Ninguno. »— ¿Está todo bien? — Volvió a interrogar, insistente ante el silencio propiciado por el alfa. De alguna manera, Leonidas se encontraba insuperablemente enojado, y sabiendo que necesitaba calmarse, y por supuesto, salir ganador, él cogió su teléfono en manos y observó la hora en la pantalla. — Sí, no es nada — admitió Leo, intentando sonar casual— . Oye, ¿harás algo este fin de semana? — Um..., no a menos que tengas planes para nosotros dos — respondió el Enigma, mordiendo el interior
Igualmente, y después de una ardua discusión en la que Ryle llegó a soltar lagrimones llenos de frustración, Angela cedió. Con una sola y única condición, la cual se encargó de dejarle clara a su precioso querubín antes de irse aquella mañana: "Quiero que te cuides, cielo. ¿Lo entiendes, no es así?" Y aunque Ryle no comprendió a qué demonios ella se refería, Leo sí que lo hizo, y tan sólo pudo negar con la cabeza en completa desaprobación... ¿Acaso él estaba haciendo algo mal para que la omega actuase de aquella manera? Sin embargo, y después de despejar por completo su cabeza de absurdas cuestiones que lo hacían pensar de más, Leonidas se encontró tremendamente feliz. Y es que el poder observar las perlas iluminadas junto a la blanca y preciosa sonrisa de su verdadero amor, le hacía querer vivir eternamente... Tan sólo para perpetuar su vista e invertir su tiempo en nada más que Ryle. — Hey, hermoso, ¿estás listo? — Leonidas sonrió de lado, admirando como la delgadita y menuda fig